Mostrando entradas con la etiqueta exilio. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta exilio. Mostrar todas las entradas

7.4.10

Instinto de supervivencia

A decade ago, I never thought I would be at 23 on the verge of spontaneous combustion (Woe-is-me). But I guess that it comes with the territory; an ominous landscape of never ending calamity.
I need you to hear, I need you to see that I have had all I can take and exploding seems like a definite possibility to me. So pardon me while I burst into flames. I've had enough of the world and its people's mindless games. So pardon me while I burn and rise above the flame.
Incubus - Pardon me
Así que en esas estamos. En un momento en mi comportamiento esquizoide, de actuar como si me fiase de la gente aunque piense continuamente que no me fío de ella, va y me explota en la cara. Que tenía que pasar; pues sí, muy probablemente. Que si no diésemos segundas oportunidades, no pasarían según que cosas. Que los cordones sanitarios deben llevar un letrero luminoso que indique "estoy poniendo distancia entre nosotros". Que cuando las cosas parecen raras y bonitas, a veces, sólo son raras y están mal interpretadas. Que parece mentira que tengamos la edad que tenemos y hayamos visto lo que hemos visto y nos creamos según qué cosas. Que es cuanto menos irónico que ayer hablase de toda la gente "fea" de la que nos rodeamos en su momento y no sepamos reconocer esa fealdad cuando la tenemos delante. Que hace tiempo que nos avisaron de que el rollo posmoderno era peligrosísimo. Que hace unas semanas que me recordaron que lo que yo entiendo por no tener moral implica unos principios básicos que hay quien no tiene.

Que sí.

Pero que, incluso a pesar de todo esto, no me lo esperaba.

Que hay redes de apoyo. Que el Sociólogo Renegado se porta como un Amigo, con mayúsculas, sin tener por qué. Que la Chica Líquida se queda a pesar de su cansancio a hacer tiempo. Que la Chica de las Sonrisas cambia la cena de mañana por la de hoy, porque hoy la necesito. Que Blue no se acuesta, sino que me aguanta un monólogo incesante.

Pero tú también tienes redes de apoyo, y no deberías fiarte de ellas.

Irónico, también, que mi psicólogo quiera trabajar el tema de la confianza precisamente ahora. Ahora que nos recuerdan que nadie es de fiar, que todo es mentira, que se acaba el recreo y que se acaba a golpes de campana y puñetazos del matón de turno.

Perdóname, pero no puedo con esto. Me encantaría poder con esto, pero no puedo. Porque tú eres tú y tus circunstancias, y tus circunstancias son otro cantar. Porque tus circunstancias hacen que yo, sin connivencias de ningún tipo, me enrede en una de esas espirales de culpabilidad que no me hacen bien. Porque yo, ahora, estoy más en plan espirales autodestructivas que espirales de culpa judeocristiana. Porque yo, personalmente, estoy cansada, estoy frágil, estoy confusa. Por todo eso, me voy.

Y lo peor es que no hay una forma de decirte todo eso sin saltarme tu puesta en práctica de la disonancia cognitiva y hablarte de cosas que dices que niegas pero te comportas como si existieran. Que no sé por dónde empezar, que no quiero que haya más nombres propios que los nuestros, cuando, en realidad, este final no tiene nada que ver ni contigo, ni conmigo.

Dicen que conmigo sí. Hablan de ataques de pánico y excusas para la huida. Puede ser. Pero el caso es que el impulso de huida es lícito y no requiere ningún tipo de excusa. Que si quiero, me voy. Llámalo instinto de supervivencia. Llámalo X. Pero me voy. Y me voy, como me voy siempre últimamente, queriéndote todavía. Queriéndote mucho.

Dónde están esas cosas "fáciles, y bonitas, y ya".

9.3.10

El lenguaje SIEMPRE es performativo

Si nos ponemos con las leyes generales de la existencia, estamos en una racha performativa. Porque tenemos unos arranques muy serios de pretender que una campaña sin más contenidos que la protesta defina "esto", "nosotros", "arreglar" y "ellos". Porque decimos "te quiero" al tuntún, sin saber por qué. Porque después de años y años tenemos conversaciones sobre sexo con el Chico Escritor.

Quien me conozca, sabe que no soy ni de acción directa, ni de tequieros (no en un contexto de uno-a-uno, al menos), ni de hablar de sexo. Pero qué más da. Es la puta semana performativa, que siempre será mejor que la semana en que pensamos que todos estábamos al borde de la muerte, al menos como definición.

Estoy jodidamente triste y aparentemente es incomprensible. Digo aparentemente porque, si queremos, nos quedamos con aquello de "alma máster" o de "tú, la niña de las fiestas", o con el hecho de que al fin y al cabo tengo a quien me llama para decirme cómo van las cosas en el apartado preocupante, y a quien llamar para informar del apartado grave por el que no nos habíamos preocupado.

Todo eso, vale. Pero también es cierto que busco algo absolutamente indefinido por lo que abandoné algo definido-pero-insatisfactorio-de-forma-indefinida (y que sigue sin aparecer), que los bares me cierran cuando lo único que pido son bares, que todos los que parecían tirar del carro están ocupados en cosas más importantes que tirar de un carro.

Me siento ridículamente sola. Y digo ridículamente porque es probable que nunca haya estado menos sola que ahora. El Chico Escritor hace confidencias preciosas (aunque enmarcadas en un eje de imposibilidad), las ventanas de Skype se reproducen como por esporas, la gente aparentemente desaparecida cobra existencia tangible en forma de resúmenes de noticias o tags en fotos de Facebook que recuerdan tiempos mejores cuando las cosas eran "fáciles y bonitas, y ya", hay quien se quiere venir a dormir a casa un martes (e incluso por quien me veo capaz de cocinar una noche de martes), y hay planes de domingo sin testosterona, y hay paseos a por helado que valen lo que no vale una beca para Stanford, y todo lo que alguien puede pedir.

Pero las cosas no son tan fáciles como tener lo que uno puede pedir; fundamentalmente, porque no tenemos ni idea de cómo pedir las cosas que queremos. Es más: es probable que no tengamos ni idea de lo que queremos.

Yo quiero dejar de sentir que se me va el tiempo entre los dedos, quiero dejar de sentirme una farsante que no se merece el cariño y el entusiasmo que tiene alrededor, quiero una familia de la que me apetezca formar parte, quiero unas vacaciones mentales pero de las de verdad, de las de Santa Pola, cuando todo parecía fácil.

Eso, para empezar. Luego, si quieren, hablamos de mi súbitamente encontrada necesidad de que me necesiten, y de cómo puedo ser tan egoísta como para pretender segmentarla, y demás.

Pero de momento, las vacaciones, por favor.