28.11.09

Caerse en la marmita mola

Hay muy pocas cosas en este mundo que sean tan eficaces contra todo tipo de males como un concierto con el Chico del Entusiasmo. Y si el concierto es un conciertazo, como fue el de ayer (Matt & Kim y The Sounds), pues mucho mejor. Tenemos arranques de "esto es un momento histórico" (por Matt & Kim) y arranques de "quiero decir que estuve allí" cuando salimos disparados en dirección el nuevo Supersonic, pero no nos gusta el nuevo Supersonic, porque cobran 10 euros de entrada y no hay Maja que valga 10 euros de entrada con semejante estado físico (resfriados, toses preocupantemente pectorálicas, dolor de piernas general, dolor de pie izquierdo en particular).

Así que nos encontramos con el Chico Escritor y acabamos en el Búho Real, que es un sitio que a mí me da como grima, pero en el que nos lo pasamos francamente bien y hasta hablamos con la chica cuya música será mejorable, pero que me ha regalado una canción muy apropiada hace un par de semanas para acompañar mi Zahara mood.

Llegamos a apostar que si hoy estaba enferma como una perra, el Chico del Entusiasmo se haría una excursión farmacéutica para proveerme de Ilvico en cantidades industriales, pero no need. Al que deberían vender en farmacias es al propio Chico del Entusiasmo, porque me encuentro claramente mejor en todos los aspectos.

Mi padre ha pasado un rato por casa y hemos tenido una conversación bastante satisfactoria, aunque no me gustan demasiado las conversaciones que incluyen la expresión "peras al olmo". El caso es que cuando uno habla de las cosas las ve bastante más claras; y sí, tengo que apostar por mí ("y si me han puesto en el tablero..."), y sí, lo estoy haciendo. Y sí, me encuentro bien, en general.

Al menos, ahora me encuentro bien en general, y no en particular. He dejado mi estado mariposil transitorio y dejo de poner caras de boba por las esquinas. Aun así, el Becario hace cosas últimamente un tanto curiosas. Hoy, me manda un mensaje prometedor o preocupante o las dos cosas a la vez, depende de cómo se lea. Y yo pienso en esta noche y me dan unos nervios bastante tontos que no sé a dónde me llevan ni si quiero que me lleven a ningún sitio.

El caso es que miro el reloj y sigo desubicada, tengo como cuatro horas de retraso biológico con respecto al tiempo-de-reloj, y en realidad me preocupa bastante poco. O incluso menos que poco. Porque llamo al Chico Carrá (últimamente, yo también me estoy volviendo muy de llamar) y quedamos para dentro de un rato, para conocer su casa, para re-conocerle. Le he echado bastante de menos todos estos años, si me paro a pensarlo.

Y estoy feliz, en cierto sentido expectante, en cierto sentido tranquila, y pienso que ya ni siquiera necesito el baño de burbujas que me había prometido. Si uno lo repite lo suficiente, todo puede ser espectacular.

25.11.09

Wendy asomada a la ventana

Hace unos cuantos días, cuando quería pedir una orden contra mi parte oscura, ya hablé de mi capacidad de sentir cosas feas. Es curioso que 25 años después (y con tanta terapia a cuesta) no deje de sorprenderme nunca.

Le grito a Wendy que se vaya de una vez, pero ella me amenaza con hacer una casita en mi agujero negro, y devolverlo de nuevo a mi cartografía emocional. Así que me callo, amedrentada, y la dejo hacer. Y hace. Y se preocupa, porque Wendy no sabe hacer muchas cosas más. Bueno, sí. Querer mucho. En esas andamos. Querer mucho y cuidar a la gente.

Y al mismo tiempo, sentirse culpable por todo en general. Temer que con una mano estés cogiendo una mano y con la otra estés poniendo pequeñas minas antipersonas contra las que un abrazo no tiene nada que hacer.

Esta mañana tuve un rato de pensar que nada de esto era inevitable. Leí un correo que hablaba de generosidad y pensé que no había sido nada generosa. Y volví al mismo punto de esta espiral de razones y sinrazones por la que voy, ascendente y descendente, estas semanas. Y tuve que mirarme a la cara y ser a la vez el ángel y el demonio de cada uno de mis hombros. Y no recuerdo quién ganó.

