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30.8.17

Vuelta al cole

No sé si las vacaciones pueden valorarse en número de cervezas, de kilómetros, de horas de sueño. Quizá deberían valorarse en sonrisas, y el Chico Wookie asegura que sonrío muy poco últimamente. Eso me preocupa, la verdad.
Seguramente tiene mucho que ver con lo que Mi Media Infancia ha bautizado como vida sin sal. Yo también estoy harta de horas sin aliñar.
No sé si crecer era esto. Dejar de sumar horas de conciertos y volver a sumar horas de parque; como a los 16, pero esta vez mirando el reloj.
Es graciosa esa sensación que una tiene de pequeña de que a los adultos nadie les dice lo que tienen que hacer y que son muy bobos porque nunca hacen lo que les apetece. Graciosa, sobre todo, por lo que tiene de cierta, pero también por lo complicado que es recuperarla cuando una ya tiene dentro ese tengoquétengoquétengoqué tan difícil de desprogramar.
He leído que un pueblo alemán ha decidido construir la vida en torno a los biorritmos en lugar de seguir trabajando al revés, y me parece un gran plan. Ojalá ser ya Presidenta Princesa y poder romper de una vez todos los relojes. Mientras tanto, me tocan seis meses de irónica sumisión; todo como último coletazo antes de saber si debo asumir que viviré eternamente con jet-lag, como aseguran por ahí.
Volviendo a las vacaciones, lo que sí tengo claro es que por una vez en muchos años he desconectado de verdad. Tanto, que este año me he puesto enferma al volver en lugar de al irme. Así que, sin duda alguna, han sido unas excelentes vacaciones.
Mi cerebro ha entrado ya en modo vuelta al cole. Ayer soñé (dos veces) que estaba en plena mudanza y que debía volver a tirar todos los objetos de los que me he deshecho desde que era pequeña. Aquellas interminables limpiezas de buhardilla parecen seguir marcadas en mi subconsciente como banderín de llegada a la meta: el final de verano.
Vuelta al cole, en fin. Con mucho proyecto sobre la mesa, muchos planes sin definir, y una cierta sensación de que el uniforme escolar me queda grande que no ha desaparecido en estas semanas.
A cambio, parece que el cansancio sí se ha mitigado, y por una vez no me importa tanto hacer las cosas bien como no desfallecer en el intento. Como propósito no esta mal, desde luego.
No desfallecer.
Echar sal.
Dejar que la rutina me meza en lugar de atarme.
Mirar hacia delante pero no dejarme encandilar por el horizonte, que siempre es inalcanzable.
El siguiente paso es mucho más importante que el último.
Feliz septiembre.

27.4.17

Terrorismo

Lo terrible del terrorismo no son los ataques, sino el efecto que estos tienen en los intervalos "de paz". Cómo el control se extiende en el tiempo durante plazos insosteniblemente largos. Tan largos que llega un momento en que ni siquiera eres consciente de que tienes miedo.
Yo no tenía ni idea de que siguiera teniendo miedo, tantísimo miedo. Mal sabor de boca sí, claro; una referencia en clase de autodefensa que te hace tener que salir a fumarte un cigarro mirando al vacío por no mirarte dentro; un nombre gritado en la plaza que te retuerce el esófago como si fueras a vomitar; una tristeza sorda, generalizada, al ver algunos nombres en el feed de Facebook. Y sí, algo de prudencia, creía yo; la incapacidad de respirar al tener un desacuerdo en la cama, el recelo ante los "y si...", las pesadillas que te recuerdan que nunca más.
Pero no este miedo atroz con el que ahora sí conecto. Esas palabras retorciéndose para hacer eco en todas mis esquinas, "tú no sirves para novia".
Y ahora me despierto con el silbido de una de mis canciones favoritas, y bailo en la cocina, y celebro el cepillo de dientes de más, y quiero vaciar los cajones, y de pronto tengo unas ganas inmensas de llorar como si aún estuviera peleando por un hueco en aquella casa en la que no quería vivir. Y hablo en plural y hago planes en singular porque no hace falta usar los tiempos verbales ni los pronombres como cuchillas, porque todo es fácil y bonito y ya, y hago y hacemos indistintamente; y tengo unas ganas inmensas de llorar como si aún tuviera que hacer cuentas con la agenda para rendir cuentas sobre cuándo, cuánto y quién. Y pongo lavadoras y friegan el suelo y los cuidados salen solos y tengo ganas de llorar como si aún tuviera que explicar que el problema de los supermercados es mío y es de siempre y saber que nunca me creen. Y escucho canciones propias y ajenas y planeamos conciertos y tengo ganas de llorar como si aún tuviera que estar a la altura de un listón que no para de subir mientras no me dejan pasar ni por encima ni por debajo y mucho menos tocarlo. Y hablo sin parar y escucho sin parar y tengo ganas de llorar como si aún estuviera saltando a la comba en un campo minado en el que en cualquier momento va a empezar otra vez esa maratón de reproches y tuviera que negar mi vida tres veces antes de cantar el gallo.
Y tengo ganas de llorar porque me doy cuenta de que no creía que esto fuera posible, de que me había roto, de que me quedé donde me dejaron, "mis ex están todas locas", conversaciones infinitas por Messenger porque no te pueden romper el corazón sin tocarlo siquiera, poner kilómetros por no poner límites.
Y tengo ganas de llorar porque soy asquerosamente feliz y algo dentro de mí ha seguido pensando todos estos años que no me lo merecía.
Y joder si me lo merezco.

17.11.15

Efefeseiseiscerocero

Cuando mi madre estaba embarazada, el médico aseguró que sería niño. Mi madre no quería juguetes, ropa, objetos rosiazules. Mis cosas, por tanto, eran naranjas, verdes o amarillas. Me movían en un carrito naranja que hacía que todas las miradas se parasen. Nadie había visto un carrito de colores. ¿Cómo es posible que los carritos sean lo único que es para niños pero sin color?

Un vídeo de mi segundo cumpleaños. "Jota, A, jajaja". Un vestido lleno de vasos de zumo de naranja, "umo jaja". El pitido de un teclado pulsado con maldad. "¿Qué haces? ¿Estás haciendo enfadar al ordenador?"

Primero de carrera, Biblioteca de Arquitectura. Alguien, seguramente el Chico Carrá, se había empeñado en enseñarme un libro enorme de teoría del color. Ahí descubrí que mi amor por la química había contagiado a mi amor por los colores. ¿Naranja cromo, o naranja cadmio?

