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12.9.13

"Tú eliges: fordista o emprendedora"

"Vamos, valiente. Salta por la ventana".

- ¿Qué tal ha ido?
- Me están pidiendo que salte por un balcón. Montada en un unicornio y rodeada de arco iris y confeti de colores, pero que salte por un balcón.
- Eso quizás lo entiende tu hermana... Yo voy a necesitar que me lo traduzcas.

Hay gente con un don para ofrecerme cosas que no puedo aceptar. Hace años me ofreció un trabajo absolutamente hermoso y muy por encima de mi experiencia, pero muy por debajo de mis necesidades económicas. Ahora, viene a ofrecerme un reto, justo lo que necesito, pero un reto kamikaze.

Sentir que no tengo nada que perder ayuda, pero no lo suficiente.

Cada día que paso en La Gruta es un día más sin derechos, es un día que pierdo. Mi Tía McBeal me dice cosas que me ponen asquerosamente triste, y, es una pena, pero en mí la tristeza y el miedo van terriblemente unidos. Así que después de pasar una tarde casi perfecta con la Chica Patatista, una tarde de entusiasmo desbordado, de buenas noticias por partida doble, de elevar símbolos a la categoría de criterios diagnósticos, de comer hasta que nos duele la tripita y tomar café en uno de los sitios más bonitos del mundo, una tarde de "pero no hemos venido aquí a hablar de esto", una tarde de hablar de lo otro, una tarde de "yo te adopto" y de sentirse terriblemente viva, acabo enviando un e-mail de síperono que no le hace justicia, que no me hace justicia.

No sé si estoy ante una disyuntiva terrible o ante un falso dilema. En la mano, un trabajo que ya no puedo apreciar con una manada de manatíes a los que no puedo apreciar más, sin derechos, pero con inercia; frente a los ojos, un trabajo que no sé si sé hacer, un sector que me parece bonito, un horizonte con Mi Hermana siendo la Guinea Pig Commander del universo, proyectos internacionales, ser una cliente del demonio en vez de sufrir a clientes tóxicos, un peso gigantesco sobre los hombros, y una incertidumbre nivel encuatromesestenemosquecerraryseráculpatuya.

Y querer saltar por la ventana, y despertarme con un tremendo arrepentimiento y darme cuenta, como al lanzar una moneda al aire, de lo que realmente quiero.

Y lo que quiero no es esto. Lo que quiero es aquello. Aunque tenga que trabajar en Prosperidad, aunque pueda quedarme sin trabajo en cuatro meses, aunque lo haga todo mal, aunque el Chico Propuestas se convierta en Jefe del Infierno, aunque...

Lo que quiero es que todo eso no haga temblar lo que tengo en la otra mano. Mi Hogar, Mis Reglas; bailar, estirarme y jugar; aprender a parar montañas rusas. Portarnos mal hasta las dos porque luego me voy a echar la siesta.

Lo que quiero, al final, es lo que quiere todo el mundo: un puñetero trabajo fordista.

Y me molesta infinitamente no ser tan valiente como me creo. Y me enfundo en mi "Together we can do anything" y tengo muchas, muchas ganas de abrazaros y creérmelo.

13.1.10

A matter of trust

Llego al psicólogo porque ahora soy una Chica de Pedir Ayuda y me ha despertado mi madre por teléfono (¿triste? Más triste es que dormirse cueste cincuenta eurazos). Llego algo tarde, y tras dejarme por enésima vez el dinero que me dieron para libros en mi monumento (erigido por el Gremio de Taxistas Madrileños).

- ¿Cómo estás?
- Mal pero bien.
- Explícame eso.
- Están siendo unos días bastante malos, pero estoy dando grandes pasos.

Yo tengo esa manía. La que el Chico Escritor comentaba que le había sugerido su Shiatsu-era. La de que las cosas no pasan "por algo" pero sí que pasan "para algo". La de que las cosas malas son para construir encima. Que lo del "sí, pero..." no vale solo para criticar.

El caso es que le cuento mi día de pre-Reyes como símbolo casi perfecto de todo lo que está pasándome, por dentro y por fuera. Resulta que el relato es bastante más largo de lo previsto, porque, inexplicablemente, en algún momento decidí saltarme un capítulo fundamental cuando hablábamos de mi biografía. El caso es que el 5-E lo tiene todo. Sus subidas, sus bajadas, personas que sirven de muestra, conversaciones típicas.

Tocamos tantos temas importantes que la sesión parece brevísima. Pero nos quedamos con una palabra clave. Confianza.

"¿Qué es lo que temes?" "Que me engañen. Que se vayan" Como todo el mundo, claro. Pero también temo todo lo que me pierdo porque se parte de la base de que la gente está para traicionarnos.

El libro de Begoña Huertas que me compré y que no he podido evitar empezar a leerme está lleno de erratas (Chico Escritor, toma nota), sí, pero también está lleno de frases grandiosas. Una conversación que concluye con que nadie firmaría una vida sin grandes penas ni grandes alegrías. La advertencia de que poniendo fechas de caducidad sólo se consiguen relaciones caducas.

Qué pasa si tú también, me dice. Pues pasa que no. No pasa. "No puedo evitar que entres en mi cabeza, pero puedo echare a patadas cada vez que te encuentre en ella". Pero que las patadas no sean la dinámica que prevalezca. Que no haya muros y capas tras capas tras capas porque el Chico Escritor dice permanentemente que, al final, las capas son la cebolla. Y me cago en mis capas.

Qué pasa si al final, toda esta gente no desaparece. Qué pasa si no estamos de Erasmus. Qué pasa si algo queda. Qué pasa si nos volvemos a llamar. Qué pasa si una no sale corriendo por sistema aprovechando los momentos de distracción. Qué pasa.

Seguramente, nada.

Habrá que probar. "Esto sólo se cura cuando sales del baño, miras fuera, y siguen ahí. Muchas veces". Tiene toda la pinta, sí.