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12.8.10

Crónicas tripeiras

Ir a buscarte a la estación, porque las despedidas no molan nada pero los reencuentros no tienen precio, por torpes que sean (y Atocha está mal hecha). Cocinar, aunque sea delante de ti, cena y comida, nada menos, porque he decidido que voy a estar bien y eso pasa por recordarme que no pasa nada cuando no está pasando nada. Aprender otra cosa de ti que no sabía. Un buen prólogo.

Llegamos y parece todo muy fácil. Me sorprende haber hecho tan bien los deberes (y ayuda mucho que la gente sea lista y previsora y coloque gente que te oriente frente a las máquinas en la estación de metro del aeropuerto). Bajamos en Bolhão y casi, casi, me suena, aunque gana respecto al StreetView. (Des)ventajas de la era de la información: se acabaron las sorpresas; eso también quiere decir que cuando llegamos a la Pensão do Norte lo hago con la tranquilidad de que he elegido bien. Me siento un poco como una niña pequeña jugando a ser mayor cuando entramos en la habitación. Tengo una sonrisa un poco tonta que no puedo evitar que se me escape cuando pienso que es nuestro primer viaje juntos y subrayo "primer" como si empezara una saga.

Salimos a dar una vuelta con la firme intención de evitar los alrededores de la Catedral, que es donde la peor guía del mundo (comprada a toda prisa treinta horas antes) dice que pasan cosas malas, pero como a) ni siquiera nos molestamos en mirar el mapa y b) hemos ido a dar con una de las ciudades más manejables del mundo, en el minipaseo nocturno pasamos por doscientos sitios de los marcados en el mapa, incluida por supuesto la Sé, aunque yo me empeñe en que una catedral no puede tener esa pinta de castillo medieval con su señor a caballo enfrente (he hecho los deberes, pero menos: nombres, bueno, pero fotos no). Hacemos una apuesta por el turismo gastronómico a pesar del miedo que me da un gentilicio derivado de las vísceras de animales, que no sale excesivamente mal.

A pesar del sol y del ruido, como hemos venido de vacaciones, por difícil que se me haga esa palabra, acabamos remoloneando más de la cuenta (costumbre que se prolonga hasta el día en que las señoras de la limpieza nos llaman preguntando si pensamos salir alguna vez, momento a partir del cual supongo que había que ponerse las pilas, aunque sea las vacacionales), y descubriendo que en la peor guía del mundo no les ha parecido relevante explicarnos que en Oporto no se come. Bueno, se come, pero a unas horas concretísimas, y cuando nosotros queremos tomar algo nunca es hora de café o de comida o de lo que quiera que queramos. Aun así, encontramos un camarero encantador que nos da cafés, con la agradable sorpresa (esta vez sí) de que aquí los cafés son buques, como a mí me gusta, y un numerito absurdo provocado por la mezcla de mi intolerancia a la leche caliente en el café, las ganas de agradar del señor y la falta de perspicacia que podría habernos sugerido tirar parte del café para echar la leche fría, que acaba por convertirse en un chiste de repetición en el que él me dice que dé un trago, yo me quemo, él echa leche fría, me dice que dé un trago, yo me quemo, y así sucesivamente hasta que la vergüenza me supera y decido tomar el café caliente por si me queda un poco de dignidad que salvar.

Qué narices, claro que me queda dignidad que salvar. Acabo de dar dos vueltas al Mercado de Bolhão sin panicar. Eso en mí es un logro.

Seguimos caminando hasta llegar a la Praça dos Aliados, donde me enamoro hasta las trancas de un reloj, como suele sucederme en todas las ciudades a las que voy (no sé por qué me empeño en ir a Praga, si en realidad me vale cualquiera), colocado encima de un edificio al que no hago ni caso y que no me entero hasta el penúltimo día de que es el Ayuntamiento. me enzarzo conmigo misma en otro intento de recordar esos seis años de Historia del Arte estudiada en el instituto, proyecto empezado la noche anterior con la Estação de São Bento y esa pregunta de quéesartnouveau (recientemente aceptado por la RAE, entre otras palabras aparentemente necesarias como "meloncete").

