Mostrando entradas con la etiqueta espirálica. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta espirálica. Mostrar todas las entradas

20.7.25

Imagination not found

El Parador de Montañas Rusas me dijo una vez que las embarazadas dejaban de soñar con las caras de sus bebés en el último trimestre de embarazo. Que por clara y definida que hubiera sido su carita imaginaria antes de eso, llegado cierto punto se bloqueaba. Que parecía un mecanismo para proteger al bebé real del rechazo por no ser el bebé imaginario.

Quizá eso es lo que hay de fondo en que ya no pueda imaginarme La Conversación. Llevo un mes entero dándole vueltas en mi cabeza y tengo seiscientos mapas y pensaba que estaba lista para al menos cuatro finales distintos pero ahora no siquiera con todo mi material en la mano consigo orientarme entre el ruido de mi cabeza.

Me digo a mí misma que no es tan importante, que solo es un trámite, y a mi cuerpo le da la risa. Todas las actividades incompatibles con la rumia a las que me entrego me resultan incómodas, aburridas o frustrantes: el canal de mi experiencia óptima solo va en una dirección, muy determinada, sin que pueda estar segura de que es un buen destino. No consigo imaginarlo y han desactivado el Street View y a lo mejor estoy a punto de tirarme por un barranco como aquel inventor del Segway, que creó su propia ocasión de muerte.

No sé a dónde voy, pero voy, voy, voy.

Ojalá las cabezas fuesen tan moldeables como nos creemos quienes paramos montañas rusas para poder tener un marco bajo el que trabajar. 

12.7.25

Miedo a volar

Es terrible cuántos "yo estaré aquí" no generan tranquilidad sino claustrofobia.

Me dedico a moverme de un lado al otro de las escenas, le robo las frases a todos esos personajillos que ahora, al parecer, soy; "ahora entiendo", luego no. Patrones aprendidos que tenemos que matar.

Mirar el calendario, mirar el reloj. Verlo todo rojo. El modo espera me paraliza a niveles incompatibles con la vida: la lavadora sin poner, el fregadero a reventar, las plantas alicaídas, "no puedo hacer na porque no se mueran". Pienso, de nuevo, en la mancha del pasillo. "Vivía en un bucle y ahora es un vaivén".

El dolor infinito, la sensación de estar de nuevo en el centro del tornado de la humillación y justo a continuación, totalmente resuelta a clavar la daga más hondo, a ver si me desangro de una vez, encontrarme al otro lado del espejo por culpa de una frase oculta.

Pensar sin parar en las agendas ocultas. "I don't find it obvious, what you want".

Y mirar mi propia agenda y pensar solo y sin parar que nos hemos perdido 6 meses del resto de nuestra vida y que, digo yo, ya está bien. Estoy cansada de mezclar las prisas con las ganas pero es que cuánto tiempo duran las ganas en el congelador.

10.7.25

"Pago el peaje con gusto"

Hoy se cumplen tres años desde que empezó mi conversación favorita.

Una vez pensé que estaba muerta y pedí espacio y como si fuera uno de mis ficus agotados de que mi inseguridad les ahogue en agua que ni quieren ni necesitan un documento de Google se fue llenando de palabras atropelladas que se convirtieron en imágenes, la plaza de Yolanda (no de Amelia, me da igual lo que digan) y unas nubes moradas y rosas y la necesidad continuada de explicarte cada proceso mental.

"Es un hábito; como todos los hábitos, se puede dejar".

Me dediqué a ignorar concienzudamente ese chat de Whatsapp donde guardaba todo lo que quería contarte, esa fue mi versión del contacto cero: aceptar tu puerta cerrada y procurar cerrar la presa que es la mía.

Hasta que se me ha echado encima la riada. 

Y ahora está llena a rabiar de hilos que se enredan en ese ovillo infinito que pensaba que íbamos a formar para siempre, de ramas que ya no crecerán porque el ficus, el puto ficus, otra vez, se ha muerto.

29.6.25

Nuestra otra línea temporal (todo lo que ya no haremos)

Este era el verano que por fin habríamos podido planear juntos, y eso era prometedor. Nunca llegamos a hablarlo pero yo tenía una lista (siempre, para casi cualquier cosa, se puede contar con que yo tengo una lista).

Íbamos a ir a la piscina tú y yo solos, no tú a ayudarme con el Niño Cascabeles; íbamos a ir paseando a tomar helados, y a recorrer la avenida a un lado y al otro; íbamos a repasar todas las fiestas del distrito, barrio por barrio; íbamos a ver atardeceres y a echarles especias; íbamos a disfrutar de tu cuarto y del mío: íbamos a encontrar una forma de ir juntos a Granada; me ibas a enseñar por fin tu tierra porque íbamos a llevar al Niño Cascabeles a la playa, aunque incluyera el concepto de familia política y pedir favores muy complicados de pedir; íbamos a acampar en algún sitio lleno de verde, a andar por el campo, a reconocer pájaros y a aprender a orientarnos, a enseñarle al Niño Cascabeles las estrellas y a aprender yo a estar a salvo fuera de los mares de hormigón donde siempre he pensado que no puede haber serpientes.

Ahora solo quedan las serpientes (escucho sus siseos).