Madriz, año cero. El vacío, la ciudad gris. Tizas de colores en el bolso para intentar humanizar un búnker en el que me sentía mucho más vacía, ahora que sabía lo llena que se puede llegar a estar. Podréis borrar mis palabras, pero no su eco. El eco no fue suficiente. "¿Hay algo que te preocupe?"

Ella. El sentido a las horas aprendiendo HTML en las sesiones de estudio entre exámenes. El 2.0 metiéndosenos dentro, cambiándonos la vida, alejándonos y acercándonos. Su blog, convertido en homenaje, fingiendo haber sido cubierto por una mano de pintura. "Pierrot sonreirá tantas veces como leas esta frase". Nunca creí que fuera por mí. Quizás no lo fue, no del todo. "¿En serio escribes tu diario en Internet?"

"Cualquier trabajo es mejor que uno de oficina". Mi padre pidiéndome que al menos fuera a la entrevista. Aquellos homónimos dando por hecho desde el principio que ya era una pieza. Los preciosos zapatos de la Chica del Fondo de Armario. El punto naranja que se convirtió en una bola naranja entre tres. El primer color corporativo de muchos. "¿Eliges las empresas a propósito para que siempre sean naranjas?"

Una idea en pleno fin de máster, cuando menos creía en mí. Unos pasos tímidos que deshacía enseguida, continuamente. La voluntad de construir como hilo conductor. Así, sí; así tendría sentido. Los arrebatos de esperanza. Y, de pronto, la explosión, el noslanzamos, el vaaserahora. Y luego el miedo que precede al salto. Y saltar. "¿Entonces, lo ves bien? ¿Salimos mañana?"

El Señor de los Animalicos dice que tenemos que hablar del naranja. Cómo vamos a hablar del naranja. Podemos discutir el matiz, el haber cogido el tono con el nombre más aburrido de su gama. Pero no el naranja. ¿Cómo iba a tener otro color mi primer proyecto propio...?

14.12.13

2013

Me atacan las palabras, por todos lados. Diarrea verbal en Whatsapp, en Facebook, y hasta en la cuenta de Twitter que me deja ser libre porque no la lee nadie.

Y aun así, tantas y tantas cosas por decir.

Como que últimamente sonrío como una boba a las pintadas de la calle. Incluso a las que están mal escritas.

Es un poco pronto para hacer balance. Y si me paro a pensar en los últimos cuatro años, es prontísimo, porque cada vez estoy más segura de que los años cambian el 31 de mayo. Pero no puedo quitarme de la cabeza todos los motivos por los que estoy agradecida a este 2013, y esa terrible sensación de que se me acabará olvidando alguno.

Gracias, 2013, por el aprendizaje. Porque nos hayamos hecho tan mayores, tantos de nosotros, en tan poco tiempo. Por enseñarnos a mirarnos dentro y ser honestos y aprender y cambiar. Por las dinámicas sanas. Por cambiar la dependencia por un cariño nivel Lichis ("hay que tener un corazón que se te salga del pecho aunque a veces pareciera que se te revienta el tórax"), la atonía por unas ganas de vivir que también parece que te revientan el cuerpo.

Aprender a dormir cuando uno tiene sueño sin tener ganas de dormir porque hay tantas, tantas cosas pasando, y son todas increíbles...

Cuidarse. 2013 ha sido el año de cuidarse. De decir no, de decir hasta aquí, de exigir lo que necesito para ser feliz: pedírselo a los demás y tomármelo yo como una obligación moral. Tengo la obligación de ser así de feliz. Más feliz de lo que pensaba que se podía ser.

Y de querer. De querer de verdad, de amores con hache, de amores compatibles con la vida, de amores que hacen que vivir sea más grande. De no necesitar una relación de pareja porque tienes a tu alrededor tanto cariño que te sientes hasta culpable.

Y de aprender a controlar la culpa. De portarse bien cuando se puede y de que dejarse llevar no es portarse mal, necesitar saber cosas no es portarse mal, tener más de lo que una puede abarcar no es portarse mal. De ser generosa conmigo misma porque bastante me exijo ya.

De encontrar un cuarto propio. De que todos esos límites tengan un espacio geográfico donde me limito a ser feliz y a cuidarme y que comparto cuando quiero y con quien quiero. De mirar el cielo cada día, de hablarle bajito a San Cayetano. De comer tostadas con tomate en la terraza, de que todas las cosas pequeñas formen una parte tan grande de lo que soy que ya no estoy segura de que no sean importantes. Son importantes, porque me provocan sonrisas. Y, por encima de todas ellas, está la música. Gracias, 2013, por la música.

He llorado muchísimo este año y me he reído muchísimo este año. Lo he bailado todo, y esta es mi revolución.

2014, no lo rompas todo. Casi todo está colocado en una posición de salida maravillosa para que seas el Año Más Grande Jamás Contado. Déjame seguir disfrutando de mis trabajos, de las maravillosas personas que me rodean, de que haya tantas cosas en el mundo que me gusten. Te lo voy a poner muy fácil, te lo prometo.

19.10.13

Un cuarto propio

A veces, todo lo que una necesita es un poco de disciplina. Dejar que se dispare el TOC. Contabilizar el tiempo, los gastos. Mirarlo todo desde un Excel. Y en el proceso, aprender a respirar hondo.

No paran de decirme que me meto en más de lo que puedo abarcar, y, objetivamente, de aquí a diciembre es cierto. Pero de pronto siento satisfacción por las cosas que hago. Una sensación de plenitud que es muy distinta a la alegría. Estoy menos alegre, sí, pero soy más feliz.

Un otoño de agotamiento producido por un montón de obligaciones autoimpuestas, pero también tiempo de autocuidados.

Mimarse, alejarse y centrarse. No puedo vivir más que una vez, así que no me queda otra que vivirla al 150%, aunque eso acabe significando viernes de película ñoña por el cerebro frito tras el intensivo alcohólicoemocional del jueves, y sábados maratonianos de estudio.

Estar en casa, asegurar la supervivencia del nido, y dedicar todas las fuerzas a seguir construyendo. Acabada la fase de limpieza (todo lo que resta, fuera), empieza la fase de artesanía (crear cosas que duren).

Así que todo lo que no sea fácil, se queda fuera.