En otro alarde de documentación, caminamos hasta la Torre dos Clerigos, que luego el Rey del Laboratorio jurará no haber visto, a pesar de haber aprovechado que salía un camión de la obra de enfrente para hacer doscientas fotos, y nos topamos con Lello e Irmão, la librería más bonita del mundo (aunque se puedan decir muchas cosas sobre su ordenación, y eso considerando que sigo sin leerme el temario), y probablemente el sitio más caluroso de Oporto, que ya es decir.

Vamos buscando un sitio para comer, pero sin prisa, así que cuando llegamos a eso que el señor de la Peor Guía del Mundo llamaba "un túnel vegetal" y que venían siendo unos cuantos de árboles alrededor de los "Trece riéndose unos de otros" y nos sentamos tenemos que apelar a la piedad de la camarera para que nos den de comer. Afortunadamente lo hacen y además descubrimos que aquí la mayonesa de la ensaladilla rusa va aparte, lo cual es muy práctico cuando por un doble malentendido (y porque, estoy segura, el destino no quiere que coma pescado, porque las dos veces que lo intento sale mal) nos toca compartir ración.

Nos metemos a ver una exposición porque no encontramos otra forma de entrar en el Parque das Virtudes, nos topamos con el cuadro precioso a cuyo autor no le hago ni puto caso (y, tenías razón, igual fue un error), y una chica encantadora (no paro de decir que todo es bonito, que todo está bueno, que todo el mundo es encantador, y tú me miras con asombro y sostienes que me hacía muchísima falta salir de Madriz, y tienes toda la razón) nos indica amablemente que obviemos el parapeto que da al jardín, pero es un trozo pequeño y lo que queremos es bajar (y además nos topamos con huecos extraños de los que salen doscientos millones de moscas a lo principio de Bones y da mal rollo), así que seguimos caminando para encontrarnos con el guardia de parque más triste del mundo y con la pareja ardiente a la que le vamos cortando el rollo según avanzamos parque abajo y con la pareja Dosenlacarretera que se sientan en el banco para mirar cada uno en una dirección y cuando el guardiadeparquemástristedelmundo nos echa, bajamos hasta Ribeira.

Aprendizaje antropológico: a) mientras haya chicas a las que impresionar, los hombres seguirán haciendo estupideces hasta el fin de los tiempos; b) nada fascina tanto como la posibilidad de ver morir a un semejante víctima de su propia necedad. Los adolescentes se tiran desde el Puente de Don Luis I cada poco rato y siempre (esto lo sabremos cuando volvamos) hay un corro de curiosos haciéndoles fotos alrededor. Cuando volvemos al día siguiente el panorama es idéntico (aunque después de la hora de esperar a la comida en el restaurante donde afortunadamente dejaban fumar viendo un talk-show sobre delgadez y salud yo ando más interesada en por qué esta obsesión por estar delgado - campañas en las farmacias, portadas de revistas donde hablan de Letizia como "Magrezza em risco de gravidez", y ahora esto - en un sitio donde no he visto gordos (aunque no deja de llamarnos la atención el afán de los señores tripeiros más viejunos de subirse la camiseta y enseñar la tripa, que produce todo tipo de confusiones sobre el origen del segundo gentilicio portuense). Y como el tema va por ahí, cuando nos sentamos en la esquina con sombra en la orilla que ya es Vila Nova de Gaia y miramos los barcos y hacemos unas fotos tan típicas que las tenemos iguales tú, yo, y la Peor Guía del Mundo, pues toca sesión de confesiones, que parece que acaba bien gracias a tu "hace falta algo más que eso para asustarme" y al remate con helado, que es como tienen que terminar estas conversaciones.

Subimos hacia el hotel en el Funicular dos Guindais, porque tu miedo a las alturas viene a ser más o menos igual de raro que el mío, y como salimos a cenar en la dirección contraria a la de costumbre no encontramos nada, hasta que de pronto recuerdo ese sitio que comentaban en TripAdvisor que era la mejor terraza (esplanada) de Oporto y allá que nos metemos, aunque no seamos público de restaurantes de diseño y no sepamos pedir la comida adecuadamente, a pegarnos el capricho de cenar como señores (realmente la terraza lo valía) y hasta de tomar un mojito con el que no me acompañas y con el que empiezo a descubrir hasta qué punto ha bajado mi tolerancia al alcohol últimamente...

