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30.8.17

Vuelta al cole

No sé si las vacaciones pueden valorarse en número de cervezas, de kilómetros, de horas de sueño. Quizá deberían valorarse en sonrisas, y el Chico Wookie asegura que sonrío muy poco últimamente. Eso me preocupa, la verdad.
Seguramente tiene mucho que ver con lo que Mi Media Infancia ha bautizado como vida sin sal. Yo también estoy harta de horas sin aliñar.
No sé si crecer era esto. Dejar de sumar horas de conciertos y volver a sumar horas de parque; como a los 16, pero esta vez mirando el reloj.
Es graciosa esa sensación que una tiene de pequeña de que a los adultos nadie les dice lo que tienen que hacer y que son muy bobos porque nunca hacen lo que les apetece. Graciosa, sobre todo, por lo que tiene de cierta, pero también por lo complicado que es recuperarla cuando una ya tiene dentro ese tengoquétengoquétengoqué tan difícil de desprogramar.
He leído que un pueblo alemán ha decidido construir la vida en torno a los biorritmos en lugar de seguir trabajando al revés, y me parece un gran plan. Ojalá ser ya Presidenta Princesa y poder romper de una vez todos los relojes. Mientras tanto, me tocan seis meses de irónica sumisión; todo como último coletazo antes de saber si debo asumir que viviré eternamente con jet-lag, como aseguran por ahí.
Volviendo a las vacaciones, lo que sí tengo claro es que por una vez en muchos años he desconectado de verdad. Tanto, que este año me he puesto enferma al volver en lugar de al irme. Así que, sin duda alguna, han sido unas excelentes vacaciones.
Mi cerebro ha entrado ya en modo vuelta al cole. Ayer soñé (dos veces) que estaba en plena mudanza y que debía volver a tirar todos los objetos de los que me he deshecho desde que era pequeña. Aquellas interminables limpiezas de buhardilla parecen seguir marcadas en mi subconsciente como banderín de llegada a la meta: el final de verano.
Vuelta al cole, en fin. Con mucho proyecto sobre la mesa, muchos planes sin definir, y una cierta sensación de que el uniforme escolar me queda grande que no ha desaparecido en estas semanas.
A cambio, parece que el cansancio sí se ha mitigado, y por una vez no me importa tanto hacer las cosas bien como no desfallecer en el intento. Como propósito no esta mal, desde luego.
No desfallecer.
Echar sal.
Dejar que la rutina me meza en lugar de atarme.
Mirar hacia delante pero no dejarme encandilar por el horizonte, que siempre es inalcanzable.
El siguiente paso es mucho más importante que el último.
Feliz septiembre.

27.4.17

Terrorismo

Lo terrible del terrorismo no son los ataques, sino el efecto que estos tienen en los intervalos "de paz". Cómo el control se extiende en el tiempo durante plazos insosteniblemente largos. Tan largos que llega un momento en que ni siquiera eres consciente de que tienes miedo.
Yo no tenía ni idea de que siguiera teniendo miedo, tantísimo miedo. Mal sabor de boca sí, claro; una referencia en clase de autodefensa que te hace tener que salir a fumarte un cigarro mirando al vacío por no mirarte dentro; un nombre gritado en la plaza que te retuerce el esófago como si fueras a vomitar; una tristeza sorda, generalizada, al ver algunos nombres en el feed de Facebook. Y sí, algo de prudencia, creía yo; la incapacidad de respirar al tener un desacuerdo en la cama, el recelo ante los "y si...", las pesadillas que te recuerdan que nunca más.
Pero no este miedo atroz con el que ahora sí conecto. Esas palabras retorciéndose para hacer eco en todas mis esquinas, "tú no sirves para novia".
Y ahora me despierto con el silbido de una de mis canciones favoritas, y bailo en la cocina, y celebro el cepillo de dientes de más, y quiero vaciar los cajones, y de pronto tengo unas ganas inmensas de llorar como si aún estuviera peleando por un hueco en aquella casa en la que no quería vivir. Y hablo en plural y hago planes en singular porque no hace falta usar los tiempos verbales ni los pronombres como cuchillas, porque todo es fácil y bonito y ya, y hago y hacemos indistintamente; y tengo unas ganas inmensas de llorar como si aún tuviera que hacer cuentas con la agenda para rendir cuentas sobre cuándo, cuánto y quién. Y pongo lavadoras y friegan el suelo y los cuidados salen solos y tengo ganas de llorar como si aún tuviera que explicar que el problema de los supermercados es mío y es de siempre y saber que nunca me creen. Y escucho canciones propias y ajenas y planeamos conciertos y tengo ganas de llorar como si aún tuviera que estar a la altura de un listón que no para de subir mientras no me dejan pasar ni por encima ni por debajo y mucho menos tocarlo. Y hablo sin parar y escucho sin parar y tengo ganas de llorar como si aún estuviera saltando a la comba en un campo minado en el que en cualquier momento va a empezar otra vez esa maratón de reproches y tuviera que negar mi vida tres veces antes de cantar el gallo.
Y tengo ganas de llorar porque me doy cuenta de que no creía que esto fuera posible, de que me había roto, de que me quedé donde me dejaron, "mis ex están todas locas", conversaciones infinitas por Messenger porque no te pueden romper el corazón sin tocarlo siquiera, poner kilómetros por no poner límites.
Y tengo ganas de llorar porque soy asquerosamente feliz y algo dentro de mí ha seguido pensando todos estos años que no me lo merecía.
Y joder si me lo merezco.

17.11.15

Efefeseiseiscerocero

Cuando mi madre estaba embarazada, el médico aseguró que sería niño. Mi madre no quería juguetes, ropa, objetos rosiazules. Mis cosas, por tanto, eran naranjas, verdes o amarillas. Me movían en un carrito naranja que hacía que todas las miradas se parasen. Nadie había visto un carrito de colores. ¿Cómo es posible que los carritos sean lo único que es para niños pero sin color?