Duelen los papeles sobre la mesa. Duelen las ausencias y las presencias, las palabras y los silencios. Es inevitable, por más frenesí y entusiasmo y novedad con que uno quiera salpimentarse.

Es una mierda que pasen estas cosas.

De limpieza

He descubierto un truco estupendo.
Yo, de siempre, soy niña de no tirar nada. En mi casa todavía hay un cierto cachondeo cuando después de donar unos juguetes en Navidad me pasé meses llorando por un hipopótamo es-pan-to-so que había ido a parar a la bolsa (de hecho, el año pasado me regalaron uno mucho más bonito y se llama Trauma).
Pues se acabó.
Estamos en plena fase de mudança (quieroquieroquiero aprender portugués). Porque no es sólo cambios de piso, son cambios vitales. Y todo duele tanto, que es mucho más fácil tirar.
Coges la maldita camiseta que llevas guardando desde el año 90 y no te has puesto jamás y piensas: "¿me duele más deshacerme de ella o que este sea el fin de mi vida tal y como la conocía?". La respuesta es obvia, y ya llevo dos bolsas gigantes que espero que se multipliquen por veinte de aquí a enero.
Y es que, puestas en perspectiva, las cosas cambian una barbaridad.

24.11.09

Dickensian mood

La Chica Líquida, que es una persona que parece no tener fin en cuanto a capacidad de ser interesante, convoca una fiesta para la gente del máster, y le pone esta descripción:

It was the best of times, it was the worst of times, it was the age of wisdom, it was the age of foolishness, it was the epoch of belief, it was the epoch of incredulity, it was the season of Light, it was the season of Darkness, it was the spring of hope, it was the winter of despair, we had everything before us, we had nothing before us, we were all going direct to Heaven, we were all going direct the other way- in short, the period was so far like the present period, that some of its noisiest authorities insisted on its being received, for good or for evil, in the superlative degree of comparison only.

(Charles Dickens, Tale of two cities)

Y qué cantidad de verdades como puños.

Apropiación indebida

A tontas y a locas, a las duras y a las maduras. En misa y repicando.

Llevo unos días tan esquizofrénicos en tantísimos aspectos que pierdo todos los favoritos de un navegador a otro, de un ordenador a otro. Creo que he descargado doscientas veces la documentación del Préstamo Renta Universidad, sólo para darme cuenta de que sigo sin tener mi certificado académico y mi resguardo de título, aunque los pidiera en julio.

Un poco de lo de siempre, de lo que debería ser y no es, de las listas. De coger mi libreta de listas y empezarlas desde cero, porque mi hermana ya no es la hermana que era cuando empecé la libreta, porque mis metas no son, mi vida no es.

Abrumada totalmente por mis lecturas, pienso cosas totalmente profundas mientras cruzo a toda prisa pasos de cebra camino de casa.

Madrid se hace tuya, como todas las ciudades, cuando la caminas hasta el desgaste. Una semana de Majadalejos-Madrid-Majadalejos-Mucho, mucho madriz. De recorrer La Latina como no lo he hecho cuando vivía ahí, de descubrir nuevas maneras de coger el metro en Lavapiés, de tomar un autobús para acabar en el Alcampo de Moratalaz, de apropiarme de Donoso Cortés y metérmela en un bolsillo.

Madriz es tuya cuando vas buscando el HD y encuentras tu tienda favorita, y decides que vas a mudarte mentalmente a un mundo de juguetes de hojalata, en el que no quepan ni Greimas ni Giddens ni nadie.

Aprender a estar sola con una misma.

Y detrás, el ruido, las prisas, las ganas, las obligaciones, los pequeños placeres.

Como bajar del metro en Ciudad Universitaria después de que dos chicos divertidísimos hayan tocado la canción del Tetris, y decidir que, sin duda alguna, eres demasiado feliz para encerrarte a ver una película, sea esta cual sea.

Como sacarle la lengua al miedo.

23.11.09

O quizás, en ambos...

Decía ayer el becario:

En este momento, tu mayor concentración se encuentra ya sea en un grupo del cual eres afiliada, o en un tema intelectual en el cual tienes un intenso interés. ¡O quizás en ambos! Las artes, en especial escribir y dibujar, pueden estar entre estos temas. Varios de tus amigos pueden compartir tus intereses, particularmente una mujer que vive cerca de ti, así que mantendrán interesantes discusiones durante los próximos días. ¡Diviértete!