El sábado volvemos a intentar ir en la dirección norte en vez de en la sur (que en realidad es mejor porque así las peores cuestas son para ir en lugar de para volver), pero como nos dan las mil por enésima vez, incluso andando en llano no se puede respirar, hasta el punto de que podría haberme quedado a vivir en la Casa da Música (ya habríamos encontrado la forma de que esos Mac ultramodernos para iniciar a la población en el sonido digital se convirtieran en puntos de acceso libre a Internet). Vamos buscando los Jardines del Palacio de Cristal, pero como lo habíamos hecho todo tan bien hasta ahora, tenía que torcerse algo, y cuando por fin llegamos, sin que nos importe gran cosa haber dejado en el hotel los libros (vacaciones de pequeños pedantes), está tomado por una gymkana infantil que hace que yo reniegue de todo mi instinto maternal en esta esquizofrenia biológica que me traigo últimamente en torno a los niños. Jardines okupados, museos cerrados, y centros comerciales sin aire acondicionado (pero con zumos de naranja y mango estupendísimos), no queda otra que volver al centro y cenar en un sitio incomprensiblemente recomendado por La Peor Guía del Mundo (menos incomprensible ahora que directamente la llamo así, claro) y que también incomprensiblemente se llama café-bilhar cuando no hay ni sombra del bilhar (que igual aquí es tradición, porque antes de irnos veo otros dos en la misma situación).

Cuando al fin nos levantamos a una hora decente, como parece que hemos hecho a propósito lo de ir en contra del mundo, es domingo. Descubrimientos en plena muertepordomingo: a) un sitio puede llamarse Café Turista, abrir un domingo por la mañana en un barrio que parece posthecatombe nuclear, y ofrecer dos desayunos completos por menos de 5€ en total; b) los autobuses portuenses son una cosa maravillosa y aunque los conductores parezcan sacados de Los Autos Locos no se pasa miedo; c) los museos sí abren los domingos; d) merece la pena irse a un sitio dejado de la mano de dios que parece una urbanización playera sin playa para montarse una casa como la de la Fundación Serralves; e) el Museo de Serralves tiene el jardín más maravilloso del mundo; f) tendría que haber aprovechado mejor las oportunidades de saber algo de la vida natural si esperaba reconocer los árboles y los pájaros; g) el gafapastismo no se arregla ni a tiros y escoger entre toda una librería el tomo cuya primera review de contraportada está firmada por Björk es significativo; h) una puede enamorarse hasta las trancas de un libro y comprarlo para regalar en vez de para sí misma y disfrutarlo lo mismo; i) se puede llamar Parque a una especie de descampado con orden; j) la mejor empanada del mundo la ponen en el chiringuito del Parque da Cidade (o igual es que teníamos demasiada hambre y ya no contábamos con comer); k) si un Parque espantoso acaba en playa, el parque automáticamente mola.

Dejo pendiente un baño playero en condiciones, que el Chico Samba me expliqué qué es algo llamado "Ãlea de liquidãmbares", porque si se puede traducir por "Sweetgum alley" tiene que molar a la fuerza, comprarme el libro maravilloso de Marina Abramovic cuando tenga dinero de verdad y no este precario equilibrio financiero veraniego, entender la diferencia entre Moleskine y teNeues (si la hay), y conseguir tumbarnos en un parque a leer (porque hoy sí traíamos lectura pero no nos molaba el parque y, además, siempre es mejor escuchar tus historias avícolas de Erasmus).


[Inciso: me parece gracioso que tú apuntes en tu libreta lo que comemos y yo, mentalmente, las conversaciones...]

Cenamos con vistas al reloj maravilloso, en una cena que es como un viaje en el tiempo, Melão com presunto y Frango ao forno, como si tuviera seis años y anduviera correteando por el Algarve, pero no le digo nada a mi madre porque ya me he pasado de mensajes moñas (pero qué bonito, por otra parte, tener ganas de mandarle mensajes moñas a mi madre. No sé si me había pasado antes alguna vez).