Un vídeo de mi segundo cumpleaños. "Jota, A, jajaja". Un vestido lleno de vasos de zumo de naranja, "umo jaja". El pitido de un teclado pulsado con maldad. "¿Qué haces? ¿Estás haciendo enfadar al ordenador?"

Primero de carrera, Biblioteca de Arquitectura. Alguien, seguramente el Chico Carrá, se había empeñado en enseñarme un libro enorme de teoría del color. Ahí descubrí que mi amor por la química había contagiado a mi amor por los colores. ¿Naranja cromo, o naranja cadmio?

Madriz, año cero. El vacío, la ciudad gris. Tizas de colores en el bolso para intentar humanizar un búnker en el que me sentía mucho más vacía, ahora que sabía lo llena que se puede llegar a estar. Podréis borrar mis palabras, pero no su eco. El eco no fue suficiente. "¿Hay algo que te preocupe?"

Ella. El sentido a las horas aprendiendo HTML en las sesiones de estudio entre exámenes. El 2.0 metiéndosenos dentro, cambiándonos la vida, alejándonos y acercándonos. Su blog, convertido en homenaje, fingiendo haber sido cubierto por una mano de pintura. "Pierrot sonreirá tantas veces como leas esta frase". Nunca creí que fuera por mí. Quizás no lo fue, no del todo. "¿En serio escribes tu diario en Internet?"

"Cualquier trabajo es mejor que uno de oficina". Mi padre pidiéndome que al menos fuera a la entrevista. Aquellos homónimos dando por hecho desde el principio que ya era una pieza. Los preciosos zapatos de la Chica del Fondo de Armario. El punto naranja que se convirtió en una bola naranja entre tres. El primer color corporativo de muchos. "¿Eliges las empresas a propósito para que siempre sean naranjas?"

Una idea en pleno fin de máster, cuando menos creía en mí. Unos pasos tímidos que deshacía enseguida, continuamente. La voluntad de construir como hilo conductor. Así, sí; así tendría sentido. Los arrebatos de esperanza. Y, de pronto, la explosión, el noslanzamos, el vaaserahora. Y luego el miedo que precede al salto. Y saltar. "¿Entonces, lo ves bien? ¿Salimos mañana?"

El Señor de los Animalicos dice que tenemos que hablar del naranja. Cómo vamos a hablar del naranja. Podemos discutir el matiz, el haber cogido el tono con el nombre más aburrido de su gama. Pero no el naranja. ¿Cómo iba a tener otro color mi primer proyecto propio...?

30.10.15

El día en que cerraron nuestros veintitantos

Y nuestro bar cerró, hace tiempo que cerró.
En su momento nos dio igual y ahora también
si no fuera porque han pasado los años
y ahora han puesto un Starbucks
y nos da tanta rabia que parece nostalgia.

(...)
Y al final, si llegamos al final,
pues muy bien y después, dentro de 10 años más,
nos entrará nostalgia, que es lo que pasa siempre,
y alguien se inventará una historia diferente.

(...)
Acordarnos, lo que sea por acordarnos,
haz un esfuerzo y ayúdanos.
Siempre estabas en la barra,
haz memoria y a ver qué sacas.
(Acordarnos - Astrud)

Hoy cierra el Colonial. Cierra el bar que puso espacio a casi todas las cosas que transcurrían virtualmente en mi blog. Cierra una era. Cierra mi postadolescencia. Se cierra el círculo, aunque ahora le haya cogido un miedo atroz a esa expresión.

Y hace ya diez años, así que no tengo que esperar para sentir nostalgia, para inventar una historia diferente, para que odie pensar que habrá, en su lugar, otra cosa. Que aunque quede al lado su versión 2.0, que, como nosotros, es más adulta y más de comer que de beber (quién lo iba a decir), en Ruiz, 20 no estará esa cancela negra que me hacía sentir más alta cuando la traspasaba.

Me acuerdo infinito de pronto del Chico Escritor y me da un vértigo increíble pensar que es posible que haga más de un año que no se me pasa siquiera por la cabeza. Me da vértigo pensar que la Chica India se haya convertido en Mi Persona en estos diez años y que seis de ellos los haya pasado en Nueva York. Me da vértigo pensar en que el Oscuro Puntual pronto será escolta de mucha más gente; me da vértigo pensar que mi otro escolta personal tenga ya tres hijos. Me dan vértigo todas las familias que se formaron desde entonces.  Me da vértigo pensar cuánto tiempo hace que no sé qué ha sido de la Chica Formal, o, peor aún, de la Chica Úbeda. Me da vértigo pensar que hace diez años que me obsesioné con el Chico Hipermagnético y que aún no he superado la anulación total de mi sentido común que me genera su colonia.

¿Se sigue preguntando "dónde estabas el 11S/11M"? El 11S mi profesor de Geografía llegó tarde por primera y última vez en los doce años que estuve escolarizada en el mismo sitio. El 11M estaba convocada a mi primer cásting; fue el último, y no fui. ¿Dónde estabas tú la noche que cerraron el Colonial?

Yo estaba en casa, con un gripazo lamentable. Con la nostalgia disparada. Tomando sopa de verduras, quién me iba a decir que empezaría, de verdad, a dejar la carne. Abrazada a mi perro, quién me iba a decir que tendría perro. Llorando por una conversación de Facebook absolutamente absurda; abrazada en la virtualidad por dos familias postizas. Quién iba a decir que después de graduarnos en el santo decir sí la lección clave sería la de decir que no sin llorar después. Quién iba a decir que en una sola vida se podían tener tantas familias postizas. 

Mi vida de diez años después se parece a aquella en las cosas en que menos esperaba que lo haría. Es curioso. 

Y aunque estoy triste, también estoy tremendamente contenta. 

Vaya diez años, amigos.

14.12.13

2013

Me atacan las palabras, por todos lados. Diarrea verbal en Whatsapp, en Facebook, y hasta en la cuenta de Twitter que me deja ser libre porque no la lee nadie.

