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30.8.17

Vuelta al cole

No sé si las vacaciones pueden valorarse en número de cervezas, de kilómetros, de horas de sueño. Quizá deberían valorarse en sonrisas, y el Chico Wookie asegura que sonrío muy poco últimamente. Eso me preocupa, la verdad.
Seguramente tiene mucho que ver con lo que Mi Media Infancia ha bautizado como vida sin sal. Yo también estoy harta de horas sin aliñar.
No sé si crecer era esto. Dejar de sumar horas de conciertos y volver a sumar horas de parque; como a los 16, pero esta vez mirando el reloj.
Es graciosa esa sensación que una tiene de pequeña de que a los adultos nadie les dice lo que tienen que hacer y que son muy bobos porque nunca hacen lo que les apetece. Graciosa, sobre todo, por lo que tiene de cierta, pero también por lo complicado que es recuperarla cuando una ya tiene dentro ese tengoquétengoquétengoqué tan difícil de desprogramar.
He leído que un pueblo alemán ha decidido construir la vida en torno a los biorritmos en lugar de seguir trabajando al revés, y me parece un gran plan. Ojalá ser ya Presidenta Princesa y poder romper de una vez todos los relojes. Mientras tanto, me tocan seis meses de irónica sumisión; todo como último coletazo antes de saber si debo asumir que viviré eternamente con jet-lag, como aseguran por ahí.
Volviendo a las vacaciones, lo que sí tengo claro es que por una vez en muchos años he desconectado de verdad. Tanto, que este año me he puesto enferma al volver en lugar de al irme. Así que, sin duda alguna, han sido unas excelentes vacaciones.
Mi cerebro ha entrado ya en modo vuelta al cole. Ayer soñé (dos veces) que estaba en plena mudanza y que debía volver a tirar todos los objetos de los que me he deshecho desde que era pequeña. Aquellas interminables limpiezas de buhardilla parecen seguir marcadas en mi subconsciente como banderín de llegada a la meta: el final de verano.
Vuelta al cole, en fin. Con mucho proyecto sobre la mesa, muchos planes sin definir, y una cierta sensación de que el uniforme escolar me queda grande que no ha desaparecido en estas semanas.
A cambio, parece que el cansancio sí se ha mitigado, y por una vez no me importa tanto hacer las cosas bien como no desfallecer en el intento. Como propósito no esta mal, desde luego.
No desfallecer.
Echar sal.
Dejar que la rutina me meza en lugar de atarme.
Mirar hacia delante pero no dejarme encandilar por el horizonte, que siempre es inalcanzable.
El siguiente paso es mucho más importante que el último.
Feliz septiembre.

27.4.17

Terrorismo

Lo terrible del terrorismo no son los ataques, sino el efecto que estos tienen en los intervalos "de paz". Cómo el control se extiende en el tiempo durante plazos insosteniblemente largos. Tan largos que llega un momento en que ni siquiera eres consciente de que tienes miedo.
Yo no tenía ni idea de que siguiera teniendo miedo, tantísimo miedo. Mal sabor de boca sí, claro; una referencia en clase de autodefensa que te hace tener que salir a fumarte un cigarro mirando al vacío por no mirarte dentro; un nombre gritado en la plaza que te retuerce el esófago como si fueras a vomitar; una tristeza sorda, generalizada, al ver algunos nombres en el feed de Facebook. Y sí, algo de prudencia, creía yo; la incapacidad de respirar al tener un desacuerdo en la cama, el recelo ante los "y si...", las pesadillas que te recuerdan que nunca más.
Pero no este miedo atroz con el que ahora sí conecto. Esas palabras retorciéndose para hacer eco en todas mis esquinas, "tú no sirves para novia".
Y ahora me despierto con el silbido de una de mis canciones favoritas, y bailo en la cocina, y celebro el cepillo de dientes de más, y quiero vaciar los cajones, y de pronto tengo unas ganas inmensas de llorar como si aún estuviera peleando por un hueco en aquella casa en la que no quería vivir. Y hablo en plural y hago planes en singular porque no hace falta usar los tiempos verbales ni los pronombres como cuchillas, porque todo es fácil y bonito y ya, y hago y hacemos indistintamente; y tengo unas ganas inmensas de llorar como si aún tuviera que hacer cuentas con la agenda para rendir cuentas sobre cuándo, cuánto y quién. Y pongo lavadoras y friegan el suelo y los cuidados salen solos y tengo ganas de llorar como si aún tuviera que explicar que el problema de los supermercados es mío y es de siempre y saber que nunca me creen. Y escucho canciones propias y ajenas y planeamos conciertos y tengo ganas de llorar como si aún tuviera que estar a la altura de un listón que no para de subir mientras no me dejan pasar ni por encima ni por debajo y mucho menos tocarlo. Y hablo sin parar y escucho sin parar y tengo ganas de llorar como si aún estuviera saltando a la comba en un campo minado en el que en cualquier momento va a empezar otra vez esa maratón de reproches y tuviera que negar mi vida tres veces antes de cantar el gallo.
Y tengo ganas de llorar porque me doy cuenta de que no creía que esto fuera posible, de que me había roto, de que me quedé donde me dejaron, "mis ex están todas locas", conversaciones infinitas por Messenger porque no te pueden romper el corazón sin tocarlo siquiera, poner kilómetros por no poner límites.
Y tengo ganas de llorar porque soy asquerosamente feliz y algo dentro de mí ha seguido pensando todos estos años que no me lo merecía.
Y joder si me lo merezco.

30.9.13

No me gusta el arte

Llevo media vida echándome en cara no poder disfrutar del arte en su faceta más técnica. Peleando con AM en el Reina Sofía. Peleando con los géneros musicales. Dejando comunicación audiovisual para poder ver a gusto películas de animadoras.

Para de pronto darme cuenta de que lo único que me importa son las historias, las emociones, los trozos de vida que se esconden detrás, y sentirme incluso un poco superior porque la capacidad de apreciar eso sobre todas las cosas, sobre un riff, sobre un brochazo, sobre un encuadre, es lo que me convierte en quien soy y lo que, espero, hará de mí una excelente Paradora de Montañas Rusas.

Hoy empiezo el cole, aunque ellos no abran hasta el 14, y soy muy feliz.

24.9.13

Control de daños

Estar tan alta que a mi paso se encienden las farolas, se paran los perros, bajan la mirada los nacionales, los machirulos se apartan.

Estar tan alta que parece mentira que lo que buscase hoy fuera un bajón.

La temática de hoy era destruccióncontrolada y acabo llegando a casa antes de las dos, sí, pero con sobredosis de mi exjefe y de latidos por minuto.

Who cares, en realidad.

