27.4.10

Desaprendiendo dinámicas

Como la performatividad no es inevitable, dejamos de entenderla como Austin y empezamos a entenderla como Butler, y nos obligamos a cambiar de tema y a decir cosas amables y a obligarnos a hacer listas y a hacer las cosas bien, al principio como autómatas, llamando desesperadamente al orden a que se coloque en nuestras vidas como pauta y no como obligación.

Y así, desde la evitabilidad, nos dedicamos a hacer que los días callejeros se vuelvan productivos; a regalarnos horas de sueño a precio de noche de hotel, a abandonar nuestros planes de consumo ostentoso para abrazar a alguien que es probable que lo necesite, a dejarse abrazar cuando uno no tiene muy claro si lo necesita, a comer en Olavide y no mirar el reloj, a plantarse en Somosaguas sin pensar cuándo nos viene bien ir a Somosaguas, a perder autobuses para mirar libros, a bajarse del autobús para comprar libros, a hacer guías de lectura rápida de textos que hemos decidido que dominamos, a hacer una llamada oportuna y planificar cosas dándolas por hechas (aquí, sí, hemos decidido que Austin mola), a plantarnos en una terraza maravillosa que por adecuada rsulta casi onírica y a cambiar nuestro discurso. Porque podemos hablar de cosas desagradables y no hacerlo desde un punto de vista derrotista.

Mi horóscopo tuvo a bien decirme hace poco que "un pequeño grupo de personas inteligentes puede hacer una gran diferencia", o algo similar. No sé si somos inteligentes, ni si somos un grupo, ni en caso afirmativo, quién forma parte del grupo y quién está en la frontera, pero al menos podemos repetir como mantra "ética y estética", imprimirlo en camisetas, y procurar cerrar fuerte los ojos mientras las cosas se colocan en su sitio y empiezan a ir algo mejor.

Y, grupo o no, "Acumulamos besos / notando el calorcito / todos los días, / olvidando con prisas / niñerías y papeles, / incluso nos sentimos / ocurrentes y modernos / mordiendo esos labios / imposibles de comer / rompiéndose la boca / obedientemente" [Poema robado de un cartel en una exposición de alguien que creo que se llamaba Antonio, allá por el año 2000poco o 90ytantos].

Y a ratos las cosas parecen fáciles y bonitas, y así da gusto.

19.4.10

Condescendencia moral

Suena el timbre de casa. Como no estoy esperando a nadie, no abro. Acabo de acostarme tres cuartos de ahora para ver si consigo que un poco de paz forzada me quite la bola del hombro. Pero vuelven a llamar. Pienso que igual he cerrado mal y Blue no puede entrar, así que llego a la mirilla. Un chico con un chaleco azul de Unicef y una chica hablan con mi vecina de la izquierda, en modo verborrea y con preguntas absolutamente absurdas del tipo de sinopuedescontuenemigoconfúndele.

Me vuelvo a la cama. Ya sólo me quedan cuarenta minutos y me han cortado el rollo tranquilo. Sé que estaba pensando algo precioso pero no recuerdo qué era. Tardo como cinco minutos en volver a encontrarlo. Respiro profundamente, me concentro, me vuelvo a relajar... Y vuelve a sonar el timbre.

Me levanto. Son ellos, otra vez. No sé por qué, pero abro la puerta. Creo que temo que sigan llamando el resto de mi vida si no lo hago. Somos de Unicef, ¿nos conoces? Sí, perfectamente. Chiste absurdo sobre un camión lleno de niños. Me parece que es de mal gusto. ¿Te gustan los niños? Hace poco escribía en otro sitio y comentábamos en clase que hay campañas que son trampa. Nadie está contra ser feliz y nadie está contra los niños. Así que contesto que no. Por joder. Bueno, los de los demás, ¿no? Pues no, tampoco. No me gustan los niños, en general. El tipo no mueve ni un músculo. Es el contestador de atención al cliente perfecto; he pulsado cuatro, así que contesta que tengo que entender que alguien tiene que encargarse de ellos y darles un futuro digno, como el nuestro. Me río. Lo siento, no puedo evitarlo, me río. ¿Has dicho digno? ¿En serio? Me pide que reconozca que estamos mejor que ellos (que viene a ser como preguntarme si estoy a favor de los niños) y le digo que entre estar mejor y tener esperanza de un futuro digno hay un abismo, o dos si son pequeños. Me pregunta si trabajo. Le digo que no. Me pregunta que en qué busco. Mira, tío, no quiero contarte mi vida. Pero qué hacías antes. Marketing. Ah, pues nosotros siempre buscamos gente: qué suerte has tenido, déjanos un CV y te llamamos y te explicamos. Lanzo una mirada asesina. No quiero escribir la mierda de frases simbólicamente violentas que llevas soltándome veinte minutos. No quiero convencer a la gente de que o está conmigo o es mala persona. Ni siquiera sé si quiero seguir escribiendo cosas para convencer a la gente en general. No entiendo por qué coño este tío está empeñado en rescatarme. Me dice que él es periodista y que eso sí que está mal. Sí, eso y los niños, pienso.

