31.8.10

Dios. Cuando me pongo pasivoagresiva no me aguanto.

29.8.10

Las flores del mal

Yo pensaba que no me gustaba la poesía (y, siendo estrictos, en realidad no me gusta...), así que cuando abrí Las flores del mal y vi que estaba en verso (aprox.), volví a cerrarlo en la página 14, cosa que hago pocas veces. [Nota: No sé por qué no sabía que eran poemas. De todas formas, considerando el estado actual de mi mente, que parece incapaz de recuperar la información en disco, tampoco me extraña lo más mínimo].

Y luego llegó Benjamin, que me ha acompañado todas las vacaciones, y sus 150 páginas en el Libro de los pasajes bajo el epígrafe "Baudelaire", y fui recogiendo citas de las cartas a su madre, y pensando en tunear relojes à la Baudelaire, y concluí que un señor que me caía tan tremendamente bien podía ser poeta y aun así gustarme.

Qué gran acierto. Una pequeña selección para que se animen. Que el chico lo vale, de verdad.


(De las Poesías diversas)


VII

[A Alexandre Bouchon (?)]

Yo no tengo por amante una "leona" ilustre:
La usurera, de mi alma, empeña todo su brillo;
Invisible a las miradas del universo burlón,
Su belleza no florece sino en mi triste corazón.

Para tener zapatos ha vendido su alma;
Pero el buen Dios reiría si, cerca de esta infame,
Yo posara de Tartufo y remedara su altura,
Yo que vendo mi pensamiento y quiero ser autor.

Vicio mucho más grave, ella lleva peluca.
Todos sus bellos cabellos negros han huido de su blanca nuca;
Lo cual no impide que los besos amorosos
Lluevan sobre su frente más pelada que un leproso.

Es bizca, y el efecto de esta mirada extraña
Que sombrean las pestañas negras más largas que las de un ángel,
Es tal que todos los ojos por los que uno se condena
No valen para mí lo que sus pupilas de judía, ojerosa.

No tiene más que veinte años; el pecho ya fláccido
Pende de cada lado como una calabaza,
Y sin embargo, arrastrándome cada noche sobre su cuerpo,
Cual un recién nacido, yo los succiono y los muerdo;

Y si bien ella con frecuencia no tiene ni un óbolo
Para frotarse la carne y para ungirse los hombros;
Yo la lamo en silencio con más fervor
Que Magdalena fogosa los dos pies del Salvador.

La pobre criatura, por el placer sofocada,
Tiene roncos hipos en su pecho hinchado,
Y yo adivino, por el ruido de su soplo brutal
Que ella con frecuencia ha mordido el pan del hospital.

Sus grandes ojos inquietos, durante la noche cruel,
Creen ver otros dos ojos en el fondo del callejón,
Porque, habiendo abierto mucho su corazón a cuantos llegan,
Tiene miedo a oscuras y cree en los aparecidos.

Esto hace que de sebo ella consuma más libras
Que un viejo sabio acostado día y noche sobre sus grimorios,
Y lamente mucho menos el hambre y sus tormentos
Que la aparición de sus difuntos amantes.

Si la encontráis, grotescamente ataviada,
Deslizándose en la esquina de una calle perdida,
Y la cabeza y la mirada baja como pichón herido.
Arrastrando en el arroyo su talón descalzo,

Señores, no escupáis ni juramentos ni injurias
Al rostro pintarrajeado de esta pobre impura
Que, la Diosa Hambre, en una noche invernal,
Ha obligado a recoger sus faldas al aire libre.

Esta bohemia es mi todo, mi riqueza,
Mi perla, mi joya, mi reina, mi duquesa,
Es la que me ha mecido sobre su regazo vencedor,
Y la que entre sus dos manos ha caldeado mi corazón.


(De Las flores del mal)

XX


LA MÁSCARA


Estatua alegórica según el gusto del Renacimiento
A Ernest Christophe, Estatuario.

Contemplemos este tesoro de gracias florentinas;
En la ondulación de este cuerpo musculoso
La Elegancia y la Fuerza abundan, hermanas Divinas.
Esta mujer, trozo verdaderamente milagroso,
Divinamente robusta, adorablemente delgada,
Está hecha para reinar sobre lechos suntuosos,
Y encantar los ocios de un pontífice o de un príncipe.