Guión para la conversación de mañana:
- ¿Empiezas tú o empiezo yo?
...
- No quiero nada que me haga pasarlo mal. Al menos de manera gratuita.
...
- Las personas son un fin y no un medio.
...
- No puedes forzar a alguien que no está preparado. Pero tampoco a alguien que está preparado.

Los fuckin' mondays a veces molan aunque no tengan techno (o lo tengan bajito).

Porque sí se puede salir los lunes y sí se puede evitar las espirales de autodestrucción, incluso cuando todas las señales apuntan en contra.

23.9.13

Cuidados

Veamos qué pasa si se hace todo al revés. Si los viernes me pueden las ganas de estar sola a las ganas de no estarlo. De echarme la siesta. De hacer el ridículo, de hablar pirata, de adorar monstruos, de comer espaguetis veganos, de que me cacen los ciervos en vez de cazarlos yo, de que me lleven a bailar, de abrazar desconocidos, de hacer amigos por la calle, de dejar de beber, de bailarlo todo, de que me abracen, de que me acaricien, de que me consuelen, de no llegar la última a casa, de estar en casa.

De ver a la familia, de posar para las fotos, de que me acerquen a casa, de querer acariciar gatos, de pedir treguas, de que se muden otros; de hablar de cómo nos sentimos, de inseguridades, de tecnologías que se basan en lo fático y que acaban provocando relaciones fáticas, de reconocer que no nos reconocemos; de no emborracharnos, de hacerme la cena, de acostarme temprano, de dormir diez horas, de soñar bonito.

De no escribirte, de ir a mercados, de comer con desconocidos, de pasar de la vergüenza al abrazo, de querer bailar mientras suena el clarinete, de cargar porcelana desde una okupa a lacasaqueyanoseráokupamás, de sentirme invitada, de darme caprichos dulces, de salir del barrio, de desahogarme, de hablar de cuidados hasta desgastar las lenguas.

Y lo que pasa, entonces, es que el lunes ya no da miedo. Y eso es fantabuloso y a partir de ahora subjetivación en vez de dispositivos, y hacer las cosas al revés, y cuidarnos. Todo el rato. Prometédmelo.

17.9.13

Brindis

El día acaba conmigo brindando conmigo por mí. Y lo que podría sonar triste me suena tremendamente perfecto, redondo, completo.

"Lo sublime", que decía aquel artículo que mandaron leer a la Chica Granada cuando estábamos en primero, antes de que nuestras respectivas vidas mutasen lo indecible.

No podía ser de otra forma. Brindo por mí, en primer lugar, por decidir brindar conmigo misma, abrir la botella y pensar que he acertado, por una vez, al jugármela al comprar vino. Brindo porque me siento válida.

Brindo porque hay muchas personas que me consideran muy válida. Brindo por conseguir que las personas entiendan mis miedos y me ofrezcan alternativas que lo solucionan todo salvo el dolor de corazón (con ese me apaño). Porque usen mi CV como plantilla para buscar candidatos. Por la Jefa que se convierte en Malabarista si hace falta después de decirme que para ella eres de las fijas. Por la cara del Chico Speed cuando digo que si me voy será por fases.

Brindo por las felicitaciones de Mi Hermana, "muy civilizada", claro que sí. Brindo por esta increíble capacidad mía de ser junco, ya lo dijo la gitana hará quince años, "te doblas, te doblas, pero no te rompes nunca". Brindo por todas las sonrisas que te he regalado hoy porque también me las he regalado un poco. "Fake it until it gets real".

Brindo por mi ático, por mi independencia, por haber llegado hasta aquí, por haber estado dispuesta a jugarlo a la ruleta y haber conseguido parar el casino.

Brindo porque puedo llamar a muchas personas diferentes cuando tengo un ataque de tener quince años esperando el 27.

Brindo porque el autobús que me lleva a casa sea el 27.

Brindo por haberme bajado del autobús y haber ido a Donde Siempre (mi ex-Donde Siempre, tu Donde Siempre). Brindo porque los ex-Donde Siempre no hacen herida, brindo por las conversaciones que puedo tener un año después. Brindo por la conversación que estaba dispuesta a tener hoy, y brindo por habérmela podido saltar.

Brindo porque me vas a conocer a través de las preguntas que me hace Tu Familia. Brindo por la Chica que Pude Haber Conocido en El Parque. Brindo porque rebusco cosas en los cajones para ella cuando llego a casa, brindo porque ella se despide con "Un placer, como siempre". Brindo por el "¿nunca has tenido acento?", brindo porque eres tú quien lo explica. Brindo por los "¿no te irías a vivir a otro país?" y brindo porque estás poniendo peros pero al final sabes que tengo razón. Brindo por cómo te brillan los ojos cuando me oyes decir que no me ha faltado de nada. Brindo porque no me ha faltado de nada.

Brindo porque los astros están mal alineados pero estoy en el cénit y os miro a todos y sonrío. Brindo porque por muy mal que se pongan las cosas para los Leo, puedo sobrevivir a dos noticias de intentosdesuicidio en menos de cuatro horas y brindar. Brindo porque sigo viva, y el Arco de Moncloa lo sabe.

Brindo porque es la primera vez que estoy de mal humor e inmensamente triste desde junio. Y brindo porque eso es fantástico, y brindo porque me parezca fantástico y porque puedo brindar.

Brindo por los privados y por los públicos. Brindo por los grafitis en binario.

Brindo porque todo es maravilloso aunque te bese en las mejillas. Brindo porque me siento capaz de aprender a besarte en las mejillas y porque ahora mismo tengo una fe inmensa en que no te voy a besar en las mejillas mucho más.

La fe, ya se sabe, es irracional y mueve montañas. Brindo por ello.