Pero el problema principal no es este verano (eso digo ahora; habrá que verme en cuatro semanas...), son esas coladas y esas declaraciones de la renta de todos los años venideros. Es no comprar la sandwichera de Pokémon ni colgar en tu pared la lámina del museo de Ferrowhite que por fin había localizado ni encargar que traigan de Holanda esas galletas de mantequilla de lazo. Es que nunca llegaré a seguir a tus amigos en Instagram, que siempre quise profundizar en esa conversación con la Chica Insomne, escuchar abrirse en canal a la Chica Filmoteca, que me va a seguir pareciendo entrañable cada foto de tu mejor amigo con su chica y en todas las veces recordaré eso de "no le sabe llevar como tú a mí". Es que nunca te fui a recoger a la estación ni aprendimos a lidiar con las correas ni te pregunté qué fue lo que verdaderamente pasó con aquel libro. Es no comentar contigo la cuarta temporada del cocinero de bracitos ni comparar el diseño de sonido con el del juego aquel.

Me instalo sin parar (ya, ya sé que no debo) en ese otro futuro, en el que tenía que empezar el 12 de enero con mi nota llena de promesas de un 2025 de pareja normal.

Me imagino dónde vamos a elegir ir a cenar: quizá a aquel vietnamita. Me imagino yendo a ver los almendros contigo, al teatro contigo, a conciertos contigo. Construyo recuerdos en los que somos los dos cantando a gritos, y no yo cantando sola y tú con tus amigos y luego nos encontramos. Bailamos tangos y bachatas (yo aprendo a bailar, tú a dar masajes), cenamos en el cubano, tomamos vermú en el mercado; conseguimos averiguar por fin qué es esa luz verde que se ve desde Las Tetas.

En esa línea temporal los dos nos hemos sentado delante de nuestros espejos y hemos escrito, aunque fuera de oído, nuestros respectivos manuales de instrucciones. Puedo recordar perfectamente la conversación en que nos comprometimos a hacerlo, puedo imaginarnos tomando notas y poniéndolas en común. If this, then that. Dejar de generalizar patrones y particularizarlos, ser un poco más inductivos, para variar. Dejar de intentar vernos desde fuera y empezar a sintonizarnos desde dentro. "Despertarnos tristes, pero a la vez". Desarrollar protocolos de actuación y palabras de seguridad. "Me gusta mucho esto que estamos construyendo".

"Las cosas no deberían ser así de difíciles", me han dicho muchas veces estos tres años; estoy de acuerdo, pero no creo que puedan ser de otra manera para mí. Lamentablemente necesito protocolos y necesito palabras clave y necesito mucho, mucho campo de pruebas y las personas con las que puedo llegar a conectar no son muy diferentes. 

Así que cuando pienso en esa línea temporal imagino una sucesión satisfactoria y muy relajante de patrones conocidos que nos quitan, de una vez por todas, los miedos. Un checkpoint que tiene plan B y plan C para que no nos lo saltemos; porque sin habérnoslo saltado creo que aún estarías por aquí. 

Me siento como si bordase un tapiz sobre esa cuadrícula de seguridad, y repaso la línea temporal que sí compartimos en busca de todas las cuentas que quiero dejar insertas en el dibujo, sin saltarme una; y leemos a Olalla Castro y bailamos en la cocina, porque "al final nos espera una casa sin daño", y navidades sin catástrofes, y cumpleaños que solo saben dulces, sin acidez ni acritud.

Mientras tanto, tú te preguntas qué es tuyo, qué perdiste en el camino, qué olvidaste en el baúl, y yo miro mi colección de cromos donde guardo todas las respuestas y puedo decirte exactamente dónde se te hizo el agujero en la mochila y lo que cayó por él y lo que no fuiste consciente de que ibas metiendo para compensar el peso perdido; y me pongo muy triste porque soy capaz de imaginar una vida de hamburguesas, madres y fútbol mucho más de lo que soy capaz de imaginar una vida sin ti y me cuesta mucho no pensar que si me dejaras darte esa llave y pudieras abrir esa puerta terminarías teniendo muchas ganas de compartir conmigo las vistas desde esa habitación. 

Pero has suplicado que no lo haga y aunque no vaya a saber nunca si esa súplica era o no una amenaza lo que sí sé es que me toca acatarla aunque tenga que preguntarle treinta veces al día al tarot si algo ha cambiado y cuánto falta para que pueda llegar a hacerlo.

Autodestrucción

Yo ayer sentía que tenía que escribir algo pero no lo hice.

Es una habilidad que no me vendría mal practicar más a menudo, aunque ahora esté molesta porque ya no lo recuerdo.

También supe que no tenía que escribir algo, pero lo hice, porque "mamá, cuando alguien quiere algo mucho debe pelear por ello y Spider-Man no se rinde nunca". 

Ahora toca recolocar este corazón lleno de escombros ("jamás me vuelvas a llamar") y yo también sé por dónde está la salida (una de las salidas. La otra, la buena, la que iba por el lado del sol y se veían gamos a lo lejos y se te cruzaban mariposas por los ojos era la que teníamos que tomar juntos, pedazo de ingrato) pero algo dentro de mí está muy empeñado en no cogerla. 