—Por eso, contemplo esa sonrisa, fina y voluptuosa
En que la fatuidad pasea su éxtasis;
Esa prolongada mirada taimada, lánguida y burlona;
Ese rostro delicado, realzado por la gasa,
Del que cada rasgo nos dice con aire vencedor:
"¡La Voluptuosidad me llama y el Amor me corona!"
A este ser dotado de tanta majestad
—¡Ved que encanto excitante la gentileza le otorga!
Aproximémonos, y giremos en torno a su belleza.

¡Oh, blasfemia del arte! ¡Oh, sorpresa fatal!
¡La mujer de cuerpo divino, prometiendo la ventura,
Por lo alto termina en un monstruo bicéfalo!

—¡Pero, no! Sólo es una máscara, un decorado engañoso,
Este rostro iluminado por una exquisita mueca,
Y, mira, aquí, crispada atrozmente,
La verdadera cabeza, y el sincero rostro
Vuelto al abrigo de la cara que miente.
¡Pobre gran belleza! ¡El magnífico río
De tus lágrimas vuélcase en mi corazón receloso;
Tu mentira me embriaga, y mi alma se abreva
En los raudales que el Dolor hace brotar de tus ojos!

—Pero, ¿por qué llora ella? Ella, beldad perfecta
Que pondría a sus plantas al género humano vencido,
¿Qué mal misterioso corroe su flanco de atleta?

— ¡Ella llora, insensata, porque ella ha vivido!
¡Y porque vive! Pero, lo que ella deplora
Sobre todo, lo que la hace temblar hasta las rodillas,
Es que mañana, ¡ah! ¡tendrá que vivir todavía!
¡Mañana, pasado mañana y siempre! — ¡Como nosotros!

XLIV


REVERSIBILIDAD


Ángel lleno de alegría, ¿conoces la angustia,
La vergüenza, los remordimientos, los sollozos, las molestias,
Y los vagos terrores de esas horribles noches
Que oprimen el corazón como un papel estrujado?
Ángel lleno de alegría, ¿conoces la angustia?

Ángel lleno de bondad, ¿conoces el odio,
Los puños crispados, en la sombra y las lágrimas de hiel,
Cuando la venganza bate su infernal llamado,
Y de nuestras facultades se hace la capitana?
Ángel lleno de bondad, ¿conoces el odio?

Ángel lleno de salud, ¿conoces las fiebres,
Que a lo largo de los murallones pálidos del hospicio,
Como exiliados, se marchan arrastrando los pasos,
Buscando el raro sol y moviendo los labios?
Ángel pleno de salud, ¿conoces las fiebres?

Ángel lleno de belleza, ¿conoces las arrugas,
Y el miedo de envejecer, y este horrendo tormento
De leer el secreto horror de la abnegación
En los ojos donde largo tiempo bebieron nuestros ojos ávidos?
Ángel lleno de belleza, ¿conoces las arrugas?

Ángel lleno de ventura, de alegría y de luces,
David moribundo habría pedido la salvación
A las emanaciones de tu cuerpo encantado;
Pero, de ti yo no imploro, ángel, más que tus plegarias,
¡Ángel lleno de ventura, de alegría y de luces!

CXXV

EL SUEÑO DE UN CURIOSO

A F.N.

¿Conoces, como yo, el dolor sabroso?,
Y de ti haces decir: "¡Oh, que hombre singular!"
-Iba yo a morir. Era aquello en mi alma amorosa,
Deseo mezclado al horror, un mal particular;

Angustia y viva esperanza, sin humor ficticio.
Cuanto más se vaciaba la fatal ampolleta,
Más áspera y deliciosa era mi tortura;
Todo mi corazón se desprendía del mundo familiar.

Me sentía cual el niño ávido del espectáculo,
Aborreciendo el telón como se odia un obstáculo...
Finalmente la verdad fría se reveló:

Estaba yo muerto, inesperadamente, y la famosa aurora
Me envolvía.- Y, ¿qué? Entonces, ¿no es más que esto?
La cortina se había alzado y yo esperaba todavía.


 (De los agregados a la tercera edición de Las flores del mal)

VII

MADRIGAL TRISTE

I

¿Qué me importa que seas discreta?
¡Sé bella! ¡Y sé triste! Las lágrimas
Agregan un encanto al rostro,
Como el río al paisaje;
La tempestad rejuvenece las flores.

Yo te amo sobre todo cuando el júbilo
Desaparece de tu frente abatida;
Cuando tu corazón en el horror se ahoga;
Cuando sobre tu presente se despliega
La nube horrenda del pasado.