31.8.13

La vida se escribe con Hache

- Estoy hablando en serio. Las cosas importantes, las únicas cosas importantes que existen en el mundo, se escriben con hache, y, por el contrario, se escriben sin hache las infinitas cosas que no tienen importancia.
- Explica eso -pidió Zambombo, interesado.
- No hace falta explicarlo. Basta con repasar el diccionario. Busca las cosas trascendentales, y sólo las hallarás en la H. Los "hijos", con hache; el "honor", la "honra", con hache; Dios ("Hacedor Supremo"), con hache; "hombre", con hache; la materialización de Cristo (la "Hostia"), con hache; la "hidalguía", con hache; el "habilitado", que es el que paga, con hache…
Hubo nuevas risas.
- Os hago reír, ¿verdad? Reír es lo más importante del mundo: y "humorismo" se escribe con hache…
- ¿Y comer? ¿No es importante comer?
- Ya lo creo… Por eso, los alimentos principales se escriben con hache: "harina", "huevos"… ¿Tiene importancia el día de mañana? No, porque aún no ha llegado. ¿Tiene importancia el día de ayer? No, porque ha pasado ya. Pero el día de "hoy", que es importantísimo, ya se escribe con hache. ¿Y hay algo tan importante como el "hambre"? ¿Y como la "higiene"?… Amigo se escribe sin hache, pero cuando es un amigo de verdad, entonces se escribe con hache, porque se le llama "hermano"… Un mineral conmocionó el mundo, fue padre de todo y creó la civilización: el "hierro". "Honradez" se escribe con hache…
Fermín hizo una pequeña pausa para agregar:
- Todos los símbolos de las cosas importantes tienen su hache correspondiente… "Hecatombe", o sea el siniestro máximo; la "hidra", lo más dañino; el "hada", lo más benéfico; la "hélice", que es lo que impulsa; el "hueso", que sostiene el edificio humano; "Hércules", que es la fuerza; "hermosura", que es la belleza; "horrible", que es la fealdad, con los superlativos de "horroroso" y "horrendo"; el "himeneo", que representa el matrimonio; los "himnos", que sintetizan el ideal patriótico de los pueblos; el "hogar", refugio de los que tienen la misma sangre… Y esa misma sangre, ¡tan importante!, es la "hemoglobina"… y cuando esa preciosa sangre se vierte, cosa gravemente trascendental, surge la "hemorragia"… El fuego se representa con la "hoguera" y el frío con el "hielo". Dos verbos imprescindibles, que personalizan el esfuerzo humano de muchos siglos, son "hacer" y "hablar". "Humanidad" se escribe con hache. Y la Humanidad dio un paso gigantesco cuando empezó a usar el "hilo" para confeccionar sus ropas. La altura mayor del planeta es el "Himalaya", y el primer médico, "Hipócrates", y el primer poeta, "Homero", y los mejores cigarros, los "habanos"… y ahí, en la moderna América del Norte, tenéis un río, que por sí solo ha creado un pueblo nuevo, una raza nueva, y que ¡naturalmente!, se escribe con hache; me refiero al "Hudson".
- ¿Y el valor? ¿El valor no es importante? -dijo Zambombo-. Y sin embargo…
- Cuando el valor llega a ser algo importante, nace el "heroísmo"; es como el caballo, ese simpático animal que también se escribe sin hache, pero que cuando es verdaderamente bueno, tiene hache, puesto que se le destina al "hipódromo"; y todo lo relativo al caballo es "hípico"… Al asesinato de un ser humano se le llama "homicidio". El…
- ¿Y el Sol?… ¡Sol se escribe sin hache! -interrumpió Dolly.
- ¡Ignorante! ¿No sabes que Sol es "Helios"? A veces hay que retroceder a la antiguedad para encontrar algunas haches destrozadas por el uso. El pueblo elegido de Dios fue el "hebreo"; el pueblo constructor y precursor, los "helenos", y el pueblo destructor y retrógrado, los "hunos". Y es importante la "Historia", que se escribe con hache, y cuando alguien ejecuta algo grande, se dice que ha llevado a cabo una "hazaña". ¡Pero, hombre! Si hasta las mejores barajas son las de Fournier, don "Heraclio".
Esta vez las risas se le contagiaron al camarero.
- Por eso -siguió Fermín- el amor, que no tiene importancia ninguna, se escribe sin hache. No debe tomarse en serio el amor… ¡"Amor" se escribe sin hache!… Hay que reírse de las cosas escritas sin hache…

Hay un montón de cosas escritas sin hache por ahí, a las buenas de dios, pero mis hamigos no hace falta que sean hermanos, son hamigos, a secas.

Son hamigos que saben confundir camiones de basura con gaviotas, que saben hacer que una barbacoa se cambie por un concierto y todo esté bien, que saben resumir un día en un JPG y quedarse mudos ante el "quiero ver las reposiciones", que tienen libros sobre cómo se comportan los conejos, que quieren leer libros sobre cómo se comportan los conejos, que saben apreciar una casa sin paredes, que te cuentan sin escrúpulos historias de tijeras, que te hacen olvidar que 8 años son solo 8, que te stalkean cuando pasan por tu barrio, que hacen magia y te producen ganas de trabajar, que tienen tanto arte que convierten cualquier material en cosas bonitas, que viven en un permanente santodecirsí, que te mandan postales con sellos de conejos, que te regalan canciones, que...

Mis amigos, qué quieren que les diga, son hamigos, y con ellos es inmensamente complicado no ser feliz todo el rato.

Y el planeta entero, el que cabe delante de mis ojos, al menos, está lleno de hamor.

24.8.13

Cuando la vida se vuelve un anuncio de Dewar's

Mi Hermana, a veces, me recuerda demasiado a mí. A mí en la época de cuaderno morado de papel de arroz, que es probablemente la peor de mis yos. O la que peor lo pasaba, al menos. Y releerlo mientras ella Whatsappea saca cosas feas a la luz. Y doy consejos, y he aprendido, y es bien, pero en la práctica, el Pingüino Socialmente Inadaptado es quien se va a la fiesta dispuesto a no emborracharse, y sonrisas muy falsas, y dolor de mejillas, y en fin.

El Chico TDCC y yo nos miramos. "Hacen que parezca normal, ¿verdad?" "Hacen que ÉL parezca normal". Menos mal que en medio de todo esto queda un mínimo principio de realidad.

Y vuelta al escenario de la fiesta a la romana del sábado con la Chica de las Sonrisas, y "Tú eres el Chico Simpático de García de Noblejas" y "Tú eres la Chica que Tenía Hambre Todo el Tiempo", y aunque se acuerde también de que rompimos su powerball es bien que la gente recuerde cuando se te ha ido de las manos y sonría y te recuerde por otra cosa.

Porque no es un drama, porque no quiero más dramas en mi vida.

Y entonces llegan los buenos propósitos, y el Jäger y los dos vodkas no pueden con ellos, porque ya está bien, porque lo de dentro también mola, y fotos en el suelo de la Calle de la Palma, y "vamos a andar y a comer", porque la diferencia entre los 20 y los 30 es que por el camino aprendes a beber, o, al menos, a hacer control de daños, y hoy no soy yo la que le pone la cabeza como un bombo al pobre humano del Open 25, pero no pasa nada, porque NO ES UN DRAMA. Es más fácil verlo en los demás.

Sentidos de la orientación que te hacen preguntarte cómo cojones sobrevive la gente a unas vacaciones en plan aventura, y barrio, y cuando una es sincera las cosas funcionan mucho mejor, y se levanta feliz, y desayuna café y tostadas con tomate y claras con limón y helado de chocolate y escucha música y dice lo que tiene que decir y cuando una no se esconde tras la barrera nada es un drama, y "esto mola" y las luces se vuelven naranjas cuando cruzan las ventanas de casa, y "en esta casa no puedes no ser feliz", y una sensación muy bonita de que puede que todo sea un problema de expectativas, y no solo las grandes cosas.

