Mostrando entradas con la etiqueta listas. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta listas. Mostrar todas las entradas

14.12.10

Y siguiendo el hilo...

Puede que mi vida sea un poco menos naranja, pero sigue girando en espiral; lo que llegados a este punto de la línea, ha implicado una tangente que me vuelve a unir, desde algo más lejos, a mi antigua empresa. Ahora siguen "pagándome por escribir", pero en versión educativa en vez de comercial, que siempre es agradable. Así que me paso los días (por especificar lo de mi dulce esquizofrenia) escribiendo cursos sobre todo tipo de cosas, y su relación con la productividad. Y a veces me parece asqueroso, pero a veces se me olvida que ser productivo no es sólo ser productivo para tu empresa; también puedes ser productivo a pesar de tu empresa.

Hace años, mi madre me regaló una libreta que era espantosa y que tenía pretensiones de felicitación de cumpleaños, pero que decía en la portada "Ya sé que tienes mucho que estudiar..." y en la contra "... pero también queda tiempo para otras cosas". Yo, por aquello de ser coherente, me dedicaba a apuntar en ella todas mis listas de cosas-que-hacer, y al otro lado cosas-que-quiero-hacer.

Es bonito pensar todas las cosas que quería hacer y he hecho, y estimulante pensar en las que no he hecho. Es una sensación parecida a la de la mudanza, la de repasar cuáles de las que quedan pendientes tienen algún valor a día de hoy y desechar las que no vienen a cuento; y hay que poner el acento en que no es el momento, y no en que "ya se pasó".

Pero es evidente que tengo que aprovechar todos esos privilegios en los que pensaba hace un ratito para rehacer mi lista. Aplicarme todas esas cosas que escribo y que son en su inmensa mayoría tópicos pero pueden ser otra cosa. Momento pedante: ¿en qué quedan los resultados de un lugar común si se miran desde otro lugar distinto?

Saber qué es lo que me gusta y qué es lo que me aporta valor. Qué me gustaría hacer y qué hago sin que me convenza. Dónde quiero llegar y qué me lo está impidiendo. Coger mis 24 horas diarias, que no serán muchas, pero son mías, y poner ladrillitos para la vida que quiero tener.

Dejar de quejarme de la granja y de jugar a la granja. Cumplir la regla de los 2 minutos (si tardas menos de 2 minutos en hacerlo, hazlo sin dilación) para responder los correos de las personas que están lejos y quiero sentir cerquita, en lugar de aparcarlos en mi bandeja de entrada como tareas pendientes. Dejar de permitir que las personas se vuelvan tareas pendientes. Distinguir un pasatiempo de una afición, y apostar por los segundos en lugar de por los primeros. Creerme eso de que sin dormir y sin comer uno no sirve para nada y comer y dormir como debiera.

Este año he aprendido a disfrutar cuando hace bueno. A salir a la calle y alegrarme de la temperatura y del aspecto del cielo. Me parece una cosa complicadísima de hacer, honestamente. Porque aunque el cielo esté precioso puede hacer un frío de pelotas que no acompaña para irse lejísimos a hacer no sé sabe qué trámite; y aunque estemos a los grados precisos si te vas a pasar el día encerrado cumpliendo compromisos para qué sirve. Pero es mentira. Sirve. Y acompaña.

Si sé hacer eso, puedo hacer todo lo demás. El problema es que me paro a desesperarme en vez de a pensar. Y que me preocupa saberme los trucos en lugar de cómo ponerlos en práctica.

Esta tarde pensaba qué hago yo dando lecciones, y luego he pensado que he tenido la suerte de tener tiempo para pensar y poner las cosas en orden. Es una pena: la mayoría de la gente que lee mis cursos no la habrá tenido. Por eso les tengo que dar las cosas mascaditas.

Así que habrá que aprovechar el parón para masticar bien, saborear adecuadamente, y garantizarse una buena digestión de lo que quede por venir. Y a ser posible, hacerse con un buen libro de recetas.

Así que estoy rediseñando. Además de quejándome. Que una cosa no debería quitar la otra, y que es muy triste acostarse bajo la etiqueta "de uñas" cuando uno puede acostarse bajo "construyendo".

Buenas noches, personitas.