Como suele hacer un 70% de las veces, acierta hasta límites insospechados.

La mujer que vive cerca de mí (la Chica Líquida) y yo tenemos que exponer esta tarde en condiciones totalmente nefastas.

Que dios nos pille confesadas.

22.11.09

Si eres chiquitita, y te puedes caer...

"No entiendo porque hay gente que lo tiene tan claro y yo ya no. Personas que ya saben de qué, con quién y cómo van a hacer su tesis doctoral. Gente que sabe qué becas solicitar y cuáles va a conseguir. Gente que sabe cómo va a ser su vida laboral en los próximos X años. Gente que no se plantea porqué está haciendo algo que no le gusta pero vive sin pensar mucho en ello." Rubia dixit.
A veces esta chica y yo tenemos un parecido que da miedo. Rodeadas de pequeños sociólogos superdotados, centrados, que hicieron las tontunas cuando había que hacerlas y no ahora, la "minipandi" de niñas de Ciencias de la Información pasamos miedo.
A pesar de los fantásticos consejos del Sociólogo Renegado, una no puede pasar por alto el hecho de que la presión existe, está ahí, y que el grupúsculo de "Coleccionistas de matrículas" la representan vivamente.
Mis padres insisten en que es complicadísimo hacer carrera universitaria, y en esas condiciones las comparaciones son más odiosas que nunca.
No se trata sólo de brillantez, aunque existe; ni de que encima de todo esto sean personas absolutamente entrañables a las que quieres de una forma extraña para un plazo tan breve.
Se trata de la preocupación por si esta dispersión que tenemos ahora termina por ser inherente, por si, realmente, nunca llega el college, y seguimos viendo Madrileños por el mundo y soñando despiertas mientras la gente centrada decide, hace lo que debe, y obtiene el resultado que merece.

19.11.09

Resiliencia

Ayer, la Chica Líquida me recordó un término que hace unos años me parecía una de esas palabras raras que deberíamos usar todo el tiempo (como aberrante, abigarrado... Igual es que me quedé leyendo el diccionario por la A). Me refiero a la resiliencia.
El otro día me sorprendía cuántas emociones, ideas, prácticas, proyectos, han salido en cuanto que me he dejado ser adolescente. Al final, la física va a ser la respuesta.
Y yo venga a suspenderla en el instituto. De desagradecidos está el mundo lleno.

18.11.09

La fuerza del grupo

Estoy en pleno proceso de cambio. En un proceso de cambio tan enorme que da miedo, da rabia, y ganas de llorar, y pataletas, e incluso un breve bosquejo de ataque de ansiedad.
Y sin embargo, bajo todo eso (quien dice bajo, dice junto a, o sobre... Tampoco es que esté la cosa muy clara), tengo una enorme ilusión y una especie de felicidad tonta, con cosquillitas en la tripa y ganas de volar.
Pregunta el Chico Escritor cuánto tiempo hacía que no hablaba con gente de mi edad, e insiste en hablar como antítesis de bailar, que es francamente lo que más hacemos nosotros (nosotros, dícese de aquello que una vez fue grupo y ahora no se sabe lo que es, pero que nos juntamos a veces).
Quizá sea simplemente eso, o quizá estoy metida de nuevo en Gran Hermano (ambos, Chico Escritor y yo, respiramos con alivio al puntualizar "un GH sin punto delictivo", porque, cuando una lo piensa, vaya cosas le han pasado). Pero el caso es que pasa. Como dice el Chico Escritor, quien diga que no tiene sentido nunca ha visto el programa. Como dice el Psicólogo, estas cosas pasan en los grupos y es la etapa más hermosa que tienen.
Y vaya si es hermosa. Vaya noche de lunes atravesando Moncloa y Argüelles y Chamberí, a paso pausado, a patadas a balón de fútbol incluso. Vaya historias y vaya ganas de abrazar mucho a alguien a quien acabas de conocer. Vaya subidón cuando puedes decirle a alguien directamente que te encanta que te coja el brazo mientras habla, porque es fantástico y con más gente así Madriz habría sido bastante menos gris.
Todo es raro, rápido, intenso. Muy rápido y demasiado intenso, en ocasiones, si consideramos de dónde vengo y dónde estoy (más noticias próximamente). Se mueve a una velocidad pasmosa y las chicas que hace tres semanas no tenían apodo ahora se convierten en puntos de referencia, a un ritmo sorprendente y trepidante y, aun así, que parece incluso sano por lo que tiene de satisfactorio.
Me siento tan feliz en algunos momentos que, como dicen en Amigas para siempre, creo que voy a explotar y repartir felicidad por todo el mundo. Y sí, digo Amigas para siempre. Porque estoy adolescente perdida, porque un grupo de jóvenes y prometedores doctorandos acabaron de botellón en Moncloa el pasado lunes, porque sueño con manifestaciones, con que otro mundo es posible, con contar cómo será ese otro mundo, y con hacerlo con ellos.
Con todos ellos.
Y con algunos ellos en particular.