Estoy aprendiendo a reconocer mi modus operandi: el instintivo, no el aprendido. Y sé que hay una cantidad muy grande de confusión en el hormigón que me mantiene ahogándome aquí. Sé (me obligaron a pensarlo, lo tuve que escribir; lo tengo reciente como las rozaduras de las sandalias el primer día de verano) la cantidad de gente que he perdido en mi vida sin entender qué estaba pasando.

Entonces no importaba tanto, porque eran "all the friends I do not like as much as you". 

Pero madre mía lo que me has gustado tú. 

Empiezo el último repaso a sabiendas de que va a llevarme semanas, así que lo extraigo todo: lo que necesitaré para la Paradora de Montañas Rusas del Niño Cascabeles; lo que hubiera ayudado con tu propia Paradora de Montañas Rusas, por si algún día cambias de opinión y vuelves; lo de mis patrones y mis puntos ciegos y mis agujeros negros, con la esperanza de no tener que pedirle a nadie que me pare la montaña rusa nunca más; y, en pleno bucle de incoherencia, todas las razones por las que no eras tú y todos los momentos en que pensé que lo eras.

No, no es incoherencia. Es ambivalencia. Esa es la diferencia.

Me muevo bien en la ambivalencia; mi trabajo me ha costado, pero la maternidad me enseñó a mimetizarme con ese gris que no es tal cosa sino un conjunto de manchas blancas y negras, como  habrían podido hacer Cactus y Vespa en un bosque destrozado por la revolución industrial.

Pero las incoherencias me parecen una tarea que se me encomienda expresamente, un nudo que debo desenredar. "Ordena esto y haz que entre luz". Es una cosa que lamentablemente se me da bien, y eso me ha llevado a pensar que es algo que siempre puedo hacer.

No me manejo bien en la impotencia; aunque eso no es exclusivo, creo que sí genera un nivel de sufrimiento diferente cuando tu esquema habitual es la autosuficiencia (ese mito al que algunas tenemos que agarrarnos porque la realidad fuera de la caverna es aún peor).

Estoy aquí hecha un ovillo, pensando "solo hacía falta pulsar este botón". 

Si no es capaz de enfrentarse a sus propias emociones, ¿qué te hizo pensar que iba a tener en cuenta las tuyas?

Vivir de poesía barata, falsa profundidad y psicología pop sugerida por el algoritmo de Instagram y repetirme continuamente eso de "creo que la vida contigo puede ser algo menos mundana".

Y seguir llenando la lista de cosas que ya no haremos.

Oh, mierda, eso era. Ese era el post.

23.6.25

Echar la llave

Estoy harta de leer sobre lo importante que es, cuando ya te conoces, poner nuevos limites que se ajusten mejor a tus necesidades.

Estoy harta porque es cierto, porque me va mejor desde que me guardo un día de silencio a la semana, porque he dejado de pedirme funcionar cuando voy en contra del sistema, porque claro que si no tienes que ir a contrapelo no rasca.

Pero estoy harta sobre todo porque no se puede, porque yo no puedo llegar ahora y explicar que este año no voy a poder corregir porque a mi vida le han salido subtítulos y audio descripción y es todo muy confuso pero sobre todo es muy decepcionante saber que cuando pensabas que alguien se iba a emocionar contigo de poder entender por fin esa escena en la que todo el mundo hablaba tan deprisa resulta que el patio de butacas solo dice "mucho texto" y "esto cómo se quita", y tengo muchas ganas de llorar sin parar porque eché la llave y me dije que era por mí pero no lo era, era protocolo, y ahora creo que es peor para mí y mejor para ti y no te mereces que siga desequilibrando la balanza en favor de tu paz mental cuando solo se decanta a costa de la mía.

Y yo quiero saber de ti, claro que quiero saber de ti. Y quiero que quieras saber de mí, y es por mí pero también es por ti porque francamente, querido, nada bueno salió jamás de tapar una herida que supura en vez de limpiar bien para curarla, aunque escueza.

Quiero escocerte, no voy a mentir, pero sobre todo quiero curar esta herida que no deja de sangrar por más tiempo que pase porque estoy genuinamente preocupada por su evolución llegados a este punto. Y creo (siempre lo creí) que la clave está en que estamos diseñados para curarnos el uno al otro y nos estamos empeñando en curarnos reflexiva y no recíprocamente, como si el único daño existente fuera el que viene de fuera, como si no hubiéramos demostrado ya con creces un talento considerable para hacernos daño, para alejarnos de lo que queremos, para sabotear cualquier cosa que huela aunque sea un poco a ser verdaderamente feliz.

Estoy enfadada y estoy triste y estoy desesperada y francamente no me apetece ni un poquito empezar a asumir que no vas a volver solo porque no sea seguro vivir con la puerta de par en par.

Qué más da. Hace calor, deja que entre corriente.

No sé si es romanticismo o estupidez, no sé dónde está la frontera entre ambas cosas, si es que existe (decirte alguna estupidez, por ejemplo, te quiero), pero no sé por qué el resto de mi vida tiene que empezar cuando cierre la puerta si yo la quiero abierta.

Da igual pasar página si ya te has aprendido el párrafo de memoria y vas a seguir volviendo en tu cabeza a él una y otra vez.