Como sólo nos queda un día, lo pasamos en Gaia haciendo cosas de turistas: montando en barcos y probando vinos, que luego la Chica casi Trilingüe se mosquea porque mi interés por el vino de Oporto es como máximo limitado (y al final se enfadará, porque de hecho no he traído), y descubro un tinto que sí me gusta, toda una hazaña, aunque se suba muchísimo a la cabeza y haga casi imposible subir las Escadas que no sé cómo se llaman pero que deberían llamarse dos Gatos, porque son bonitos y diminutos y me dan ganas de obviar la alergia y echármelos al bolsillo (Escadas donde, por cierto, una pasa cierto miedo al ver que hay una gatera para personas humanas que probablemente lleva a una especie de centro comercial, versión yonki; y se empieza a entender eso de no pasar por Sé de noche).

Aunque estamos convencidos de que no queda nada por ver, la última mañana nos metemos en el claustro de la Catedral (a pesar de que yo refunfuñe y mis restos de educación católica me hagan pensar todo el rato que vamos a ir todos al infierno porque no se puede pasar olímpicamente de una misa en una catedral....), y mientras paseamos por donde nos encontramos con Mi Media Infancia (Oporto es un pañuelo: nada más llegar, primer día, allí estaba. Raro rarísimo volver a ver a su familia diez años después... Últimamente los reencuentros son con gente a la que hace demasiado tiempo que no veo y me empiezo a sentir mayor), entendemos por qué lo llaman el Barrio dos Livros, hacemos fotos de escaparates de librerías de viejo y parloteo sobre mis vocaciones frustradas y las siete u ocho vidas que pienso vivir para cumplirlas, y salimos corriendo al aeropuerto aunque para qué si no sólo llegamos con tiempo sino que hay retraso, una hora para cincuenta minutos de vuelo, y el Rey del Laboratorio se pone de los nervios y yo me engancho como si fuese un culebrón a la conversación de las wannabes que tenemos delante a falta de un plan más entretenido, y al final, sí, embarcamos y se acabó y jo.

Mirar Madriz aún con ojos de turista, y pensar frente a la Glorieta de Bilbao que puede que no se viva muy bien, pero, jo, es muy bonito. Que me parezca que todo ha cambiado, mi barrio y el tuyo. Y, al final, ir a la estación a despedirte, y procurar que las despedidas molen un poco. Un buen epílogo.

18.2.10

Acercándome. No sé a dónde. Pero más cerca.

Sigo horarios aleatorios, consigo levantarme a las 9 para luego no poder escapar de una siesta de nada menos que tres horazas. Me paso la siesta discutiendo con el Rey del Laboratorio sobre la ética hacker, porque últimamente parece que si no discuto con sociólogos en sueños es como si no durmiera (bien, para variar, discutir sobre algo que he leído. ¿Simmel? ¿En serio?). Me levanto de la siesta desubicada, como suele ocurrir. Miro el calendario como si fuera un reloj. Vuelvo a contar mentalmente las horas. No, no me dan.

En realidad, sí me dan. Esta mañana he hecho una de esas cortocircuitadas por las que voy y me leo del tirón tres de los libros que llevo para leerme un mes (o dos, incluso). Elijo cosas al azar, me enamoro de Hinamen. Me enamoro tanto de Hinamen que hago un parón lleno de cafeína para seguir soñando despierta: Stanford, Berkeley. Imagino cómo serán todas esas cartas que mandaré la semana próxima.

Y es que soy una rebelde. Según me dice el Psicólogo que no hay prisa, y que no debo emigrar por las razones equivocadas, empiezo a ver el futuro aún más brillante, más apetecible. Como un escaparate de pastelería en una película de posguerra. Qué más da si las razones son equivocadas. Casi todas las cosas bonitas que me han pasado han sido consecuencia de razones equivocadas en origen. Y de decir que no voy a hacerlas, también. Soy un caso.