1.12.10

Volver

Poco a poco. Paso a paso.
Primero, estar a gusto. Poder dormir, ducharse. Evitar las catástrofes del tipo de lluvia de interior.
Luego, estar conectada. Despacio. Por fases. El Reader resulta abrumador y da miedo pensar en todo lo que una se pierde en dos meses sin Internet. Estado de Facebook dixit: Echo de menos los 90, cuando uno podía no tener Internet y no sentir que estaba aislado del mundo.
En el fondo, no echo de menos los 90 en absoluto. Al menos, los primeros 9 años de los 90. Las cosas como son.
Estar sola. Disfrutar del silencio y del tic-tac del reloj à la Baudelaire que a ratos es vitalista y a ratos ansiógeno, y que no quedó tan bonito como debiera, porque el máximo grado al que puedo llegar como creativa es al concepto. Production design.
Hacer listas y borrarlas cuando me sobrepasan. Posponer en términos de meses, ni siquiera de semanas.
Sonreír como una boba cuando detecto automatismos recién instalados, saborear las nuevas rutinas.
Aprender a mirar a un conflicto de frente, meterme dentro, decir NO y seguir.
Aprender que un mal día es sólo un mal día y no el principio de una mala época.
Asumir la naturaleza esquizoide que tiene mi plan vital, no aspirar a la coherencia, y aun así rechazar el posmodernismo de pleno porque ni todo vale, ni todo es construido. O igual sí, pero no me da la gana.
Pataletas y calendarios de Adviento, porque ser pequeña sienta bien.
Aspiro, sólo, a una supervivencia relativamente agradable. Lo demás, es regalado.

14.9.10

Listas (enésimo)

Las listas sirven para muchas cosas. Para demostrarle al universo que tienes Trastorno Obsesivo-Compulsivo. Para recordar cómo funcionaba el formato condicional del Excel, por si algún día tienes que volver a diseñar presupuestos. Para tener una visión global. Para que no se te olviden las cosas pequeñas con las que aderezar los días que se parecen demasiado entre sí. Para no olvidar, en general. Pero, sobre todo, sirven para tacharlas.

Personalmente, hay pocas cosas que me gusten tanto como tachar cosas de listas.

Tengo la lista de libros recomendados de la agenda del cole de cuando teníamos ¿15? años, y sigo apuntando los títulos cuando me da por leer clásicos; en esa línea, tengo la bibliografía completa del máster y la intención de sentirme tremendamente cultivada cuando la llene de S en la casilla "Leído". Tengo mi famoso Excel de organización vital, en el que estoy aprendiendo que si se puede reprogramar no hace falta poner la casilla en rojo y señalarme que la vida es lo que pasa mientras uno hace planes. Tengo ahora mismo, junto a la mesa, la lista de cosas que mirar/hacer en Internet de cuando estaba en la playa incomunicada (3 to go), la lista de asignaturas de las que espero poder matricularme en breve, la lista de la compra con lo que se quedó pendiente por el escaso surtido del Dia, y otra lista de compras para aprovecharme de la generosidad de mi madre cuando vayamos de tiendas el viernes. Tengo también listas absurdas relacionadas con mis adicciones facebookeras a los mundospersistentes (lo que he aprendido este verano, madre), y una lista de posturas de yoga por chakras para cuando acabe esta locura y pueda organizarme una horita para mí todos los días.

Pero además, arrastro desde no sé ni cuándo una lista de tareasbastanteurgentes que nunca parecen ser lo suficientemente urgentes como para emprenderlas inmediatamente, mezclada con cosasquenohagonuncaymegustaríahacer y hoy ha sido el gran día.

He tachado "perder el miedo a hacer entrevistas de trabajo", he tachado "ponerme tacones", he tachado "maquillarme de otra manera", he tachado "confirmar mi nivel de inglés" (pendiente tachar sacarme un certificado superior al que tengo, pero eso será otro día), he tachado "decir que no cuando me ofrezcan un puesto que no me interesa", he tachado "pedir cita para solucionar lo de la mandíbula", he tachado "averiguar la cobertura de mi póliza sanitaria", he tachado "enterarme del estado de mi recurso de reposición y si puedo cambiar la dirección de notificación", he tachado "solucionar matrícula" (al menos, queda pospuesto hasta la próxima semana), he tachado "ver vuelos NYC", he tachado "quedar con mi potencial director de tesis", he tachado "Releer La ética del hacker y el espíritu de la era de la información".

Y ahora me siento tan tremendamente bien que creo que me voy a hacer una lista nueva, de cosas sencillísimas, sólo para poder reproducir esta sensación mañana, y pasado, y al otro.

