Mostrando entradas con la etiqueta esquizoide. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta esquizoide. Mostrar todas las entradas

10.2.11

I don't love anyone - you're not listening

Hablo con mi psicólogo de mi vínculofobia, largo y tendido. Supongo que se aprovecha un poco de que le haya dejado tan en bandeja y con su papel de regalo un ejemplo perfecto para corroborar su última teoría, que viene a ser un desplazamiento horizontal del freudianismo de lo más curioso pero que, al final, funciona.

El rollo viene a ser, nada muy original: cuanto más lejos, menos daño. Porque, estadísticamente hablando, la gente que he tenido cerca ha sido tremendamente peligrosa en una inmensa mayoría de casos.

Hablo con mi Tito-Director (me parece muy estupendo usar este nick, precisamente ahora), sobre el cinismo. Lo necesario que es y lo que desgasta. Probablemente no tiene ni el menor sentido lo que decimos, porque debería ser o necesario o demoledor, pero no sirve para nada si es las dos cosas.

El caso es que pensando en la llamada a mi madre, en el ycuandoestásbienqué, en cierta capacidad de levitar recién descubierta, pienso que ser de algodón de azúcar mola mil pero ser de piedra tiene que ser la bomba.

Porque el caso es que incluso cuando nadie quiere hacerme daño me lo hacen. Si no digo que la gente sea mala (no ahora. Igual históricamente, mucha de ella, sí). Digo que tengo una capacidad descomunal de entender las cosas como no son, y de sentirme rechazada, repugnante y odiosa a la mínima. Incluso cuando hay una explicación razonable para las cosas que pasan, a mí me sigue pareciendo, navaja de Occam en mano, que es mucho más lógico pensar que era irracional pensar que quisieran pasar tiempo conmigo. Que es no tener ni puta idea de para qué sirve una navaja de Occam, probablemente.

La cuestión es que si habitualmente me agarro/agarraba a lo que mola el columpio, conforme va pasando el tiempo estoy cada vez más convencida de que no quiero ser cínica, sino psicópata; y no quiero decir barbaridades, sino ser una bárbara.

Y que quiero coger a todo el mundo e instrumentalizarlo y a tomar por culo la bicicleta.

Porque cuando floto, mola. Pero cuando duele, es jodidamente insufrible.

18.2.10

Acercándome. No sé a dónde. Pero más cerca.

Sigo horarios aleatorios, consigo levantarme a las 9 para luego no poder escapar de una siesta de nada menos que tres horazas. Me paso la siesta discutiendo con el Rey del Laboratorio sobre la ética hacker, porque últimamente parece que si no discuto con sociólogos en sueños es como si no durmiera (bien, para variar, discutir sobre algo que he leído. ¿Simmel? ¿En serio?). Me levanto de la siesta desubicada, como suele ocurrir. Miro el calendario como si fuera un reloj. Vuelvo a contar mentalmente las horas. No, no me dan.

En realidad, sí me dan. Esta mañana he hecho una de esas cortocircuitadas por las que voy y me leo del tirón tres de los libros que llevo para leerme un mes (o dos, incluso). Elijo cosas al azar, me enamoro de Hinamen. Me enamoro tanto de Hinamen que hago un parón lleno de cafeína para seguir soñando despierta: Stanford, Berkeley. Imagino cómo serán todas esas cartas que mandaré la semana próxima.

Y es que soy una rebelde. Según me dice el Psicólogo que no hay prisa, y que no debo emigrar por las razones equivocadas, empiezo a ver el futuro aún más brillante, más apetecible. Como un escaparate de pastelería en una película de posguerra. Qué más da si las razones son equivocadas. Casi todas las cosas bonitas que me han pasado han sido consecuencia de razones equivocadas en origen. Y de decir que no voy a hacerlas, también. Soy un caso.

Un caso y una maldita drama queen. Mis mensajes se quedan cuatro horas sin contestar y me vuelvo loca. Empiezo a mirar horarios de trenes. Mando mensajes melodramáticos sobre el fin de la vida tal y como la conocíamos. Dice el Psicólogo: estar en el sitio en el que realmente estemos, hacer lo que estemos haciendo, ser conscientes y disfrutarlo. Todo un plan. Ya empezaremos mañana, si acaso.

Mañana (mañana, de viernes 19) va a ser un gran día. Se acabó esperar la cita con la doctora con cara cínica de yaséquemevasamandaralpsiquiatra alternada con la preocupación por una posible operación a 25 de marzo. Se acabó contar horas. Se acabó escribir páginas y páginas y páginas y páginas, copiar y pegar, citar autores, y cansarme de mi propia voz y de los temas que antes me volvían loca de interés, se acabaron los trabajos que se van de las manos, se acabaron las mutaciones, se acabaron el vocabulario semiótico, el espacio disfórico, la tematización, la polarización, la condensación, y todos sus amigos.

El findesemana será espectacular, y luego, veremos. De momento sólo aspiro a cerrar definitivamente un documento de Word y recibir un mensaje de yaestoyaquí. No debería ser mucho pedir.

15.1.10

Esquizofrenia social

A veces me comporto como una persona que no se me parece. No acabo las frases. No gesticulo. Me escondo detrás de cualquiera que sea más alto que yo (podríamos haberlo dejado en cualquiera). Doy besos al aire. Miro todo el rato hacia otro lado. No me despido. Ni siquiera doy las gracias. Estoy, pero como si no estuviera. E, incluso, si me descuido, miento.
Me da rabia ser consciente del poder que ejercen los mitos (Barthesianos estamos). Gente que no tiene nada que ver contigo pero que está en tu vida por los motivos equivocados, gente que no es en sí misma, sino en relación a algo, gente que, más que personas, son personajes. Y que con toda su carga ficcional, consiguen, no obstante, que tú también te vuelvas cáscara vacía.
Pero de pronto alguien que se define a sí mismo como "british" por su rechazo general al contacto físico te pasa, trabajosamente, la mano por el hombro y dice "no te preocupes" y piensas que ser pequeña y vulnerable también tiene su punto. Bueno, serlo no. Enseñarlo, desde luego.
Y vuelves al inicio del círculo y te planteas si hay posibilidad de hacer las cosas de otra manera.
Y luego, te cansas de pensar y quedas para ver una peli de animadoras zombis, porque al final es la solución a según qué enfermedades sin cura.