28.2.10

Balance de una semana de rentreé

La vuelta al cole tiene sus cosas. Sus cosas buenas, malas, y regulares. Pero sobre todo, tiene un ritmo propio. Y últimamente no manejo bien los ritmos, las cosas como son, así que me he pasado la semana dando tumbos, haciendo amagos, y esperando un ratito de paz, de aterrizaje. Que creo que será el lunes. O igual tampoco.

Empiezo la semana de rentrée con algo que igual tendría que haber hecho antes: acompañando al Chico Escritor al rodaje de Sé lo que hicisteis. Cámaras, realizadores, gente en vaqueros, probablemente becarios precarios, sí, pero comunicólogos con trabajo, que los hay. De hecho, llevo el CV de Blue, aunque al final no tengo muy claro a quién dárselo ni cómo para que no acabe en la basura. En fin, todo lo que es relevante e incluso verdad ya lo ha contado él, así que para qué (si incluso incluye comentarios halagadores hacia mi persona). Un breve inciso para añadir que un día en el que se te caen dos mitos sexuales no puede ser del todo bueno (y el tiempo meteorológico me daba la razón), pero no obstante, fue muy divertido.

No tanto como la vuelta en sí. Porque, madre mia, que cuatrimestre nos espera. PAra abrir boca, la primera clase del martes corre a cargo de una mujer que viene recomendada nada menos que por la Chica Teatrera, pero que se convierte automáticamente en la Profesora Turrón, nombre de su perro, cuyas hazañas nos vemos por duplicado en YouTube (enlazaría, pero ya he aprendido que así es como la gente te encuentra, y no me parece una buena idea) antes de pasar al discurso de Steve Jobs en Stanford que encandiló a mi ex-rectora y del que se pasó hablando toda mi graduación. Las bocas se van abriendo. Yo igual es que he empezado el día con buen pie, pero considero que nos está dando una clase metafórica sobre qué es la web semántica. Positiva que puedo llegar a ser después de una comida fantástica con las niñas en el HD (probablemente el vino blanco onubense primero y argentino después también estuviera ayudando un poco).

Después, sin embargo, el Profesor Que Se Parece A Mi Ex-Suegro lo estropea. Empieza con una declaración de intenciones en forma de lista de asistencia, y se marca dos horas y media de clase buscando fractales en los planos de Ozu que yo, que al fin y al cabo sigo en estado de oyente, le habría agradecido que se reservase para el siguiente martes. Porque para cuando llego a Alonso Martínez, están cayendo chuzos de punta, y la Chica de las Sonrisas y yo llegamos empapadas al concierto-sorpresa al que habíamos quedado en ir. Empapadas y tardísimo, aunque nos dan bastante igual las dos cosas (tampoco es que fuesen a empezar a su hora y a estas alturas ya hemos visto que cuanto más frío coge uno, menos posibilidades hay de ponerse enfermo). Tomamos tercios a su ritmo, por lo que al poco rato estamos muertas de la risa, y parecemos unas chicas distintas a las que cenan en el Yupi los lunes, venga a hablar de cosas raras y bonitas como si no fueramos cínicas y tontas por debajo de todo lo que nos empeñamos en creer. Llamadas a la una y media de la mañana contando los brotes esquizoides del Profesor Que Se Parece a Mi Ex-Suegro, pero comentarios de "no me va a dar tiempo a conocerle". En el fondo, somos lo que somos; y somos eso que se reencuentra una vez a la semana en una noche que siempre mola. Creo que la echo muchísimo de menos, en general. Las cosas son distintas cuando ella las va comentando en tiempo real. Los ataques de entusiasmo de ahora son fantásticos, también, a su manera, pero es la rutina lo que realmente necesitaría ahora de ella para sentirme un poco menos perdida.

Que no es que la nueva rutina no mole. El miércoles, me presentaron ante el Profesor Patata (que no tuvo mejor idea que ponernos por parejas para que presentásemos a la otra persona) como "el motor extra-académico del máster". Me mola ser el motor extra-académico. Me mola resistir en la banca izquierda aunque, como dice el Profesor que Quiero que me Adopte, estemos dando clase en un búnker postnuclear en el que hace un frío de mil demonios, la acústica es un castigo, y la instalación eléctrica la hace el Chico con Nombre de Plaza antes de empezar las clases. Me mola no ser sólo extra-académica, me mola ser quien le da a la Profesora Perfecta el material para proyectar. Incluso, me mola fantasear con ir de oyente a las clases del Profesor Que Mira a La Puerta (porque ir de verdad, no, gracias). Y, aunque a las cuatro de la tarde grite lo contrario y lo compare con meterme astillas de bambú bajo las uñas, me gusta el Seminario que me roba una tarde de viernes sí y otra no.