Y cuando lo único que una quiere es levantarse un sábado en casa y no tener prisa para llegar a Majadalejos, todo está bien, incluso la ducha fría, porque lo que recuerda es a quierovivirsiempreenunfestival, incluso el calor, porque se quita con agua, incluso el apalanque, porque solo es un signo de que me he cansado de huir.

Porque a veces sí que siento aquello de que "la vida es siempre verdad". Porque un "no me apetece" es mucho mejor que un "nado sin manguitos". Ya está bien de impresionarse.

30.10.11

Drama queen

Aprender de memoria cosas que no tienen sentido y dárselo. Y cuando se lo has dado, cambiarlo una y otra vez, porque el texto, al final, es plastilina y hay que jugar con él.

Ser capaz de sentir algo de una forma tan fuerte que te agobias, realmente te agobias, como si fuera cierto que te quedan horas para coger un tren y tienes una entrega que hacer. Ver que la persona frente a ti tartamudea, se pone nerviosa, atropellarnos al hablar y llenarlo todo de "ya", como si realmente nos conociéramos hace tres años en lugar de hace tres o cuatro clases.

Jugar, como con la Chica CAT cuando éramos pequeñas, a ser objetos inanimados. Andar como columnas de hormigón, como globos de helio, como cuchillos. Pensar en imágenes, sentir cosas que no están pasando.

Estar pensando en Beckett con tanta fuerza que lo ves en todas partes: parejas extrañas en carritos que se me mueven con energía eléctrica. Beckett, me da mucho miedo que tus personajes se vuelvan reales.

Perder algunos miedos y empezar, poco a poco, a enfrentarme a otros.

Creer que no sé escuchar y darme cuenta de que lo que en el fondo no sé, es pedir. Descubrir cosas de ti misma precisamente cuando no estás siendo tú misma. O sí, porque todo se mezcla y es difícil distinguir lo real de lo simulado.

Claramente, necesitaba volver a hacer teatro. Hace mucho tiempo que no me sentía tan llena. Me preguntaría por qué he esperado 9 años para volver a intentarlo, pero en realidad me encanta pensar que puedo usar todo lo que he sentido en estos 9 años.

13.5.11

When it all went OK

Está bien. Mi nuevo lugar de trabajo va a llamarse OK. Porque casi, casi, casi se parece. Y porque realmente es algo así como elprincipiodetodolobueno. O quiero pensar que así va a ser. Que todavía quedan buenas noticias por llegar, o al menos yo las espero con energía. O al menos, no-malas.

Divagación aparte, mi nuevo trabajo es simplemente perfecto. Hoy hablaba con Megan (que no, no se llama Megan. Pero se parece. El nombre. Y ella. En versión chicadeallado, pero tiene un aire) de cuánto margen tiene todo para estropearse y seguir siendo un trabajo muy, muy, muy por encima de la media.

Si en la última entrada hablaba en abstracto, ahora puedo hablar en concreto. Han sido cuatro días tremendamente intensos pero maravillosos. Mi Jefe, que podría ser irlandés pero no, es tan ideal que en la cena que tuvimos el miércoles iba diciendo casi palabra por palabra lo que contesté yo cuando me preguntó la de RRHH qué esperaba de un jefe. Confianza. Básicamente, confianza. Haz lo que quieras pero no me engañes nunca. Tú eres responsable y eres válida: actúa como tal y todo irá bien. No sólo lo dice, claro está. Entré justo en lo que podía haber sido un fallo garrafal si hubiésemos querido convertirlo en un drama y se convirtió en un "no entiendo por qué no me llamáis y me decís las cosas. Ni que fuera a enfadarme. Estas cosas pasan. Ahora cambiamos el plan, y ya está".

Adoro a mi jefe. Hace MUCHOS jefes que no puedo decir eso. Y mira que yo soy de adorar a la gente. Pero me lo han puesto muy difícil. Y ahora, en cambio, adoro a mi jefe y a nuestros jefes. Un señor fundador, uno de los cuatro directores de la empresa, se disculpó conmigo personalmente por el fallo del martes. Por si me había causado algún trastorno. Joder, somos personas. Esto estaba empezando a parecerme inexistente en la vida real, tal como veo el panorama ahora.

El trabajo es lo mejor. Sencillamente, lo mejor. No es que los jefes molen y no te digan nada cuando vienen a hablar contigo y te encuentran jugando al Mahjong. Es que te dicen: "No, por favor, termina. Yo debería jugar más, también; no conozco lo suficiente esta plataforma". Me pagan por jugar. Y por hablar por Facebook. Lo cual no sólo es genial en sí mismo. También me deja mucho tiempo libre para otras cosas. Porque evidentemente ahora ya no me apetece gran cosa jugar cuando llego a casa. Así que igual hasta recupero la tesis. Bravo.

Las condiciones son excepcionales. En la oficina de París tenemos una nevera verde pistacho con cara de muñeco del juego (lo llamare Buh. Por ejemplo) Buh que sonríe, llena de latas de refrescos, y hasta cervezas. Una cafetera Nespresso. Y, a partir de ahí, imaginen. Porque tenemos una terraza con plantitas, un gato adoptado, dos pantallas por barba (ahora me parece tan pequeña la pantalla del portátil... Han creado un monstruo) para que podamos jugar en una y trabajar en la otra, una máquina de recreativos para hacer torneos de videojuegos antiguos, pistolas de juguete que suenan a Buzz Lightyear, desarrolladores que van a las reuniones montados en sus sillas a toda velocidad por el pasillo, directores creativos que deciden adoptar el bar que inauguraban hoy en el local de al lado y piden que les acompañes, responsables de implementación que no salen de la oficina si no les lanzas la pelota de goma, responsables de sistemas que se lanzan las cajas por la ventana del segundo, directoras de RRHH enganchadas a las magdalenas de Starbucks que no tienen llave de la oficina ni la quieren porque así entramos todos más tarde, compañeras de función que te llaman "my ice-cream buddy" y que son adictas a los frutos rojos y saben comer yogures con trozos de fruta sin cuchara, directores de arte que entran en la oficina haciendo un sprint y tienen ataques de risa cuando les ves, responsables de localización que utilizan expresiones como pesetasdedinero para referirse a los minutos de conexión que le quedan al pincho USB, testers que te llevan de cervezas y se pierden por París y que tienen amigas que podrían ser tú misma...