En algún momento de todo esto, he sido capaz de intercalar la frase de nopuedohacerningún"pequeñoesfuerzo"más, y me ha pedido 25 céntimos al día durante no sé cuánto tiempo. Creo entender que quiere que en algún momento en el futuro le dé 15 euros. Que ahorre, dice. Me dan ganas de volverme a reír, pero es que este chico no tiene sentido del humor. "Seguro que sales por ahí, no me digas que no, que te estoy viendo la cara. Son tres copillas, mujer".

Ya hemos llegado al punto que me revienta. Nadie va a venir a medir moralmente mis gastos, joder. Dono 8 "copillas" al mes a otra gente que, igual que tú, gastará el 80% de mi donación en financiar su estructura megacefálica e hipertrofiada a costa de contratar gente como tú, que considera que es mejor que los demás porque su trabajo tiene un tinte solidario.

Darle bien a una pelota de tenis no te convierte en mejor ni peor que nadie, ¿no era?

Le cierro la puerta. Han conseguido que les dé la mano, incluso. Como si tuvieran derecho. Se van mirándome por encima del hombro porque les he negado quince euros de nada, veinticinco céntimos al día durante nosécuántosdías. Y en ningún momento, en ninguno, creo que se paren a pensar en la falta de educación que es llamar cuatro veces al timbre de alguien para conseguir que te abra y decirle que podría ser buena persona si pusiera un poquito de interés. Exactamente igual que el tipo de Greenpeace del martes no podía entender que si estaba llorando a mares no era el momento de preguntarme si podía explicarle en qué puntos considero que su actuación no es todo lo coherente que pudiera.

En estos momentos odio tanto a las ONGs que me daría de baja de todas y empezaría a matar "solidarios" à la Patrick Bateman.

Y, claro está, vuelve a dolerme la espalda.

18.4.10

Intento inconexo de banalidad

La Chica Casi Trilingüe ha decidido reivindicar las palabras flotantes y recordarnos que si creemos que todo cambia, la profundidad no tiene sentido. A mí me suena a una reivindicación, probablemente involuntaria, de esa banalidad de la que presume la Compi Rubia (y que a veces olvida) y que yo envidio profundamente.

Yo quiero ser banal y hablar de zapatos. Una de las frases de la semana. Pero la otra, claro, es "ética y estética", y así no se puede ser frívolo. O sí: nuestro plan es convertirla en diseño de camiseta para ver si nos tomamos a nosotros mismos un poco menos en serio. O igual más. Quién sabe.

Madre mía, qué semanas. Una sensación de sordidez sobrevuela las cosas de todos los días. El otro día, el Chico Samba me dijo que celebraba que la nube negra sobre mi cabeza no hubiera venido conmigo a clase por primera vez en toda la semana. Es cierto, ya no la llevo. Total, para qué, si hace un tiempo de perros de por sí. Para qué trabajar en lo mismo que otros si puedes quedarte con su resultado.

Por fin soy una chica rica, pero no sé operar por Internet con mi nueva cuenta, así que me he vuelto loca comprando cosas bonitas para otros pero no sé cómo voy a pagar mis cosas lo que queda de mes. Suele ocurrir. Estoy cansadita de ser pobre. Ser pobre desgasta muchísimo, sobre todo cuando se te olvida sistemáticamente y no eres consciente de que llevas una semana sin comer ni cenar en casa. También es cierto que tengo días de dejarme querer, últimamente, y eso sienta bien y es barato.

