Anteayer, el Chico Pez me secuestró y me llevó a conocer su casa, por fin, porque nosotros somos así: podemos llevar desde abril prometiendo que iré a verla, y la cosa no funciona sin una llamada que incluso podría ser inoportuna, y cuarenta minutos de coche y treinta de terraza en Villaverde. Una casa, cómo no, llena de acuarios.
Nos sentamos fuera, sacamos algo de beber, miramos el cielo y los tejados y las macetas donde languidecen las tomateras y los melones, y ambos sabemos perfectamente que es esta la vida que queremos llevar, y no la que nos habían contado.
Me habló de un proyecto ambiciosísimo que tiene en mente, y del Euromillones que necesitará para contarlo, y yo le contesté con subvenciones y campañas de marketing ajenas; y quizá no salga bien, pero he hecho renacer una esperanza agónica y me siento fenomenal.
Porque, qué narices, puedo servir para muchas cosas, y a pesar de los pocos años puedo echar muchas manos; y si se puede vivir de eso, pues bien, y si no, simplemente habrá que buscar una manera.
"Tengo sensación de despegue, ¿sabes? Oigo los motores y el estruendo, y sé que voy a salir disparada. No sé hacia dónde, pero no me cabe duda de que salgo disparada".
Y haber hablado de lo importante que es creer que merecemos cosas buenas con la Chica Ángel y con Blue en menos de veinticuatro horas implica que estamos creciendo, y por el mejor de los caminos.
Saturday night (lirirarará)
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En medio de la fiesta, inicio de un larguísimo atardecer, se me acerca una
chica a la que no conozco de nada y me dice: "Eres muy simpático, me caes
muy...
Hace 2 años
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