27.12.09

Propósitos

Pasar la noche haciendo elucubraciones totalmente abstractas y desde el desconocimiento más absoluto acerca de Foucault, Kristeva y Derrida. Todo esto, tumbada y procurando dormir. Luego una se pregunta por qué leches es insomne. Sin comentarios.
Levantarme para recoger al pequeño Kiwi. Que a la mínima, él y Vespa se peleen. Rendirme y volverme a la cama (tras separarlos).
Levantarme a las mil porque tengo una capacidad increíble para hacer de avestruz cuando tengo miedo.
Pero levantarme para tomar notas sobre mis ideas de anoche en dos documentos diferentes que algún día deberían tener 20 páginas por barba; levantarme para leer hasta la F; levantarme para volver a limpiar el salón; levantarme e incluso comer y esas cosas.
Porque, como dijo la Chica India, los últimos propósitos de 2009 hay que cumplirlos (ya que los primeros, a saber dónde andan).
Ayer le preguntaba a la Chica de las Sonrisas qué propósitos tenía para 2010. Me contestó más o menos lo mismo que ronda por mi cabeza. Si nos ponemos a hacer propósitos, acabaremos enfrentadas a un planeta dominado por los baobabs. Si no los quitas cuando son arbustos, después tiene muy mal arreglo.
Y todos tenemos más de un baobab descuidado en el cuarto de atrás de nuestro planeta.
Creo que mi baobab-que-arrancar-en-2010 va a ser la maldita procrastinación. Estoy harta de plantearme, año tras año, que quiero ser una chica sensata que piense antes de actuar; que quiero ser una chica discreta con algún tipo de filtro entre su cerebro y su lengua; que quiero ser una chica ilustrada con algún conocimiento nuevo (al menos mi objeto de aprendizaje sí que cambia de año en año); que quiero ser una chica normal que sepa relacionarse con la gente sin columpiarse de extremo a extremo.
Quizá es el momento de asumir que hay cosas que sencillamente son fallos de carácter.
Así que creo que voy a dejar mi carácter en paz, por una vez y sin que sirva de precedente. Asumir que soy una chica impulsiva y procurar, sin embargo, no sentirme culpable cuando me convierto en una chica mental, siempre con retraso; asumir que tengo demasiado miedo a no ser sincera como para pararme a pensar lo que es imprescindible que sepan los demás; asumir que sé algunas cosas, y que no están mal, y que poco a poco serán más y sin embargo también parecerán menos; y que no soy una chica normal y que, igual, eso "forma parte de mi encanto".
Y dedicar toda esa energía a cambiar las cosas que sí que pueden ser cambiadas.

21.12.09

¿Dónde está el tiempo libre?

Desde que han empezado las vacaciones, he conseguido una fiesta espectacular que me ha puesto el ritmo circadiano patas arriba, una noche de insomnio absurda por culpa de dos cafés estupendísimos (a cada uno, lo suyo), una tarde familiar, un traslado de muebles, y tener todo el despacho lleno a rabiar de cosas con las que no sé qué hacer.
Me molesta darle la razón a mi madre, pero la tiene: soy, como mi padre, una de esas personas que para ordenar, necesita desordenar primero.
La Rubia hace una lista de deberes para las vacaciones de las que mi psicólogo dice que no haga. Las mías van aún peor. Mi agenda del móvil y mi agenda física no se parecen entre sí y están llenas a morir.
Pero, al menos, empiezo a dar pasitos adelante. Supongo que dentro de diez días las cosas tendrán otro color. Desordenemos la vida para ordenarla luego, o algo así. Y sobre todo: dejemos, por dios, de hacerlo todo tres días después de lo que pensábamos. Que así no hay manera.

20.9.09

Creo que soy obsesivo-compulsiva

Cojo del bolso mi libreta premonitoria (porque, aunque me la regaló mi madre hace muchos años, es precisamente ahora cuando tiene sentido esa portada como de tarjeta de cumpleaños absurda que dice "Ya sé que tienes mucho que estudiar...", y en la contraportada: "Pero también hay tiempo para otras cosas"), y me pongo a hacer lo que me digo a mí misma que haga.
Apunto las referencias junto a la lista de "Cosas que quiero ir comprando", cortesía del nuevo catálogo verdanesco de IKEA (que, por cierto, recuerda que todos los directores de Marketing tienen un primo que es diseñador gráfico). Tacho "Déjame entrar" de la lista de "Películas que quiero ver y no tengo apuntadas en Filmaffinity". Apunto en la agenda que dentro de tres miércoles tengo que cerrar la cuenta en Caja Madrid, antes de que me cobren una tercera tarjeta de crédito que nunca tuve. Tacho dos de las doce "Tareas caseras relativamente urgentes".
Lamentablemente, no tacho nada de la lista "Cosas que quiero hacer".
Así que me pongo nerviosa, y paso a limpio las cinco hojas de notas para mi "Novela sin título que algún día debería terminar". Y me doy cuenta de lo lejos que estoy de reencontrarme como escritora, y ahora sí que estoy nerviosa.