Y, por supuesto, me chifla que cuando volvemos de la clase infame del Profesor Que Mira a La Puerta no tenga tiempo de encontrar un bar en Moncloa en el que no echen el fútbol antes de que llame la Chica Mariposa diciendo que están todos ahí o al menos a punto de llegar, me mola sentirme teen en un falso techo de Moncloa bebiendo minis de cerveza a dos euros y medio y comentando vídeos espantosos de YouTube, y me mola salir del seminario y pasar a Lavapiés a firmar la segunda hoja de asistencia. Mola rodearte de gente asqurosamente brillante, mola recordar por qué molaba el Chico Extraordinario después de una hora de conversación de las de antes, mola que sus amigos comunicólogos tengan vocación psicoanalista y que el Chico de Reyes juegue a MafiaWars, y molan las conversaciones telepáticas con el Rey del Laboratorio, y mola comentar las conversaciones no-telepáticas del otro lado de la pared, y mola perderle el miedo al agujero negro de Dos Hermanas.

Pero a veces tengo la sensación de que debería estar en algún otro sitio, con alguna otra gente, haciendo alguna otra cosa.

Como por ejemplo, saber leer las convocatorias de becas y construir en firme una vida en el extranjero que no sea una puta utopía. Para variar.

24.2.10

Porque la Chica de las Sonrisas mola mucho. Porque un concierto con cañas con ella no es un concierto con cañas un martes a secas.
Quiero ser así de feliz todo el tiempo.
Quiero no pensar en ti cuando no estoy contigo (y que venga Wikipedia a hablar de desambiguación o comoquieraquelollame).
Matrículas que cambiar, y ganas de.
El mundo, el universo, la galaxia, deberían regirse sólo por las ganas de. Porque todo lo demás será performativo, pero sobra.
Ea.

21.2.10

Caerse y fallar

De esta, igual, aprendemos a pedir. Porque cerré el documento de Word y hubo algo parecido a un mensaje de estoyaquí, pero también ha habido un catarrazo jodidamente inoportuno, así que el finde ha sido cualquier cosa menos espectacular. La gente va por ahí saltándose el doble pibón, y mi participación estelar se limita a mandar mensajes de madrugada diciendo que mi móvil está apagado o fuera de cobertura.

Bueno, y la Guía del Autoestopista Galáctico, que me parece tan fantabulosa que voy a empezarlos todos otra vez en cuanto acabe el quinto. Tengo la sensación de que si todos viésemos la vida como Douglas Adams, el mundo sería un sitio un poquito mejor. O por lo menos, mucho más risible, que ya es algo.

Al menos, quedan las visitas breves y las continuaciones a horas intempestivas. Porque hemos aprendido a no hablar ruso, pero el folclore ruso, a veces, tiene su aquel. Y porque estoy de un ñoño mareante que casi no me cae mal la versión de Grey felizmente casada (estoy enferma, oigan. Las enfermedades sin televisión no son lo mismo), que la sesión de psicoanálisis de la Chica Asturias dura el doble una vez que nuestro sentido común encarnado en Chica Rubia se va a hacer cosas de provecho, que me encuentro con la Chica Líquida y lo único que hago es agarrarla del brazo y decirle que todo lo que le está pasando es jodidamente maravilloso mientras ella intenta aterrizar.

Pero es que, insisto, la vida sería mejor si la viésemos como Adams, y Adams dice que el truco de volar es aprender a caerse, y fallar. Y estamos trabajando en ello.

18.2.10

Acercándome. No sé a dónde. Pero más cerca.

Sigo horarios aleatorios, consigo levantarme a las 9 para luego no poder escapar de una siesta de nada menos que tres horazas. Me paso la siesta discutiendo con el Rey del Laboratorio sobre la ética hacker, porque últimamente parece que si no discuto con sociólogos en sueños es como si no durmiera (bien, para variar, discutir sobre algo que he leído. ¿Simmel? ¿En serio?). Me levanto de la siesta desubicada, como suele ocurrir. Miro el calendario como si fuera un reloj. Vuelvo a contar mentalmente las horas. No, no me dan.