Y aun así, tantas y tantas cosas por decir.

Como que últimamente sonrío como una boba a las pintadas de la calle. Incluso a las que están mal escritas.

Es un poco pronto para hacer balance. Y si me paro a pensar en los últimos cuatro años, es prontísimo, porque cada vez estoy más segura de que los años cambian el 31 de mayo. Pero no puedo quitarme de la cabeza todos los motivos por los que estoy agradecida a este 2013, y esa terrible sensación de que se me acabará olvidando alguno.

Gracias, 2013, por el aprendizaje. Porque nos hayamos hecho tan mayores, tantos de nosotros, en tan poco tiempo. Por enseñarnos a mirarnos dentro y ser honestos y aprender y cambiar. Por las dinámicas sanas. Por cambiar la dependencia por un cariño nivel Lichis ("hay que tener un corazón que se te salga del pecho aunque a veces pareciera que se te revienta el tórax"), la atonía por unas ganas de vivir que también parece que te revientan el cuerpo.

Aprender a dormir cuando uno tiene sueño sin tener ganas de dormir porque hay tantas, tantas cosas pasando, y son todas increíbles...

Cuidarse. 2013 ha sido el año de cuidarse. De decir no, de decir hasta aquí, de exigir lo que necesito para ser feliz: pedírselo a los demás y tomármelo yo como una obligación moral. Tengo la obligación de ser así de feliz. Más feliz de lo que pensaba que se podía ser.

Y de querer. De querer de verdad, de amores con hache, de amores compatibles con la vida, de amores que hacen que vivir sea más grande. De no necesitar una relación de pareja porque tienes a tu alrededor tanto cariño que te sientes hasta culpable.

Y de aprender a controlar la culpa. De portarse bien cuando se puede y de que dejarse llevar no es portarse mal, necesitar saber cosas no es portarse mal, tener más de lo que una puede abarcar no es portarse mal. De ser generosa conmigo misma porque bastante me exijo ya.

De encontrar un cuarto propio. De que todos esos límites tengan un espacio geográfico donde me limito a ser feliz y a cuidarme y que comparto cuando quiero y con quien quiero. De mirar el cielo cada día, de hablarle bajito a San Cayetano. De comer tostadas con tomate en la terraza, de que todas las cosas pequeñas formen una parte tan grande de lo que soy que ya no estoy segura de que no sean importantes. Son importantes, porque me provocan sonrisas. Y, por encima de todas ellas, está la música. Gracias, 2013, por la música.

He llorado muchísimo este año y me he reído muchísimo este año. Lo he bailado todo, y esta es mi revolución.

2014, no lo rompas todo. Casi todo está colocado en una posición de salida maravillosa para que seas el Año Más Grande Jamás Contado. Déjame seguir disfrutando de mis trabajos, de las maravillosas personas que me rodean, de que haya tantas cosas en el mundo que me gusten. Te lo voy a poner muy fácil, te lo prometo.

15.9.13

Vivir en una letra de Nacho Vegas

Todo empieza cuando no sé cómo despedirme de ti.

Mentira.

Todo empieza cuando los lunes somos novios y los viernes compañeros de trabajo. Y sigue cuando los miércoles soy una historia que contar. Y va a peor todo el tiempo y digo demasiadas veces "bañera llena de ácido" en 48 horas.

Todo empieza cuando te lo digo. Tú me haces cosquillas y te sorprendes.
- Estoy a la defensiva.
- Me alegra que me lo digas, pero no sé por qué.
- Porque das más miedo de lo que pareces.

Pienso en el Chico Gigante, "a él le gusta más de lo que dice, y a ella menos de lo que dice", y de pronto parece verdad.

Y te lo explico y haces la del espejo y parece que no tengo derecho a enfadarme porque estás enfadado tú. Y todo se vuelve tan raro que ni siquiera hueles lo suficiente.

Todo empieza como hace más de un año, "no 3G no honey".

No hay Jefa Planetera, no hay Manos Pequeñas, no hay Festivaleras. No hay nada salvo las sucias del Chico Suizo y dos pizzas, nada menos.

Estoy harta de sentirme como una pequeña niña gorda aunque me digáis tanto que cada día estoy más buena que me da miedo hasta venirme arriba.

Y por no venirme arriba, me vengo abajo.

Y estoy cansada.
- Me agota.
- Ya, pero, ¿el qué?
- Esto. El hoy sí, mañana no, el no saber. El sentirme rechazada.
- No te he rechazado nunca.
- Es que ni siquiera hace falta.

Esto cansada de ser alfa todo el rato, precisamente ahora que abrazo el paradigma de los cuidados como si no hubiera otro.

Cansada.

Aburrida.

Llámalo X.

Total, que todo empieza con el enésimo whatsapp y una duda taxímetra. Un mapa que no se carga y un montón de dudas. "What do you have at the end of the day". Mi dolor tras los ojos y yo decidimos que estamos tan cansados que no queremos saber cómo despedirnos. No queremos averiguarlo. No queremos preguntarlo. Así que abrimos la mochila de una chica desconocida y la invitamos a una caña, "¿qué haces?", "tómate una a mi salud". Y nos vamos sin despedirnos.

Y entonces llega el ataque del karma instantáneo. El círculo del maltrato. El quétaltevamealegromuchodequetevayabien. El aversinosvemosporquesipuedoecharteuncablemegustaría. El ignorar que estoy bien por si funciona y empiezo a estar mal. Y funciona.

- No quiero verte. No es un tema de rencor, sino de distancia. Deseo que te vaya muy bien, y no tengo problema en verte, pero, desde luego, no voy a quedar contigo. Porque no tengo nada que decirte, y así estamos bien.