Yo te amo cuando tu intensa mirada vuelca
Un raudal ardiente como la sangre;
Cuando, malgrado mi mano que te mece,
Tu angustia, harto pesada, horada
Como un estertor de agonizante.

Yo aspiro, ¡voluptuosidad divina!
¡Himno profundo, delicioso!
Todos los sollozos de tu pecho,
Y creo que tu cuerpo se ilumina
Con las perlas que vierten tus ojos.


II

Yo sé que tu corazón, que rebalsa
Pasados amores desarraigados,
Llamea aún como una fragua,
Y que tú cobijas bajo tu garganta
Un poco del orgullo de los condenados;

Pero, querida mía, en tanto que tus sueños
No hayan reflejado el Infierno,
Y que en una pesadilla sin treguas,
Soñando con venenos y dagas,
Prendada de pólvora y de hierro,

No abriendo a cada uno sino con miedo,
Barruntando la desdicha por doquier,
Convulsionándote cuando la hora suene,
Tú no hayas sentido el abrazo
Del irresistible Tedio,

Tú no podrás, esclava reina
Que no me amas sino con espanto,
En el horror de la noche malsana
Decirme, el alma de gritos desbordante:
"Yo soy tu igual, ¡oh, mi Rey!"








Maravilloso. Tremendamente maravilloso. "¡Ah! ¡Señor! ¡Concédeme la fuerza y el coraje / De contemplar mi corazón y mi cuerpo sin repugnancia!". Y me lo quería perder...

28.8.10

Desconexión

Después de quince días, consigo volver a conectarme en un sitio tranquilo, donde puedo fumar, con un ordenador que me entiende. Que cuando le digo "r" me sugiere cosas que me apetece leer, cuando le digo "c" me hace un huequito para que escriba. Cuando no sé qué decirle, me recuerda que tengo cosas que hacer en el banco y me propone un par de series para ver.

Sin embargo, por bien que me conozca, es Saskia, y no Ginger. Y cuando le digo "e" no me lleva al congreso de septiembre, y no sabe quién me ha escrito recientemente, y no se ha enterado de que estuve en Oporto, y etc., etc.

Por otra parte, pulso "f" y me pierdo entre todo lo que la gente ha estado haciendo las últimas dos semanas; y el Reader me advierte de que tengo más de 1000 elementos sin leer, y en mi bandeja de entrada de Hotmail hay cientos de correos indeseables (y ni rastro, claro, del deseado).

Como este año me he vuelto una pedante, en vez de agobiarme a secas, me agobio con Gergen y con Giddens. Me da un poco de miedito pensar en cómo cambian las cosas en los tres meses que hace que cambié de portátil; incluso, en cómo han cambiado en tres semanas.

Porque han cambiado, y me importa bastante poco si la gente se da cuenta o no. Yo me doy cuenta.

Todos mis planes a corto plazo son en solitario, salvo, quizás, un par de cenas. Harta, hartísima, de histeria social y de procrastinación. Me siento centrada y no quiero que nada ni nadie interfiera en todo eso. Porque hay mucho camino por andar. En varias direcciones. Y mis energías, son para mí.

12.8.10

Crónicas tripeiras

Ir a buscarte a la estación, porque las despedidas no molan nada pero los reencuentros no tienen precio, por torpes que sean (y Atocha está mal hecha). Cocinar, aunque sea delante de ti, cena y comida, nada menos, porque he decidido que voy a estar bien y eso pasa por recordarme que no pasa nada cuando no está pasando nada. Aprender otra cosa de ti que no sabía. Un buen prólogo.

Llegamos y parece todo muy fácil. Me sorprende haber hecho tan bien los deberes (y ayuda mucho que la gente sea lista y previsora y coloque gente que te oriente frente a las máquinas en la estación de metro del aeropuerto). Bajamos en Bolhão y casi, casi, me suena, aunque gana respecto al StreetView. (Des)ventajas de la era de la información: se acabaron las sorpresas; eso también quiere decir que cuando llegamos a la Pensão do Norte lo hago con la tranquilidad de que he elegido bien. Me siento un poco como una niña pequeña jugando a ser mayor cuando entramos en la habitación. Tengo una sonrisa un poco tonta que no puedo evitar que se me escape cuando pienso que es nuestro primer viaje juntos y subrayo "primer" como si empezara una saga.