En realidad, sí me dan. Esta mañana he hecho una de esas cortocircuitadas por las que voy y me leo del tirón tres de los libros que llevo para leerme un mes (o dos, incluso). Elijo cosas al azar, me enamoro de Hinamen. Me enamoro tanto de Hinamen que hago un parón lleno de cafeína para seguir soñando despierta: Stanford, Berkeley. Imagino cómo serán todas esas cartas que mandaré la semana próxima.

Y es que soy una rebelde. Según me dice el Psicólogo que no hay prisa, y que no debo emigrar por las razones equivocadas, empiezo a ver el futuro aún más brillante, más apetecible. Como un escaparate de pastelería en una película de posguerra. Qué más da si las razones son equivocadas. Casi todas las cosas bonitas que me han pasado han sido consecuencia de razones equivocadas en origen. Y de decir que no voy a hacerlas, también. Soy un caso.

Un caso y una maldita drama queen. Mis mensajes se quedan cuatro horas sin contestar y me vuelvo loca. Empiezo a mirar horarios de trenes. Mando mensajes melodramáticos sobre el fin de la vida tal y como la conocíamos. Dice el Psicólogo: estar en el sitio en el que realmente estemos, hacer lo que estemos haciendo, ser conscientes y disfrutarlo. Todo un plan. Ya empezaremos mañana, si acaso.

Mañana (mañana, de viernes 19) va a ser un gran día. Se acabó esperar la cita con la doctora con cara cínica de yaséquemevasamandaralpsiquiatra alternada con la preocupación por una posible operación a 25 de marzo. Se acabó contar horas. Se acabó escribir páginas y páginas y páginas y páginas, copiar y pegar, citar autores, y cansarme de mi propia voz y de los temas que antes me volvían loca de interés, se acabaron los trabajos que se van de las manos, se acabaron las mutaciones, se acabaron el vocabulario semiótico, el espacio disfórico, la tematización, la polarización, la condensación, y todos sus amigos.

El findesemana será espectacular, y luego, veremos. De momento sólo aspiro a cerrar definitivamente un documento de Word y recibir un mensaje de yaestoyaquí. No debería ser mucho pedir.

16.2.10

El tiempo atemporal

Sábado noche. Una especie de viaje de tripi. Uno no se acostumbra a la manía de según qué ciudades sin carácter de adoptar toda fiesta que nos parezca; y así, de pronto Madriz celebra Halloween, Carnavales, y el Año Nuevo Chino, como si fuese normal. Uno de esos melting-pot que vuelven loca a la Profesora Escopeta.

El Chico del Entusiasmo dice que salimos disfrazados de "estudiantes de máster que no tienen que entregar un trabajo el lunes", y a mí me parece bien; aunque al final, mi relación amor-odio con la cafeína me aporta un bajón considerable. Me voy a casa, aguanto un rato por no despertarme cuando Blue llegue de trabajar y desvelarme.

Amanezco a las tres de la tarde, y no sé ni cómo. Por un azar bastante adecuado, si consideramos que había quedado a comer. Empiezo mi Gran Trabajo del Lunes a las 6 y media de la tarde del domingo. Me quedo bloqueada en las siete páginas, me voy a dormir. Amanezco, esta vez, a las cuatro de la tarde. Y por arte de magia, soy capaz de entregar 23 páginas a las siete y media. Inconexas, incoherentes, inconsistentes, sí. Pero al fin y al cabo, qué otra cosa podemos decir de mí misma. El caso es que son 23 páginas, y que si he sido capaz de hacerlas así, entonces cuesta bastante entender por qué hay que cambiar las malas costumbres recién adquiridas.

Últimamente me ha dado por pasar demasiado tiempo en la cama. Estamos desarrollando toda una teoría sobre cómo en la cama, en realidad, no pasa el tiempo. Podemos irnos directamente a los clásicos: "fue el ruiseñor, y no la alondra, la que hirió el fondo temeroso de tu oído". Podemos fingir que no suenan las campanadas o que no hay voces al otro lado de la puerta. Recuerdos de Najwa Nimri, en una entrevista, hablando de que no había muchas cosas que no pudieran hacerse en la cama. Empezamos a estar bastante de acuerdo. Salvo por el pequeño inconveniente de la conexión temporal con el resto del planeta.