Y me cuentas que estás con otra chica y que eres feliz y de pronto tequieromuchísimo y nodejodepensarenti y no puedo contestar más que esdemasiadopronto y teacompañoaltaxi nomejorqueno y desde cuándo te ha importado una mierda lo que yo decida, así que, por supuesto, me acompañas al taxi, y los silencios incómodos se vienen arriba, porque hoy todo se viene arriba menos yo, y todo acaba con un taxista pidiéndome que le prometa que no te voy a ver más, porque noséquéhapasadoperoesonoselehaceanadie, y es que no se dan portazos al grito de quetejodan porque luego la gente piensa que eres un puto psicópata y yo me lo creo.

A veces, muy en serio.

Tan en serio que pienso que si te he querido de verdad estoy muy rota y no tengo otra mejor que hacer una llamada llena de lágrimas y romper el amago de relación sana que tengo.

Porque de pronto ya no parece tan sana.

Porque necesito algo mucho mejor.

Porque estoy hartísima de mendigar que me quieran, porque prefiero que no me quieran nada a que me quieran mal, porque prefiero que no me hablen a que me persigan a un taxi con la excusa de que aún me quieren para mandarme a la mierda de un portazo, y prefiero que no nos veamos más a tener que irme sin despedirme por no tener que plantearme si te beso y dónde.

Así que, básicamente, os podéis ir todos a la mismísima mierda, a la ardiente oscuridad, o donde buenamente os convenga, porque yo, señores, estoy en mi hogar y Vespa me quiere como si no hubiera otro ser vivo en el mundo capaz de alimentarla una vez al día y eso, señores, es lo único que quiero, lo único que necesito, y lo mínimo que me merezco.

Por menos que eso, yo no cojo el teléfono los domingos.

14.9.13

Entretiempo

"Nunca he entendido qué es el entretiempo". El entretiempo es pensar en ir de festival con camiseta de tirantes, camiseta de manga larga, chaqueta fina y chaqueta de cuero. El entretiempo es una inseguridad permanente y un montón de ysis y de porsiacasos. El entretiempo eres tú.

Así que lleno mi bolsa de porsiacasos, incluyendo las máscaras de estoyentrance, de mantisreligiosa y de asíestoybienveteaturincón. Porque una no puede llevar solo una cara puesta. ¿Qué pasa si llueve?

12.9.13

"Tú eliges: fordista o emprendedora"

"Vamos, valiente. Salta por la ventana".

- ¿Qué tal ha ido?
- Me están pidiendo que salte por un balcón. Montada en un unicornio y rodeada de arco iris y confeti de colores, pero que salte por un balcón.
- Eso quizás lo entiende tu hermana... Yo voy a necesitar que me lo traduzcas.

Hay gente con un don para ofrecerme cosas que no puedo aceptar. Hace años me ofreció un trabajo absolutamente hermoso y muy por encima de mi experiencia, pero muy por debajo de mis necesidades económicas. Ahora, viene a ofrecerme un reto, justo lo que necesito, pero un reto kamikaze.

Sentir que no tengo nada que perder ayuda, pero no lo suficiente.

Cada día que paso en La Gruta es un día más sin derechos, es un día que pierdo. Mi Tía McBeal me dice cosas que me ponen asquerosamente triste, y, es una pena, pero en mí la tristeza y el miedo van terriblemente unidos. Así que después de pasar una tarde casi perfecta con la Chica Patatista, una tarde de entusiasmo desbordado, de buenas noticias por partida doble, de elevar símbolos a la categoría de criterios diagnósticos, de comer hasta que nos duele la tripita y tomar café en uno de los sitios más bonitos del mundo, una tarde de "pero no hemos venido aquí a hablar de esto", una tarde de hablar de lo otro, una tarde de "yo te adopto" y de sentirse terriblemente viva, acabo enviando un e-mail de síperono que no le hace justicia, que no me hace justicia.

No sé si estoy ante una disyuntiva terrible o ante un falso dilema. En la mano, un trabajo que ya no puedo apreciar con una manada de manatíes a los que no puedo apreciar más, sin derechos, pero con inercia; frente a los ojos, un trabajo que no sé si sé hacer, un sector que me parece bonito, un horizonte con Mi Hermana siendo la Guinea Pig Commander del universo, proyectos internacionales, ser una cliente del demonio en vez de sufrir a clientes tóxicos, un peso gigantesco sobre los hombros, y una incertidumbre nivel encuatromesestenemosquecerraryseráculpatuya.

Y querer saltar por la ventana, y despertarme con un tremendo arrepentimiento y darme cuenta, como al lanzar una moneda al aire, de lo que realmente quiero.

Y lo que quiero no es esto. Lo que quiero es aquello. Aunque tenga que trabajar en Prosperidad, aunque pueda quedarme sin trabajo en cuatro meses, aunque lo haga todo mal, aunque el Chico Propuestas se convierta en Jefe del Infierno, aunque...

Lo que quiero es que todo eso no haga temblar lo que tengo en la otra mano. Mi Hogar, Mis Reglas; bailar, estirarme y jugar; aprender a parar montañas rusas. Portarnos mal hasta las dos porque luego me voy a echar la siesta.

Lo que quiero, al final, es lo que quiere todo el mundo: un puñetero trabajo fordista.

Y me molesta infinitamente no ser tan valiente como me creo. Y me enfundo en mi "Together we can do anything" y tengo muchas, muchas ganas de abrazaros y creérmelo.

11.9.13

D.Es.Con.Ex.Iones

Me creo que acabo de descubrir que me gusta bailar, pero en el fondo siempre me ha gustado bailar, o así dicen los hallazgos arqueológicos. Bueno, siempre no. A partir de un determinado momento dejó de gustarme y dejé de bailar con los cascos por las noches, de saltar en la cama por las tardes, y de pegar botes desincronizados andando por la calle. Y pensé que nunca me había gustado.

Leyes generales de la existencia.

Descubro así que me encantaba la lluvia. Me encantaba a tal nivel que salía a fumar bajo las gotas, que daba palmas de expectación ante la posibilidad de saltar en los charcos. Me pregunto con qué lo hacía, si las Converse de Volar tienden a convertirme en Shrek cuando se mojan, si hasta el año pasado no me hice con unas botas de agua.