I'm not in love, but I'm going to fuck you till somebody better comes along.

O eso espero. No tengo tiempo, ni ganas, de más.


30.9.13

No me gusta el arte

Llevo media vida echándome en cara no poder disfrutar del arte en su faceta más técnica. Peleando con AM en el Reina Sofía. Peleando con los géneros musicales. Dejando comunicación audiovisual para poder ver a gusto películas de animadoras.

Para de pronto darme cuenta de que lo único que me importa son las historias, las emociones, los trozos de vida que se esconden detrás, y sentirme incluso un poco superior porque la capacidad de apreciar eso sobre todas las cosas, sobre un riff, sobre un brochazo, sobre un encuadre, es lo que me convierte en quien soy y lo que, espero, hará de mí una excelente Paradora de Montañas Rusas.

Hoy empiezo el cole, aunque ellos no abran hasta el 14, y soy muy feliz.

29.9.13

Hipotermia

Lo mejor de trasnochar es que hace que las zonas horarias se reubiquen y puedo pedir consejo en tiempo real a la Chica India, y al final acabo diciéndole lo que tendría que haberme dicho a mí, lo que Reptilia me estaba diciendo a mí, y que viene a ser que hasta que la noche no se acaba una siempre puede pensar que no lo ha intentado lo suficiente, y que estoy harta de pensar que no es suficiente, así que aguanto, aguanto, aguanto hasta que tirito, hasta que termino de incubar el resfriado terrible con el que debía despertarme hoy.

Me lloran la nariz y los ojos y está bien así porque hay que cagar emociones, porque hay que cagar autodestrucción.

Tres veces estuvo a punto de sonar nuestra canción y no pudo ser, y tuvo que venir la policía a acabar con Tick tick tick boom cuando era el único momento que realmente merecía la pena, y odio a la policía y a los machirulos que me hacen sentir incómoda volviendo en minifalda a las 8 de la mañana, pero no me odio a mí, y de hecho a ti tampoco. Aunque eso último no lo acabo de entender.

Por primera vez desde que empezó todo a destrozar los diques me siento ajena, sociopatía elevada a equis, lo peor de 2004 despertado por una convocatoria. El guante no sale del bolso, no dejan de brillarme los dientes, la gente se pelea por encerrarse conmigo en otra habitación y yo solo pienso que no quiero seguir en la ardiente oscuridad.

Así que el catarro y yo nos despertamos, nos alimentamos, nos cuidamos, disfrutamos de la enésima paleta de colores que rodea San Cayetano y hacemos planes. Contigo y sin ti, porque Mi Media Infancia tiene razón, Lorena Álvarez tiene razón, y por qué iba a enfadarme si de todas formas saltar en los charcos es maravilloso, y mañana el Oráculo va a sugestionarme tanto que todas las puertas que se abren al caer las hojas van a parecerme seguras.

28.9.13

Los 30 son los nuevos 15

No recuerdo la fecha, pero recuerdo la sensación. Recuerdo repetir la dirección una y otra vez en voz alta, hasta el punto de que cuando el Chico TDCC me dio la suya sonaba como si fuera una nana. Recuerdo la sorpresa, la cantidad de gente, el miedo, la cocina, al Chico Extraordinario sembrando el caos, a la Chica Mariposa presentándose al Rey del Laboratorio, "voy a clase con tus compañeros de piso", qué difícil es conocer gente discreta en los tiempos que corren.

Recuerdo esa fiesta y recuerdo otras muchas, bicis por el pasillo, Las Grecas, personas que pasan de ser desconocidas a ser familia en unos cuantos fines de semana. Recuerdo muchos fines de semana y muchos entresemana que también lo parecían. Recuerdo esa sensación de que aquello se parecía mucho a lo que yo esperaba de una Erasmus.

Recuerdo haber pasado del biologicismo funcionalista al postestructuralismo constructivista y de integrada a apocalíptica y recuerdo cómo me agarraron de la mano bien fuerte durante todo el camino, y así era imposible tener miedo (imposible no, pero sí era imposible no vencerlo) y eso estaba bien.

Ahora nos sentamos todos en el suelo, en colchones, y la casa parece más okupa que nunca, y no será porque no hay tenido sus momentos. Ahora que ya no es la casa de nadie es más que nunca la casa de todos, y eso es bonito y produce un poco de nostalgia anticipada (y no solo anticipada, porque todos nos encontramos describiendo esos lugares con olor a humedad donde vivimos nuestros quince y dieciséis), pero está bien.

Se va a acabar el ciclo, se está acabando el ciclo, pero el ciclo que viene nos tendrá a todos dentro. A los de antes, a los nuevos. No habrá desayunos en el Pavón, igual, pero sí que seguirá habiendo Peñalaire, y cambiaremos las promesas de rastro por domingos en Legazpi, y ya no tendremos peleas teóricas sino que nos contaremos los trabajos de campo, y antes de que me dé cuenta presumiré, orgullosa, de vuestras defensas de tesis.

Durante un tiempo quería ser como vosotros. Ahora, en realidad, lo que quiero es estar con vosotros. Dejarme hacer mimos mientras me hago bolita porque no puedo con mi vida y solo soy capaz de beber zumo de piña (el lunes se acaba el verano. El tiempo de este fin de semana es otra señal, y "la vida sin resaca es bien").

Ahora la vida Nazarena es en 3D y eso es bien. Hablamos de hacer tiramisú y agujeros de taladro y es real y anidar también es bien.

Mientras tanto, hay otro 1ºB que me empieza a parecer hogar de forma peligrosa, y habitaciones llenas de gente trabajando a las 5 de la mañana y a las 10 y media que se ríen y conspiran y se preguntan. Y un miedo a no pertenecer y fiestas a las que quieroirperono. Y las inseguridades se repiten, pero hemos aprendido, con el tiempo, a reconocernos que somos pequeños y tenemos miedo, y eso nos hace grandes y valientes.

Y ahora puedo tener conversaciones maravillosas y "siempre tienes razón" y de pronto esta sobredosis de inteligencia emocional que no sé de dónde ha venido, y hablar delante de un montón de gente casi tan lista como la Chica Lagarta y preguntar por qué no nos hacemos preguntas, nos sorprendemos y escuchamos, y pienso que me gusta mucho dónde estoy y pienso que me gusta mucho cómo he llegado hasta aquí y que me gustáis mucho, todos vosotros, porque sois parte de un camino fantabuloso.