Un caso y una maldita drama queen. Mis mensajes se quedan cuatro horas sin contestar y me vuelvo loca. Empiezo a mirar horarios de trenes. Mando mensajes melodramáticos sobre el fin de la vida tal y como la conocíamos. Dice el Psicólogo: estar en el sitio en el que realmente estemos, hacer lo que estemos haciendo, ser conscientes y disfrutarlo. Todo un plan. Ya empezaremos mañana, si acaso.

Mañana (mañana, de viernes 19) va a ser un gran día. Se acabó esperar la cita con la doctora con cara cínica de yaséquemevasamandaralpsiquiatra alternada con la preocupación por una posible operación a 25 de marzo. Se acabó contar horas. Se acabó escribir páginas y páginas y páginas y páginas, copiar y pegar, citar autores, y cansarme de mi propia voz y de los temas que antes me volvían loca de interés, se acabaron los trabajos que se van de las manos, se acabaron las mutaciones, se acabaron el vocabulario semiótico, el espacio disfórico, la tematización, la polarización, la condensación, y todos sus amigos.

El findesemana será espectacular, y luego, veremos. De momento sólo aspiro a cerrar definitivamente un documento de Word y recibir un mensaje de yaestoyaquí. No debería ser mucho pedir.

29.7.09

Acabamos de cancelar el viaje a Praga. Me siento como si, de tanto hablar de mi verano, hubiese colocado sobre este una enorme nube negra escupiendo rayos de mala suerte. En realidad, dos planes de cuatro no está tan mal. Pero durante todo este tiempo, pensaba que esos cuatro planes eran el principio, y no el máximo...
Si sigo acumulando motivos estallaré en una especie de Big-Bang del mal rollo. Cuidado, que escupo.

1.11.08

Diarrea mental

Si algo hay que asumir, señores, es cuando el cuerpo dice "Basta". Si uno intenta engañarle con una tarde y una mañana bajo los cuidados de mamá y papá para luego volver a su vida a 45 rpm, no funciona, y termina pasando un día y medio en la cama, delirando con todo tipo de pensamientos subterfugios acumulados. No digo que no haya sido una interesante labor de autoexploración, pero también una lección práctica. Y es que odio ponerme enferma. No cuadra con mi autoimagen de superwoman.

Sirva esto como introducción, porque a partir de aquí es bastante probable que delire un poco, también. Y es que hace unas semanas, la Chica Ángel me preguntaba por mi inexplicablemente mantenida ausencia de estos lares, y ha habido miles de razones para mantenerme ausente, pero tengo mono. Así que empiezan los comentarios aislados de una eternidad sin postear.

- Leo esto en el blog del Chico Escritor e, inevitablemente, me acuerdo del taxista del jueves. Un señor absolutamente sabio, con una visión política intachable. Su argumento base, venía a ser algo así como que somos el único país al que se nos regaló la democracia, sin sangre, sin sufrimiento, sin claveles, sin Saint-Denis, sin... Y que así nos va. Que no sabemos votar, que no sabemos entrar en un ayuntamiento y echar a alguien de allí a pedradas por gastarse 9.000 € de dinero público en una mesa nueva para su sala de juntas. Una gran verdad para decirle a una meritocrática como yo, que ya tiene candidata a las próximas elecciones, aunque lamentablemente no creo que se presente.

- Una amiga de la UOC está obsesionada con el intrusismo en la profesión de los publirrelacionistas. Yo, aunque sólo sea porque me encanta la gente que se queja de todo en general pero de forma activa, me hago eco siempre de sus comentarios al respecto, pero el problema no es ese, qué va. El tremendo problema es el intrusismo en la profesión de selección de RRHH. Dénse una vuelta por algún portal de búsqueda de empleo. Los papanatas que cuelgan anuncios no saben que "A tiempo parcial" es un tipo de jornada y no un tipo de contrato, que se llama "De duración determinada". En esas condiciones, es prácticamente imposible que sepan que para un gabinete de comunicación de empresas necesitan un publirrelacionista. Con lo larga que es esa palabra. Quita, quita.