15.11.09

Ñ

Ahora que no hago más que leer sobre identidades, incluso ha cobrado sentido eso de llamarlo a todo por la eñe (aunque Pretty in Black y yo no sé muy bien cómo decidimos utilizar esa letra y no otra, para nuestro código de honor interpersonal).

En concreto, la última Eñe es Eñe de Festival Literario, viernes y sábado (con importante escaqueo por mi parte el sábado), Círculo de Bellas Artes, y el Chico Escritor.

El Chico Escritor, al que termino mirando fijamente y diciendo que debe olvidar lo de ser escritor, porque me temo que está mejor educado que la bohemia literaria española, y empieza a parecer incompatible.

Fue una tarde curiosa, muy curiosa. Para empezar, si alguien creía (como, ingenuamente, yo misma) que la americana de pana estaba muerta y enterrada, que se olvide. Uno no puede ser un escritor-editor de prestigio sin una buena americana de pana, parece ser.

Tópicos, tópicos, tópicos. El Chico Escritor se revuelve contra los reflejos de la luna en las superficies líquidas, y yo le contesto que si los tópicos se fijan, es porque funcionan. Pero hay cosas bastante asombrosas. El hecho de que los argentinos parezcan tener la necesidad, simplemente por nacionalidad, de quedarse anclado en el realismo mágico para siempre. El de que si uno repite "a veces yo; a veces, no" durante 20 minutos no se llame cansino, sino "performance". El de que alguien aproveche su fama para presentarse a un concurso bajo seudónimo dejando claro su nombre en la segunda línea. El de que en una entrega de premios en la que una actriz está declamando los principios de los relatos ganadores, vaya la gente a tener encuentros alcoholizados al grito de "¡Cuánto tiempo!".

Si son escritores-editores, llámalo equis, llámalo eñe, ¿qué les costaría tener un poquito de respeto por su supuesto objeto de pasión? ¿Por qué la gente respeta tan poco el trabajo y el tiempo de los demás?

El Chico Escritor y yo salimos después de un concierto de Josele Santiago en el que no me destrozo un pie para los meses siguientes (todo un avance) como si nos hubiera arrollado una apisonadora. Ocho horas y media de charlas de alto nivel intelectual, de pajas mentales asociativas que te obligan a abrir todas las puertas de la cabeza, de esfuerzo por aprender caras y nombres, y, sobre todo, de un titánico intento de no partirle la cara a todos esos malditos intelectualoides que no saben usar la cultura que pretenden estar fomentando para mejorar la convivencia cívica. Hay que joderse.

Como le decía a Blue el otro día, que uno se cultive no implica que dé frutos. Nunca estuvo más claro que el viernes.

Orden de desahucio

Empecé este post la semana pasada, pero lo dejé en borradores y tengo que retomarlo ahora...

"Me gustaría saber cómo se puede controlar el lado oscuro de uno. La literatura está llena del tema del doble, el espejo, el malo maloso que se esconde tras el ciudadano modelo, así que supongo que no voy a encontrar yo, sólo con ponerme, la solución mágica a un problema que obviamente no es sólo mío.

Pero en mi caso, me enerva. Porque tengo dentro una capacidad de ilusionarme y disfrutar que podría competir mano a mano con el Chico Entusiasta, pero también tengo, si bien ya no el agujero negro, un torbellino de malas vibraciones que, empiezo a temerme, es incluso la causa de que todo ordenador que puedo llamar mío acabe haciendo cosas raras como apagarse solo.

