28.9.09

Postulando

Entro en Correos y tengo que mirar a uno y otro lado.

Mientras hablaba con Blue sobre la cronificación de mi antes intermitente despiste (a quienquiera que le prometí apuntar algo en mi agenda en octubre o noviembre, que sepa que le mentía y que me recuerde con qué me comprometí...), obviamente he tenido otro: a saber, 38 eurazos de copistería, la persiana del local en mis narices, y el olvido total y absoluto de hacer una portada para el documento resumen-sinopsis que indique a qué guión me refiero, así como las cinco copias de rigor de dicho documento, del que, por alguna razón incomprensible, sólo he hecho una.

Volvamos a Correos: digo que miro a ambos lados porque han pasado las dos y media y necesito fotocopias y se supone que las hacen, pero no veo dónde. Un Señor Gigantesco me grita: "Tienes que pedir número", y ya veo venir mi enésimo encuentro con el funcionariado público. Pero no.

Cojo el número, éste se enciende en el luminoso sobre el Señor Gigantesco, y al llegar a él saco mi mejor sonrisa de séquemevasamandaralamierdaperoteníaqueintentarlo: "Hola, ¿fotocopias hacéis? Porque tengo que enviar esto y me faltan copias de una cosa y..." "Ay, qué duro es el camino del literato".

Inmediatamente, el Señor Gigantesco empieza a caerme bien. Me hace todas mis copias, me presta una grapadora, "¿también tenéis que mandarlo en CD?" "Pues sí; supongo que así, si por casualidad alguien lo lee y le gusta, hacen otras cuatro copias como las que han tirado a la basura nada más abrir el paquete" "Ya te digo, se las imprimes, se las encuadernas, les haces un CD... Ya de paso, podrías darte tú el premio" "Pues oye, sí, porque además a este precio..." "Bueno, mucha suerte".

Mi cajita preciosa (próximamente en fotolog) sale en dirección a Segovia, el Señor Gigantesco no me cobra ni las fotocopias ni el sello de Franqueo Pagado que pone en el sobre que contiene mi documentación para que me den de una vez el añlijdñlasjda título de licenciada, y me voy con una sonrisa, pensando que nos vamos a ver mucho, este señor y yo, en lo que queda de año.

Y que uno no debería presentarse a concursos más que de cortometrajes y relato corto, porque a cincuenta eurazos los trámites de inscripción, los 9.000 del premio los debería dar el gremio de copisteros españoles.

26.9.09

Desensibilización sistemática

Como toda una persona mayor. Yo sola, y casi sin pensarlo. Entré en el mercado, superé las vísceras de la puerta contigua, me planté frente al verdulero. Le pedí un manojo de zanahorias. Me miró raro. Y me mantuve. Basta de pensar si las zanahorias se piden por unidades o por peso y cuándo pesan seis raciones para conejo de zanahorias. Quiero un manojo, y punto.
Me dijo que lo cogiese, lo cogí, lo pagué, salí del mercado, y seguía sin sufrir un ataque de ansiedad. De acuerdo que podría haber aprovechado para comprar todo lo que quería, y no sólo las zanahorias. Pero, oigan. Poquito a poco.

24.9.09

"No sé si me quieren, pero lo parece"

Anteayer, el Chico Pez me secuestró y me llevó a conocer su casa, por fin, porque nosotros somos así: podemos llevar desde abril prometiendo que iré a verla, y la cosa no funciona sin una llamada que incluso podría ser inoportuna, y cuarenta minutos de coche y treinta de terraza en Villaverde. Una casa, cómo no, llena de acuarios.
Nos sentamos fuera, sacamos algo de beber, miramos el cielo y los tejados y las macetas donde languidecen las tomateras y los melones, y ambos sabemos perfectamente que es esta la vida que queremos llevar, y no la que nos habían contado.
Me habló de un proyecto ambiciosísimo que tiene en mente, y del Euromillones que necesitará para contarlo, y yo le contesté con subvenciones y campañas de marketing ajenas; y quizá no salga bien, pero he hecho renacer una esperanza agónica y me siento fenomenal.
Porque, qué narices, puedo servir para muchas cosas, y a pesar de los pocos años puedo echar muchas manos; y si se puede vivir de eso, pues bien, y si no, simplemente habrá que buscar una manera.
"Tengo sensación de despegue, ¿sabes? Oigo los motores y el estruendo, y sé que voy a salir disparada. No sé hacia dónde, pero no me cabe duda de que salgo disparada".
Y haber hablado de lo importante que es creer que merecemos cosas buenas con la Chica Ángel y con Blue en menos de veinticuatro horas implica que estamos creciendo, y por el mejor de los caminos.