Me duele tanto la espalda que podría gritar pero no puedo parar. Descubrimiento de hoy: mi nivel de actividad no tiene regulador. Es un puto interruptor con su on y off, su 0 y 100. También es cierto que no sé por qué creía que iba a tener un punto medio en algún aspecto, en cualquier aspecto, visto lo visto. Así que estoy en 100 y me dedico a recuperar las horas que he dormido de más haciendo en quince minutos lo que tenía pensado hacer en dos horas. Luego nos quejaremos del nivel de resultados.

Pero es que ya está bien quejarnos del nivel de resultados. Ser perfeccionista también agota. Y me aburro de estar agotada.

Y en simultánea esquizofrenia, me pongo a mí misma la excusa de la astenia primaveral para estar aquí sentada en lugar de frotando azulejos. La incoherencia, c'est moi.

16.4.10

A falta de psicoanalista, buenos son los amigos

En pleno martes horribilus, el Chico Escritor me llama, después de separarnos, para decirme que deje de tener miedo. Que no estoy haciendo las cosas tan mal como yo me creo. Y al rato, dice "sentirte amenazada", y caigo en que es eso. No se trata de tener miedo en general. Se trata de tener miedo en concreto. Una sensación bastante paranoica de que está yendo todo contra mí, de que me echan males de ojo, de que esas 48 horas de tranquilidad no van a llegar nunca.

El mundo como ataque personal.

Y el caso es que ya sabía que no era contra mí, que a todo el mundo le pasan cosas malas (véase momento robo en el Burger King del bolso de Mi Media Infancia, obviamente no tanto contra mí como contra ella, lo cual es desastroso para mi plan de convencerla de que esta Ciudad no es Hostil, pero poco más), que las cosas malas no dejan de pasar ni siquiera cuando no las vemos, y que nuestros problemas son problemas de ricos.

Pero ya se sabe que el primer paso es reconocerlo, y yo no lo estaba dando. Sí, me siento amenazada. Tanto, que cuando me pongo nerviosa pienso en mi llavero como puño americano (que habría que verme a mí intentando defenderme por la fuerza, en cualquier caso). Tanto, que cuando soy consciente de que estoy hablando me callo a media frase. Tanto, que cuando la gente me pregunta por ese arranque carismático que nos ha dado esta semana lo único que me apetece es esconderme antes de que se vuelva contra mí. Tanto, que huyo del Profesor de Dudosas Iniciales. Tanto, que pienso en Google como una herramienta para arruinarme la vida.

Sólo que, sabiéndolo, hoy me he tomado las cosas de otra forma completamente diferente. El mundo da mucho miedo, sí, pero no soy el objetivo de nadie. Y eso de que el mundo no discrimine me resulta extrañamente tranquilizador.

12.4.10

Notas al pie (de la ventana)

Como además, la Chica Mariposa no me deja titular así mi nota de suicidio y sigo teniendo ganas de hacerle este sucio plagio, me marco una de post críptico. Tengo que averiguar quién escribe mi horóscopo, porque mi hipótesis de hoy era que Dios existe y se dedica a la adivinación astrológica (si no, de qué va a haber este tipo de narración omnisciente).

Miércoles: "Recibirás una ola de poder: ten cuidado en cómo la manejas. Eres propensa a sufrir heridas y accidentes de naturaleza explosiva. Trata de no hacer maniobras apresuradas mientras conduces, y no dejes cigarrillos encendidos cerca de una bomba de gas o tanque de propano. Sin embargo, bien empleada, la energía planetaria de hoy puede ayudarte a superar prácticamente cualquier obstáculo que se te presente. La elección de qué hacer con esta energía es toda tuya."

Viernes:  "En este momento se ha reunido un gran conjunto de fuerzas para hacer una declaración audaz y una promesa importante. Es el tipo de movimiento que reúne generaciones enteras y une a las personas para crear alguna clase de revolución. Pon a un lado los temas menores y piensa en una escala global. Infórmate sobre qué sucede en el mundo y adopta una posición más agresiva para luchar por los que crees. Un grupo pequeño de individuos inteligentes pueden generar un impacto tremendo."