- He empezado, por fin, mi Cuaderno Favorito. Concretamente, el verde, el que más necesitaba, el que mi madre tuvo a buen juicio regalarme. Un cuaderno entero de cosas que no me puedo echar en cara nunca más. Esto sí que es terapia, y lo demás son tonterías.

- Me voy a Munich, again. El próximo puente de diciembre, iremos a la ciudad del Putsch, a meternos otra vez con los rincones donde Hitler empezó a creer que cambiaría el mundo para bien y terminó metiéndonos a todos en el mayor jaleo de todos los tiempos (sobre todo por lo estúpido de su origen); pero, además, habrá añadidos. Y no serán jarras enormes de cerveza y cánticos y bailes sobre bancos de madera, no: ciudades universitarias, y, si el tiempo acompaña, trineos. Suena tan bien que no me importa estar en la ruina. Total, ya decían por ahí que estamos en crisis. Empezaba a sentirme discriminada por no notar ninguna diferencia en mi ya de por sí lamentable situación pecuniaria.

- A veces, la ilusión es algo tan pequeño como una presentación de producto dentro de dos jueves. Una estética 70s, un grupo al que me encanta oír tocar, y la sensación de homenaje a la Chica del Fondo de Armario porque por fin, la Gran Idea Para Un Folleto De Producto que nunca se llevó a cabo, resurge dos años después. Ser la veterana del departamento (y no sólo la junior) es lo que tiene, que recuerdas las cosas, y que, cuando una se propone algo, hay veces que es cuestión de paciencia. Y va a resultar que sí que tenía yo de eso. Qué cosas.

- En enero seré una chica Licenciada. A cambio, llevo un mes sin pisar la calle, he perdido la cuenta de cuántos conciertos perdidos, arrastro un tremendo mono de humanidad que me hace contestar cosas raras al psicólogo ("Y, en tu vida fuera del trabajo, ¿también sientes que tienes que fingir?" "No, claro que no. Bueno, creo que no. Sabes, es que no recuerdo muy bien la vida fuera del trabajo"), y sólo sueño despierta con el desquite.

- He conocido, en este tiempo, a un señor fantabuloso. Alguien que me recuerda que puedo ser expeditiva para cosas que simplemente quiero para mí, que se supone que es uno de los grandes objetivos de mi terapia estos meses. Alguien que me ha traído desde Ibiza mi nueva camiseta favorita y por cuya culpa estoy obsesionada con cierta tarta de chocolate de una cafetería entrañable en Ópera. Alguien que habría sido un gran contacto para una carta de recomendación para el master del IED que ahora, por culpa de Bolonia, igual empiezo un par de años más tarde. Sociología, Off we go.

- Últimamente, soy un desastre con patas. Tengo tantas cosas en la cabeza que no salgo de casa sin mi lista, tamaño folio, de To-Do's. Lo cual implica que la mitad de los To-Do's no están en la lista, porque no me acuerdo, y llego tarde absolutamente a todas partes. El descubrimiento asociado es que cuando una no da abasto, y no es una cuestión de pereza sino de sobrecarga, el universo entero conspira a su favor, y cambia las horas de las reuniones mientras duerme para que nunca llegue TAN tarde como creía.

- Tengo unas ganas enormes de ir a Sevilla, un mono tremendo de helado de Rayas, una avidez inconmensurable de olor a azahar, curiosidades de Alameda, y todo un saquito de emociones pro-sevillanas, que siguen en el fondo de una maleta que nunca consigo terminar de hacer. Sueño con tener fines de semana, y vengarme. Esto ya lo he dicho, creo. Mr Heads, le recuerdo que me debe usted un Daily's con fotocopias. He dicho.

En fin, que ya tengo Internet, y que espero andar más por aquí. Besos a todos los que sigáis al otro lado...