Me siento como un perro de presa y me duele la mandíbula de apretar el puritito aire, pero es que cómo suelto algo que no tiene sentido, "la gente no es lógica", insiste la Chica Astros, y eso lo sé y lo repito yo misma, pero cuando la gente no es lógica la gente es emocional y esto tampoco tiene sentido emocionalmente, qué clase de persona suplica que quiere una señal, la recibe y la pisotea, qué clase de persona pena porque alguien se fue y le cierra la puerta en las narices cuando llama a la puerta con una ofrenda de paz en las manos, qué hago yo ahora con mi rama de olivo, me adorno el pelo, me pongo guapa, me pongo triste, y ya no puedo abrir la puerta porque al otro lado no queda nadie y mi ofrenda y yo nos miramos la una a la otra desde la estupefacción; que no es orgullo, es peor que eso, porque si al menos fuera orgullo lo podría deshacer. 

A falta del mío quiero deshacer el tuyo, me repito que esto era lo que buscaba, la confirmación innegable de que eres como eres y no como prometes ser, la constatación de que puedo vivir con tu segundo acto pero el primero siempre es expulsarme, de que no hay hueco para mí (parar nosotros) en tu YO, de que tu dolor se arroga el resto "y no dejas aire que respirar", volví a soñar con él, qué más pruebas quiero, pero el caso es que no puedo domar esta fuerza que sigue arrastrándose convencida de que tiene aún suficiente oxigeno en los pulmones como para abrir una ventana con el codo y a continuación abofetearte para que el aire fresco te haga entrar en razón.

Puedo vivir con no ser lo que quieres pero no puedo vivir con que vayas por ahí llorando porque era todo lo que querías porque sigo siendo yo y sigo estando aquí y este enorme despropósito no tiene ni pies ni cabeza. Puedo vivir con que estés mejor sin mí pero es que no lo estás y yo, por mucho que insista y se lo repita a todo el mundo por si me lo creo, me temo que tampoco.

La última vez que estuve bien fue en diciembre porque todavía no sabía que nunca ibas a compartir mi paz conmigo. Cómo no voy a ir a ofrecértela una y otra vez, como un perro que vuelve a la estación por si su persona no está muerta.

No puede ser, no jodas. No estamos muertos. Y yo necesito poder abrazarte otra vez antes de que lo estemos.

31.5.25

Junio

Tendría que cambiar la página del calendario pero eso implicaría reconocer que ya estamos aquí.

Tiene su lado bueno. He decidido unilateralmente que mi Némesis no es 2025 sino el curso escolar 2024-2025 así que aunque vaya a colear hasta agosto estoy bastante decidida a que todo vaya mejor en cuatro semanas.

Pero qué cuatro semanas.

Tengo miedo, tengo esperanza, tengo en la cabeza reguetón viejo y a los putos monos y los intento hacer callar con Garbage pero es que lo verdaderamente radical sería quedarse. 

Quedarse dónde, me contesto yo sola. Me repito que esto va a acabar, que va a acabar de verdad, y justo pasamos el primer día de armisticio desde no sé ni cuándo y espero que sea una señal porque no me quedan fuerzas para que no lo sea.

Sale el sol, me veo reflejada en unos ojos preciosos y me gusta lo que veo por primera vez en mucho tiempo, lo que hay sin más, no lo que podría haber. Y luego me enfado porque no son tus ojos.

La ecolalia sigue hablando de locutorios con burofax interactivo y del increíble alboroto de las calles sin vigilancia. A mi pesar. Ascensores. Cómo voy a saber si eres tú, cómo vas a saber si soy yo.

Y aun así lo digo tal cual. Que creo que eres tú. Que quizá solo no era ahora.

Luego me meto en la cama y a las 5 de la mañana me abofetean por turnos el calor y la realidad: lo único que sé de ti es que seguramente tampoco puedes dormir.

29.5.25

Alicates

Sabía que no los tenías tú y aún así sabía que tenía que ver contigo; y el día que mi cabeza hizo clic y consiguió unir las dos cosas los alicates aparecieron en la caja de la maqueta que abandoné porque no quería que me diesen ganas de enseñártela, porque no quería tener ganas de continuar y montar esa biblioteca en la que iba a poder colocar mi tesis en miniatura, ese último regalo, esa traca inicial.

Yo me limitaba a contemplar la misma grieta de la pared. Alguien dijo: "Habrá que demoler". No sé cómo no lo vi llegar: era el día de la gran broma final. 

Sigo intentando encontrar el equilibrio entre concederme el inevitable deseo de que vuelvas y el esfuerzo de asumir que no vas a hacerlo y de que si lo hicieras quizá no sería para mejor.

Alimento al mismo tiempo el chat donde escribo mi diario del rencor y ese donde guardaba las cosas que quería compartir contigo cuando hablásemos pero me repito una y otra vez que no es más que un estallido de extinción.

Estoy harta de estallidos, de zonas cero, de fuegos artificiales que suenan como un mejor plan de lo que realmente son y pienso una y otra vez que la semana que viene ya es junio y que para qué vueltas al sol si no son contigo y aunque sé que los planetas no han dejado de girar ni van a hacerlo todo me deja bastante fría, como si la glaciación hubiese empezado en pleno burbujeo de esta tierra en llamas que se cuece en su propio jugo.

