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12.7.25

Miedo a volar

Es terrible cuántos "yo estaré aquí" no generan tranquilidad sino claustrofobia.

Me dedico a moverme de un lado al otro de las escenas, le robo las frases a todos esos personajillos que ahora, al parecer, soy; "ahora entiendo", luego no. Patrones aprendidos que tenemos que matar.

Mirar el calendario, mirar el reloj. Verlo todo rojo. El modo espera me paraliza a niveles incompatibles con la vida: la lavadora sin poner, el fregadero a reventar, las plantas alicaídas, "no puedo hacer na porque no se mueran". Pienso, de nuevo, en la mancha del pasillo. "Vivía en un bucle y ahora es un vaivén".

El dolor infinito, la sensación de estar de nuevo en el centro del tornado de la humillación y justo a continuación, totalmente resuelta a clavar la daga más hondo, a ver si me desangro de una vez, encontrarme al otro lado del espejo por culpa de una frase oculta.

Pensar sin parar en las agendas ocultas. "I don't find it obvious, what you want".

Y mirar mi propia agenda y pensar solo y sin parar que nos hemos perdido 6 meses del resto de nuestra vida y que, digo yo, ya está bien. Estoy cansada de mezclar las prisas con las ganas pero es que cuánto tiempo duran las ganas en el congelador.

29.8.13

Septiembre: prolegómenos

No iba a ser agosto, no. Simplemente, no se puede trabajar después de un despido mental. Llego a la Gruta convencida de que me voy a portar bien, de que hoy casi no se me nota que llevo una semana peleándome con el insomnio (y con la adicción al Animal Crossing que sospecho que lo provoca), de que voy a ponerme los cascos y que voy a quitarme de en medio todas esas cosas que me persiguen hace un mes, y no.

Porque llego a la Gruta y tomamos café y la Sobrina Fantabulosa saca una botella de überJäger (ya aprenderé cómo se llama esa mierda) y porras a ver cuánto tarda el Chico Speed en volverse loco, y porras a ver cuántas veces se suspende la Reunión, y discusiones de dCode.

La Gruta mola muchísimo para todo lo que no tiene que ver con trabajar.

Hace semanas que escribo como no escribía hace años, pero es abrir los blogs de los clientes y me pierdo, y me quedo en blanco. Paso en Facebook más horas que en mi vida, pero hay algo en mi cabeza que convierte cualquier intento de benchmarking en un ataque de procrastinación MUY serio. Los clientes me agradecen que les persiga, pero en realidad no me persigo a mí. Hago mi curro y el de mi hermana y creo que no me da tiempo y en realidad estoy echando horas de menos y facturando horas de más y cerrando los ojos muy fuerte como si fuera Lykke Li en el vídeo de Sadness is a blessing.

Porque bailar en un restaurante rodeada de pseudopersonas que me miran mal me parece un planazo.

Until we bleed.

Me recibe esta mañana en la ofi un vídeo de la Gran Zorra (qué maravilla volver a sentirla tan cerca, tan presente; qué maravilla esa foto a lo Bugs Bunny en las fiestas, qué maravilla esa noche de terraza y ese estrenar mi sofácama en su nueva ubicación) sobre el éxito, la vocación y el esfuerzo; y consigue hablar de un montón de cosas que me molestan y aún así ponerme de buen humor, porque "quién quiere ser realista"; y de nuevo pensar en la conversación con la Chica Punk, y en lo maravilloso que es rodearme de personas que siguen, básicamente, a la patata.

Y pedir teléfonos para poder largarse y quedarse solo con los cafés y los jägercitos y los conciertos y los Whatsapps, y a lo demás, que le den.

Porque hace frío, y eso en mi mundo quiere decir que toca cambiar.

