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30.10.15

El día en que cerraron nuestros veintitantos

Y nuestro bar cerró, hace tiempo que cerró.
En su momento nos dio igual y ahora también
si no fuera porque han pasado los años
y ahora han puesto un Starbucks
y nos da tanta rabia que parece nostalgia.

(...)
Y al final, si llegamos al final,
pues muy bien y después, dentro de 10 años más,
nos entrará nostalgia, que es lo que pasa siempre,
y alguien se inventará una historia diferente.

(...)
Acordarnos, lo que sea por acordarnos,
haz un esfuerzo y ayúdanos.
Siempre estabas en la barra,
haz memoria y a ver qué sacas.
(Acordarnos - Astrud)

Hoy cierra el Colonial. Cierra el bar que puso espacio a casi todas las cosas que transcurrían virtualmente en mi blog. Cierra una era. Cierra mi postadolescencia. Se cierra el círculo, aunque ahora le haya cogido un miedo atroz a esa expresión.

Y hace ya diez años, así que no tengo que esperar para sentir nostalgia, para inventar una historia diferente, para que odie pensar que habrá, en su lugar, otra cosa. Que aunque quede al lado su versión 2.0, que, como nosotros, es más adulta y más de comer que de beber (quién lo iba a decir), en Ruiz, 20 no estará esa cancela negra que me hacía sentir más alta cuando la traspasaba.

Me acuerdo infinito de pronto del Chico Escritor y me da un vértigo increíble pensar que es posible que haga más de un año que no se me pasa siquiera por la cabeza. Me da vértigo pensar que la Chica India se haya convertido en Mi Persona en estos diez años y que seis de ellos los haya pasado en Nueva York. Me da vértigo pensar en que el Oscuro Puntual pronto será escolta de mucha más gente; me da vértigo pensar que mi otro escolta personal tenga ya tres hijos. Me dan vértigo todas las familias que se formaron desde entonces.  Me da vértigo pensar cuánto tiempo hace que no sé qué ha sido de la Chica Formal, o, peor aún, de la Chica Úbeda. Me da vértigo pensar que hace diez años que me obsesioné con el Chico Hipermagnético y que aún no he superado la anulación total de mi sentido común que me genera su colonia.

¿Se sigue preguntando "dónde estabas el 11S/11M"? El 11S mi profesor de Geografía llegó tarde por primera y última vez en los doce años que estuve escolarizada en el mismo sitio. El 11M estaba convocada a mi primer cásting; fue el último, y no fui. ¿Dónde estabas tú la noche que cerraron el Colonial?

Yo estaba en casa, con un gripazo lamentable. Con la nostalgia disparada. Tomando sopa de verduras, quién me iba a decir que empezaría, de verdad, a dejar la carne. Abrazada a mi perro, quién me iba a decir que tendría perro. Llorando por una conversación de Facebook absolutamente absurda; abrazada en la virtualidad por dos familias postizas. Quién iba a decir que después de graduarnos en el santo decir sí la lección clave sería la de decir que no sin llorar después. Quién iba a decir que en una sola vida se podían tener tantas familias postizas. 

Mi vida de diez años después se parece a aquella en las cosas en que menos esperaba que lo haría. Es curioso. 

Y aunque estoy triste, también estoy tremendamente contenta. 

Vaya diez años, amigos.

20.10.14

En un mundo tan pequeño (y otros síntomas terribles de nostalgia)

"Lleva mucho abandonado, así que ya no me da vergüenza", digo. Y lo digo justo después de haber empezado a sentir esa punzada de nostalgia que me hace abrir por enésima vez ese archivo de Word que creé en 2009 como si alguna vez fuera a acabarlo, y lo digo justo mientras recuerdo por qué pasaba por aquí.

A veces pasa. Hay gente que no es gente sino Delorean, y te hace saltar en el tiempo. Y que me pregunte por la Chica Calamar y me haga sonreír y "usted tiene ojos de mujer fatal", 2001; y que sea amigo de la Atómica Melancólica y situaciones bizarras y 2004; y que sea banda sonora de uno de los escasos encuentros con la Chica Truffaut, y ¿2009? ya empieza a formar parte de su naturaleza. Pero que me hiciera echar de menos ICQ, eso sí que es sorpresa.