Además de todo esto, parece que va todo bien. Las personas que pueden acceder a las estadísticas dicen que sí, vamos. Se me acercan sorprendidos preguntando qué si yo he hecho algo para que crezca de esa forma el número de instalaciones. Se ríen cuando les contesto que claro que sí, pero que no sé qué y que intentaré averiguarlo por si podemos repetirlo.

Me entienden cuando hablo en inglés, aunque hable fatal. Les entiendo cuando hablan en francés, si hablan despacio. Acabo mandándole mails a mi jefe en inglés porque ya no sé en qué idioma pienso. Megan asegura que mi inglés es excepcional. Probablemente miente o exagera o ambas cosas porque es la única persona que conozco que es capaz de utilizar "Brilliant" dicho con entusiasmo como una estrategia cínica de autoprotección y que encima no se le note. Pero da igual. Más de una vez he dicho que si alguien ha hecho Literatura Comparada es automáticamente interesante. Y además es mi compi, así que más me vale que crea que me entiende. Porque, la verdad, con la otra no me entiendo, y quiero pensar que es el inglés. No todo es perfecto. Sólo es CASI totalmente perfecto.

Pero si no es mucho más de lo que cabe desear, que venga Ra y lo vea.

31.12.10

No sabré pronunciar la equis...

Desde que soy chica-de-embajadores (y digo el barrio; que suena a profesión, y, de momento, la necesidad no es tan acuciante), tengo incluso conciencia de mi situación socioeconómica, o así, y me he vuelto consciente de cuánto gasto y en qué, lo que ha supuesto un descenso descomunal de mi consumo en taxis (sobre el que supongo que también influye notablemente vivir en el puñetero centro, estar a dos pasos del Rey del Laboratorio, y haber restringido mi vida social en una posesión demoníaca por parte de la maruja que escondo dentro). Y, sin embargo, llevo 3 en una semana. Lo cual duele algo al bolsillo, las cosas como son, pero me parece que eran necesarios, al menos vistos a posteriori. El segundo, por compartirlo con la Chica Úbeda y su fiebre (que lo hacía pertinente) y su maravillosa forma de ver el mundo (que lo hacía encantador). El primero y el tercero, por recordarme lo que me gusta a mí el gremio de taxistas, en general.

Nochebuena, 7 de la tarde, ni un puñetero taxi (nota para no-iniciados: la parada de taxis de Lavapiés es de cartón piedra). Yo, con mi maleta, mi portátil y mi dolor de espalda a punto de convertirse en infierno, recorriendo calles arriba y abajo. De pronto, una luz verde y una sonrisa de oreja a oreja. Un taxista con acento portugués que sin embargo es hijo de gallegos y residente en Madriz desde hace ni se sabe me lleva a casa de mi tía mientras debatimos sobre si es inseparable el autoengaño del cariño. Termina ofreciéndose a recogerme en cualquier sitio a cualquier hora (evidentemente, como taxista, señores, no piensen mal) y a traducirme todo lo que necesite al portugués por si tengo que pedir uno de esos trabajos que de momento esquivo con cierta elegancia. Y concluye con un: "Me ha encantado hablar contigo. Transmites mucha calidez y mucha calma". Que me parece que podría ser mi antidefinición, pero me gusta como suena.

Hace un ratito, entro en el metro de Tribunal y el segurata me dice "Oooooooh" cuando le digo que no voy a Pinar de Chamartín, así que salgo zumbando para ver si aún cojo a la Chica India camino de Alonso (considerando que no oye mis gritos, que para eso inventó dios el iPod - y esta frase daría para un post, si yo aún escribiera no sólo compulsiva sino también regularmente). La cojo (mientras pienso en la enfermera y sus consejos de: "Estoy limpiando mis pulmones. Voy a usarlos"), y me advierte que no voy a llegar (y tiene razón, claro; nunca discutan con un Tauro, en general). Ella sí, sólo faltaría que se equivocasen y no pusieran su metro de las 2.03. Yo salgo y tengo un momento de pensar en irme andando, pero al final cojo un taxi. Acierto. Porque me paso el camino a casa discutiendo con un taxista trilingüe apasionado del arte y la filosofía sobre el aumento indiscriminado de la hostilidad. Me encanta oír hablar de Rousseau, incluso ahora que no puedo ser ni hobbesiana, porque una mañana me desperté postestructuralista y parece que esto no hay quien lo pare. Hablo de dualismos, de posibilidades de desarrollo, en realidad estoy hablando de capitales, pero no lo digo, porque me parece una palabra espantosa y creo que alguien debería encontrar otra para poder sentirme, además, bourdieuana (Señor Rey del Laboratorio, si lee esto, haga el favor de decirme cómo se escribe eso correctamente).

Paramos en mitad de Embajadores. Y seguimos charlando. Nos echamos piropos. Dice que le gusta que alguien tan joven pueda ser kantiano aunque sea en cierta medida (y yo no se lo he dicho). Yo le digo que me encanta que me recuerde por qué me gustaba coger taxis y que me parece una de las conversaciones más bonitas que he tenido en mucho tiempo. Me dan ganas de mandarle a la Chica Mariposa a hablar de neuronas espejo. Casi tengo el horrible tic de pedirle una dirección de e-mail para seguir charlando. Luego pienso que es una vulgaridad acabar así una conversación. Y, justo mientras dice que en nuestro cerebro hay algo ofídico, otro taxista se para tras nuestro coche, obligándome a bajarme para que lo haga con una sonrisa y no con un escalofrío.

Al llegar a casa, un SMS de la Chica India lamenta que no haya llegado al metro. Yo lo celebro infinito. Por alguna extraña asociación de ideas, recuerdo de golpe que alguien, una vez, se hizo una cuenta de correo electrónico sólo para charlar conmigo y que el identificador era "sienteteafortunada".

Me siento afortunada todo el rato. Quiero paladear esto. No dejéis que se me olvide cuando, en cuestión de horas, días o semanas (ya iremos viendo) la carencia de nicotina me haga verlo todo negro humo.

2.12.10

Hoy...

- Ha salido el sol. Hará un frío de mil demonios, pero el cielo estaba tan bonito que he tenido que mandarle un mensaje al Rey del Laboratorio para sacarle del despacho de manera preventiva. (Hasta ahí llega mi espíritu para jugar a matrimonios burgueses).
- He escuchado a un tipo decir por teléfono: "Yo, contigo, lo quiero todo". Y será una tontuna, pero me ha parecido precioso que alguien diga esas cosas en serio.
- He estado analizando con el señor Psicólogo las últimas semanas y hemos concluido que por fin me reconozco como ser humano. Marco límites y me busco rincones.
- Y mis rincones tienen cortinas, radiadores, pintura naranja. Que a veces se me olvida... :)

27.9.10

Por el camino fácil

Me encanta cuando las cosas parecen colocarse en su sitio ellas solitas, sin ayuda de nadie, como por obra de un magnetismo mágico. Acabar el día con un catedrático amoroso como co-director, un mes más para entregar el proyecto, las líneas de investigación claras, la luz dada de alta en el piso, una siesta reconstituyente, un almuerzo de capricho baratísimo, y la sensación de que el congreso es tremendamente irrelevante, mola.