Sábado: "Esta mañana quizás necesites colocarte la armadura en cuanto salgas de la cama. Afuera hay una batalla campal y pareciera que todos te han elegido como blanco principal. Ten cuidado de no agrandar las cosas aún más defendiendo la situación sin antes comprender el alcance completo de la cuestión. Podría ser que todo esté a punto de estallar simplemente por un pequeño malentendido."

Domingo: "En tu interior se está acumulando una enorme energía física. Ten cuidado de no liberar esta fuerza increíble como una discusión acalorada con alguien a quien amas de verdad. Quizás sientas que de pronto todo se derrumba sobre ti y necesitas encontrar una salida con desesperación. No te quedes en casa. Ponte un par de zapatillas y sal a correr. Encuentra un modo de liberar esta tensión."

Afortunadamente, siempre se puede encargar una revisión de la instalación del gas al completo, encontrar gente dispuesta a utilizar la energía planetaria en nuestro favor porque eso también sale en las comedias románticas yankis, asentar la suma Triunvirato Diabólico + Sociólogo Renegado y contraprogramar y hasta no tener que hacerlo, salir de la cama con una suave transición de cena india y caricias hasta la náusea, y tomar mojitos en vez de correr. Y así, las cosas pintan mejor.

I will survive

Ya está, se acabó. Son demasiadas semanas, no quiero ni contarlas, sintiéndonos mal, defraudadas, indignadas, culpables, violentas, y otras tantas emociones tremendamente negativas.

Hoy hemos tomado una decisión. Se acabó. A partir de ahora somos gafapastas, relativistas, desdramatizadoras, poppies, felices, ignorantes, y si hace falta, incluso cínicas e hipócritas; porque la opción contraria es agotadora.

Vamos a reírnos de todo lo que se nos ponga por delante, vamos a fabricar y a consumir cosas bonitas, vamos a agarrarnos al "...y ya", vamos a dejar de querer morir matando.

Y si la Chica Mariposa y yo tomamos una decisión, intuyo que somos bastante imparables.

9.4.10

Afírmalo con vehemencia...

"... voces que, casi sin excepción, sonaban universitariamente dogmáticas, como si cada muchacho, en su turno estridente dentro de la conversación, estuviera resolviendo, de una vez por todas, alguna cuestión altamente polémica, una cuestión que el mundo exterior, no universitario, llevaba siglos discutiendo con gran torpeza, provocativamente o no".

"Estoy harta de ego, ego, ego. El mío y el de los demás. Estoy harta de que todo el mundo quiera llegar a alguna parte, hacer algo notable, ser alguien interesante. Es repugnante..., lo es, lo es. Me da igual lo que digan los demás".

He elegido una maravillosa semana para leer Franny y Zooey.

7.4.10

Instinto de supervivencia

A decade ago, I never thought I would be at 23 on the verge of spontaneous combustion (Woe-is-me). But I guess that it comes with the territory; an ominous landscape of never ending calamity.
I need you to hear, I need you to see that I have had all I can take and exploding seems like a definite possibility to me. So pardon me while I burst into flames. I've had enough of the world and its people's mindless games. So pardon me while I burn and rise above the flame.
Incubus - Pardon me
Así que en esas estamos. En un momento en mi comportamiento esquizoide, de actuar como si me fiase de la gente aunque piense continuamente que no me fío de ella, va y me explota en la cara. Que tenía que pasar; pues sí, muy probablemente. Que si no diésemos segundas oportunidades, no pasarían según que cosas. Que los cordones sanitarios deben llevar un letrero luminoso que indique "estoy poniendo distancia entre nosotros". Que cuando las cosas parecen raras y bonitas, a veces, sólo son raras y están mal interpretadas. Que parece mentira que tengamos la edad que tenemos y hayamos visto lo que hemos visto y nos creamos según qué cosas. Que es cuanto menos irónico que ayer hablase de toda la gente "fea" de la que nos rodeamos en su momento y no sepamos reconocer esa fealdad cuando la tenemos delante. Que hace tiempo que nos avisaron de que el rollo posmoderno era peligrosísimo. Que hace unas semanas que me recordaron que lo que yo entiendo por no tener moral implica unos principios básicos que hay quien no tiene.