Quiero una orden de desahucio contra mi mal humor, porque últimamente no me aguanto ni yo".

Supongo que podía haberlo publicado tal cual, el martes por la mañana, pero bueno. Ahora sigue viniendo a cuento (el ciclo de la ciclotimia).

Ayer me gradué. La gente no hacía más que darme la enhorabuena (en el mostrador de acreditación, en el stand de antiguos alumnos, en la mesa de autoridades, en el bar donde mis padres y sus amigos se reúnen cada semana desde hace treinta años), y yo me sentía completamente ajena. Yo terminé la carrera en febrero, y en julio le di la espalda a mi título y renegué de la Publicidad y las RRPP, siguiendo mi máxima de "afírmalo con vehemencia, abandónalo con ligereza", descubierta cuando dejé a medias la carrera de CAV.

Que vengan a estas alturas a darme la enhorabuena por haber acabado una carrera, cuando, además, llevo un mes y medio mosqueadísima por los trámites necesarios para conseguir acreditar "tamaño logro", me toca un pie, francamente.

Y el caso es que mientras estaba en el Auditorio y escuchaba el larguísimo pero interesante discurso de Campo Vidal, mientras oía a la representante de la promoción hablar de cómo los compañeros virtuales son un apoyo totalmente real, mientras la rectora decía que era el mejor día del curso, durante un breve momento, yo me lo creí. Seguía la letra del Gaudeamus Igitur y me emocionaba viendo subir a los titulados del Máster en Accesibilidad. Me sentí algo menos ridícula en mi minúscula chaqueta de pseudoarreglarme, incluso me sentí cerca de mis compañeros (muy especialmente de la Chica Makamo; pero es que ella es una persona tremendamente especial).

Y sin embargo, recibo mi título, y junto a él, un lote de seis posavasos diseñados por no sé qué artista catalán(a) y me enrabieto y recuerdo todo lo que he pagado por algo que no me sirve para nada, y al final ni disfruto ni leches, y cada vez que alguien sonríe, me besa, me felicita, y habla de lo importante que es ese día en mi vida, yo estoy pensando en el tiempo precioso que he perdido de empaparme de Bauman; y así, señores, no se puede ir por la vida.

9.11.09

Esto sí es lenguaje sexista

Me pone enferma esa gente de "ciudadanos y ciudadanas", "alumnos y alumnas", etc. Me revienta que se empeñen en que lo importante es que la gente diga "jueza" en lugar de que todas nuestras hijas quieran ser jueces y no se planteen que puede haber ningún problema en su vocación.
Creo que el lenguaje no-sexista es un mito de nuestro tiempo, impuesto sólo para tener nuestras cabezas ocupadas en algo que no sean alternativas realmente igualitarias para las personas.
Lo que hay que evitar no son las os y las as. Hay que evitar frases como la que encabeza este anuncio lamentable que hace que me plantee boicotear a Cola-Cao (total yo siempre fui de Nesquik).
¿Qué se supone, que las niñas querían ser princesas o enfermeras?
Puaj.

Internet es una cosa bárbara

Mis nuevos compis de clase tienden a llamarme friki con una ligereza que hace que quizá deba tomármelo en serio, pero es que cada día que pasa yo soy más fan de Internet. Un sitio que te permite localizar las pataletas políticas del Profesor Que Se Parece A Mi Ex-Suegro; las expresiones artísticas de tu Compi Performativo; la encantadora cotidianeidad de tu Compi Rubia; los quince minutos de fama del chico con el que hablaste el otro día en el Destino; que te deja hablar con tu familia cuando está lejísimos (en cuanto mi padre se vaya a Frankfurt me reconcilio con Skype); que te ahorra la cola del paro a cambio de un par de clics; que te localiza un libraco especializado en la otra punta del mundo y te lo trae a casa; que tiene al gabinete de comunicación de la Moncloa discutiendo contigo...
Por favor, esto es lo mejor que le ha pasado a la humanidad desde el Neolítico!

