Mostrando entradas con la etiqueta fobia social. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta fobia social. Mostrar todas las entradas

24.10.13

Bucles

La Chica India se curra una playlist de canciones que escucha en loop, yo me planteo que por una vez es mejor que alguien me preste un bucle ajeno que seguir alimentando los bucles propios (o ese momento en el que por mis venas circulan solo frases de Julio de la Rosa. Todo el rato. Cooonstantemente, que diría la Sobrina Fantabulosa), y no.

No, porque el problema que tienen los bucles es el origen, no el desarrollo. Me da igual cómo de amplio sea el desarrollo: de lo que estoy hartísima es de volver al mismo punto.

El Chico Extraordinario decía el otro día en la charla por Skype más reconstituyente de mi vida que está leyendo mucho, y aprendiendo, y escuchándose, y que había descubierto, gracias a una feminista de cuyo nombre no podía acordarse, de que lo que hay que hacer es dejar de estar enamorado y empezar a amar.

¿Saben esas veces en las que uno piensa que una idea ha estado ahí toda la vida de puro buena que es?

Pues eso.

Amar en vez de estar enamorada. Abrazar en vez de oler.

Ahora mismo no te quiero en mi corazón sino en mi cama.

Quiero querer mucho, pero no está(i)s en mi lista de destinatarios. Todo tiene sus limítes.

Y sé lo que hago y por qué lo hago, pero duele mucho filtrar tanto después de todo este tiempo sintiendo a manos llenas.

Sobre todo, con la música inadecuada.

En bucle.

29.9.13

Hipotermia

Lo mejor de trasnochar es que hace que las zonas horarias se reubiquen y puedo pedir consejo en tiempo real a la Chica India, y al final acabo diciéndole lo que tendría que haberme dicho a mí, lo que Reptilia me estaba diciendo a mí, y que viene a ser que hasta que la noche no se acaba una siempre puede pensar que no lo ha intentado lo suficiente, y que estoy harta de pensar que no es suficiente, así que aguanto, aguanto, aguanto hasta que tirito, hasta que termino de incubar el resfriado terrible con el que debía despertarme hoy.

Me lloran la nariz y los ojos y está bien así porque hay que cagar emociones, porque hay que cagar autodestrucción.

Tres veces estuvo a punto de sonar nuestra canción y no pudo ser, y tuvo que venir la policía a acabar con Tick tick tick boom cuando era el único momento que realmente merecía la pena, y odio a la policía y a los machirulos que me hacen sentir incómoda volviendo en minifalda a las 8 de la mañana, pero no me odio a mí, y de hecho a ti tampoco. Aunque eso último no lo acabo de entender.

Por primera vez desde que empezó todo a destrozar los diques me siento ajena, sociopatía elevada a equis, lo peor de 2004 despertado por una convocatoria. El guante no sale del bolso, no dejan de brillarme los dientes, la gente se pelea por encerrarse conmigo en otra habitación y yo solo pienso que no quiero seguir en la ardiente oscuridad.

Así que el catarro y yo nos despertamos, nos alimentamos, nos cuidamos, disfrutamos de la enésima paleta de colores que rodea San Cayetano y hacemos planes. Contigo y sin ti, porque Mi Media Infancia tiene razón, Lorena Álvarez tiene razón, y por qué iba a enfadarme si de todas formas saltar en los charcos es maravilloso, y mañana el Oráculo va a sugestionarme tanto que todas las puertas que se abren al caer las hojas van a parecerme seguras.

14.3.11

Espirales de violencia

Odiarte a ti misma. Odiar a la gente porque te odia. Odiar a la gente que no te odia porque ya te has hecho a la idea de que te odiaba (y de que te lo mereces). Odiarte por odiar a la gente que te odia y a la que no.

Torpeza social que tiende a infinito.

Hablar de círculos viciosos mola mil. Pero salir de ellos tiene que ser lo máximo.

SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS-SOS.

15.1.10

Esquizofrenia social

A veces me comporto como una persona que no se me parece. No acabo las frases. No gesticulo. Me escondo detrás de cualquiera que sea más alto que yo (podríamos haberlo dejado en cualquiera). Doy besos al aire. Miro todo el rato hacia otro lado. No me despido. Ni siquiera doy las gracias. Estoy, pero como si no estuviera. E, incluso, si me descuido, miento.
Me da rabia ser consciente del poder que ejercen los mitos (Barthesianos estamos). Gente que no tiene nada que ver contigo pero que está en tu vida por los motivos equivocados, gente que no es en sí misma, sino en relación a algo, gente que, más que personas, son personajes. Y que con toda su carga ficcional, consiguen, no obstante, que tú también te vuelvas cáscara vacía.
Pero de pronto alguien que se define a sí mismo como "british" por su rechazo general al contacto físico te pasa, trabajosamente, la mano por el hombro y dice "no te preocupes" y piensas que ser pequeña y vulnerable también tiene su punto. Bueno, serlo no. Enseñarlo, desde luego.
Y vuelves al inicio del círculo y te planteas si hay posibilidad de hacer las cosas de otra manera.
Y luego, te cansas de pensar y quedas para ver una peli de animadoras zombis, porque al final es la solución a según qué enfermedades sin cura.