Claro, que, en general, no estamos especialmente conectados con la temporalidad ajena. Lunes que parecen viernes, indignación ante las autoescuelas que ponen clases prácticas los sábados por la mañana, porque son martes, y ante la gente de uniforme y/o traje y maletín que llena el metro de los sábados por la mañana, porque son martes.

Salgo a cenar con la Chica de las Sonrisas, y de un minuto al siguiente los tercios parecen haberse multiplicado en nuestro torrente sanguíneo, y quiero más y canciones de los Strokes, pero ella responde que mañana trabaja. Vuelvo a pensar en lo maravilloso que es confundir los lunes con viernes. En la falta que me hacía, en general, que los lunes pudieran ser viernes.

Y es que al final, todo se trata de eso. De evadirse de lo que era la vida tal y como la conocíamos, que a veces se pone puñetera y hace que la eche de menos. No quiero echar nada de menos. Estoy tan dispuesta a no echar nada de menos, que si no es Massachussets, ya serán Leeds o Lancaster o lo que haga falta.

"En septiembre ya te arrepentirás de todo esto. Es más: en septiembre ni siquiera estarás en España para poder entregar esos trabajos". Y me conmueve que alguien se lo crea, me conmueve pensar que para algunas personas, ese soñar en extranjero aún no son palabras gastadas. Es lo bueno que tiene conocer gente todo el rato. Que algunos todavía no han tenido tiempo de cansarse. Y que, seguramente, su fe sea precisamente la que permita que antes de que empiecen a notar el aburrimiento, yo haya desaparecido. A cualquier otra parte...

8.2.10

Cuando El Becario se pone extremadamente brillante

Dice nuestro amigo: "Hoy quizás llegue una carta con buenas noticias sobre dinero. Las relaciones cálidas e inspiradoras con los demás no solo te harán feliz hoy; te inspirarán para ser creativa de alguna manera. Tus amistades te demostrarán todo su apoyo en tus esfuerzos, y esto te estimulará para concretar tus logros. Escribir es una gran promesa para ti. Ocúpate y diviértete."

Y el caso es que hoy ha llegado la tarjeta regalo (30€ para comprar en el Corte Inglés. Es una maldita lástima que El Corte Inglés cuide tan poco su librería). Que he convertido mi culebrón en un relato con notas al pie para el trabajo de Espacio Público (y la ilusión que hace poner en una nota al pie "Lamentablemente, el conductor de un camión se aseguró de que Barthes no estuviera en aquel bar, por lo que X estaba desamparado ante las limitaciones de su lenguaje", no lo sabe nadie). Que la Chica India, ante tamaña evidencia, me permitió no irme a la cama. Que la Chica Rubia es tan majísima que me ha hecho tres perdidas, una por hora, para que esta mañana no me quedase estrepitosamente dormida y perdiera toda oportunidad de imprimir el hasta-ahora-mejor-trabajo-para-el-máster.

El Becario tiene truco, y algún día lo descubriremos.

7.2.10

-ismos...

Hay veces en que te apetece ponerle monumentos a la gente. Como cuando oigo a Mi Ex decir "mira, yo esta noche dormiría contigo". Por Dios, tendríamos que ser todos así. Esa chica no sabe la suerte que tiene de tratar con alguien que dice las cosas tal como son, sin preocuparse por neologismos, eufemismos, y demás.

O como cuando leo Fragmentos de un discurso amoroso, de Barthes; y es que empiezo a pensar que este tío no tiene libros malos. A cambio, ha arruinado el aspecto kamikaze de mi trabajo; ahora, incluso Cuando X encontró a Y parece pertinente en relación con el temario. Nada es perfecto, I guess.

He perdido un espíritu kamikaze a cambio de una base teórica, exactamente igual que he perdido cuatro años de relación a cambio de dos abrazos y muchas, muchas ganas de retomarla.

Y vale la pena.