24.9.13

Control de daños

Estar tan alta que a mi paso se encienden las farolas, se paran los perros, bajan la mirada los nacionales, los machirulos se apartan.

Estar tan alta que parece mentira que lo que buscase hoy fuera un bajón.

La temática de hoy era destruccióncontrolada y acabo llegando a casa antes de las dos, sí, pero con sobredosis de mi exjefe y de latidos por minuto.

Who cares, en realidad.

Guión para la conversación de mañana:
- ¿Empiezas tú o empiezo yo?
...
- No quiero nada que me haga pasarlo mal. Al menos de manera gratuita.
...
- Las personas son un fin y no un medio.
...
- No puedes forzar a alguien que no está preparado. Pero tampoco a alguien que está preparado.

Los fuckin' mondays a veces molan aunque no tengan techno (o lo tengan bajito).

Porque sí se puede salir los lunes y sí se puede evitar las espirales de autodestrucción, incluso cuando todas las señales apuntan en contra.

23.9.13

Cuidados

Veamos qué pasa si se hace todo al revés. Si los viernes me pueden las ganas de estar sola a las ganas de no estarlo. De echarme la siesta. De hacer el ridículo, de hablar pirata, de adorar monstruos, de comer espaguetis veganos, de que me cacen los ciervos en vez de cazarlos yo, de que me lleven a bailar, de abrazar desconocidos, de hacer amigos por la calle, de dejar de beber, de bailarlo todo, de que me abracen, de que me acaricien, de que me consuelen, de no llegar la última a casa, de estar en casa.

De ver a la familia, de posar para las fotos, de que me acerquen a casa, de querer acariciar gatos, de pedir treguas, de que se muden otros; de hablar de cómo nos sentimos, de inseguridades, de tecnologías que se basan en lo fático y que acaban provocando relaciones fáticas, de reconocer que no nos reconocemos; de no emborracharnos, de hacerme la cena, de acostarme temprano, de dormir diez horas, de soñar bonito.

De no escribirte, de ir a mercados, de comer con desconocidos, de pasar de la vergüenza al abrazo, de querer bailar mientras suena el clarinete, de cargar porcelana desde una okupa a lacasaqueyanoseráokupamás, de sentirme invitada, de darme caprichos dulces, de salir del barrio, de desahogarme, de hablar de cuidados hasta desgastar las lenguas.

Y lo que pasa, entonces, es que el lunes ya no da miedo. Y eso es fantabuloso y a partir de ahora subjetivación en vez de dispositivos, y hacer las cosas al revés, y cuidarnos. Todo el rato. Prometédmelo.

13.9.13

Siento en mi barriga la ley de la gravedad

Al final Mi Hermana va a tener razón y mi camiseta de ayer va a ser más hipster que feministadeladiferencia, y por más que grite que solanopuedesconamigassí, la jaqueca no se vence ni con sonrisas, ni con arco iris.

"A ver si es que me he vuelto inmune a las sonrisas por consumo habitual".

El cráneo me da un pequeño respiro cuando lo que le doy no son drogas habituales (palabras, sonrisas, abrazos) sino una cantidad tan inmensa de belleza que sale por los ojos, "Se puede llorar de belleza. Esta es la segunda vez". Que la Chica de las Manos Pequeñas y la Chica Coach sean capaces de haber creado algo tan absolutamente maravilloso me desborda. Las palabras, las pequeñas flores, las flores grandes, la versatilidad, las luces en suspensión, la suspensión de la incredulidad en general, los mapas, los relojes, y, en definitiva, Cortázar, tan grande, tan inmenso, y al mismo tiempo más pequeño que ellas, que se hacen gigantes cuanto más pequeñas pretenden parecer.

Y luego la Chica de los Festivales, y un montón de personas igual de maravillosas, y compartir recuerdos de Erasmus, y "no sé por qué me arrepiento siempre de no haberme ido de Erasmus, si no hay nada que me quede por hacer", y pensar que es cierto, y tener ganas de adoptar gatos, de regalar perros en pareja ("estaréis unidos para siempre porque los perros tendrán que verse", asegura la Chica Punk como si eso de unirse para siempre fuera un buen plan, algo que no acabo de ver por mucho baile mañanero en la cocina que hayamos tenido), de robarle un hijo a la Chica Patatista; y es que mi checklist está casi completa y quiero vomitar arco iris de colores pero vuelve el clavo, y me quedo sin ver a Pretty in Black, y es que tener horarios incompatibles es una mierda.

Y vuelvo con la Chica de los Festivales en un taxi porque la gente del barrio ES BIEN ("nunca pensé que quisiera vivir en otro sitio") y hablamos de vida casidepueblo, de llamadas al telefonillo que no puedes atender porque trabajas en casa, y de trabajar en casa, y de trabajar y no trabajar, y de esa falsa autonomía del que no es emprendedor pero hace trimestrales de IVA, y de síndromes de Estocolmo.

Un enorme SÍ flota en el aire y llega un correo al que le pido unas horas de tregua porque tengo la sensación de que estoy a punto de arriesgar mi piso ("y sentir esas cosquillas en la tripa de cuando empiezas con alguien, pero todos los días, al entrar en casa"), y mis clasesdebailequenoempiezannunca, y mis clasesdeteatroquedanmiedo (empezar de cero, improvisar, conocer gente, echar de menos, querer saltar en vez de cocerme, pero estar muy dispuesta a ser feliz), y mis clasesdeyogaquemeconvalidaelipad (porque de pronto soy consciente de que tres tardes a la semana son muchas tardes, y hago trampas, y me corrijo a mí misma las posturas y asíestoybien), y mis viernes por la tarde, y mis flirteos noctámbulos con House of Cards, y de nuevo el miedo y la pereza y Estocolmo, pero estoy harta de ser camello y ser león empieza a no ser suficiente y quiero ser niño.

Sí.

Sí.

Sí.

5.9.13

Miedos

"Pues eso te digo. Que hacemos cosas para asustar nuestros miedos". El Chico Speed tiene de cuando en cuando unos ataques de iluminación muy serios.

Le decía al Parador de Montañas Rusas que me siento frágil y vulnerable. No es ninguna novedad ser frágil y vulnerable, pero es una novedad decirlo. Es una novedad afrontarlo.