Claro que nada de esto se ha colocado solo, y que si las cosas no están previamente encaminadas hoy no habría sido El Día de Las Soluciones. Que cuando le digo a Papá Co-Director que tengo mucha suerte me contesta que lo que tengo es un proyectazo; que sin las infinitas rondas de llamadas y sin que Blue librase por la mañana no tendría luz; que sin la insistencia permanente en secretaría seguiríamos sin información; que en el fondo todos sabíamos que cerrar el 30 no tenía sentido, y que el congreso no nos importa porque la Chica Mariposa y yo salimos de la sesión como de clase del Profesor Irritante (no recuerdo ni cómo se llamaba aquí. Qué bien), renegando de los lugares comunes y planteándonos qué nos han hecho este año para convertirnos en esto.

Pero que ha sido una sensación reconstituyente. Y que esto hay que cerrarlo con Nocilla, como mínimo.

Buenas noches (con sonrisas)

21.9.10

Consumismo compulsivo

Nos ha costado casi un mes, pero finalmente mi señora madre, mi adorable hermana y yo hemos conseguido llegar a ese sitio donde no hay epidemias pero sí AppleStores nuevecitas, y pegarnos el intensivo de compras pendiente desde que decidieron arruinarme la vida estas vacaciones sustituyéndome a Ricoeur por el Vogue, a Benjamin por el Cosmopolitan, y a Taylor por el Ragazza, y convenciéndome de que no quiero ser una chica cultivada sino una chica bien vestida, que, en los tiempos que corren, es mucho más importante. Ataques de frivolidad que tiene una, a ratos pequeños (y no tan pequeños).

Cuando las he acompañado al coche, después de pasar por casa a hacer un outlet ultraveloz, las dos me han mirado diciendo "qué bien estás". No deja de ser sorprendente que te digan eso una hora y media después de que tú engullas lexatines en el sofá de una nueva corsetería porque es 20 de septiembre en lugar de 13, como pensabas. Mi madre insistía, de todas maneras: "Mira que este verano has estado rara y has tenido momentos malos, y que me he preocupado, pero esto ya no es lo de antes".

Jo, qué bonito. Lo de antes. Eso que Lisbeth Salander llamaba Todo lo Malo y que yo, como no tenía a quién prender fuego con mi bidón de gasolina, me limitaba a nombrar como "agujero negro". Dicen que ya no. Y yo me lo creo.

Los ciclotímicos vivimos de pequeñas victorias sobre el columpio, no queda otra. Pasar 9 horas en un centro comercial. Probarse más de una docena de vaqueros. Y salir indemne. Y no pasarlo mal. Y gastar, sí, más de lo deseado, pero porque, ya lo hemos dicho, es época de cuidarse, de darse caprichos, de reconocerse necesidades aunque sean frívolas. Porque hace unos días reconocía que "en el fondo, medicada funciono mejor". Pero también, las cosas como son, cuando uno se ve bien en el espejo, funciona mejor. Un poco lo mismo que escribía hace poco por aquí sobre las rachas.

Claro que no es imprescindible: la semana pasada me comí con patatas una entrevista de trabajo disfrazada de años 90, a pesar de saber que sólo con cambiarme de camisa las cosas iban a ser más fáciles. Porque es así. Porque nos puede dar cien patadas, pero la apariencia importa. Mucho. No me lo he inventado yo.

Y ahora tengo un modelo perfecto para el encuentro, a falta del beneplácito de la Chica Mariposa; un vestido que va a ser mi equivalente al vestido inglés de la Chica Casi Trilingüe (y que es, en el fondo, un disfraz de Chica Casi Trilingüe, pero yo espero que me lo perdone); esa cosa extraña conocida como fondo-de-armario y que tengo abandonada desde los dieciséis años; unos vaqueros para sobrevivir a la muerte inminente de mis vaqueros-de-repuesto actuales; la seguridad que aporta no sentirse ridícula en su prenda básica de otoño; la sonrisa tonta de que alguien diga ante un vestido maravilloso que es "muy tu estilo" (y pensar ¿yo tengo de eso, en serio?)...

Pero, sobre todo, tengo una pequeña victoria. Y es que, señores centros comerciales, me ha costado diez años, pero hoy he ganado. He entrado contenta, he salido contenta. No he perdido el control sobre mis actos en ningún momento. Me lo he pasado bien. Ahí te quedas, fobia-a-los-centros-comerciales. Hoy te destierro.

16.9.10

Aplicaciones del marketing sensorial

El olfato es el más evocador de los sentidos. Casi todo el mundo recuerda haber dicho en algún momento una frase en sí misma tan absurda como "Huele a Navidad". En mi caso recuerdo haber dicho en pleno C.C. Los Arcos, en la esquina entre un Mango y un Zara, "huele a familia cuando era pequeña". Tiempo después me di cuenta de que esa sensación se podía nombrar simplemente como "olor a horchata". Pero para mí, la horchata era mi bisabuela, el Bazar de Oriente, y jugar al escondite con la tortuga por la terraza.

Como los marketinianos somos gente sin principios, con vocación goebbelsiana de dominación mundial a través de todo tipo de estrategias de manipulación sin menospreciar ninguna, también existe, cómo no, una corriente llamada "marketing vivencial" o "marketing sensorial", consistente en la apelación directa a los sentidos para enganchar al consumidor, ahora que todos tenemos más o menos claro que no quedan grandes argumentos racionales para comprar nada en concreto. Más allá de eslóganes tipo "el olor de tu hogar" o esos anuncios de suavizante llenos de toallas esponjosas que ahora copian descaradamente los fabricantes de papel higiénico, durante un tiempo, hará aproximadamente tres años, no paré de leer en todas las revistas de tendencias que para posicionar tu marca había que asociarla a unas sensaciones concretas, igual que se hacía a unos atributos concretos. El rojo-CocaCola. El tono de Nokia. Esas cosas.

¿Cómo se sugieren los aromas en publicidad? Muy difícilmente, claro. Porque no se puede describir un olor. Si tú me colocas una taza de café humeante en un plano detalle, yo puedo evocar olor a café, pero es francamente complicado que llegue a distinguir "el aroma de Saimaza" o similar.