Resulta que se puede al mismo tiempo no dormir del calor que tienes y del frío que sientes, que no todos los malestares saben jugar a los microorganismos de fantasía y compensarse unos a otros y a veces en vez de bloquearse se amplifican y me encuentro de nuevo buscando trabajo y deseando no pasar la primera criba porque si tengo que pasar por otro mes como el último estoy genuinamente convencida de que no sobreviviría.

19.5.25

El día que quité la mancha del pasillo

Parece sencillísimo. Notas una mancha en la entrada del salón. Sabes que hay que fregar.

Pero no puedes.

Durante semanas, miras la mancha cada vez que cruzas la puerta. Y no te dices simplemente "a ver si friego". Te dices "joder, tengo que fregar de una puta vez", y entonces te recuerdas a ti misma que en este error no hay literatura.

Y pasan las semanas y cada vez que ves la mancha te repites a ti misma que eres un fracaso.

Quizá por eso mismo, no la quitas. 

Quizá te apetece acurrucarte en esa idea de fracaso.

O quizá la idea del fracaso es tan aterradora que se come todo lo demás.

Pero el caso es que cada puñetero día, durante semanas, te enfrentas varias veces a la mancha del pasillo. 

Hasta eres capaz de hablar con otras personas de lo ridículo que es tener una mancha en el pasillo a la que te sientes incapaz de enfrentarte.

Durante varias semanas, estar con otras personas significa solamente "llorar en un sitio que no sea mi casa". 

Pero un día no lloras. Cuentas lo mismo, exactamente lo mismo. Entras en bucle, igual que llevas entrando en bucle cada día desde hace semanas. Sabes que tienes que parar, igual que sabes que tienes que fregar: como si fuera una instrucción que no puedes darle a un Sim con la cola llena.

Así que vomitas las mismas palabras una y otra vez, y se mezclan con las lágrimas y los mocos y se te vuelve a despellejar la cara.

Pero un día esas mismas palabras vienen sin acompañamiento.

Y de pronto, al día siguiente, limpias la mancha del pasillo. Sigues sin fregar, pero al menos has quitado la puta mancha y piensas que a lo mejor se ha acabado todo por fin y hablas de nuevas etapas y miras tu ficus rosa y te repites, como entonces, que tu personaje de esta etapa tiene derecho a vivir.

Y entonces sí: lloras.

20.10.14

En un mundo tan pequeño (y otros síntomas terribles de nostalgia)

"Lleva mucho abandonado, así que ya no me da vergüenza", digo. Y lo digo justo después de haber empezado a sentir esa punzada de nostalgia que me hace abrir por enésima vez ese archivo de Word que creé en 2009 como si alguna vez fuera a acabarlo, y lo digo justo mientras recuerdo por qué pasaba por aquí.

A veces pasa. Hay gente que no es gente sino Delorean, y te hace saltar en el tiempo. Y que me pregunte por la Chica Calamar y me haga sonreír y "usted tiene ojos de mujer fatal", 2001; y que sea amigo de la Atómica Melancólica y situaciones bizarras y 2004; y que sea banda sonora de uno de los escasos encuentros con la Chica Truffaut, y ¿2009? ya empieza a formar parte de su naturaleza. Pero que me hiciera echar de menos ICQ, eso sí que es sorpresa.

El otro día recibí un e-mail de un especial por los 15 años de Napster. Y me acordé de la primera canción que descargué y de esa sensación alucinante al escuchar música digital. Al pensar que una calidad de sonido como esa había llegado a mi ordenador a través del teléfono. Que ahora nos parece muy normal todo, pero, ojo. Es de locos. Y pienso en Asimov describiendo la música desde el futuro, esa cosa rústica y falta de estructura que es un cuarteto de cuerda en comparación con el techno.

Y pienso en cómo me enamoré en el año 2000, con el teclado en la mano y una falta de sueño que no paraba de acumularse y horas y horas y horas de conversación con alguien que vivía a veinte minutos de casa y que estaba enamorado de la Chica Trotamundos (y quién no, es la pregunta, cómo es posible vivir sin enamorarse de ella al menos una vez en la vida).

Y pienso en 2004, y en el día en que su blog apareció naranja, y en que aún guardo la foto, igual que guardo el CD de su amiga; y pienso en lo absurdo que es que su amiga ahora sea la prima de mi amiga y, definitivamente, el mundo es un lugar diminuto.

Y pienso en cómo hablaba de ella con frases que nunca eran mías, y en cómo el Chico Escritor se enamoró de mi lengua-collage, y en cómo esas frases me hicieron llegar hasta Realove o hasta la chica que hoy, precisamente, comentaba sobre mi coneja-ewok en Facebook; esa chica que era un misterio y también la mejor amiga del dueño de la tienda frente a mi portal, siete años después.

Porque sí, el mundo es un lugar diminuto.

28.9.13

Los 30 son los nuevos 15

No recuerdo la fecha, pero recuerdo la sensación. Recuerdo repetir la dirección una y otra vez en voz alta, hasta el punto de que cuando el Chico TDCC me dio la suya sonaba como si fuera una nana. Recuerdo la sorpresa, la cantidad de gente, el miedo, la cocina, al Chico Extraordinario sembrando el caos, a la Chica Mariposa presentándose al Rey del Laboratorio, "voy a clase con tus compañeros de piso", qué difícil es conocer gente discreta en los tiempos que corren.