8.11.09

Memo: pensar demasiado las cosas es malo. Muy malo. Le damos vueltas al Asunto del Desaparecido. Tengo un arranque de pensar que todo lo que me pasa con la gente es porque niego la realidad. Entro en el baño y me doy cuenta de que me estoy boicoteando.
Para ser feliz, una de las claves es no cuestionar por qué pasan las cosas malas.
Pasan, y ya.
Igual es momento de empezar a admitir cuántas cosas malas hay que sacar con la basura.

7.11.09

Yo contra el/mi mundo

Pues sí. Nos engañaron, qué quieren que les diga. Ser mayor, por más que lo diga Grey, es más que comer chocolate, practicar el sexo, y que tus padres no te digan constantemente lo que tienes que hacer. Y todo ese plus es bastante menos apetecible.
Esta semana ha sido más interesante que los últimos meses puestos unos tras los otros. He hablado con montones de personas de cosas que realmente me preocupan y que en su inmensa mayoría sólo son intangibles. Pero el hastío, llegados a un determinado punto, claro que se puede tocar. Y en esas estamos.
Hablaba con una antigua compañera de trabajo el otro día sobre el salto cualitativo de tu capacidad financiera desde que estudias hasta que te pones a trabajar. Y cómo cualquiera diría que el salto es a la inversa. Sobre cuántas noches has salido con dos euros en el bolsillo y cuántos viajes has hecho cuando no hacías un cálculo de cuántos viajes al año te podías permitir. Y es que, madre mía, qué estúpidos nos volvemos en cuanto tenemos una nómina.
A veces parece que la estabilidad viene con lobotomía. Parejas en las que parece más fácil creer porque son menos idílicas, y en las que da asco creer.
No quiero que mi vida sea una película. Ya, ni siquiera tengo claro que quiera hacer una película. No quiero ser grande; como dice el Chico Escritor, si uno mira alrededor durante las comidas de los martes, se da cuenta de que tiene todo aquello a lo que debería aspirar.
Pero sí que me gustaría que no se limitase a los martes.
Me gustaría ser un poquito feliz todos los días. No quiero esperar a junio porque habré acabado de estudiar. No quiero esperar al viernes porque no tengo clase. No quiero esperar al martes porque comemos todos juntos. No quiero esperar dos años porque tendré un bebé.
No todos los días pueden ser buenos, pero todos los días deberían tener valor por sí mismos.
Pero, madre, qué difícil es.
Miras tu agenda llena de cosas en azul y las ves todas juntas, como si fuesen la colina-casi-montaña de Hugh Grant, y no distingues. Pero deberíamos distinguir. Porque abrazar a mi padre porque está a punto de mudarse cerca del río sin cocodrilos suena mucho mejor que "Ir a Argüelles el sábado a las dos". Y al final las cosas son bastante más lo primero que lo segundo. Mi lista de lecturas me está cambiando la forma de ver el mundo. Leer a Sherlock Holmes es un acto de rebelión. Ir esta tarde al spa es un primer paso hacia algo a lo que no tengo claro que llegue, pero a donde quiero llegar.
Quiero reírme un poquito todos los días, hacer cosas nuevas al menos una vez al mes, escuchar puntos de vista diferentes cada día en que encuentre a alguien en el metro. Quiero moverme de bar y quiero tener un sitio donde me sienta como en casa, llámese Olavide o mono o como buenamente les parezca. Quiero poder elegir mis batallas para aumentar las posibilidades de ganarlas. Quiero hacer las paces con mi cuerpo para que no se queje todo el rato en forma de enfermedades crónicas y molestas. Quiero comer mejor y dormir mejor. Quiero fumar menos. Quiero seguir leyendo tantísimo.
Y quiero querer a raudales, y recibir al menos un pequeño porcentaje de todo ese amor para reciclarlo aquí dentro.
Y ya sé qué no es fácil; pero es que la alternativa es terrorífica.

3.11.09

(des)Atención al cliente, vol. II

Creo recordar que ya dije algo por aquí del trato recibido en el call center de Vodafone. [Efectivamente, plagié una entrada de Mi mesa cojea y fue aquí]. Amigos, me quejaba de vicio.

Hace un año y medio, compraba una impresora para los "por si acaso", convencida por mi padre. Decidí comprar una HP porque mi anterior elección había sido sólo por el precio y resultó ser una impresora esquizofrénica que no reconocía sus propios cartuchos (los que venían en la caja, nada menos). Además, resultó ser una impresora para la que no encontrabas ninguna solución en la web del servicio técnico porque el producto parecía haber desaparecido del mapa.