El otro día recibí un e-mail de un especial por los 15 años de Napster. Y me acordé de la primera canción que descargué y de esa sensación alucinante al escuchar música digital. Al pensar que una calidad de sonido como esa había llegado a mi ordenador a través del teléfono. Que ahora nos parece muy normal todo, pero, ojo. Es de locos. Y pienso en Asimov describiendo la música desde el futuro, esa cosa rústica y falta de estructura que es un cuarteto de cuerda en comparación con el techno.

Y pienso en cómo me enamoré en el año 2000, con el teclado en la mano y una falta de sueño que no paraba de acumularse y horas y horas y horas de conversación con alguien que vivía a veinte minutos de casa y que estaba enamorado de la Chica Trotamundos (y quién no, es la pregunta, cómo es posible vivir sin enamorarse de ella al menos una vez en la vida).

Y pienso en 2004, y en el día en que su blog apareció naranja, y en que aún guardo la foto, igual que guardo el CD de su amiga; y pienso en lo absurdo que es que su amiga ahora sea la prima de mi amiga y, definitivamente, el mundo es un lugar diminuto.

Y pienso en cómo hablaba de ella con frases que nunca eran mías, y en cómo el Chico Escritor se enamoró de mi lengua-collage, y en cómo esas frases me hicieron llegar hasta Realove o hasta la chica que hoy, precisamente, comentaba sobre mi coneja-ewok en Facebook; esa chica que era un misterio y también la mejor amiga del dueño de la tienda frente a mi portal, siete años después.

Porque sí, el mundo es un lugar diminuto.

6.8.13

(Your) Life is a lie



Estos chicos sacan videoclip, la Chica Con La Que Pude Coincidir pregunta si será cierto, y yo no puedo evitar pensar en la cantidad de personas que utilizan aquello de tuvidaesunamentira como arma.

La vida de todos es una mentira, señores. La ilusión biográfica, lo llama Bourdieu. Que viene a ser, resumiendo, que nos engañamos para que todo tenga sentido. Steve Jobs habla de esos momentos mágicos en los que se unen los puntos como si existieran, pero no existen. Nos los inventamos, básicamente. Miramos hacia atrás, y nos apoyamos en esa memoria selectiva que todos tenemos (salvo Mi Media Infancia, que tiene una memoria absoluta con la que la mayoría de nosotros no podríamos vivir) para olvidarnos de todo lo que no nos cuadra.

Nos miramos al espejo y afirmamos alto y claro "Yo soy así", y es mentira. Somos seres cambiantes, incoherentes y ridículos. Nada más lejos de la idea de lo esencial.

En estos tiempos del vivirparacontarlo, lo de la ilusión biográfica va a más. Me resulta tremendamente desconcertante que me digan "te sigo por Facebook, así que ya sé cómo te va". ¿Cómo vas a saber cómo le va a alguien por una serie de mensajes puntuales, impulsivos, e incoherentes? Pero, en realidad, hace lo mismo que harías tú si respondieras a la pregunta: le da sentido a todos esos momentos sueltos y hace un balance que permite saber si te va bien o mal, qué quieres cambiar en tu vida, o cuál de las novedades que te han pasado es más importante.

Nos mentimos, mentimos a los demás, los demás nos mienten a nosotros.

Pero y qué. Lo que verdaderamente importa es que funcionan. Que las contamos fenomenal. Que las creemos, las disfrutamos y las vivimos, como los sueños o la buena ficción. Que nos identificamos con ese yo esencial que anteayer no existía, y es suficiente.

Cuando uno es un buen narrador, puede construirse una vida tan maravillosa que la sonrisa no se le cae de la cara, que siente cosquillas en el estómago al levantarse por la expectación ante las cosas nuevas, que canturrea cuando anda por la calle, que quiere más a los demás y se hace querer más.

Que sea real o no es totalmente lo de menos.