Recuerdo esa fiesta y recuerdo otras muchas, bicis por el pasillo, Las Grecas, personas que pasan de ser desconocidas a ser familia en unos cuantos fines de semana. Recuerdo muchos fines de semana y muchos entresemana que también lo parecían. Recuerdo esa sensación de que aquello se parecía mucho a lo que yo esperaba de una Erasmus.

Recuerdo haber pasado del biologicismo funcionalista al postestructuralismo constructivista y de integrada a apocalíptica y recuerdo cómo me agarraron de la mano bien fuerte durante todo el camino, y así era imposible tener miedo (imposible no, pero sí era imposible no vencerlo) y eso estaba bien.

Ahora nos sentamos todos en el suelo, en colchones, y la casa parece más okupa que nunca, y no será porque no hay tenido sus momentos. Ahora que ya no es la casa de nadie es más que nunca la casa de todos, y eso es bonito y produce un poco de nostalgia anticipada (y no solo anticipada, porque todos nos encontramos describiendo esos lugares con olor a humedad donde vivimos nuestros quince y dieciséis), pero está bien.

Se va a acabar el ciclo, se está acabando el ciclo, pero el ciclo que viene nos tendrá a todos dentro. A los de antes, a los nuevos. No habrá desayunos en el Pavón, igual, pero sí que seguirá habiendo Peñalaire, y cambiaremos las promesas de rastro por domingos en Legazpi, y ya no tendremos peleas teóricas sino que nos contaremos los trabajos de campo, y antes de que me dé cuenta presumiré, orgullosa, de vuestras defensas de tesis.

Durante un tiempo quería ser como vosotros. Ahora, en realidad, lo que quiero es estar con vosotros. Dejarme hacer mimos mientras me hago bolita porque no puedo con mi vida y solo soy capaz de beber zumo de piña (el lunes se acaba el verano. El tiempo de este fin de semana es otra señal, y "la vida sin resaca es bien").

Ahora la vida Nazarena es en 3D y eso es bien. Hablamos de hacer tiramisú y agujeros de taladro y es real y anidar también es bien.

Mientras tanto, hay otro 1ºB que me empieza a parecer hogar de forma peligrosa, y habitaciones llenas de gente trabajando a las 5 de la mañana y a las 10 y media que se ríen y conspiran y se preguntan. Y un miedo a no pertenecer y fiestas a las que quieroirperono. Y las inseguridades se repiten, pero hemos aprendido, con el tiempo, a reconocernos que somos pequeños y tenemos miedo, y eso nos hace grandes y valientes.

Y ahora puedo tener conversaciones maravillosas y "siempre tienes razón" y de pronto esta sobredosis de inteligencia emocional que no sé de dónde ha venido, y hablar delante de un montón de gente casi tan lista como la Chica Lagarta y preguntar por qué no nos hacemos preguntas, nos sorprendemos y escuchamos, y pienso que me gusta mucho dónde estoy y pienso que me gusta mucho cómo he llegado hasta aquí y que me gustáis mucho, todos vosotros, porque sois parte de un camino fantabuloso.

20.9.13

Get me away from here, I'm dying

Smoothies en lugar de donuts del Dunkin', Betacam en lugar de TCR, pero se mantiene lo demás.

Las chapas concentradas en una, que es suficiente porque lleva hache.

Belle and Sebastian y los problemas de expectativas.

Los sugus sorpresa.

Las rodillas de lacasitos, el jardín de mantequilla.

Las ganas de llorar que no vienen a cuento.

Sentirme viva y poliédrica hasta un nivel agotador.

Como broma ha estado bien pero han pasado 10 años. Quiero volver a 2013.

Por favor.

6.9.13

Welcome back to 2004

Porque seguimos en modo nostalgia. Porque amor es que te hable la radio y nostalgia que te hablen las marquesinas. Porque hay anuncios de Nutella que recuerdan a anuncios de Sony. Porque se me sale el corazón por la boca, de pronto. Porque todo tiene interpretaciones diferentes, porque esa historia, también, no es la que era, y ahora, de golpe, siento una enorme necesidad de disculparme.

Porque vuelvo a reconocerme en cuanto dejo los 19, llego a los 20 y empiezo a callar y me regalo una dulce libertad y vivo en un mundo de sugus y plastilina y tizas de colores. Cuando todo era naranja, que decía Comandante.

Y de pronto siento una atroz nostalgia por unos meses de los que hace poco no tenía ningún recuerdo, porque la memoria selectiva es un arma cargada de futuro.

Y encontrar un sitio donde Mi Media Infancia, Chico de Ciencias y su compañera y yo podemos plantarnos en Sevilla en diez minutos de metro es justo lo que necesitaba. Y como serranitos y aunque no beba Cruzcampo tengo ganas hasta de escuchar Bersuit.

Me sorprende todo el rato la ingente cantidad de música que devoraba, culturófaga. Citar de memoria canciones que ahora no sé ni como suenan.