6.2.10

Mensajes de mejor mañana, mensajes a destiempo, mensajes de llego-tarde...
Y montones de mensajes equívocos.
Palabras de más, muchas palabras de más (es lo que tiene la cerveza cuando es tan barata), algunas palabras de menos, y finalmente, nuevos mensajes que sustituyen las palabras de menos por más palabras de más.
Qué pasaría si hablásemos menos de lo que no importa y un poco más de lo que sí que nos importa.
Probablemente, la cerveza sería algo mucho menos necesario.
En cualquier caso, está siendo un finde raro. Y lo que queda no parece que vaya a ser más sencillo.

5.2.10

¿Dónde está mi botón de reset?

El mundo está lleno de mecanismos de defensa casi gratuitos, pero, claro, con defectos. Como por ejemplo, el Lujo ibérico como manera de darle la vuelta a la tristeza y convertirla en rabia. Como dice House, "la decepción es la ira de los cobardes". Te pones la careta de valiente, gritas un par de veces que "los hay cabrones y cobardes" y que "mucho talante y mu' poco talento", y ya no estás triste. Lo que tienes es ganas de quemar contenedores y patear papeleras, eso sí. Que tampoco estoy muy segura de que sea una solución, pero menos da una piedra.

Juego con mi estado de ánimo como si fuese plastilina, pero al final, la mierda queda debajo. Y por más zolpidem que quiera tomar uno, ni siquiera los hipnóticos te libran de soñar con toda esa porquería que has barrido bajo la alfombra.

Y soñar es una mierda, ya lo dice el Chico Escritor.

He intentado quedarme en casa, considerar que las cosas no son urgentes, sino importantes, dar pasitos. Pero, francamente, estar en casa no me sienta bien. Todo se andará, pero, de momento, mi casa me resulta un Gran Monumento A La Ausencia.

Llevo unos días insoportable y pasar tanto tiempo conmigo misma no ayuda en absoluto por más ficción que queramos meterle al contexto (vaya chute de series atrasadas me he metido...). Desgraciadamente, el mero hecho de ver series también está conectado a él.

Argh. Malditas rutinas, malditas costumbres.

Blue es un solete que trae chocolate y pringles para pasar los malos tragos, pero, claro, mi estómago ha decidido que si no coopero, él tampoco, así que estamos otra vez sin hablarnos. Al menos esto sirve para concluir que, efectivamente, sólo es psicosomático y que no tiene por qué haber una operación el 25 de marzo, a pesar de mi afición a inventar Leyes Generales de la Existencia con dos coincidencias de nada.

Hace unos días, me despertaron justo antes de que destrozase el universo (efectos secundarios de leer demasiado a Douglas Adams). Me dan ganas de dormir días y días hasta reencontrarme con ese sueño sin acabar, disparar el maldito trasto, ver cómo todo se hace pedazos, disolverme en un agujero negro, y luego ya, si acaso, despertarme y hacer vida normal.

Porque hay que hacer algo con toda esta energía negativa; algo, a ser posible, que no sea pasársela a mi ordenador para que después de mes y medio en el servicio de reparaciones, vuelva a apagarse cuando yo tengo ganas de gritar.
He añadido más cosas a la bolsa que tengo que darte. He borrado tu rastro de la margarita de la entrada. Cada vez un poco más lejos.
Cada vez te echo un poco más de menos. Estoy deseando que se acabe la nostalgia para poder volver a verte, echarnos unas risas, hablar de la vida a partir de ahora. Pero se hace largo, ¿sabes?
Cuando se acaba el escándalo, detrás de todo, queda tu hueco.

1.2.10

Terror in the mind of the little orange man

Llevamos semanas jugando con el calendario. Los lunes son los nuevos jueves, los martes son los nuevos viernes... antes o después, los jueves tenían que ser los nuevos lunes, los viernes los nuevos domingos, y así.

El findesemana me ha sido vilmente arrebatado por mi antes defendida inconsciencia permanente. Ha sido un fenómeno la mar de curioso, este de preparar mi examen de mañana.

El viernes era un examen facilón. Ni siquiera un examen; como dice el profesor, "el experimento de venir todos a escribir un ensayo sobre el mismo tema a la vez". Desde mi exceso de autoconfianza, el mayor problema que tenía el experimento en cuestión era que había que escribir un ensayo A MANO. Mi letra manuscrita es una especie de expresión demoníaca de la parte de mi carácter que menos me gusta. Hoy Mi Media Infancia hablaba de grafología en su blog. A mí la grafología me parece una "ciencia" peligrosa porque, si la sigo, podemos concluir que soy una persona insegura, retorcida, complicada, encerrada en sí misma, obsesionada con el sexo, con serios problemas de relación materno-filial y una autoimagen a medio construir. Es decir: lo mismo que dicen tres años de terapia, pero en barato y sin recetas mágicas.