Y me leo, sonriente ante la proximidad de la época de jerseys enormes y gorditos, y me pregunto por qué, y me pregunto en qué momento el invierno se me hizo enemigo, y a qué vino.

Y procuro mirar por la ventana y sonreír ante el desastre acuático de la terraza cuyo toldo no pensé en echar ayer, y procuro que me haga ilusión sacar el pañuelo y la chaqueta, y cojo mi paraguas plegable y me peleo con la bolsa de los pasos de invierno para encontrar algo más adecuado que unas zapatillas de lona, algo con lo que saltar en los charcos.

Al final salgo de casa con temblores, botas y lo que parece que se va a convertir en mi uniforme de pretemporada otoñal, y me siento tan descolocada como el primer día de sandalias, pero no me siento ni remotamente triste, y pienso que debería recuperar yoes antiguos con diferentes filias hasta que todo lo que hay en el mundo me haga feliz.

10.9.13

Hiperestesia

Releyendo, descubro ataques de amor con palabras que empiezan por hipno y que en realidad (o según Google, que viene a ser un poco lo mismo) no existen, y veo, sobre todo, hiperestesia en todas partes, y pienso que en ese mundo donde todo era táctil y paladeable vivir debía de estar bien, y aún no lo sé pero me estoy preparando para un momento mágico.

Y es que veo Perfect Sense y descubro que puedo volver a sentir lo mismo que la primera vez que vi Las Vírgenes Suicidas. Y las comisuras se vuelven piezas de puzzle y las almohadas son solo cambios lumínicos y la vela que huele a mango convierte mi cama de princesa en un techo lleno de plumas de ganso, y todo suena, lejos, y quieroseguiroliéndotetodalavida y cosquillas disfrazadas de caricias y caricias de cosquillas y pienso que hacía muchos años que no me sentía tan inmensamente viva, y casi lo último que digo antes de dormir es "No me gusta haber olvidado que quería hacer cine".

Casi lo último.

8.9.13

August is a state of mind

Pensaba que iba a ponerme quejicosa. Me duele la garganta cuando me acuesto, ergo ya es otoño. Salgo de casa con ropa de repuesto, con tres tipos de prendas de repuesto porsifresco, porsifrío, porsimuchofrío, el bolso pesa, refunfuño. Nos llueve mientras nos reímos a carcajadísimas en el Eucalipto. Pero en plena arqueología emocional he descubierto que, durante una racha al menos, me encantaba la lluvia, así que en vez de hacer un drama la olfateo, como hace Vespa con los desconocidos, y la marco, y es mía, y es amiga; y entonces decidimos que nos subimos a extender el toldo y reírnos debajo, y ahora ya que llueva cuanto tenga que llover.

Me apasionan las tormentas desde la terraza, los rayos tras San Cayetano, y aunque sea la noche de los cristales rotos y ahí fuera todo el mundo se grite y se lance cosas, estamos en casa y estamos bien. El Rey del Laboratorio, el Chico Muy Músico y yo. Extraños triángulos.

Creo que con eso de que la Chica de las Sorpresas ha aterrizado en Madriz, los astros se han vuelto un poco locos y no paran de hacer cosas sorprendentes. O, por lo menos, desestructuradas.

Una mañana de viernes intentando averiguar a quién le ha mutado el olor, para que termine resultando que mis pantalones también tienen arranques de nostalgia. Un café en vez de cervezas con la Sobrina Fantabulosa, que ahora tiene ganas de ser Novia Fantabulosa, de un día para otro (y lo grave es que la entiendo perfectamente y me parece hasta normal); una exposición llena de conejos y de colores y cuando todo es bonito me encuentro hablando de juguetes sexuales con cuasidesconocidos y quierodesintegrarmeyquieroqueseaya; pasar tanto tiempo en el metro sin y con La Chica Que Fue Intrusa, que nos habría dado tiempo a ir a buscar a la Chica de las Sorpresas a la puerta de su casa del archipiélago; estar antisocial y entenderme fantásticamente bien con el Chico Visigodo, irnos a casa a dormir y hablar hasta las 7 de la mañana, y hacía siglos.

Padres y hermana, y hay algo muy raro en el ambiente que no tiene que ver con la Chica de las Sorpresas o no lo parece pero luego sí, y arranques de encantadorismo osllevoyostraigoyloqueoshagafalta, y perseguir gatos negros entre los balcones, y aleccionar hormigas, y pasar el quedarendosturnos que me boicoteó el casero al findeenelquenosepuedenhacerplanesporquetodovaasersorpresa, y encuentros inesperados (solo por una de las dos partes, me temo; que alguien me explique por qué un noquierosabernadadeti no tiene que ir indisolublemente unido a un noquieroquesepasnadademí, y de pronto la gente se salta las normas solo para lanzar torpes nadosinmanguitos que a ti te provocan alegría por inercia e indiferencia por lo demás, pero, sobre todo, una enorme duda de por qué narices tiene nadie que venir a contarte sus cosas a ti si ya no te hablan, y paralelismos, y patrones), y de pronto Madriz ya no puede ser 2020, y nos venimos arriba, y buscar Jäger por el Carrefour y despertar al monstruo manatí, y reírnos y todas las canciones de TDCC como aperitivo de las fantabulosas y comer pizza como si no hubiera mañana y es que en cuanto que una se olvida de todo aparece el cuerpo, y tener hambre es bien.

Y prepararse para dormir, por fin, ocho horas, y llamadas al timbre porque hay gente tan increíblemente correcta que le dejas tus llaves y le da vergüenza usarlas, y remoloneos que se convierten en dos horas más de sueño, y a partir de ahí otro día de nosehacenplanes que se convierte sin querer en un díaparamí y sincronizar dispositivos y suavizante de Nenuco y tomar el sol en la terraza.

