27.9.10

Cuarto y mitad de persona

Alcanzadas determinadas cotas de agotamiento, ya da la sensación de que es más o menos igual. Tengo la misma percepción de que voy a caer redonda que de la que tenía hace tres días. Se supone que el cansancio es acumulativo (el sueño no; una muestra más de que el diseño inteligente no lo es tanto), pero creo que estoy con la compuerta abierta, como los pantanos.

He llegado al punto en que no me entiendo cuando pienso, tengo que apuntarlo todo por triplicado para que no se me olvide, y empiezo a estar bastante convencida de que hay más de un 70% de posibilidades de que el martes en la ponencia me quede en blanco y/o dormida de pie. Y lo fantástico es que, llegados a este punto, empiezo a pensar que no me importa lo más mínimo, siempre y cuando alguien me prometa que voy a poder dormir mucho después. Aunque sea el 22 de octubre, me vale. Una especie de luz al final del túnel.

Dentro de lo que cabe, me alegro de no estar en marzo de 2010. Me alegro de haber aprendido todo lo que he aprendido desde marzo (a todos los niveles). Me alegro de que las cosas, hasta cierto punto, dependan de mí, y estar dispuesta a no guardarme rencor si no salen. Y eso no es "algo", es es todo.

Este año hablábamos del método de la Chica Casi Trilingüe de llegar a la felicidad por el insomnio autoprovocado. Efectivamente, el cansancio es un arma. Puede llegar a serlo. Te obliga a relativizar, que es algo que no se me suele dar bien.

Así que, al mismo tiempo, cruzo los dedos para que todo se resuelva mañana y pienso que tampoco pasa nada si no lo hace. Que hemos perdido la cuenta de cuántas veces le hemos dado la vuelta al abecedario de los planes, pero que lo mismo da. Que la vida pasa, mientras, y que ya saldremos adelante.

No pasa nada.

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