Bueno, pues exactamente igual que con mi "confiable" HP.

Compré cartuchos nuevos para ponerla en marcha. La instalé mientras llegaban los cartuchos, y no me dejaba escanear, así que me paseé por toooodas las soluciones del "asistente de solución de problemas", las FAQ de su web, y alguna otra cosa encontrada en foros. Cambié el cable USB. Desinstalé todo y lo volví a instalar, sólo con los controladores on-line, que sí que decían estar preparados para ese error de la humanidad llamado Windows Vista.

No way.

De todas formas, al menos me serviría para imprimir.

Pues no.

Cuando llegan los cartuchos, los instalo, y el bicho se vuelve loco diciendo que los cartuchos están vacíos, que los cartuchos no corresponden con su número, y, finalmente, que no he comprado cartuchos originales (a través de la Tienda de suministros de HP, como todo el mundo sabe, compras falsificaciones de cartuchos. Ya.). En vez del hombre que susurraba a los caballos, soy la mujer que susurra a los cartuchos. Dos de dos me parece bastante preocupante para un error tan extraño.

Total, que por fin encuentro el ticket y me lanzo a la aventura. Fíjense ustedes en lo que hay que saber para seleccionar un número para contactar con HP.

Bueno, pues cuando por fin consigo encontrar mi número en la lista, y es un 902 y no un 806, sale una señora que parece estar bastante mal pagada, explicándome dónde puedo leer el acuerdo de privacidad relativo al almacén de información al que va a ir mi conversación. Luego, me dice que elija si quiero abrir un caso nuevo (pulse 1). Luego, me vuelve a salir el chorro de opciones de la columna izquierda de la tabla. Pulso 5. A continuación, tengo que averiguar si mi impresora es o no una solución casera profesional, para pulsar, finalmente, entre dudas, 4.

Entonces, una segunda señora con una voz bastante más divertida (claro, ella ya sabe que me han ganado) me da otro número de teléfono totalmente distinto.

El nuevo número de teléfono me pregunta si quiero escuchar el famoso acuerdo de confidencialidad, o ser atendida por un operador. Pulso 2. Me atiende una chica que me hace darle la vuelta a la impresora (quién será el listo que le escribe el número de serie debajo) para apuntar mi nombre, mi serial number, mi product number y el lugar de la compra, para luego remitirme aquí. Que se llama diagnóstico, pero no diagnostica nada. Te salen toooodas las opciones ya vistas anteriormente, y cuando por fin encuentras tu cacharro, tienes que volver a darle la vuelta (no sé por qué no he apuntado el SN en vez de dárselo a la chica directamente, seguramente porque no tenía manos para sujetar todo lo que había sobre la impresora), apuntar el puñetero número, y empezar de cero. Explicar en un formulario lo mismo que le has explicado a la última chica del teléfono.

Y esperar a que te llegue una confirmación automática de tu e-mail en el plazo aproximado de una hora.

Y a partir de este momento, ya no creo en el servicio postventa de ninguna marca de hardware. Ea.

Odio que me hablen cuando estoy interrumpiendo

Veo que no sé cuántos de mis amigos de Facebook se han hecho fans (¿por qué nadie le pone la s en plural y tanta gente se la pone en singular?) de una página llamada así, y da qué pensar.

Yo soy una persona molestísimamente parlanchina. De las que cogen un camino y siguen por él cuando se ha acabado. De las que disfrutan tanto discutiendo, que, por no dejar que decaiga la discusión, pueden acabar defendiendo todo tipo de barbaridades (y de pequeña quería ser sofista y dicen que eso sí es suficientemente pedante como para estudiar este máster).

No sé cuántas noches de mi vida habré podido pasar dándole vueltas a las cosas que he dicho de más. Muy poquitas (aunque alguna hay), a las cosas que se quedan sin decir.

Sin embargo, no soy capaz de frenarme. Y no me refiero a un sentido posibilista. No soy capaz, en un sentido moral, de obligarme a callar.

¿Hasta qué punto no son nuestros defectos lo que nos hacen lo que somos?