Y no quiero que el descontrol dure para siempre, pero sí que pienso que este año, quizás el verano pueda durar doce meses. Y sonrío tanto que me duele la nariz.


6.9.13

Welcome back to 2004

Porque seguimos en modo nostalgia. Porque amor es que te hable la radio y nostalgia que te hablen las marquesinas. Porque hay anuncios de Nutella que recuerdan a anuncios de Sony. Porque se me sale el corazón por la boca, de pronto. Porque todo tiene interpretaciones diferentes, porque esa historia, también, no es la que era, y ahora, de golpe, siento una enorme necesidad de disculparme.

Porque vuelvo a reconocerme en cuanto dejo los 19, llego a los 20 y empiezo a callar y me regalo una dulce libertad y vivo en un mundo de sugus y plastilina y tizas de colores. Cuando todo era naranja, que decía Comandante.

Y de pronto siento una atroz nostalgia por unos meses de los que hace poco no tenía ningún recuerdo, porque la memoria selectiva es un arma cargada de futuro.

Y encontrar un sitio donde Mi Media Infancia, Chico de Ciencias y su compañera y yo podemos plantarnos en Sevilla en diez minutos de metro es justo lo que necesitaba. Y como serranitos y aunque no beba Cruzcampo tengo ganas hasta de escuchar Bersuit.

Me sorprende todo el rato la ingente cantidad de música que devoraba, culturófaga. Citar de memoria canciones que ahora no sé ni como suenan.

Me duele un poco ser tan mayor que no crea ya en el terrorismo poético, pero de pronto vuelvo a ser yo detrás de frases desgarradoramente ingenuas.

Y me doy cuenta de que hace diez años desde que me agarré al "fácil, y bonito, y ya", y que cuando no me suelto va todo bien.

4.9.13

Meta

Me pongo en plan tozudo con el Parador de Montañas Rusas, porque para eso no he empezado la carrera, aún, y así como quería escribir la CasiSociología, ahora quiero escribir la AntiPsicología, y él me asegura que las cosas son de una forma y y las siento de otra, y ahora resulta que este blog me disocia mientras yo pienso que me centra.

Y yo me pregunto si es posible que quieres hemos escrito más con teclado que con bolígrafo vivamos la experiencia inversa. Porque yo siento más mío lo que escribo en unos y ceros que lo que escribo en tinta y papel. Más real.

Luego sigo releyendo tiempos inconexos y pienso que igual tiene razón. Pero soy tan tozuda que igual da igual que la tenga.

Porque, disociada o no, nunca he escrito mejor que en 2004. Me releo y me odio un poco, en general, como personaje, pero me admiro bastante, en general, como narradora. Juego con las palabras como si fueran piezas de lego hechas de plastilina. Monto, desmonto, retuerzo.

Hoy la Chica Úbeda me dice que se siente mal por no saber o recordar que existe este espacio, y yo pienso que tanto mejor. Que me gusta que en este rincón solo entren bots. Si ustedes quieren verme, señores, se pasan por mi casa, y tomamos algo en la terraza, y sonreímos.

Pero yo aquí estoy bien. Estoy MUY bien. Y de aquí salto por el balcón a la novela. Y eso es fantástico, digan mis nuevos manuales lo que digan.

2.9.13

Traducción simultánea

Entonces los jueves no eran noches de rosas, como en Porno, porque todas las noches eran noches de rosas; los jueves eran noches de ruso.

Retorcíamos a Cortázar: andábamos buscándonos porque sabíamos que andábamos para no encontrarnos.

Y hablábamos en clave, y mentíamos tanto que había que hacer plantillas para interpretarnos, porque los tequieros eran una cosa rarísima y los quierovertes eran una cosa aún peor.

Ahora, los jueves cazamos ciervos, y dejamos para los viernes lo de andar sin buscarnos y, ahora sí, encontrarnos; ahora hay Whatsapp y los encuentros por casualidad ya no tienen ningún mérito. Salvo cuando parece que nos buscamos pero en realidad hablamos ruso.

Fingir que quieres inventar palabras cuando lo que quieres inventar son formas de hacer, son tactos, son olores, y el lenguaje tiene mucho que perder frente a la hiperestesia.

Fingir, mentir, y, por tanto, perder.

No hay nada más difícil de perder que un hábito. Desaprender. No quedarte con las frases del Café de París. No quedarte con el silencio del sábado por la mañana. No dejar que te destruyan cosas que no tenían la menor intención de hacerlo. Ver acercarse el agujero negro y explicarle que aquí ya no tiene hueco por mucho que escarbe.

Pero una puede ser muy valiente para algunas cosas, pero hay que ser francamente kamikaze para explicarle a alguien que no puede jalearte cuando quieres caprichos porque está incluido en el menú.

Y aun así, hacer por sonreír, respirar hondo y tragar saliva, porque sabes que antes o después vas a empezar a hablar con intérprete, y aunque todo salga mal, habrás aprendido a traducir desde el ruso.

30.8.13

Los jueves son los nuevos martes

- ¿Os vais a emborrachar?
- Yo NO.

Mal humor y estrés y soy mucho mejor persona cuando no trabajo.

Pero de pronto son las 4 y 10 de la mañana y ando mandando Whatsapps de "no me puedo quejar" a Mi Media Infancia, que no para de llamarme mujer alfa, y es muy divertido.

"Que bajen las luces y suban la música". Así se puede resumir todo lo que le pedimos a la vida, señores. Otro minipunto para la Sobrina Fantabulosa, que ayer nos autodenomina La Extraña Pareja, y es que no podemos pegar menos pero mi vida hoy sería peor si no la hubiera escuchado, y la Chica PinUp me enseña que tener lagunas es bueno, porque "laguna" es amigo, nada menos.

Será por eso, pero desde luego esta mañana soy un barreño de entusiasmo intentando cubrir lagunas.

- Flashes. Buenos.
- Flashes buenos. Buenísimos.