Que sí.

Pero que, incluso a pesar de todo esto, no me lo esperaba.

Que hay redes de apoyo. Que el Sociólogo Renegado se porta como un Amigo, con mayúsculas, sin tener por qué. Que la Chica Líquida se queda a pesar de su cansancio a hacer tiempo. Que la Chica de las Sonrisas cambia la cena de mañana por la de hoy, porque hoy la necesito. Que Blue no se acuesta, sino que me aguanta un monólogo incesante.

Pero tú también tienes redes de apoyo, y no deberías fiarte de ellas.

Irónico, también, que mi psicólogo quiera trabajar el tema de la confianza precisamente ahora. Ahora que nos recuerdan que nadie es de fiar, que todo es mentira, que se acaba el recreo y que se acaba a golpes de campana y puñetazos del matón de turno.

Perdóname, pero no puedo con esto. Me encantaría poder con esto, pero no puedo. Porque tú eres tú y tus circunstancias, y tus circunstancias son otro cantar. Porque tus circunstancias hacen que yo, sin connivencias de ningún tipo, me enrede en una de esas espirales de culpabilidad que no me hacen bien. Porque yo, ahora, estoy más en plan espirales autodestructivas que espirales de culpa judeocristiana. Porque yo, personalmente, estoy cansada, estoy frágil, estoy confusa. Por todo eso, me voy.

Y lo peor es que no hay una forma de decirte todo eso sin saltarme tu puesta en práctica de la disonancia cognitiva y hablarte de cosas que dices que niegas pero te comportas como si existieran. Que no sé por dónde empezar, que no quiero que haya más nombres propios que los nuestros, cuando, en realidad, este final no tiene nada que ver ni contigo, ni conmigo.

Dicen que conmigo sí. Hablan de ataques de pánico y excusas para la huida. Puede ser. Pero el caso es que el impulso de huida es lícito y no requiere ningún tipo de excusa. Que si quiero, me voy. Llámalo instinto de supervivencia. Llámalo X. Pero me voy. Y me voy, como me voy siempre últimamente, queriéndote todavía. Queriéndote mucho.

Dónde están esas cosas "fáciles, y bonitas, y ya".

5.4.10

Niña de papá (interrupted)

Nos levantamos el domingo y, como vemos rayos de sol que parecen equivocarse al entrar por la ventana, decidimos salir a comer. Como si fuésemos una familia cualquiera. Como si fuese un domingo cualquiera. Nos sentamos en la plaza de la Iglesia y poquito a poco vamos desprendiéndonos de capas, el abrigo, el jersey. Nos arremangamos, el sol nos hace cosquillas y nos pone rojitos los antebrazos. Se está bien.

Mi hermana, como es adolescente y acaba de descubrir y de estrenar su independencia (o su dependencia de la persona elegida, al menos), se va, completamente ajena a las normas narrativas del día. Mis padres y yo nos quedamos hasta que el sol empieza a escapársenos, momento en que nos levantamos para ir a comprar tartaletas de frambuesa.


Entro en la pastelería y ya no veo tartaletas, ni monas de pascua, ni nada. Veo el regalo que más feliz me habría hecho en el mundo si lo llego a encontrar con seis años. No puedo dejar de mirarlo y se me abre la boca sin querer. Mientras, mi padre me mira a mí. "¿Lo quieres?" Yo balbuceo algo sobre los veintiséis años que cumpliré. Mi padre pregunta el precio. Coincide exactamente con lo que ya llevamos acumulado. Mi padre dice que es una señal. Yo miro sin parar la caja pero no dejo de decir que no. Interviene mi madre: "Vale ya, ¿no? Compráselo de una vez, porque si no tendremos que volver dentro de media hora a por ello. Y ahora tú abrazas a tu padre y lloras, él piensa en quién le va a regalar cosas a su niña a partir del lunes y llora también, y nos vamos". Dicho y hecho, con lloros incluidos, ante la mirada atónita de la dependienta de la pastelería. Llevo en la bolsa mi Hello Kitty rellena de caramelos Pez y doy palmas, desmintiendo todo rumor de que mi infancia haya podido acabarse en algún momento. Mi madre se ríe, y mi padre, efectivamente, me mira como si me estuviera viendo desamparada. Me parece sintomático que la película en la que se dice aquello de "If I could only have one food for the rest of my life? That's easy-Pez. Cherry-flavored Pez. No question about it" se llame nada menos que Stand by me.

