29.8.13

Septiembre: prolegómenos

No iba a ser agosto, no. Simplemente, no se puede trabajar después de un despido mental. Llego a la Gruta convencida de que me voy a portar bien, de que hoy casi no se me nota que llevo una semana peleándome con el insomnio (y con la adicción al Animal Crossing que sospecho que lo provoca), de que voy a ponerme los cascos y que voy a quitarme de en medio todas esas cosas que me persiguen hace un mes, y no.

Porque llego a la Gruta y tomamos café y la Sobrina Fantabulosa saca una botella de überJäger (ya aprenderé cómo se llama esa mierda) y porras a ver cuánto tarda el Chico Speed en volverse loco, y porras a ver cuántas veces se suspende la Reunión, y discusiones de dCode.

La Gruta mola muchísimo para todo lo que no tiene que ver con trabajar.

Hace semanas que escribo como no escribía hace años, pero es abrir los blogs de los clientes y me pierdo, y me quedo en blanco. Paso en Facebook más horas que en mi vida, pero hay algo en mi cabeza que convierte cualquier intento de benchmarking en un ataque de procrastinación MUY serio. Los clientes me agradecen que les persiga, pero en realidad no me persigo a mí. Hago mi curro y el de mi hermana y creo que no me da tiempo y en realidad estoy echando horas de menos y facturando horas de más y cerrando los ojos muy fuerte como si fuera Lykke Li en el vídeo de Sadness is a blessing.

Porque bailar en un restaurante rodeada de pseudopersonas que me miran mal me parece un planazo.

Until we bleed.

Me recibe esta mañana en la ofi un vídeo de la Gran Zorra (qué maravilla volver a sentirla tan cerca, tan presente; qué maravilla esa foto a lo Bugs Bunny en las fiestas, qué maravilla esa noche de terraza y ese estrenar mi sofácama en su nueva ubicación) sobre el éxito, la vocación y el esfuerzo; y consigue hablar de un montón de cosas que me molestan y aún así ponerme de buen humor, porque "quién quiere ser realista"; y de nuevo pensar en la conversación con la Chica Punk, y en lo maravilloso que es rodearme de personas que siguen, básicamente, a la patata.

Y pedir teléfonos para poder largarse y quedarse solo con los cafés y los jägercitos y los conciertos y los Whatsapps, y a lo demás, que le den.

Porque hace frío, y eso en mi mundo quiere decir que toca cambiar.

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