21.9.09

Tarjeta de visita

Como os decía, ya no tengo ideas propias, así que he decidido vivir de las ajenas: a partir de ahora, soy productora.
Siempre he tenido ganas de decir, como mi Tío Grunge, "yo me dedico a hacer realidad los sueños de los locos". Y de puta, la verdad, es que daba pereza...
El caso es que a veces digo que "Nos dejamos robar la vida y cuando nos damos cuenta no hay seguro al que llamar", o que "Estoy muy bien hecha, pero muy mal envuelta", y me parecen frases suficientemente buenas como para habérselas copiado a otros.
Pero es lo de siempre.
El "suficiente".
Y nunca se trata de ser suficiente.
Y luego nos quejamos de los bloqueos, pero es que así no hay quien viva.
Y debería darme vergüenza haber leído a Osborn para esto.

20.9.09

¿Habrá que llevar una vida de drogas y prostitución para llegar a escribir algo tan bárbaro como el mensaje del contestador de Perdimos el control?

Creo que soy obsesivo-compulsiva

Cojo del bolso mi libreta premonitoria (porque, aunque me la regaló mi madre hace muchos años, es precisamente ahora cuando tiene sentido esa portada como de tarjeta de cumpleaños absurda que dice "Ya sé que tienes mucho que estudiar...", y en la contraportada: "Pero también hay tiempo para otras cosas"), y me pongo a hacer lo que me digo a mí misma que haga.
Apunto las referencias junto a la lista de "Cosas que quiero ir comprando", cortesía del nuevo catálogo verdanesco de IKEA (que, por cierto, recuerda que todos los directores de Marketing tienen un primo que es diseñador gráfico). Tacho "Déjame entrar" de la lista de "Películas que quiero ver y no tengo apuntadas en Filmaffinity". Apunto en la agenda que dentro de tres miércoles tengo que cerrar la cuenta en Caja Madrid, antes de que me cobren una tercera tarjeta de crédito que nunca tuve. Tacho dos de las doce "Tareas caseras relativamente urgentes".
Lamentablemente, no tacho nada de la lista "Cosas que quiero hacer".
Así que me pongo nerviosa, y paso a limpio las cinco hojas de notas para mi "Novela sin título que algún día debería terminar". Y me doy cuenta de lo lejos que estoy de reencontrarme como escritora, y ahora sí que estoy nerviosa.

18.9.09

El otoño diez años después

Recuerdo que hace justamente diez años, el otoño llegó de otra forma.
Antes, el otoño avisaba. Mandaba una leve lluvia en uno de los últimos días de piscina. Si estabas en el agua, la disfrutabas. Si no, te refugiabas en aquella estructura de chiringuito construida hace pocos años y usada una decena de veces al año, todo lo más, entre sus paellas y nuestras fiestas. Y jugabas a las cartas. Si era el 99, en concreto, incluso fantaseabas con escribir canciones que, por aquel momento, serían como las de All Saints (eran años difíciles para ser creativo, aquellos de los 40).
Recuerdo concretamente el 14 de septiembre, porque, por algún motivo cabalístico y absurdo, siempre estoy convencida de que las cosas importantes pasan los 14 de septiembre (y eso sólo me ha pasado dos veces; y estoy segura de que ambas veces lo provocó más bien un síndrome de Cassandra que otra cosa). Recuerdo la primera camiseta de manga larga; y recuerdo que, hace diez años, te la ponías sobre unos shorts vaqueros y te sentías incluso elegante, porque habías abandonado el bikini y las chanclas por primera vez en el año. Si hubiese sido ahora, digamos que me habría sentido un clon de Lindsay Lohan. Por contemporizar, vaya.
El caso es que ahora los otoños vienen traicioneros y hostiles, sin avisar; sólo un frío tremendo en la cama, y el salto de longitud de la lavadora llena de vestidos cortísimos y el cuerpo embutido en tres capas de ropa que no sirven para nada porque son todo algodón.
Y vale que quizá no haga más frío, pero así no hay manera de sentirse agradecido los catorce de septiembre. Porque en vez de parecer que estás empezando algo, tienes la sensación de llegar tarde a algún sitio.