31.8.08

Reaparecida

El Chico Escritor dijo hace mucho, cuando el verano todavía era sólo ir a la Bombilla y buscar mesas que no oliesen a alcantarilla para comer bocadillos de lomo, que el problema de Woody Allen era el de cualquier bloggero: que escribía sin ganas.
Yo, como siempre he intentado no ser una cualquiera, nunca escribo sin ganas, lo que acaba por traducirse en una ausencia total de mi vida internet-cia, que, ojo, me encanta en general, pero no en particular.
Meses raros, estos. Tener vacaciones tras un año en el que has trabajado siete meses no deja de provocar una rara sensación como de que te ha tocado la lotería con un billete que has encontrado en el metro. Estas cosas nos pasan, a esos que pensamos que el mundo entero pende sobre nuestros hombros y que somos los Grandes Culpables del Mal Universal.
Para contrarrestarlo, sólo hay una fórmula mágica, descubierta en Santa Pola: adormilarse en la playa. Notar cómo te quema el sol, oler y escuchar el mar, sentir el viento que hace que todo deje de parecerse preocupantemente a una barbacoa, y pensar que todo está en orden y que eres asquerosamente prescindible.
Este verano, mis sesiones de prescindibilidad han tenido dos escenarios: Ibiza y Roda de Bará.
La primera: para quedarse a vivir. Una sensación rara de haber llegado tarde a todas partes, de ser la única sobria de la fiesta, que desaparece cuando te encuentras tomando el enésimo arroz en el enésimo chiringuito y pagando los riñones de repuesto y una sonrisa boba en la cara cuando se pone el sol. Que los que tomamos ansiolíticos no aplaudamos en las grandes ocasiones no quiere decir que no las disfrutemos, claro que no. Un amor incondicional a Cala Comta, que se une a Genoveses en mi lista de playas paradisíacas que salen poco en los catálogos. Mucho descanso, mucha olimpiada, y, los últimos días, el repositorio de vida social que nos faltaba. Una estupenda combinación.
Un visto-y-no-visto en Madriz, que es lo que pasa cuando una está de pre y postproducción al mismo tiempo, y además tiene que poner cienes y cienes de lavadoras. Sin mi Media Infancia (quiero verte YA), sin la Chica de las Sonrisas (aunque tengo sus lámparas), y sin los conejos, que se quedaron en Villalba, otro estupendo paréntesis casi tan lleno de presentina como el Contempopránea.
[Por cierto. Tengo La Mejor Suegra Del Mundo. Soy asquerosamente afortunada, he dicho]
Y luego Roda. Roda con tremendas reservas, porque a mis pocas ganas de ir se sumó la jungiana pérdida del tren (ya que tenía billete para el 23 por la noche, y no para el 24 por la noche. Eso de salir un día y llegar otro es demasiado descontrol para mi despiste inherente), el ataque de ansiedad en Chamartín, el dolor en el pecho. Pero Roda como cada año afortunado (cuatro, desde que tengo tres): con esos trenes que pasan junto a las habitaciones como único defecto de un sitio asquerosamente encantador, con el castillo en el que siempre quiero rodar algo, con los cafés a menos de treinta céntimos y los cubatas a menos de dos, con los paseos al Roc, con el viento de la terraza con vistas a mar con pita en la que a uno le apetece quedarse a vivir.
Mañana hay cole, y yo no quiero ir porque ya sé leer y escribir, pero, en realidad, la rutina tiene un punto maravilloso que yo ya casi no recuerdo, y me siento, un poco, como si estuviera a punto de empezar la Universidad, por primera vez, quiero decir.
Y además, he leído que el síndrome postvacacional no existe y estoy dispuesta a creérmelo.

12.6.08

When in Rome, do as Romans do...

... esto es: quítele los amortiguadores a su vehículo (si no, no se siente bien el empedrado), colóquelo de forma que la línea que separa los carriles coincida con el eje central o conduzca por los arcenes, sáltese los semáforos, láncese a los pasos de cebra con intenciones suicidas (no, los conductores no van a parar en caso contrario), enchárquese los pies junto a la Fontana de Trevi, minimice el alcantarillado para poder competir con Venecia en los días lluviosos, compre una flota de camiones y conviértalos en prohibitivos puestos de comida, no venda chocolatinas en ninguna parte, señalice todas y cada una de las calles para no perderse en el mapa, cierre el metro a las diez y los lugares de interés turístico antes de las siete y media, considere que un camping se puede vender como un hotel de cuatro estrellas, ponga en el folleto que el minibar es gratuito pero esconda los abrebotellas, desayune tartas de masa quebrada con mermelada de cereza o albaricoque, aprenda a que un café frío sea una delicia, prepare dos millones de tiramisús con recetas diferentes entre sí, deje un 10% de propina, sea terriblemente ineficiente en todos los aspectos, conjunte todos y cada uno de sus complementos, no lleve jamás tacones, siéntese en todos los céspedes donde indique que está prohibido, tome bebidas naranjas como aperitivo, y, por supuesto, cómprese una Vespa.