Como el sentir vergüenza. Ahora me da vergüenza todo, en general. Lanzarme a bailar swing en el Travelling. Hablar en según qué contextos. Montar un pollo en un servicio técnico en el que sé positivamente que me han estafado. Dirigirme a La Jefa de Todo Esto. Jugar a la consola. Comprar comida.

"¿Cuántas fobias, no?"

El Chico de la Sonrisa se metamorfosea todo el rato. De refugio de la Chica Aura a vecino, de vecino a experimento antimiedos, de experimento a cita, de cita a arrepentimiento.

Por qué cojones estoy haciendo esto.

Decía Mi Media Infancia que la diferencia entre los 20 y los 30 es que sabes cuándo es el momento de irte a casa. Lo que pasa es que no te vas. Pero al menos hay una voz en tu cabeza que grita, alto y claro, "ahora. Lárgate ahora". Acabadas las berenjenas y la carne especiada era el momento de marchar, antes de que los árboles de Argumosa siguieran bailando trance en mi retina, granoyuvanomezclan hasta que mezclan, que últimamente es con cierta asiduidad.

Pero cogimos el cambio y dijimos que era para la última, y cervezas innecesarias, y ataques de valentía frente a esas parejas bailarinas que me daban miedo y "mírales, pobres, hemos ganado", y luego más miedos, "debería coger una camisa", y en mi casa no entra nadie, porque esas son mis reglas. Planifico una salida sucia con zapatos en la mano pero acabo saliendo a las seis de la mañana, porque la diferencia entre los 20 y los 30 también es que una tiene más sueño que miedo, incluso cuando tiene mucho miedo.

Y llegar a casa y que Vespa me espere con cara de dóndeestámicaramelo y sentirme culpable.

Y que suene el despertador a las 8 y media y creer que estoy despierta y saber que no.

Y llegar tarde a la oficina justo ahora que la Segunda de A Bordo empieza a soltar comentarios jocosos sobre la longitud de nuestras sobremesas (y eso que aún no habla de los desayunos) y pensar que igual empieza a correrme prisa hablar con el Chico Lomo y cerrar mi Plan C.

Y ponerme muy mala solo de pensar en la expresión "Plan C".

Y "tienes una almohada en la cabeza" y la sangre que se baja hasta los tobillos.

Y tomar el primer café en La Gruta y, claro, tirármelo por encima. "¿Te has manchado, niña?" "¿Te extraña?"

Y "¿no has dormido?" "No". "¿Has salido?" "Sí". "Joooooder, tía. Lo tuyo es muy serio".

Y pensar que si lo mío fuera muy serio, precisamente, no saldría.

Septiembre. Clases de baile, de yoga, de teatro, de psicología. Dejar de beber entre semana. "I'm doing Sober September. My brain hurts thinking about it."

El mío duele de pensar en un Septiembre Ebrio.

Por favor, todos los que vais a venir, a sacarme de fiesta, a hacerme trasnochar, a hacerme muy feliz, a traer luz al principio del otoño, cuidadme.

No me oiréis pedir esto muchas veces.

Voy muy en serio.

24.8.13

Cuando la vida se vuelve un anuncio de Dewar's

Mi Hermana, a veces, me recuerda demasiado a mí. A mí en la época de cuaderno morado de papel de arroz, que es probablemente la peor de mis yos. O la que peor lo pasaba, al menos. Y releerlo mientras ella Whatsappea saca cosas feas a la luz. Y doy consejos, y he aprendido, y es bien, pero en la práctica, el Pingüino Socialmente Inadaptado es quien se va a la fiesta dispuesto a no emborracharse, y sonrisas muy falsas, y dolor de mejillas, y en fin.

El Chico TDCC y yo nos miramos. "Hacen que parezca normal, ¿verdad?" "Hacen que ÉL parezca normal". Menos mal que en medio de todo esto queda un mínimo principio de realidad.

Y vuelta al escenario de la fiesta a la romana del sábado con la Chica de las Sonrisas, y "Tú eres el Chico Simpático de García de Noblejas" y "Tú eres la Chica que Tenía Hambre Todo el Tiempo", y aunque se acuerde también de que rompimos su powerball es bien que la gente recuerde cuando se te ha ido de las manos y sonría y te recuerde por otra cosa.

Porque no es un drama, porque no quiero más dramas en mi vida.

Y entonces llegan los buenos propósitos, y el Jäger y los dos vodkas no pueden con ellos, porque ya está bien, porque lo de dentro también mola, y fotos en el suelo de la Calle de la Palma, y "vamos a andar y a comer", porque la diferencia entre los 20 y los 30 es que por el camino aprendes a beber, o, al menos, a hacer control de daños, y hoy no soy yo la que le pone la cabeza como un bombo al pobre humano del Open 25, pero no pasa nada, porque NO ES UN DRAMA. Es más fácil verlo en los demás.

Sentidos de la orientación que te hacen preguntarte cómo cojones sobrevive la gente a unas vacaciones en plan aventura, y barrio, y cuando una es sincera las cosas funcionan mucho mejor, y se levanta feliz, y desayuna café y tostadas con tomate y claras con limón y helado de chocolate y escucha música y dice lo que tiene que decir y cuando una no se esconde tras la barrera nada es un drama, y "esto mola" y las luces se vuelven naranjas cuando cruzan las ventanas de casa, y "en esta casa no puedes no ser feliz", y una sensación muy bonita de que puede que todo sea un problema de expectativas, y no solo las grandes cosas.

Y cuando lo único que una quiere es levantarse un sábado en casa y no tener prisa para llegar a Majadalejos, todo está bien, incluso la ducha fría, porque lo que recuerda es a quierovivirsiempreenunfestival, incluso el calor, porque se quita con agua, incluso el apalanque, porque solo es un signo de que me he cansado de huir.

Porque a veces sí que siento aquello de que "la vida es siempre verdad". Porque un "no me apetece" es mucho mejor que un "nado sin manguitos". Ya está bien de impresionarse.

20.8.13

Arqueología emocional

Yo tenía doce años (creo), y tenía que hacer un dibujo con ceras blandas. Una especie de pesadilla de doscientas gamas de verde. Le dije a la profesora que me había dejado el bloc en casa pensando en hacerlo tranquilamente en vacaciones, porque era justo antes de Semana Santa. Al cabo de una semana de vacaciones tuve que empezar a levantarme a las 4 de la mañana para hacer el puñetero dibujo a escondidas.