Menos de 24 horas después, mi padre aterriza en su nueva ciudad. Nos manda un enlace a un álbum de Picasa donde se ve que, a pesar de todo, hay sol; que su ventana tiene unas vistas como de postal o de puzzle de 400 piezas; que la habitación es diminuta pero está pensada para que no esté solo; que tiene dos o tres sitios estupendos donde sentarse a escribir su tesis. A mí me da pena pensar que no tiene nada que hacer esta tarde salvo hacer fotos, subirlas, y enviárnoslas por mail. Ya está hecho: está solo.

Y yo, efectivamente, me siento desamparada; porque aunque no viva con él, aunque no recurra a él, lo cierto es que la única persona de la que me fío en este mundo ahora no está a tiro de teléfono, sino de avión; y que mi amor por las tecnologías 2.0 no puede hacer nada contra eso.

Dicen que nos acostumbraremos, pero que será difícil; porque no es sólo una ausencia, sino un cambio de dinámica que todos vemos venir y que se promete desagradable. Yo sólo espero que la costumbre llegue pronto, porque, de momento, todo lo que tengo es vértigo y una nostalgia que llega antes de tiempo.

4.4.10

Familia no hay más que una (y horas, 24 diarias)

Hace tiempo que no citaba a la Rubia. Últimamente, la Rubia empieza a ser la Chica Holograma. Viene, va, vuelve a venir, y tú casi ni te enteras, salvo que te molestes por preguntarle cómo se encuentra. Ella se queja poco, porque es así de modesta, pero el caso es que está desbordadísima. Con buenos motivos: está montando el negocio que me convertirá en mujer de provecho.

En cualquier caso, y a sabiendas de que no es momento de compararse, leo esto y me consuela, porque a ratos parece que soy la única que se agobia mientras el resto planean viajes y se cuelan en fiestas y gandulean al sol del Retiro. No. Somos la Rubia y yo, al menos, que ya es algo.

Mi casa familiar no es el entorno de estudio adecuado. Tienen un montón de estímulos a los que estoy poco acostumbrada, del tipo de Sálvame Deluxe y QMD! acumulados desde hace un mes para que pueda ponerme las pilas y enterarme de la evolución de la nariz y el matrimonio de la Esteban, la ruptura entre Saray y Gerardo, y de que Ivonne Reyes quiere convencernos ahora de que su hijo es de Pepe Navarro. Temas todos ellos que parecen poco interesantes a priori, pero les garantizo que todo es ponerse. Coge una el Análisis Sociológico del Sistema de Discursos y se sienta de espaldas a la tele y acaba hecha bolita junto a una pila de revistas diciendo "sí, hombre, esta a mí no me la da". Es un fenómeno curiosísimo, lo del corazón. Y como mi cerebro está roto, ya os dije, ahora además me dedico a analizar frases como "Vienes diciendo que ha sido puta y, encima, lesbiana" y me lo paso pipa. Durante un rato, incluso creo que estoy haciendo análisis sociológico. Luego me doy cuenta de que estoy procrastinando, claro, pero ya es tarde.

El viernes se me ha ido en concentrarme en que no soy una mala nieta, en no llorar a pesar del percal, y en ver telebasura.

Hoy he conseguido por fin comprar el regalo de mi madre (desde el 24 de febrero que cumplió años. Nada menos). Con la de noches que he dormido en el Hostal Dos Hermanas, al ladito de Fotoocasión, acabo comprando el regalo en una tienda de Majadalejos, mientras ella pide unas copias. A veces pasa. A mí, en concreto, tiende a pasarme. Soy lo puto peor con los regalos de cumpleaños. Quiero exactamente algo, o si no, espero a querer exactamente algo; y entonces empieza la odisea de encontrarlo, e ir a comprarlo. Que suele acabar seis meses después del cumpleaños, conmigo pensando "ya no viene a cuento". Al menos he llegado. Mejor tarde que tardísimo.