20.8.13

Arqueología emocional

Yo tenía doce años (creo), y tenía que hacer un dibujo con ceras blandas. Una especie de pesadilla de doscientas gamas de verde. Le dije a la profesora que me había dejado el bloc en casa pensando en hacerlo tranquilamente en vacaciones, porque era justo antes de Semana Santa. Al cabo de una semana de vacaciones tuve que empezar a levantarme a las 4 de la mañana para hacer el puñetero dibujo a escondidas.

En ese momento empezaron mis problemas para dormir.

Uno se pregunta siempre si fue antes el huevo o la gallina, y lo que ocurre es que huevo y gallina tienden a ser consecuencia de otra cosa. Relaciones espurias.

El Parador de Montañas Rusas me puso deberes para septiembre. O dejábamos de vernos, dado que ya estaba bien, o, si nos veíamos, iba a ser para buscar patrones. Hablar de la familia. Volver a la infancia, a la preadolescencia. Pero tenía que estar dispuesta. Acepté. Cómo no aceptar, considerando que ya he visto a dónde me llevan los patrones.

Y se fue un mes de vacaciones. Y yo empecé a salir como si no hubiera mañana ("Transmites una energía increíble. Como si el mundo fuera tuyo, todo el tiempo", decía Mi Media Infancia el otro día, en la terraza, precisamente el findesemana de yanopuedomás, el día de nopasanadasinosperdemosalasnancys). Y a venir a trabajar a cuatro patas. Y a pasar las mañanas mirando el monitor como si fuera de otro. Y las tardes en coma en el sofá. Y las noches en las fiestas. Y vuelta a empezar, y un día, y otro, y bocatas de lomo con queso, y tinto de verano, y clara con limón, y mojitos, y pizza, y bocadillos de jamón, y así.

Hasta que un buen día dije que no podía más y decidí saltarme un festival, y me fui a comprar verdura, y empecé a tomar el sol y a salir de día. Más o menos.

Ahora sí, dos días en casa consecutivos después de haber salido 29 días de 31 justo antes. Batidos de fruta, ensalada, pisto con huevo. Y lectura intensiva. Porque, como a los 12, después de un mes de vacaciones no he hecho los deberes. Y la angustia, y el tengoqué, y el Animal Crossing llamándome, y las tres temporadas de 24 que me he ventilado en una semana.

Patrones.

Y veo que siempre he sido así. Que mi control no tiene punto medio. Que o como mal, duermo mal, me porto mal y lo paso bien, o como bien, duermo mucho, me porto bien y me pongo triste.

Pero no tengo necesidad de hacer una Ley General de la Existencia de todo esto y me quedo con que llevo dos días muy sanos. Porque tenía mucho miedo, pero la verdad es que releer el periodo 95-98 ha sido precioso. Que me entran ganas de viajar en el tiempo y abrazarme y decirme que no soy tan mala, que lo he hecho bien, que ser libre es una pretensión perfectamente aceptable y que claro que tengo personalidad. Con sus pros y sus contras. Que he sido capaz de mantenerla. Tengo ganas de darle las gracias por todo lo que me está enseñando quince años después. Gracias, Pequeña Yo, por tu autenticidad. Por tus ganas de luchar, por tus sonrisas de mentira y tus sonrisas de verdad, por ser una Lolita inconsciente, por enseñarme todo lo que he descubierto sobre esa especie extraña denominada personas. Por ser incapaz de leer las señales y moverte todo el rato a ciegas por el mundo, porque has conseguido labrar tu propio camino. Por querer tanto a los demás, por fijarte unos objetivos que a día de hoy siguen siendo relevantes e importantes y confirman que mis decisiones están bien tomadas.

Pequeña Yo, eres absolutamente querible. Nunca pensé que diría esto, pero lo cierto es que eres entrañable, y muy lista, y muy buena persona. Y que tengas una capacidad de procrastinar inigualable no anula todo eso.

Pequeña Yo, todo va a ir bien, y es gracias a ti.

28.5.13

Rendiciones

- Sí, es un "hasta aquí hemos llegado". Un "me rindo".