Me duele un poco ser tan mayor que no crea ya en el terrorismo poético, pero de pronto vuelvo a ser yo detrás de frases desgarradoramente ingenuas.

Y me doy cuenta de que hace diez años desde que me agarré al "fácil, y bonito, y ya", y que cuando no me suelto va todo bien.

1.12.09

Valoraciones

Como con Blue, y concluimos que pensar está sobrevalorado, y que, desde luego, la verdad no te hace libre (en todo caso, un poquito más sabio y, en ese sentido, un poquito más jodido). Hablo con mi Media Infancia por teléfono y defiendo que dormir tus horas y hacer tus comidas está infravalorado: desde luego, es súper jodido ordenarte por dentro cuando no recuerdas cuándo conseguiste más de dos horas de sueño seguidas (que no es por no dormir, oigan; que es por no descansar).
A veces los propósitos de enmienda tienen que empezar por lo más chiquito: en concreto, por dormir tus horas y hacer una dieta relativamente normal. Igual es pronto para el dejar de fumar y nos vale con eso.
Frenar y enfocar no suele ser una mala teoría, siempre y cuando no veas borroso allá por donde miras, y en esas andamos. Los textos se agrupan, se mezclan, las intervenciones en clase no llegan a convertirse en pensamiento exteriorizable, y se quedan en una masa de "sistemas... expertos... conocer... no conocer... periódicos" que te da vueltas en la cabeza 20 minutos.
Decir que lo haces todo mal tampoco ayuda en nada. Joder, ¿no somos karmistas, todos? Está claro que el karma hará conmigo lo que tenga que hacer. Intentar fustigarme como medio de expiación no va a funcionar, porque no funciona nunca. De hecho, es cuando entras en un bucle de boicot, como hablaba con la Chica Asturias, y pocas cosas tienen más peligro que la frase: "no puedo hacer esto", por más sentidamente que uno la pronuncie.
Blue decía la semana pasada que ha dejado de hacer interpretaciones porque, al final, todo lo que interpretas lo haces desde tu cabeza, y puede ser perfectamente válido o perfectamente incorrecto; y por tanto, todo esfuerzo mental encaminado a crear sentido en torno a los comportamientos es inútil. Y añado: además de inútil, puede llegar a ser doloroso, incluso cuando está equivocado (otra mentira, esa de que sólo la verdad duele).
Pensar y repensar en causas y consecuencias no me va a mover del sitio en el que estoy. Hay que empezar a dar pasitos, y punto.
Y tendría narices que a estas alturas del partido, no hubiéramos aprendido a levantarnos.

18.11.09

La fuerza del grupo

Estoy en pleno proceso de cambio. En un proceso de cambio tan enorme que da miedo, da rabia, y ganas de llorar, y pataletas, e incluso un breve bosquejo de ataque de ansiedad.
Y sin embargo, bajo todo eso (quien dice bajo, dice junto a, o sobre... Tampoco es que esté la cosa muy clara), tengo una enorme ilusión y una especie de felicidad tonta, con cosquillitas en la tripa y ganas de volar.
Pregunta el Chico Escritor cuánto tiempo hacía que no hablaba con gente de mi edad, e insiste en hablar como antítesis de bailar, que es francamente lo que más hacemos nosotros (nosotros, dícese de aquello que una vez fue grupo y ahora no se sabe lo que es, pero que nos juntamos a veces).
Quizá sea simplemente eso, o quizá estoy metida de nuevo en Gran Hermano (ambos, Chico Escritor y yo, respiramos con alivio al puntualizar "un GH sin punto delictivo", porque, cuando una lo piensa, vaya cosas le han pasado). Pero el caso es que pasa. Como dice el Chico Escritor, quien diga que no tiene sentido nunca ha visto el programa. Como dice el Psicólogo, estas cosas pasan en los grupos y es la etapa más hermosa que tienen.
Y vaya si es hermosa. Vaya noche de lunes atravesando Moncloa y Argüelles y Chamberí, a paso pausado, a patadas a balón de fútbol incluso. Vaya historias y vaya ganas de abrazar mucho a alguien a quien acabas de conocer. Vaya subidón cuando puedes decirle a alguien directamente que te encanta que te coja el brazo mientras habla, porque es fantástico y con más gente así Madriz habría sido bastante menos gris.
Todo es raro, rápido, intenso. Muy rápido y demasiado intenso, en ocasiones, si consideramos de dónde vengo y dónde estoy (más noticias próximamente). Se mueve a una velocidad pasmosa y las chicas que hace tres semanas no tenían apodo ahora se convierten en puntos de referencia, a un ritmo sorprendente y trepidante y, aun así, que parece incluso sano por lo que tiene de satisfactorio.
Me siento tan feliz en algunos momentos que, como dicen en Amigas para siempre, creo que voy a explotar y repartir felicidad por todo el mundo. Y sí, digo Amigas para siempre. Porque estoy adolescente perdida, porque un grupo de jóvenes y prometedores doctorandos acabaron de botellón en Moncloa el pasado lunes, porque sueño con manifestaciones, con que otro mundo es posible, con contar cómo será ese otro mundo, y con hacerlo con ellos.
Con todos ellos.
Y con algunos ellos en particular.