En ese momento empezaron mis problemas para dormir.

Uno se pregunta siempre si fue antes el huevo o la gallina, y lo que ocurre es que huevo y gallina tienden a ser consecuencia de otra cosa. Relaciones espurias.

El Parador de Montañas Rusas me puso deberes para septiembre. O dejábamos de vernos, dado que ya estaba bien, o, si nos veíamos, iba a ser para buscar patrones. Hablar de la familia. Volver a la infancia, a la preadolescencia. Pero tenía que estar dispuesta. Acepté. Cómo no aceptar, considerando que ya he visto a dónde me llevan los patrones.

Y se fue un mes de vacaciones. Y yo empecé a salir como si no hubiera mañana ("Transmites una energía increíble. Como si el mundo fuera tuyo, todo el tiempo", decía Mi Media Infancia el otro día, en la terraza, precisamente el findesemana de yanopuedomás, el día de nopasanadasinosperdemosalasnancys). Y a venir a trabajar a cuatro patas. Y a pasar las mañanas mirando el monitor como si fuera de otro. Y las tardes en coma en el sofá. Y las noches en las fiestas. Y vuelta a empezar, y un día, y otro, y bocatas de lomo con queso, y tinto de verano, y clara con limón, y mojitos, y pizza, y bocadillos de jamón, y así.

Hasta que un buen día dije que no podía más y decidí saltarme un festival, y me fui a comprar verdura, y empecé a tomar el sol y a salir de día. Más o menos.

Ahora sí, dos días en casa consecutivos después de haber salido 29 días de 31 justo antes. Batidos de fruta, ensalada, pisto con huevo. Y lectura intensiva. Porque, como a los 12, después de un mes de vacaciones no he hecho los deberes. Y la angustia, y el tengoqué, y el Animal Crossing llamándome, y las tres temporadas de 24 que me he ventilado en una semana.

Patrones.

Y veo que siempre he sido así. Que mi control no tiene punto medio. Que o como mal, duermo mal, me porto mal y lo paso bien, o como bien, duermo mucho, me porto bien y me pongo triste.

Pero no tengo necesidad de hacer una Ley General de la Existencia de todo esto y me quedo con que llevo dos días muy sanos. Porque tenía mucho miedo, pero la verdad es que releer el periodo 95-98 ha sido precioso. Que me entran ganas de viajar en el tiempo y abrazarme y decirme que no soy tan mala, que lo he hecho bien, que ser libre es una pretensión perfectamente aceptable y que claro que tengo personalidad. Con sus pros y sus contras. Que he sido capaz de mantenerla. Tengo ganas de darle las gracias por todo lo que me está enseñando quince años después. Gracias, Pequeña Yo, por tu autenticidad. Por tus ganas de luchar, por tus sonrisas de mentira y tus sonrisas de verdad, por ser una Lolita inconsciente, por enseñarme todo lo que he descubierto sobre esa especie extraña denominada personas. Por ser incapaz de leer las señales y moverte todo el rato a ciegas por el mundo, porque has conseguido labrar tu propio camino. Por querer tanto a los demás, por fijarte unos objetivos que a día de hoy siguen siendo relevantes e importantes y confirman que mis decisiones están bien tomadas.

Pequeña Yo, eres absolutamente querible. Nunca pensé que diría esto, pero lo cierto es que eres entrañable, y muy lista, y muy buena persona. Y que tengas una capacidad de procrastinar inigualable no anula todo eso.

Pequeña Yo, todo va a ir bien, y es gracias a ti.

28.5.13

Rendiciones

- Sí, es un "hasta aquí hemos llegado". Un "me rindo".

Se acumulan deadlines, se suman tareas en el Google Calendar, esa herramienta imprescindible que quiero borrar de mi vida tres veces al día. Y las cosas resbalan sobre mi piel como si no existieran. Lo que hace un mes era angustioso e insuperable ahora es transparente, y todo se me olvida, y todo me da bastante igual.

Los señores que quieren enseñarme a dormir con veintiocho años de retraso lo llaman "despido mental" y hablan de una sensación extraña en la que las cosas dejan de tener sentido.

Yo no creo que hayan perdido el sentido, creo que probablemente nunca lo tuvieron.

No quiero escribir en blogs. No quiero lanzar un proyecto web. No quiero subir los ratios de interacción. No quiero que personas que ya son ricas se hagan todavía más ricas gracias a que yo me aposente bajo los filamentos asesinos de las bombillas del sitio nuevo contracturándome el psoas y aumentándome las dioptrías y enmustiándome.

- Tengo la sensación de que llevo un año en suspenso. Ya no oigo música, no leo, y, francamente, no sé qué hago en vez de eso.

Y no creo que la vida sea esto. Llámenlo inmadurez, inconformismo, o falta de principio de realidad, pero no creo que la vida tenga que ser venir hasta aquí, engañar a todo el mundo una serie de horas, chupar atasco pegada al móvil, llegar a casa y seguir sin saber qué pasa entre jornada laboral y jornada laboral para que ya no tenga hobbies.

Quiero aprender cosas. Es la primera vez en mi vida que paso tanto tiempo sin ningún tipo de formación reglada obligándome a aprender cosas que no sabía que me interesaban cada equis tiempo. Y he llegado a la conclusión de que no es sano.

Quiero reajustar mi karma. Quiero hacer todo lo que he dejado de hacer. Quiero dejar de ser parte del problema. Quiero ayudar a acabar, trocito a trocito, con esta puñetera depresión colectiva. ¿No estáis agotados de ver cómo todo el mundo a vuestro alrededor está ansioso, triste y cansado?

Quiero tener tiempo que perder. Quiero hacer cosas que no sean conscientes y planificadas. Quiero no darme cuenta de que estoy perdiendo el tiempo, no perder las horas que he programado perder. Quiero improvisar. Quiero no saber qué voy a hacer mañana, y saber mañana qué ha sido del resto del día.

Quiero que tener una familia deje de ser un horizonte lejanísimo que sigue alejándose.

Quiero tener la sensación de que se me acaban los libros que leer.

Quiero terminar la novela. Quiero formar parte de un mundo que me apasione. Quiero contribuir a crear cosas que puedan leer otros. Quiero acabar la tesis, quiero tener al menos la sensación de que voy a acabarla.

Quiero salir de aquí con la cabeza alta, sintiendo que lo intenté, lo hice bien, y no era para mí.