Sin embargo, durante esa racha, se decía que el futuro estaba en la creación de aromas corporativos. Para unificar la experiencia del cliente en un banco, por ejemplo, utilizar el mismo ambientador en todas las sucursales. Un aroma creado específicamente (claro que sí: todo campo nuevo es un nicho de mercado que el más avispado puede explotar; y, ahora, de pronto, se podían hacer olores asociados a los valores corporativos, aunque estos ya de por sí fueran tan inefables como el entusiasmo o el trabajo en equipo. No me pregunten cómo; yo no tenía intención de estafar a nadie dedicándome a esto).

Pues el caso (puedo prometer que esta diatriba no era para Makamo) es que como a mí nada me gusta tanto (bueno sí; uso esta expresión con cierta ligereza) como una teoría sólida para justificar una superstición, he decidido autoaplicarme el marketing sensorial en un ejercicio de personal branding (ji, ji, ji - yo me entiendo), y he demostrado empíricamente que las cosas me van mejor cuando huelo a moras con frambuesas. Si el martes se enamoraban de mí en la ETT, hoy he conseguido un director de tesis que ha demostrado más entusiasmo por mi proyecto que yo misma. Que me pide que sea más ambiciosa, sí, pero que no me da la gana. Que me encanta este señor y que si consigo que alguien más se suba al carro, bien, pero que si no, voy p'alante con él. Al fin del mundo, no. Pero en esto, sin duda ninguna. Que me inspira (ideas y confianza), que me hace reír, y que quiere hacerme trabajar. Que me hace sentir valiosa. Que es exactamente lo que uno puede querer sobre todas las cosas en un director de tesis. No tengo la culpa de que los estúpidos que conceden becas prioricen los sexenios de investigación sobre la pasión que tiene alguien que empieza. Que siempre he tenido claro que entre experiencia y entusiasmo, me quedo con lo segundo.

Así que ahora sólo tengo dos problemas que resolver antes del 30 de septiembre. Un jaleo administrativo del copón bendito, y que Escada vuelva a fabricar Ibiza Hippie. Señores de Escada, si leen esto, y confío en que su departamento de marketing tenga un buen seguimiento de su posicionamiento en Internet, háganme feliz y envíenme un par de botes. Que no me parece ni medio serio que la colonia que hace que mi vida sea mejor fuese una edición limitada de hace nosénicuántosveranos. Que necesito otro bote, ya. Que tengo que encontrar un catedrático que firme, entiéndanlo.

14.9.10

Listas (enésimo)

Las listas sirven para muchas cosas. Para demostrarle al universo que tienes Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Para recordar cómo funcionaba el formato condicional del Excel, por si algún día tienes que volver a diseñar presupuestos. Para tener una visión global. Para que no se te olviden las cosas pequeñas con las que aderezar los días que se parecen demasiado entre sí. Para no olvidar, en general. Pero, sobre todo, sirven para tacharlas.

Personalmente, hay pocas cosas que me gusten tanto como tachar cosas de listas.

Tengo la lista de libros recomendados de la agenda del cole de cuando teníamos ¿15? años, y sigo apuntando los títulos cuando me da por leer clásicos; en esa línea, tengo la bibliografía completa del máster y la intención de sentirme tremendamente cultivada cuando la llene de S en la casilla "Leído". Tengo mi famoso Excel de organización vital, en el que estoy aprendiendo que si se puede reprogramar no hace falta poner la casilla en rojo y señalarme que la vida es lo que pasa mientras uno hace planes. Tengo ahora mismo, junto a la mesa, la lista de cosas que mirar/hacer en Internet de cuando estaba en la playa incomunicada (3 to go), la lista de asignaturas de las que espero poder matricularme en breve, la lista de la compra con lo que se quedó pendiente por el escaso surtido del Dia, y otra lista de compras para aprovecharme de la generosidad de mi madre cuando vayamos de tiendas el viernes. Tengo también listas absurdas relacionadas con mis adicciones facebookeras a los mundospersistentes (lo que he aprendido este verano, madre), y una lista de posturas de yoga por chakras para cuando acabe esta locura y pueda organizarme una horita para mí todos los días.

Pero además, arrastro desde no sé ni cuándo una lista de tareasbastanteurgentes que nunca parecen ser lo suficientemente urgentes como para emprenderlas inmediatamente, mezclada con cosasquenohagonuncaymegustaríahacer y hoy ha sido el gran día.

He tachado "perder el miedo a hacer entrevistas de trabajo", he tachado "ponerme tacones", he tachado "maquillarme de otra manera", he tachado "confirmar mi nivel de inglés" (pendiente tachar sacarme un certificado superior al que tengo, pero eso será otro día), he tachado "decir que no cuando me ofrezcan un puesto que no me interesa", he tachado "pedir cita para solucionar lo de la mandíbula", he tachado "averiguar la cobertura de mi póliza sanitaria", he tachado "enterarme del estado de mi recurso de reposición y si puedo cambiar la dirección de notificación", he tachado "solucionar matrícula" (al menos, queda pospuesto hasta la próxima semana), he tachado "ver vuelos NYC", he tachado "quedar con mi potencial director de tesis", he tachado "Releer La ética del hacker y el espíritu de la era de la información".

Y ahora me siento tan tremendamente bien que creo que me voy a hacer una lista nueva, de cosas sencillísimas, sólo para poder reproducir esta sensación mañana, y pasado, y al otro.

6.9.10

Pasos

Respirar y andar en lugar de correr y ahogarse, le decía ayer a la Chica Mariposa por teléfono. Un teléfono que últimamente me devora las horas, pero es que es una fase en la que se cumple más que nunca lo del "mal de muchos" y hace falta mucha charla para que las cosas se coloquen en su sitio.

Ella tiene una reunión importante hoy, yo mandé un correo necesario ayer (con reenvío y añadiendo una importante declaración de intenciones, porque si nos ponemos, nos ponemos). La Chica casi Trilingüe, de momento, está centrada en el Profesor que Queremos que nos Adopte. Pasitos. [Habrá que enterarse de dónde anda el Sociólogo Renegado y asegurarse de que él también anda moviendo los pies en lugar de padecer síntomas de piernas inquietas, por cierto].

La vida práctica está siendo consumida no sólo por esas llamadas de teléfono sino también por el agotamiento consecuente de este desenredar marañas, y por el reconocimiento de que hay cosas que, simplemente, me cuestan más de lo que cabría esperar. Pero poco a poco. Sigo sin compra, pero al menos en vez de acostarme me paso tres horas en idealista [porque se conoce que nos mudamos. Próximamente, más información].

Me falta todavía casi toda la ronda de médicos, pero ya esta mañana he tenido mi primera dosis de surrealismo. En serio, lo mío con los médicos no es ni medianamente normal. [Esta entrada ha sido editada para crear un monográfico...] Al menos (pasitos) salgo de la consulta riéndome de él en lugar de enfadada conmigo misma por no saber enfrentarme a un médico estúpido, al enésimo médico estúpido. Que no está mal.