Hemos pasado una tarde relativamente estupenda, con su paseo a la fnac, su representación de Chicago, y su cena en un japonés precioso por el que he pasado mil veces sin fijarme pero que merece la pena (a pesar de que yo no comulgo con la dieta japonesa en general).

Sí, pero el (post)fordismo nos mira con malos ojos. Soy la chica rara que lee a Baudrillard en el entreacto, pero sigo sin saber por dónde narices coger un comentario sobre un tema del que tengo tan poco conocimiento. Plagiar al Chico Escritor mola y quita bastante estrés, pero no se puede hacer siempre. Y lo cierto es que yo abro el documento de Word y apunto ideas, y subrayo cosas y hago anotaciones como me recomienda el señor Conde, pero por dentro, en la pista principal, sólo suena "36 horas".

Y es tonto, pero es. Hay despedidas que no se acaban nunca, y las listas de cosas que no se han hecho no sólo las tengo yo, y a ratos tengo muchas ganas de tener cinco años otra vez. Y estar a punto de mudarnos, pero todos. Y que mi hermana esté por llegar, para inundar la casa de ese olor que no es el AmorAmor que lleva ahora. Y que mis deberes tengan forma de Cuadernillos Rubio y Vacaciones Santillana. Y que en abril haga sol.

2.4.10

Gafapasta impostada

Los días de vacaciones tienen esta pinta. Levantarse, mirar alrededor, encender el ordenador, pensar en elegir un libro, ser incapaz, abrir un documento de Word, pretender encauzarlo, no saber escribir algo coherente, y decidir meterme en la cama con Murakami. Ese libro que mi padre consiguió que me leyera a pesar de mi estrés argumentando que "los malos son semióticos. Es casi como si estuvieras estudiando". Al final la efectividad tiene menos que ver con el argumento que con la predisposición, qué duda cabe.

Para variar, tengo unos sueños espantosos (qué alivio, ayer, soñar contigo. Y que pidieras cosas que no podían ser y que contestases a mi cara de descolocada con un "lo importante era pedírtelo", como si estuviéramos en la penúltima escena de Alta Fidelidad). Leer cosas sobre manipulación de la estructura cerebral en tu tiempo libre no ayuda nada, porque aunque lo llamen novela, yo me siento así. Con un pensamiento distinto, categorial, adscrito a grandes teorías con las que no sé si comulgo y que de hecho no sé si se parecen a la imagen mental que tengo de ellas.

Estoy cansada de pensar. El tema es ese, que no es una cuestión de dormir, o de dejar de hacer, o de hacer distinto. Es que me cansa la forma en que últimamente funciona mi cabeza. Me aburro hasta a mí misma, además de haber conseguido dejar de entenderme con los demás. Luego hay ratos, claro. Una revelación en una nota al pie, o una sesión de seminario que vuelve a producirme ganas de investigar aunque se me pasen enseguida. Una conversación entre cañas de las que se aprende más que en algunas asignaturas. Esas cosas. Pero no tener un conmutador que me lleve de ahí a un pensamiento encantadoramente banal, eso es lo que agota.

Acompaño al Chico Escritor a la fiesta mensual de los Zumbas. Él y su amigo hablan sin parar de cortometrajes que no he visto y que tampoco sé si tengo intención de ver. En cierto sentido, es un alivio. Sentirme tan indocumentada y sin ninguna angustia de saber. "Pero sí sabes quién es Chapero-Jackson, ¿no?" "De nombre, por supuesto. No se trata de saber lo que estás diciendo, sino de que lo parezca. El gafapastismo es lo que tiene".

Blue decía hace unos meses que acumulo cantidades industriales de conocimientos. Que no soy consciente porque no van en una sola dirección. Puede que sea eso. El otro día le decía al Chico Trotskista que no tenía mucho sentido hablar de cosas que ya sabes, porque entonces no aprendes nada. Pero igual me equivoco. Es probable que no tenga mucho conocimiento en profundidad de nada en concreto. Me pregunto cuántos cortometrajes habré visto en mi vida. Considerando el ambiente en el que me muevo, muy, muy pocos.

Pero es que ese ya no es mi ambiente. Es que pienso en postproducciones y me agoto. Pienso en preproducciones y me rindo antes de empezar. Sueño despierta con volver a escribir, pero no tengo muy claro que sea una aspiración real, que me compense.