Quiero mirarme al espejo y reconocerme.


17.6.11

¿Te acuerdas?

Hacía años que no decía tantas veces esta frase como este último mes. Desde el lado malo, de sacar a relucir cosas que ya han pasado, que no se arreglan, y que por tanto hay que dejar atrás, hasta el lado de recordarme a mí misma hace una década y pensar que igual no había que dejarlo atrás todo.

Época de cambios en todos los sentidos.

Y, curiosamente, es como si se unieran los puntos.

Porque dejo al Parador de Montañas Rusas (que siempre lo fue, porque fue una continuación encantadora, gafapasta y NickHornbyera de la Paradora de Montañas Rusas, aunque no me atreviera a llamarle así) justo cuando parece que sus consejos tenían sentido. Porque mi vida ya no son estratos geológicos. Mi vida está llena de fallas, como la de cualquiera, y por ella se cuelan lenguas de lava para bien y para mal.

De la última erupción han salido, a la vez, la Chica de los Cachorros y la Chica Líquida en un visto-y-no-visto y que han complementado el bonito conjunto que formamos Mi Media Infancia, su Chico Imantado, el Chico de Ciencias y yo. Y no paramos de mencionar que somos de pueblo, y reírnos, incluso aunque Mi Media Infancia hable de malos recuerdos.

Nos queremos mucho, nos ponemos ñoños, tomamos café, birras o lo que haga falta en muros de Facebook. Estamos. Nos obligamos a hablar. Nos damos cerveza y calor humano e incluso espacio vital.

Y nos acordamos de tantas, tantas, tantas cosas...

Ellos saben, en parte, qué es lo que había perdido. Y por eso me parece precioso que me reconozcan.

Porque no saben cuánto tiempo he tardado y qué poco hace que yo misma me reconozco.

Es probable que se haya acabado todo.

Y ahora, si hay que llorar, se llora, porque será distinto.

13.5.11

When it all went OK

Está bien. Mi nuevo lugar de trabajo va a llamarse OK. Porque casi, casi, casi se parece. Y porque realmente es algo así como elprincipiodetodolobueno. O quiero pensar que así va a ser. Que todavía quedan buenas noticias por llegar, o al menos yo las espero con energía. O al menos, no-malas.

Divagación aparte, mi nuevo trabajo es simplemente perfecto. Hoy hablaba con Megan (que no, no se llama Megan. Pero se parece. El nombre. Y ella. En versión chicadeallado, pero tiene un aire) de cuánto margen tiene todo para estropearse y seguir siendo un trabajo muy, muy, muy por encima de la media.

Si en la última entrada hablaba en abstracto, ahora puedo hablar en concreto. Han sido cuatro días tremendamente intensos pero maravillosos. Mi Jefe, que podría ser irlandés pero no, es tan ideal que en la cena que tuvimos el miércoles iba diciendo casi palabra por palabra lo que contesté yo cuando me preguntó la de RRHH qué esperaba de un jefe. Confianza. Básicamente, confianza. Haz lo que quieras pero no me engañes nunca. Tú eres responsable y eres válida: actúa como tal y todo irá bien. No sólo lo dice, claro está. Entré justo en lo que podía haber sido un fallo garrafal si hubiésemos querido convertirlo en un drama y se convirtió en un "no entiendo por qué no me llamáis y me decís las cosas. Ni que fuera a enfadarme. Estas cosas pasan. Ahora cambiamos el plan, y ya está".

Adoro a mi jefe. Hace MUCHOS jefes que no puedo decir eso. Y mira que yo soy de adorar a la gente. Pero me lo han puesto muy difícil. Y ahora, en cambio, adoro a mi jefe y a nuestros jefes. Un señor fundador, uno de los cuatro directores de la empresa, se disculpó conmigo personalmente por el fallo del martes. Por si me había causado algún trastorno. Joder, somos personas. Esto estaba empezando a parecerme inexistente en la vida real, tal como veo el panorama ahora.

El trabajo es lo mejor. Sencillamente, lo mejor. No es que los jefes molen y no te digan nada cuando vienen a hablar contigo y te encuentran jugando al Mahjong. Es que te dicen: "No, por favor, termina. Yo debería jugar más, también; no conozco lo suficiente esta plataforma". Me pagan por jugar. Y por hablar por Facebook. Lo cual no sólo es genial en sí mismo. También me deja mucho tiempo libre para otras cosas. Porque evidentemente ahora ya no me apetece gran cosa jugar cuando llego a casa. Así que igual hasta recupero la tesis. Bravo.

Las condiciones son excepcionales. En la oficina de París tenemos una nevera verde pistacho con cara de muñeco del juego (lo llamare Buh. Por ejemplo) Buh que sonríe, llena de latas de refrescos, y hasta cervezas. Una cafetera Nespresso. Y, a partir de ahí, imaginen. Porque tenemos una terraza con plantitas, un gato adoptado, dos pantallas por barba (ahora me parece tan pequeña la pantalla del portátil... Han creado un monstruo) para que podamos jugar en una y trabajar en la otra, una máquina de recreativos para hacer torneos de videojuegos antiguos, pistolas de juguete que suenan a Buzz Lightyear, desarrolladores que van a las reuniones montados en sus sillas a toda velocidad por el pasillo, directores creativos que deciden adoptar el bar que inauguraban hoy en el local de al lado y piden que les acompañes, responsables de implementación que no salen de la oficina si no les lanzas la pelota de goma, responsables de sistemas que se lanzan las cajas por la ventana del segundo, directoras de RRHH enganchadas a las magdalenas de Starbucks que no tienen llave de la oficina ni la quieren porque así entramos todos más tarde, compañeras de función que te llaman "my ice-cream buddy" y que son adictas a los frutos rojos y saben comer yogures con trozos de fruta sin cuchara, directores de arte que entran en la oficina haciendo un sprint y tienen ataques de risa cuando les ves, responsables de localización que utilizan expresiones como pesetasdedinero para referirse a los minutos de conexión que le quedan al pincho USB, testers que te llevan de cervezas y se pierden por París y que tienen amigas que podrían ser tú misma...

Además de todo esto, parece que va todo bien. Las personas que pueden acceder a las estadísticas dicen que sí, vamos. Se me acercan sorprendidos preguntando qué si yo he hecho algo para que crezca de esa forma el número de instalaciones. Se ríen cuando les contesto que claro que sí, pero que no sé qué y que intentaré averiguarlo por si podemos repetirlo.