Lamentable haberme pasado el viaje de mal humor. Odio los antihistamínicos y los mapas que pretenden confundir al visitante en lugar de guiarlo. Pero lo cierto es que ha estado bien. Creo.

6.5.08

(Muy) malas pulgas

Mi psicólogo me dice que vivo en una espiral de culpa y rabia. Yo me digo a mí misma que estoy hasta las cejas de citar a mi psicólogo, aunque, por otra parte, los doscientos euros mensuales que invierto en estar un poco menos zumbada parece que me rentan. Y creo que esta frase corrobora lo que dice el buen señor.
El caso es que llevo todo el día para conseguir sacar la información más importante de mi PC. He tomado una decisión terminante. Antes de mañana, mi querido portátil será formateado sin piedad. Aunque sólo sea para aguantar hasta el sábado. Mi madre me echa la bronca por depender de la tecnología. Yo tengo ganas de gruñir. Estudie usted por Internet y luego dígame que dependo en exceso de la tecnología. Tsk.
No puedo entregar mi trabajo de TEE porque no tengo el Frontpage en el ordenador del Chico Cósmico, y tardo unas siete horas en conseguir terminar una compilación de Nero con el mío. Encerrada en mi espiral, me enfado, alternativamente, con mi padre, con el vendedor, con el fabricante, con el Chico Cósmico, y, por supuesto, conmigo misma. Y con los anunciantes de seguros. Dios, cómo odio a los anunciantes de seguros y su puñetero omnipresente "no pasa nada". Claro que pasa. Si algo puede salir mal, saldrá mal. Y yo estoy hiperactiva y no me dejan ser persona, joder.
Introduzcan aquí un gruñido.

Por otra parte, debo decir que el viaje a Varsovia no ha desmerecido los más de diez años que hace que lo sueño. Vale que el Gueto es una porquería, pero, señores, la Nowe Miasto y la Stare Miasto, y la Nowy Swiaty esa o como leches se llame molan un cojón y medio. Lo he apuntado todo en un cuadernito precioso que me hizo la Chica Ángel hace tiempo y que todavía no sabía en qué merecía ser empleado, hasta que me vi preparando el viaje, así que me ahorraré aquí los detalles. Sólo diré que el polaco no es un idioma, sino una interferencia; que Varsovia es tan pequeñita que parece que te cabe en la palma de la mano, y que si fuera por mí no habríamos vuelto.

Esta noche me voy a ver a Hidrogenesse, pero, antes, tengo que ir a recoger la renovación de mi baja. He sido una buena chica y me he vestido de rosa. Por mí, que no quede.

En fin. Que voy a ver si hago cosas y dejo este monotemático back-upiano en el que se ha convertido mi vida.

Feliz mayo, amigos.

19.3.08

GPS on

Hemos sido capaces de entrar al azar en un reducto bollo-popero (gracias a la Chica Teatrera y la Chica India he descubierto que no son sinónimos) en el que el baño era de colores, las mesas antiguas máquinas de coser, y la música pasaba de Nacho Vegas a L-Kan con dos canciones de La Casa Azul en medio...
Y todo esto, en Santa Pola. Vaya radar.

Currently mood: Preparando festivales.
Currently playing: ContemPoPránea 2008 playlist (en este momento, Deneuve)

16.3.08

Pues sí, estoy en la playa. Y sí, tengo Internet. Y llego el viernes y quedaré con los supervivientes de la huida semanasantera madrileña.
Y las NoviasParaUnFestival nos vamos al Contempopránea.
Ole, ole, ole.