Lo bueno es sentir que no lo necesito. Todo lo que sea no necesitar, es bueno. Hablamos con la Chica Que Hace Escalas y está en modo místico. "Disfrutar de esta conversación, ahora. Se trata de eso".

Ya lo creo. Iletradamente, incluso desde el cansancio y el débil sentimiento de culpa llamando desde el fondo de un túnel como si le fuésemos a dejar entrar. Disfrutar de esa conversación. Reírnos de lo absurdo de conocer a la Chica de la Sílaba Flotante. Agradecer que las farolas estén exactamente donde están. El resto, mañana.

1.4.10

Belong-a-holic

Salimos de casa del Chico con Nombre de Poeta, donde hemos estado jugando a que nos echan del bar con Sinatra cantando a la Chica de Ipanema y canciones politoxicómanas. Ha sido una tarde rara por bonita, y una noche rara por distante.

Durante un rato, parecía que todo el mundo necesitaba terapia, y que tendría que tumbarles uno por uno en el sofá mientras tomaba notas desde el taburete. "Oye, no he terminado de hablar contigo". Qué bonita frase. Qué bien sienta, en realidad, que la gente quiera hablar contigo en concreto, y no contigo porque pasabas por allí. Aunque sea de la imposibilidad del amor en los tiempos postmodernos. Aunque se pongan violentos y quieran armas de destrucción masiva. Aunque ni siquiera hablen de lo que les está pasando. Simplemente, es bonito. Durante un rato pequeño, yo me siento a un par de galaxias de lo que está pasando en ese salón, pero al mismo tiempo me atan media docena de hilos de nailon bien agarrados desde el suelo.

Y cuando salimos, el Chico Trotskista se salta los dos besos y pasa directamente a un enorme abrazo. Es bonito, también, cómo van cediendo los intereses (antropológicos, en mi caso; militantes, en el suyo) por un cariño que parece crecer a mi manera (exponencialmente, exageradamente), pero también desde su lado de la mesa. Mi cara cínica se oculta y decido agarrarme hasta con las uñas a esas frases que podrían no ser verdaderas pero que quiero creer. Le he contado cosas, de nuevo, que no es prudente que él sepa. Pero no me importa. Quiero fiarme de él, porque si no te fías del último romántico, de quién vas a fiarte entonces. Y cuando me abraza y dice "no sabes cuánto te aprecio", creo que sí lo sé.

El Sociólogo renegado pone pucheros y pregunta si quiero al Chico Trotskista más que a él. Le contesto que hay gente que se deja abrazar mejor que otras. Pero a él también le abrazo, claro que sí. Siguen, los dos, para Atocha, y les veo marchar pensando que estadísticamente no es fácil ser más querible que un sociólogo del 86 (o aprox., vamos).

Yo sigo hacia Sol con el Chico Samba y el Chico Performativo. Hablamos de Madriz como desastre ecológico, como fracaso comunicativo. Pero Madriz tiene bonitas sorpresas en forma de pizzerías abiertas toda la noche y fiestas de cumpleaños en bares aparentemente cerrados.

No me dejan marchar. En vez de coger el búho sigo con ellos hasta Hortaleza. Es posible que tampoco quiera irme, aunque, en fin, haz lo que debas. Me gusta que insistan, la verdad. Estoy en modo dejarme querer. Finalmente, gana la responsabilidad y me marcho, dejándolos al lado de la reja saludando al cumpleañero. No puedo evitar volverme y pensar que probablemente no tenemos grandes cosas en común, y que los lazos serán todo lo débiles que sean, pero que, esta noche, no pude salir volando porque todo el mundo me agarraba.

Y el cariño también parece eterno mientras dura.

She came in through the bathroom window

Cada vez que la veo, está más guapa. Es más: está radiante. Sonríe mejor. Le brillan los ojos de otra manera. Probablemente, viéndonos ahora, nadie pensaría que éramos como fuimos en 2004. Creo que ella es mucho más divertida ahora, con su medio nombre en la boca, con su cara de traviesa, con sus ganas de hacer más que de mirar.

Yo seguramente también sea muchomásalgo, pero no sé qué, y tampoco es el caso.

Nunca me pareció que fuese tan alta.