2.9.13

Traducción simultánea

Entonces los jueves no eran noches de rosas, como en Porno, porque todas las noches eran noches de rosas; los jueves eran noches de ruso.

Retorcíamos a Cortázar: andábamos buscándonos porque sabíamos que andábamos para no encontrarnos.

Y hablábamos en clave, y mentíamos tanto que había que hacer plantillas para interpretarnos, porque los tequieros eran una cosa rarísima y los quierovertes eran una cosa aún peor.

Ahora, los jueves cazamos ciervos, y dejamos para los viernes lo de andar sin buscarnos y, ahora sí, encontrarnos; ahora hay Whatsapp y los encuentros por casualidad ya no tienen ningún mérito. Salvo cuando parece que nos buscamos pero en realidad hablamos ruso.

Fingir que quieres inventar palabras cuando lo que quieres inventar son formas de hacer, son tactos, son olores, y el lenguaje tiene mucho que perder frente a la hiperestesia.

Fingir, mentir, y, por tanto, perder.

No hay nada más difícil de perder que un hábito. Desaprender. No quedarte con las frases del Café de París. No quedarte con el silencio del sábado por la mañana. No dejar que te destruyan cosas que no tenían la menor intención de hacerlo. Ver acercarse el agujero negro y explicarle que aquí ya no tiene hueco por mucho que escarbe.

Pero una puede ser muy valiente para algunas cosas, pero hay que ser francamente kamikaze para explicarle a alguien que no puede jalearte cuando quieres caprichos porque está incluido en el menú.

Y aun así, hacer por sonreír, respirar hondo y tragar saliva, porque sabes que antes o después vas a empezar a hablar con intérprete, y aunque todo salga mal, habrás aprendido a traducir desde el ruso.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Habla tú también. No dejes que esto sea sólo un monólogo.