Se acumulan deadlines, se suman tareas en el Google Calendar, esa herramienta imprescindible que quiero borrar de mi vida tres veces al día. Y las cosas resbalan sobre mi piel como si no existieran. Lo que hace un mes era angustioso e insuperable ahora es transparente, y todo se me olvida, y todo me da bastante igual.

Los señores que quieren enseñarme a dormir con veintiocho años de retraso lo llaman "despido mental" y hablan de una sensación extraña en la que las cosas dejan de tener sentido.

Yo no creo que hayan perdido el sentido, creo que probablemente nunca lo tuvieron.

No quiero escribir en blogs. No quiero lanzar un proyecto web. No quiero subir los ratios de interacción. No quiero que personas que ya son ricas se hagan todavía más ricas gracias a que yo me aposente bajo los filamentos asesinos de las bombillas del sitio nuevo contracturándome el psoas y aumentándome las dioptrías y enmustiándome.

- Tengo la sensación de que llevo un año en suspenso. Ya no oigo música, no leo, y, francamente, no sé qué hago en vez de eso.

Y no creo que la vida sea esto. Llámenlo inmadurez, inconformismo, o falta de principio de realidad, pero no creo que la vida tenga que ser venir hasta aquí, engañar a todo el mundo una serie de horas, chupar atasco pegada al móvil, llegar a casa y seguir sin saber qué pasa entre jornada laboral y jornada laboral para que ya no tenga hobbies.

Quiero aprender cosas. Es la primera vez en mi vida que paso tanto tiempo sin ningún tipo de formación reglada obligándome a aprender cosas que no sabía que me interesaban cada equis tiempo. Y he llegado a la conclusión de que no es sano.

Quiero reajustar mi karma. Quiero hacer todo lo que he dejado de hacer. Quiero dejar de ser parte del problema. Quiero ayudar a acabar, trocito a trocito, con esta puñetera depresión colectiva. ¿No estáis agotados de ver cómo todo el mundo a vuestro alrededor está ansioso, triste y cansado?

Quiero tener tiempo que perder. Quiero hacer cosas que no sean conscientes y planificadas. Quiero no darme cuenta de que estoy perdiendo el tiempo, no perder las horas que he programado perder. Quiero improvisar. Quiero no saber qué voy a hacer mañana, y saber mañana qué ha sido del resto del día.

Quiero que tener una familia deje de ser un horizonte lejanísimo que sigue alejándose.

Quiero tener la sensación de que se me acaban los libros que leer.

Quiero terminar la novela. Quiero formar parte de un mundo que me apasione. Quiero contribuir a crear cosas que puedan leer otros. Quiero acabar la tesis, quiero tener al menos la sensación de que voy a acabarla.

Quiero salir de aquí con la cabeza alta, sintiendo que lo intenté, lo hice bien, y no era para mí.

Quiero mirarme al espejo y reconocerme.


17.1.10

A Vespa no le gustan los Layabouts. A mí no me gustan mis trabajos. A ratos, especialmente si los aderezo con Bohannan, sí, pero casi todo el tiempo no. Mis lecturas de desconexión son Aristóteles y Mauss, y luego tengo la osadía de preguntarme por qué estoy agobiada todo el rato. Dónde está Sherlock Holmes cuando se le necesita.
Todo intento de escapada es bueno. Insistentes preguntas a la Chica Líquida, conversaciones telefónicas con el Chico Cósmico y con Mi Media Infancia, ataques epilépticos del navegador cuando me escriben por el chat del Facebook. Fregar los cacharros. Incluso, coger toda mi neurosis obsesiva con el Chico Casi Morado y ponerla seguida, en tres páginas bastante dignas, que hasta me atrevo a releer.
Mira qué bien. A costa de no hacer teoría, he conseguido volver a hacer literatura.
Preguntas absurdas sobre organización de mi tiempo que se resolverían simplemente haciendo algo con mi tiempo aparte de colocarlo y descolocarlo.
Cómo necesito esa colleja, madre mía.