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19.4.10

Condescendencia moral

Suena el timbre de casa. Como no estoy esperando a nadie, no abro. Acabo de acostarme tres cuartos de ahora para ver si consigo que un poco de paz forzada me quite la bola del hombro. Pero vuelven a llamar. Pienso que igual he cerrado mal y Blue no puede entrar, así que llego a la mirilla. Un chico con un chaleco azul de Unicef y una chica hablan con mi vecina de la izquierda, en modo verborrea y con preguntas absolutamente absurdas del tipo de sinopuedescontuenemigoconfúndele.

Me vuelvo a la cama. Ya sólo me quedan cuarenta minutos y me han cortado el rollo tranquilo. Sé que estaba pensando algo precioso pero no recuerdo qué era. Tardo como cinco minutos en volver a encontrarlo. Respiro profundamente, me concentro, me vuelvo a relajar... Y vuelve a sonar el timbre.

Me levanto. Son ellos, otra vez. No sé por qué, pero abro la puerta. Creo que temo que sigan llamando el resto de mi vida si no lo hago. Somos de Unicef, ¿nos conoces? Sí, perfectamente. Chiste absurdo sobre un camión lleno de niños. Me parece que es de mal gusto. ¿Te gustan los niños? Hace poco escribía en otro sitio y comentábamos en clase que hay campañas que son trampa. Nadie está contra ser feliz y nadie está contra los niños. Así que contesto que no. Por joder. Bueno, los de los demás, ¿no? Pues no, tampoco. No me gustan los niños, en general. El tipo no mueve ni un músculo. Es el contestador de atención al cliente perfecto; he pulsado cuatro, así que contesta que tengo que entender que alguien tiene que encargarse de ellos y darles un futuro digno, como el nuestro. Me río. Lo siento, no puedo evitarlo, me río. ¿Has dicho digno? ¿En serio? Me pide que reconozca que estamos mejor que ellos (que viene a ser como preguntarme si estoy a favor de los niños) y le digo que entre estar mejor y tener esperanza de un futuro digno hay un abismo, o dos si son pequeños. Me pregunta si trabajo. Le digo que no. Me pregunta que en qué busco. Mira, tío, no quiero contarte mi vida. Pero qué hacías antes. Marketing. Ah, pues nosotros siempre buscamos gente: qué suerte has tenido, déjanos un CV y te llamamos y te explicamos. Lanzo una mirada asesina. No quiero escribir la mierda de frases simbólicamente violentas que llevas soltándome veinte minutos. No quiero convencer a la gente de que o está conmigo o es mala persona. Ni siquiera sé si quiero seguir escribiendo cosas para convencer a la gente en general. No entiendo por qué coño este tío está empeñado en rescatarme. Me dice que él es periodista y que eso sí que está mal. Sí, eso y los niños, pienso.

En algún momento de todo esto, he sido capaz de intercalar la frase de nopuedohacerningún"pequeñoesfuerzo"más, y me ha pedido 25 céntimos al día durante no sé cuánto tiempo. Creo entender que quiere que en algún momento en el futuro le dé 15 euros. Que ahorre, dice. Me dan ganas de volverme a reír, pero es que este chico no tiene sentido del humor. "Seguro que sales por ahí, no me digas que no, que te estoy viendo la cara. Son tres copillas, mujer".

Ya hemos llegado al punto que me revienta. Nadie va a venir a medir moralmente mis gastos, joder. Dono 8 "copillas" al mes a otra gente que, igual que tú, gastará el 80% de mi donación en financiar su estructura megacefálica e hipertrofiada a costa de contratar gente como tú, que considera que es mejor que los demás porque su trabajo tiene un tinte solidario.

Darle bien a una pelota de tenis no te convierte en mejor ni peor que nadie, ¿no era?

Le cierro la puerta. Han conseguido que les dé la mano, incluso. Como si tuvieran derecho. Se van mirándome por encima del hombro porque les he negado quince euros de nada, veinticinco céntimos al día durante nosécuántosdías. Y en ningún momento, en ninguno, creo que se paren a pensar en la falta de educación que es llamar cuatro veces al timbre de alguien para conseguir que te abra y decirle que podría ser buena persona si pusiera un poquito de interés. Exactamente igual que el tipo de Greenpeace del martes no podía entender que si estaba llorando a mares no era el momento de preguntarme si podía explicarle en qué puntos considero que su actuación no es todo lo coherente que pudiera.

En estos momentos odio tanto a las ONGs que me daría de baja de todas y empezaría a matar "solidarios" à la Patrick Bateman.

Y, claro está, vuelve a dolerme la espalda.