23.4.09

Waiting for the moon to rise

Últimamente, Destrozaflanes casi ronda la paranoia con el tema del cambio vital. Y cada vez estoy más segura de que necesitamos más tiempo juntas. Para que ella deje de pensar y yo empiece a pensar un poco.
Compré el temario de las oposiciones y la vida tomó otro color. El otro día la Chica Plurilingüe me dijo que había visto claramente cómo mejoraba desde que me habían dado más responsabilidad. Yo no estoy del todo segura de que tenga más responsabilidad (básicamente, tengo más marrones, pero eso es una consecuencia lógica de la pérdida de una persona en el departamento), pero sí estoy segura de que ha coincidido en el tiempo la desaparición de mi jefa y mi seguridad aplastante de que quedan menos de doce meses para que cambie de trabajo. Las malas lenguas achacarán mi cambio de actitud a que ella no esté. Pero las malas lenguas son incontrolables, ¿no?
En mi cabeza, la pieza suelta ha dejado de hacer cloc-cloc y se ha recolocado en su sitio. No sé qué golpe lo ha producido, pero el otro día le decía al psicólogo que por fin entendía la virtud de ser normal. Es tan fácil que parece absurdo. Dejar de acostarse con el mundo sobre los hombros y dejar de despertarse con una tonelada sobre el pecho. Y el resto, viene solo.
Ayer eché un CV para ser redactora. Sólo pido una oportunidad para escribir sobre algo que no sea este sector que ya me huele a rancio.
A ratos, pienso en escribir un blog de cool-hunting, en regalar un diseño de escaparatismo a una cadena de perfumerías, en terminar mi novela.
Pero no arranco.
Voy a buscar una fecha significativa y se van a acabar las tontunas. No puedo seguir siete series a la vez, trabajar doce horas al día, y esperar que mi vida cambie sola. Va a haber que cambiarla concienzudamente.
Destrozaflanes, tomemos una cerveza, y cambiemos el mundo empezando por nosotras. ¿Qué te parece?

18.1.09

Postergando

Me debo a mí misma una fiesta desde mi última entrada. El caso es que soy una mujer tan liberada (por fin mi lista de To-Do's ocupa una tarjeta de visita en lugar de un folio) que salgo del psicólogo y me dan impulsos extraños de bajarme del autobús en la parada de la ex-oficina, saludar a los viejitos, y aunque me voy sin el paquete que compré a la empresa de mi primo, pues al menos me llevo un rato de buena conversación. También, he podido conocer al fin al chico del Chico Pez y sonreír hasta que me dolían las mejillas porque esté sí mola. Sigo leyendo como si no hubiera un mañana, y compatibilizo mi adicción total al Pet Society de Facebook con mis adicciones, menos totales pero aún más bochornosas, a tremendamente malas series de televisión.
Pero, no obstante, sigo a la expectativa. Al día siguiente, cierre contable. Al siguiente, auditoría externa, y solicitud de RRHH para tomar café conmigo mañana. Nervios tremendos desde entonces, y malestar consiguiente, porque creo que vuelvo a somatizar (aunque no se lo digáis a nadie, por favor. Mi nueva Psiquiatra y el Psicólogo están de acuerdo en retirarme la medicación pronto y no queremos joderla. Aunque sea colonoscopia mediante, aguantaremos). Y, por supuesto, volver a llegar tarde y recibir una bronca que aún no sé si merezco y que parece que también continuará mañana.
Lo malo de los lunes no son tanto los lunes en sí, como esta agonía parturienta de las últimas horas del domingo.
Mi Psicólogo me ha hablado de un concepto nuevo, llamado "sobrecompensación", que es bastante curioso. Si consigo defenderlo, igual me lleve a alguna parte; aunque seguramente iría más lejos evitándolo, claro. Pero eso requiere una reconstrucción total de mi autoimagen y, por tanto, hay que empezar por medidas drásticas que den resultados a corto-medio plazo. Cada vez soy más práctica en ese sentido. Las personas con bata lo llaman "proceso cognitivo-conductual". Llámenlo X, si quieren. El caso es que yo voy a terapia para encontrarme mejor, y eso, cuanto antes. No para darle más vueltas al coco de las que le daba antes.
Bastantes vueltas le doy a las cosas reales por pasar. Lo cierto es que estoy aterrorizada de cara a mañana, tan bloqueada que he pasado el finde trabajando unos ratos y abstrayéndome otros con el mismo resultado por debajo de las expectativas.
Palabra que también hay que borrar, dice el señor Psicólogo. Él considera que no se pueden tener expectativas hasta sobre el grado de euforia que uno debe sentir cuando se licencia. Pero bueno, seamos progresivos, en esto. De momento, no puedo evitarlo, quiero euforia. Y cuando ya la tenía programada para el viernes, me vienen ofreciéndome trabajo, así sin contacto previo, y colocándome una entrevista de lo más inoportuna. Lo cual estará muy bien si me despiden mañana, sin duda, pero sonará mucho peor el viernes a las 3.
Así que, señores lectores más próximos, resérvense todos los huecos del próximo findesemana. Porque, viernes, sábado, o whatever, el próximo finde llegará la venganza. Que ya toca ejecutarla en lugar de prometerla...