Se nos va a gastar la cara de sonreír y hasta el Chico Bífido está simpático y adorable y quiero abrazar a todo el mundo, nivel acabar la noche subida a los dos metros del Chico Gigante y no tener miedo.

Porque a veces los problemas de confianza desaparecen. "Trust is not one of my biggest assets", sin duda, pero ni falta que le hace, porque de vez en cuando simplemente estoy bien.

Lo cual casa un poco mal con esta estúpida tendencia a llorar cuando bebo que vengo desarrollando. Pienso que quizás el alcohol me invierte, y que cuando estoy mal y bebo todo es fantástico y de pronto cuando estoy bien y bebo, pues lloro, y pienso todo el rato en Primo #1 y tengo que comprarme al menos unas patatas en el Bocata Vip, porque hacía mucho que no pasaba frente al Bocata Vip.

Pero podría acostumbrarme a lo bien que terminan las llantinas últimamente.

Flashes maravillosos, en fin.

29.8.13

Septiembre: prolegómenos

No iba a ser agosto, no. Simplemente, no se puede trabajar después de un despido mental. Llego a la Gruta convencida de que me voy a portar bien, de que hoy casi no se me nota que llevo una semana peleándome con el insomnio (y con la adicción al Animal Crossing que sospecho que lo provoca), de que voy a ponerme los cascos y que voy a quitarme de en medio todas esas cosas que me persiguen hace un mes, y no.

Porque llego a la Gruta y tomamos café y la Sobrina Fantabulosa saca una botella de überJäger (ya aprenderé cómo se llama esa mierda) y porras a ver cuánto tarda el Chico Speed en volverse loco, y porras a ver cuántas veces se suspende la Reunión, y discusiones de dCode.

La Gruta mola muchísimo para todo lo que no tiene que ver con trabajar.

Hace semanas que escribo como no escribía hace años, pero es abrir los blogs de los clientes y me pierdo, y me quedo en blanco. Paso en Facebook más horas que en mi vida, pero hay algo en mi cabeza que convierte cualquier intento de benchmarking en un ataque de procrastinación MUY serio. Los clientes me agradecen que les persiga, pero en realidad no me persigo a mí. Hago mi curro y el de mi hermana y creo que no me da tiempo y en realidad estoy echando horas de menos y facturando horas de más y cerrando los ojos muy fuerte como si fuera Lykke Li en el vídeo de Sadness is a blessing.

Porque bailar en un restaurante rodeada de pseudopersonas que me miran mal me parece un planazo.

Until we bleed.

Me recibe esta mañana en la ofi un vídeo de la Gran Zorra (qué maravilla volver a sentirla tan cerca, tan presente; qué maravilla esa foto a lo Bugs Bunny en las fiestas, qué maravilla esa noche de terraza y ese estrenar mi sofácama en su nueva ubicación) sobre el éxito, la vocación y el esfuerzo; y consigue hablar de un montón de cosas que me molestan y aún así ponerme de buen humor, porque "quién quiere ser realista"; y de nuevo pensar en la conversación con la Chica Punk, y en lo maravilloso que es rodearme de personas que siguen, básicamente, a la patata.

Y pedir teléfonos para poder largarse y quedarse solo con los cafés y los jägercitos y los conciertos y los Whatsapps, y a lo demás, que le den.

Porque hace frío, y eso en mi mundo quiere decir que toca cambiar.

28.8.13

Welcome back to 2005

Ha pasado tanto tiempo que ahora soy mayor de lo que era el Chico Escritor cuando tenía esa manía permanente de recordarme que era mayor. Y yo no me siento mayor; no, al menos, en ese sentido.

Me siento mayor que mi yo de 2004 y 2005, sí. A diferencia de mi yo de 1996-1999, mi yo de los 2000 no me convence gran cosa. Patrones, patrones, patrones. Un montón de años de gritar permanentemente "nado sin manguitos" sin tener ni puñetera idea ni de cómo se lanza uno al agua, en primer lugar.

Muera el perro, no era yo; pero no, no era feliz. Parecía feliz todo el rato porque corría sin parar. Ser feliz y ser hiperactivo se confunden con demasiada frecuencia. Si hubiera sido feliz, no tendría ningún merito haber sobrevivido a 2007.

Pero sobreviví. Y lo que es más: al sobrevivir me he ido convirtiendo en una persona de la que podía haberme enamorado en 2004. Mi vinilo de Family en una mano, mi libro forrado de periódico (para ocultar que mi foto sale en la portada) en la otra; mi camiseta grunge, mi bolsa Bartleby, mis pantalones quetambiénsonmuybien. Las sonrisas frente a lo que leo. Me habría enamorado de mí hasta las trancas. Y sigo pensando que en 2004 lo mejor que tenía era el gusto (que no el criterio, ojo).

En 2005 el Chico Escritor no paraba de repetir que éramos muy guapos, y no, no lo éramos. Al menos, yo, con perspectiva, nos veo bastante feos. Pero, a cambio, ayer no se me caía de la boca que "somos valientes". Y sí, tengo la suerte de estar rodeada de gente muy valiente.

Y el Chico Escritor está a punto de casarse, y yo de dar el enésimo giro a mi vida, y todos estos años han merecido (mucho) la pena si hemos llegado hasta aquí.

Por el camino más largo, qué duda cabe.

Me apetece mucho empezar a echaros de menos

Hay semanas que se portan fatal, y no hay forma de vestirse sin pasar frío o calor, y todo parece inadecuado. Y sin embargo, septiembre está al llegar (como demuestra la vuelta de la Chica Punk, y las cuatro horas sentada con ella y la Chica Suiza; inicio de la llamada temporadadevisitas), y septiembre es muy prometedor, y eso está bien y es, desde luego, muy apropiado.