Me entienden cuando hablo en inglés, aunque hable fatal. Les entiendo cuando hablan en francés, si hablan despacio. Acabo mandándole mails a mi jefe en inglés porque ya no sé en qué idioma pienso. Megan asegura que mi inglés es excepcional. Probablemente miente o exagera o ambas cosas porque es la única persona que conozco que es capaz de utilizar "Brilliant" dicho con entusiasmo como una estrategia cínica de autoprotección y que encima no se le note. Pero da igual. Más de una vez he dicho que si alguien ha hecho Literatura Comparada es automáticamente interesante. Y además es mi compi, así que más me vale que crea que me entiende. Porque, la verdad, con la otra no me entiendo, y quiero pensar que es el inglés. No todo es perfecto. Sólo es CASI totalmente perfecto.

Pero si no es mucho más de lo que cabe desear, que venga Ra y lo vea.

11.4.11

Más paréntesis

La Chica Mariposa llega a Madrid autoamenazándose: "Según tu planning, tendrías que matarme". Una gran estrategia; si algo funciona dentro de la psicología es sin duda la psicología inversa. Panico, sigo metiendo retrasos en mi regla de tres cursos/días, me encuentro mal, me peleo con gente que considera que tiene derecho a interferir sobre mi malestar estando en uno de los círculos más lejanos a lo que yo entiendo por centro, me paseo con el portátil, saco las mandíbulas como un depredador, me disperso, no entiendo nada, hago amagos inútiles de encerrarme.
Pero, también, soy capaz de pasear por Somosaguas, de comentar objetos de estudio, de hablar de estrategias de tesitadas a las que las exigencias les vienen por cualquier sitio menos desde la tesis, de enfadarme más con los seleccionadores de personal que conmigo, de llevar tirantes, de vestir de rosa, de terracear, de dormir ocho horas, de sentarme en un parque, de cantar a Nacho por la calle, de reírme con ganas, de hablar con gente sin volverlo drama, de tener dramas, de quejarme por la vía convocada, de ir contra mis principios porque estoy cansada para tener principios, de rechazar dos trabajos porque cuando digo no, es no; de conciliar a Mi Media Infancia con el grupo del máster, de estropear tres comidas y que en realidad me importe poco o nada, de quedarme grogui y echar microsiestas, de escabullirme, de no escabullirme, de regalarme un día libre y resignificar un "no he hecho nada".
Y, las cosas como son; hoy estoy mucho más productiva. Los fines de semana, las vacaciones, no son regalos. Son exigencias del sistema para que podamos producir en el período productivo. Así que disfrútenlos ustedes también, pequeños work-a-holics. Por el bien de su carrera, como mínimo.

27.3.11

Lo raro es quererse

Si hay algo malo, malo, malo para la autocompasión es una selección precisa de Nacho Vegas.
¿Saben lo de la profecía que se autocumple, lo de la teoría del etiquetaje? ¿Saben cuando tienen una entrevista de trabajo y todo va bien hasta que el entrevistador pone cara de que le pareces idiota y, entonces sí, empiezas a portarte como si lo fueses? ¿Saben la de esa gente que siempre habla de "sus tonterías" o "sus paranoias" cuando siente el desprecio de la gente a su alrededor? ¿Saben la de esas personas que realmente creen que tienen alguna maldición y que "con lo que hay dentro de mí no está nada mal si mañana estás aquí" y que "cómo no vas a cansarte, si de miércoles a martes ya estoy harto yo de mí"?

Pues a tomar por culo. Señores, reivindiquemos nuestros problemas, nuestras preocupaciones, nuestras ilusiones, porque no podemos dejar que la opinión que creemos que tienen los demás nos frene de sentirnos válidos, dignos. De disfrutar de lo que hacemos. De ser felices.

Y si para eso hay que cerrar la puerta a la gente a la que una vez quisimos pero que nos hace un daño atroz, pues se hace. Porque, al final, han pasado seis meses y ya sólo duele un par de veces a la semana. Supongo que a todo se acostumbra uno.

13.3.11

Bonding

Human bonding is the process of development of a close, interpersonal relationship. It most commonly takes place between family members or friends, but can also develop among groups such as sporting teams and whenever people spend time together. Bonding is a mutual, interactive process, and is different from simple liking.
[De la Wikipedia en inglés]

Sí, hay algo más allá de disfrutar de la gente o de sentirte bien con la gente y tiene que ver con el sentido de pertenencia, con el desarrollo de lazos, y con procesos interactivos. Y es tremendamente necesario.

El novio marido del Chico Samba dice que en España la gente está triste y malhumorada, que viene a ser lo mismo que dice la Chica que me Adentró en Twitter, y que viene a ser lo que demostramos y contra lo que nos peleamos la Chica de las Sonrisas y yo. Que al mismo tiempo reconocemos que hace meses que no tenemos ganas de salir. Que boicoteamos nuestras salidas. Y que retamos a la gente al avercuántotardasenirte, que como sigamos detectando gente rota vamos a tener que convertirlo en deporte nacional.

Lo triste es que los argumentos son buenos; son tan buenos que se nos van de las manos y se desarrollan ellos solos y se instituyen en coraza protectora de toda la maldad de este mundo. En la que nosotras nos reconocemos, de la que nos sentimos partícipes; que nadie crea que esto lo decimos desde ninguna atalaya. Nos reímos ante nuestros errores. Repetimos frases cínicas, estereotipos despectivos y lo que haga falta. Nos colocamos, como ya hacíamos el Chico Boscoso y yo hace ahora diez años (W-O-W) en un lugar indeterminado entre la incomprensión, la hipersensibilidad y el cinismo.

Cuando en realidad todo lo que necesitamos para dejar de ser chicas aterradas, malhumoradas y peligrosamente cínicas, para que no parezcamos las mismas que bromeábamos con vender por órganos a nuestra descendencia, es que venga un casi-desconocido, te abrace y no te apuñale. Que, por cierto: es algo que pasa todos los días.

Así que me propongo salir más. Ser más humana, más interactiva. Tocar mucho y que me toquen mucho. Y dejar de mostrar y sentir rechazo, hacia y desde dentro.

Y crear lazos con el mundo, antes de que cualquier día salga volando y no haya nada que me retenga.