1.11.09

Empollona multidimensional

Quienquiera que tuvo la fantástica idea de ilegalizar el katovit no pensó en Bolonia.

Llegas a clase por primera vez y tus preocupaciones son si se habrá mantenido el precio de la cerveza (no), comerte una tostada grasienta para merendar ("la plancha está apagada"), si tendrás suficientes vaqueros ahora que no piensas ponerte otra cosa hasta junio (claramente tengo de menos, pero eso no se arreglará hasta las rebajas), y si sentarte en la segunda fila te condicionará y tus nuevos amigos serán unos seres extraños venidos de otro planeta (puede ser, pero por encantadores, más que otra cosa).

Luego sales de clase llorando porque eres una imbécil y tienen que venir el Chico Cósmico, tus suegros, tus padres, y el carnet de biblioteca de la Chica India a recordarte que tú siempre has querido ser Cortocircuito y que el hábito hace al bibliófago, pero eso lleva un poco más de tiempo.

El segundo día, una señora muy simpática y entrañable por su enorme parecido con mi cuñada en los meses pre-Sobrino, te explica lo que está pasando: Bolonia multiplica el número de horas de cada crédito, suponiendo un número de 15 horas por crédito de trabajo que haces por tu cuenta y riesgo, fuera de clase.

Ya, pues qué bien.

Sigo sin un carnet propio de la biblioteca (aunque estoy francamente enamorada de la Biblioteca Central de la Comunidad de Madrid), y con muchos vicios adquiridos de mi fugaz vida feliz como parada (véase todo juego de granjas de Facebook, como botón de muestra). Tengo un trabajo sin el que no puedo pagar el máster, y tengo una casa claramente dominada por una especie superior de apariencia pelusil. Tengo una coneja a la que hay que obligar a hacer ejercicio y medicar una vez al día por burra que se ponga.

Y tengo seis libros sobre la mesa, de los cuales cuatro deberían estar leídos mañana por la tarde.

Desde que empezó el máster, he leído Qué es la globalización, Ideas y creencias, La sociedad red, El poder de la identidad, Un mundo desbocado, El advenimiento de la sociedad postindustrial, El orden del discurso y La semiosfera I y aun así tengo la sensación de haberme metamorfoseado en conejo de Alicia y llegar tarde a todas partes.

Tengo una agenda construida de piezas de lego de compromiso que implican que haga montones de fines de semana que no tengo hueco para la improvisación. Y eso sí que me saca de mis casillas.

Lo que no tengo, parece ser, es el cambio de chip que uno debería tener cuando hace un máster. Dicen por ahí que debería estar recluida y haciéndome exponencialmente más sabia por fracciones de media hora, pero el caso es que yo lo que pienso es en la noche de la pegatina del Independance, en la cantidad de llamadas perdidas, en gente que ha desaparecido a la que quiero buscar, en proyectos vitales que sonaban genial hace tres semanas del tipo de producir cortometrajes, en resolver mis problemas de licencia con Adobe, en mi novela sin título, en ordenar cajones, en leer narrativa en vez de ensayo.

He cambiado como institución en mi bolso mi libreta de cosasquequierohacer por mi nueva libreta de apuntesparaunatesiskamikaze. Y el caso es que si no estuviera tan convencida de probar mi teoría, no habría pasado horas leyendo un blog de una persona a la que acabo de conocer y de la que ahora conozco su lista de objetivos de 2009 y su Hitlist de su último cumpleaños (o al revés). Y que esa persona mola mucho y que en realidad me interesan más mis compañeros que mis lecturas. Y aprender portugués y hasta pasar unos días en Somosaguas. Y leer a Bataille, que no cuenta ni sale en ningún programa, pero que hace que al Chico Que Creí El Chico Morado le salgan chiribitas por los ojos.

Decisión novísima: voy a combinar las dos libretas. Y voy a apuntar en la que realmente mola que necesito muchos apodos; porque tengo intención de hacer muchos amigos, de tomar muchas cañas en Argumosa, de descubrir cuántos puntos de vista pueden llevarte a la misma clase, de debatir sobre la quiebra de la política en España y el papel de la mujer en la sociedad brasileña. Alrededor de unas tapas, y no de una pizarra.
Quiero aprendérmelos a todos.

Ea.