Y al fin y al cabo sólo estamos a lunes, hay un montón de días hábiles para hacer cosas pendientes, estoy aprendiendo a vivir con un solo chute diario de cafeína, y además el Rey del Laboratorio ha vuelto y es exactamente lo que necesitaba, aunque él se encoja de hombros y asegure que no hace nada por mí horas después de solucionarme la mitad de las dudas existenciales que había en mi cabeza.

Qué bonito poder tomar decisiones y decir "ahí te quedas". Qué se me había perdido a mí en Barcelona, es la pregunta.

23.5.10

Puzzles

El viernes pasado, celebrando el cumpleaños del Chico Escritor, tuvimos una de esas acaloradas discusiones en las que de vez en cuando te metes sin saber muy bien cómo ni por qué, si en realidad estás de acuerdo con la otra persona. Al Chico Escritor y a mí nos pasa mucho, y supongo que tiene más que ver con elegir la palabra adecuada que con una posición frente a algo, porque al final, estéticas aparte (que no es que no importen, claro que importan), tendemos a estar de acuerdo en casi todo.

En este caso, hablábamos, o eso creo yo, de las rachas. Mi torpeza fue decir que me alegraba profundamente de que a la Chica Suiza (creo que no se llamaba así, pero no me acuerdo) y a su chico les estuvieran saliendo posibilidades como setas, porque ya necesitaba un poquito de ilusión a mi alrededor. Empezamos a discutir sobre si era más importante tener salud o dinero, no sé muy bien cómo llegamos a eso, y el caso es que la salud, obviamente, es fundamental, pero de lo que yo hablaba no era de dinero, sino más bien de proyectos.

Supongo que la palabra no era ilusión, porque, tradicionalmente, de ilusiones y de entusiasmo solemos ir sobrados. Otra cosa es que nos pongamos a ello con un cierto tesón. El viernes, hablábamos de la diferencia entre ser talentoso y ser trabajador, y me temo que Picasso nos daría una buena sarta de collejas porque a nosotros tiende a venirnos la inspiración todo el rato; otra cosa es que nos pille trabajando, y, si lo hace, que nos pille trabajando en aquello para lo que nos sentimos inspirados. Ambiciosos en exceso, dispersamente atentos, llámalo X.

El caso es que hace unos años que nos compramos aquellas camisetas de "Yo sobreviví a 2007", y que la broma ha durado tanto que todavía hay gente esperando la de "Yo sobreviví a marzo de 2010". Y que estoy cansada de supervivencias y lo que quería era proyectos vitales.

De proyectos vitales, no, no andamos sobrados.

Estoy harta de leer últimamente sobre fragmentación, inseguridad, instituciones zombis, fin de la certidumbre, y "todo lo que era sólido se convierte en líquido". Está claro que son malos tiempos para los proyectos de vida, y que al final vivimos sin proyecto y tampoco pasa nada, porque, efectivamente, vivimos. Porque nos pasan cosas buenas, y tenemos la suerte de poder contarlas. Pues sí.

Pero esa ilusión de estar haciendo camino... Un camino que puede llevarte o no a donde quieres ir, pero que es un camino, y no un simple hecho aislado... Eso mola.

Y la Chica India está con su nuevo apartamento y su "residente en NYC", y el Chico Escritor ha encontrado un grupo de profesionales realmente profesionales que saben de lo que hablan, y el Chico del Entusiasmo ha vuelto al cole en todos los sentidos, y Blue está replanteándose su vida desde los cimientos, y la Chica Formal se casa y se va al fin del mundo, y para la Chica Suiza los problemas ahora están dentro del curro y no en la búsqueda de curro, y la Compi Rubia está saturada porque su escuela tiene éxito, y sí, queda gente por colocarse, pero la tendencia es ascendente.

Por mi parte, me estoy encontrando sin saber cómo lo he hecho en el lugar al que no sabía cómo se llegaba. Todas las piezas que ni siquiera sabía que ya tenía en las manos se han encajado y han construido un mapa hacia alguna parte. Un viaje para el que de pronto cuento con un reconocimiento de mi trabajo que ayuda muchísimo a creer en mi proyecto de futuro trabajo, con un sitio al que quiero ir, con una opción por la que apostar, y con una ilusión que a veces incluso supera mi enorme tendencia a la pereza.

Y con mucha, mucha gente maravillosa que está dispuesta a acompañarme en espíritu mientras empiezo a andar. Si llego o no llego y hasta dónde, ahora mismo, parece secundario. El caso es que hay una dirección; y que andamos.

12.4.10

I will survive

Ya está, se acabó. Son demasiadas semanas, no quiero ni contarlas, sintiéndonos mal, defraudadas, indignadas, culpables, violentas, y otras tantas emociones tremendamente negativas.

Hoy hemos tomado una decisión. Se acabó. A partir de ahora somos gafapastas, relativistas, desdramatizadoras, poppies, felices, ignorantes, y si hace falta, incluso cínicas e hipócritas; porque la opción contraria es agotadora.

Vamos a reírnos de todo lo que se nos ponga por delante, vamos a fabricar y a consumir cosas bonitas, vamos a agarrarnos al "...y ya", vamos a dejar de querer morir matando.

Y si la Chica Mariposa y yo tomamos una decisión, intuyo que somos bastante imparables.

26.1.10

Cosas que hemos aprendido hoy

- Que rellenando dos encuestas puedes conseguir 25€ de descuento en El corte inglés, lo cual es estupendo cuando estás en modo quiero-las-obras-completas-de-canetti-y-las-quiero-ya.
- Que por más que des giros y tomes el camino largo, al final Spotify es muy sabio y pone por su cuenta Miedo a la muerte estilo imperio.
- Que citar a tus compañeros de clase en un trabajo es una medida perfectamente válida. Honestidad teórica, dijimos. Pues oiga, es que esta gente es muy ilustrativa.
- Que el interlineado 1,5 no debería considerarse trampa, porque por más que lo pongas, una vez que el trabajo ha decidido no crecer más, no crece más; y la frontera de las 10 páginas no deja de resultar insalvable.
- Que es mejor ser buena por la mañana y ponerse a estudiar en cuanto que hace efecto el café, por si después hay cumpleaños y cosas similares.
- Que no nos interesa el cine de Béla Tarr.
- Cómo se cita una película para un trabajo.
- Que el trabajo aquel que hice para otra persona era espectacular y que copiarte a ti mismo puede ser divertido.

Esto, en un ratico de nada. Qué buena pinta tiene el día...