Ha vuelto la Gran Jefa Sioux, los manatíes estamos casi al completo (nos falta la sección Junior), hablamos de cañas los martes, cambiamos los cafés larguísimos por los cafés multitudinarios, el Chico Speed baja por las barandillas, el Chico Bífido reparte su veneno a diestro y siniestro, la Sobrina que Molaba se sienta a mi lado y hablamos muy bajito, el Chico TDCC canta como si no hubiera mañana, y "la otra agencia" puede morir si quiere.

Feels like home.

Y sin embargo sigue ese deseo voraz e incontrolable de marchar. Cada vez más vivo.

27.8.13

Supersticiones capitalistas

La Empresa Nido me debía una factura que equivalía a cinco meses de mi sueldo cuando aún era Nido y no proveedor, yo no estaba dada de alta, y la Proveedora Convertida en Clienta se hacía la remolona con el Encargo de Penélope. Hacía año y medio que era freelance, un año que no necesitaba ser freelance, y empezaba a estar más que harta de esa obcecación con pagar tarde y mal de la que hablaba el otro día con la Chica de las Sonrisas, así que decidí que la Proveedora Convertida en Clienta me iba a regalar un iPad; cogí el toro por los cuernos y lo encargué.

Le puse en la trasera "Life always starts today. Change. Enjoy" y algo de premonitorio tuvo aquello.

Una semana después, mi iPad se había perdido. Por supuesto, en algún punto indeterminado de París. No me extrañó nada; yo también estaba bastante perdida en algún punto indeterminado de París, probablemente sobre un puente y hablando de Brasil.

Otra semana después, OK cerraba. El iPad debía llegar a OK, y yo panicaba todo el rato porque no sabía si llegaría o no.

El iPad llegó a OK justo cuando terminábamos de embalar, y yo no paraba de pensar "Change. Enjoy".

It's all over but the crying.

La semana pasada encargué el vinilo de Un soplo en el corazón. Ayer me llamaron los mensajeros, porque estaban intentando entregarlo en OK, infructuosamente, claro; porque, aunque el mundo sea tan pequeño que mi ExCasero El Breve trabaje allí, no están las cosas como para recoger mis paquetes.

Ayer se cayó el iPad y se abolló justo a la altura del mando del volumen, convirtiendo a una de mis cosasimprescindiblesparaunavidaplena, a saber, Spotify en la terraza, en algo cuanto menos dudoso.

Y hoy he ido a arreglarlo y me dicen que no tiene arreglo, y pienso que quizás sea mi último mes como autónoma y que es el momento de comprar con factura, y luego pienso en mi vinilo a punto de llegar, y en aquel paquete de Elefant Records que llegó a OK justo mientras pedía el iPad y que fue el principio de Mi Era Profesoral, y pienso que cuando hago pedidos a Elefant Records, cuando los mensajeros llevan mis compras a donde debería estar y no a donde estoy, y cuando odio a Apple pero compro iPads, la vida está a punto de cambiar, y pienso en el Lugar Donde Todo Va a Salir Bien y creo que todo esto son señales de que muy pronto de la Gruta solo quedarán los Manatíes y estará todo bien y así una saca la Visa Oro con auténtico afán, y es que no se puede asociar que todo vaya bien con compras de más de trescientos euros.

24.8.13

Cuando la vida se vuelve un anuncio de Dewar's

Mi Hermana, a veces, me recuerda demasiado a mí. A mí en la época de cuaderno morado de papel de arroz, que es probablemente la peor de mis yos. O la que peor lo pasaba, al menos. Y releerlo mientras ella Whatsappea saca cosas feas a la luz. Y doy consejos, y he aprendido, y es bien, pero en la práctica, el Pingüino Socialmente Inadaptado es quien se va a la fiesta dispuesto a no emborracharse, y sonrisas muy falsas, y dolor de mejillas, y en fin.

El Chico TDCC y yo nos miramos. "Hacen que parezca normal, ¿verdad?" "Hacen que ÉL parezca normal". Menos mal que en medio de todo esto queda un mínimo principio de realidad.

Y vuelta al escenario de la fiesta a la romana del sábado con la Chica de las Sonrisas, y "Tú eres el Chico Simpático de García de Noblejas" y "Tú eres la Chica que Tenía Hambre Todo el Tiempo", y aunque se acuerde también de que rompimos su powerball es bien que la gente recuerde cuando se te ha ido de las manos y sonría y te recuerde por otra cosa.

Porque no es un drama, porque no quiero más dramas en mi vida.

Y entonces llegan los buenos propósitos, y el Jäger y los dos vodkas no pueden con ellos, porque ya está bien, porque lo de dentro también mola, y fotos en el suelo de la Calle de la Palma, y "vamos a andar y a comer", porque la diferencia entre los 20 y los 30 es que por el camino aprendes a beber, o, al menos, a hacer control de daños, y hoy no soy yo la que le pone la cabeza como un bombo al pobre humano del Open 25, pero no pasa nada, porque NO ES UN DRAMA. Es más fácil verlo en los demás.

Sentidos de la orientación que te hacen preguntarte cómo cojones sobrevive la gente a unas vacaciones en plan aventura, y barrio, y cuando una es sincera las cosas funcionan mucho mejor, y se levanta feliz, y desayuna café y tostadas con tomate y claras con limón y helado de chocolate y escucha música y dice lo que tiene que decir y cuando una no se esconde tras la barrera nada es un drama, y "esto mola" y las luces se vuelven naranjas cuando cruzan las ventanas de casa, y "en esta casa no puedes no ser feliz", y una sensación muy bonita de que puede que todo sea un problema de expectativas, y no solo las grandes cosas.

Y cuando lo único que una quiere es levantarse un sábado en casa y no tener prisa para llegar a Majadalejos, todo está bien, incluso la ducha fría, porque lo que recuerda es a quierovivirsiempreenunfestival, incluso el calor, porque se quita con agua, incluso el apalanque, porque solo es un signo de que me he cansado de huir.

Porque a veces sí que siento aquello de que "la vida es siempre verdad". Porque un "no me apetece" es mucho mejor que un "nado sin manguitos". Ya está bien de impresionarse.