Con esto se pueden hacer una idea de lo que puede ser leer un examen mío. Una tortura que, afortunadamente, suele tener pocas páginas.

Leí el programa, y me quedé satisfecha con la frase de que se valoraría especialmente la capacidad de síntesis y argumentación. Voy bien de ambas cosas, así que a volar.

De pronto, me dio por caer en la cuenta de que el famoso ensayo síncrono y copresente tenía un problema adicional. El título nos lo da él. El título que él puso como ejemplo en clase era algo así como "La creación de la identidad en el contexto de la post-secularización".

Oh, mierda.

Como comentaba con Blue, hace años que no hago un examen. Terminé la carrera en febrero, pero he pasado tres años maravillosos en un centro de estudios que cree en la evaluación continua. Con lo que mi hábito de estudio se resume en: documentación-asimilación-creaciónorientadaalapráctica. Ya no sé estudiar para un examen. Ya no sé cómo reacciona uno cuando le hacen una pregunta y le pidan que demuestre lo que ha aprendido.

Y por eso, yo me había quedado tan ancha con mi estupenda asimilación de aquello de "Del individuo a la masa", que era la parte que me molaba. Pero creer que la importancia de los temas es proporcional al interés que sientes por ellos no tiene sentido en la única asignatura que no impone trabajos de "tema, formato y extensión libres pero razonables". Al intentar componer una visión global del programa, resulta que me había quedado en el 40% del temario. Ataque de pánico #1.

Esa noche, soñé que discutía con alguien sobre Sloterdijk. Nada nuevo, eso de discutir sobre autores en sueños. Un poco preocupante despertarse preguntándose quién será ese Sloterdijk. Un mucho preocupante descubrir que es uno de los autores de ese 40% que daba por asimilado. Ataque de pánico #2, con consiguiente cancelación del plan de peli, palomitas, y apoyo moral al convaleciente Chico Escritor. Afortunadamente, el Chico del Entusiasmo da grandes consejos. Entre otros, el de "lo primero que tienes que hacer ahora es tranquilizarte".

Entonces, sucedió un milagro. Una cosa así de pequeña me transportó a una dimensión espaciotemporal con textura de algodón de azúcar y olor a piruleta de corazón con regaliz rojo. Después de eso, una maratón de siete horas de estudio se hace sin que la sonrisa desaparezca de la boca. Perdonen el momento patrocinado, pero, francamente, merece la pena.

Eso sí: los milagros no duran para siempre. Hoy, tercer día del monotemático "Identidades y Creencias", he hecho dos descubrimientos. El primero, que si hubiese leído desde el principio el artículo de mi profesor que tuvo a bien dejarnos en copistería, me habría ahorrado muchas de esas siete horas. Todas las de localizar documentación accesible sobre la postura de Habermas, para empezar. Ganas de gritar. Se me congela el grito con el segundo descubrimiento.

¿Siempre he tenido todas estas fotocopias de esta asignatura en casa?

Tengo unas ganas enormes de abofetearme. He leído toneladas de libros, artículos, páginas, este cuatrimestre. ¿Cómo narices es posible que no se me haya ocurrido leerme unas fotocopias para la única asignatura de la que tengo examen?

Así que aquí estamos. A 15 horas y media del comienzo del experimento, reafirmándonos en que estudiar la religión en España es traicionar la mirada cosmopolita en un ejercicio de nacionalismo metodológico, porque si lo decimos así en vez de "el último tema se lo va a mirar su puta madre", parece que hemos aprendido algo.

En realidad, creo que he aprendido algo sobre todos estos temas. Al menos, confío en ello. Lo que desde luego he aprendido, es cómo no preparar un examen.

Así que, con los deberes hechos, aunque sea de aquella manera, me voy a dormir con El restaurante del fin del mundo, que es lo único bueno que ha pasado este findesemana, a soñar despierta con que mañana los lunes vuelvan a ser los nuevos viernes y la vida se parezca más a algo que yo sepa controlar.