Salimos a dar una vuelta con la firme intención de evitar los alrededores de la Catedral, que es donde la peor guía del mundo (comprada a toda prisa treinta horas antes) dice que pasan cosas malas, pero como a) ni siquiera nos molestamos en mirar el mapa y b) hemos ido a dar con una de las ciudades más manejables del mundo, en el minipaseo nocturno pasamos por doscientos sitios de los marcados en el mapa, incluida por supuesto la Sé, aunque yo me empeñe en que una catedral no puede tener esa pinta de castillo medieval con su señor a caballo enfrente (he hecho los deberes, pero menos: nombres, bueno, pero fotos no). Hacemos una apuesta por el turismo gastronómico a pesar del miedo que me da un gentilicio derivado de las vísceras de animales, que no sale excesivamente mal.

A pesar del sol y del ruido, como hemos venido de vacaciones, por difícil que se me haga esa palabra, acabamos remoloneando más de la cuenta (costumbre que se prolonga hasta el día en que las señoras de la limpieza nos llaman preguntando si pensamos salir alguna vez, momento a partir del cual supongo que había que ponerse las pilas, aunque sea las vacacionales), y descubriendo que en la peor guía del mundo no les ha parecido relevante explicarnos que en Oporto no se come. Bueno, se come, pero a unas horas concretísimas, y cuando nosotros queremos tomar algo nunca es hora de café o de comida o de lo que quiera que queramos. Aun así, encontramos un camarero encantador que nos da cafés, con la agradable sorpresa (esta vez sí) de que aquí los cafés son buques, como a mí me gusta, y un numerito absurdo provocado por la mezcla de mi intolerancia a la leche caliente en el café, las ganas de agradar del señor y la falta de perspicacia que podría habernos sugerido tirar parte del café para echar la leche fría, que acaba por convertirse en un chiste de repetición en el que él me dice que dé un trago, yo me quemo, él echa leche fría, me dice que dé un trago, yo me quemo, y así sucesivamente hasta que la vergüenza me supera y decido tomar el café caliente por si me queda un poco de dignidad que salvar.

Qué narices, claro que me queda dignidad que salvar. Acabo de dar dos vueltas al Mercado de Bolhão sin panicar. Eso en mí es un logro.

Seguimos caminando hasta llegar a la Praça dos Aliados, donde me enamoro hasta las trancas de un reloj, como suele sucederme en todas las ciudades a las que voy (no sé por qué me empeño en ir a Praga, si en realidad me vale cualquiera), colocado encima de un edificio al que no hago ni caso y que no me entero hasta el penúltimo día de que es el Ayuntamiento. me enzarzo conmigo misma en otro intento de recordar esos seis años de Historia del Arte estudiada en el instituto, proyecto empezado la noche anterior con la Estação de São Bento y esa pregunta de quéesartnouveau (recientemente aceptado por la RAE, entre otras palabras aparentemente necesarias como "meloncete").

En otro alarde de documentación, caminamos hasta la Torre dos Clerigos, que luego el Rey del Laboratorio jurará no haber visto, a pesar de haber aprovechado que salía un camión de la obra de enfrente para hacer doscientas fotos, y nos topamos con Lello e Irmão, la librería más bonita del mundo (aunque se puedan decir muchas cosas sobre su ordenación, y eso considerando que sigo sin leerme el temario), y probablemente el sitio más caluroso de Oporto, que ya es decir.

Vamos buscando un sitio para comer, pero sin prisa, así que cuando llegamos a eso que el señor de la Peor Guía del Mundo llamaba "un túnel vegetal" y que venían siendo unos cuantos de árboles alrededor de los "Trece riéndose unos de otros" y nos sentamos tenemos que apelar a la piedad de la camarera para que nos den de comer. Afortunadamente lo hacen y además descubrimos que aquí la mayonesa de la ensaladilla rusa va aparte, lo cual es muy práctico cuando por un doble malentendido (y porque, estoy segura, el destino no quiere que coma pescado, porque las dos veces que lo intento sale mal) nos toca compartir ración.

Nos metemos a ver una exposición porque no encontramos otra forma de entrar en el Parque das Virtudes, nos topamos con el cuadro precioso a cuyo autor no le hago ni puto caso (y, tenías razón, igual fue un error), y una chica encantadora (no paro de decir que todo es bonito, que todo está bueno, que todo el mundo es encantador, y tú me miras con asombro y sostienes que me hacía muchísima falta salir de Madriz, y tienes toda la razón) nos indica amablemente que obviemos el parapeto que da al jardín, pero es un trozo pequeño y lo que queremos es bajar (y además nos topamos con huecos extraños de los que salen doscientos millones de moscas a lo principio de Bones y da mal rollo), así que seguimos caminando para encontrarnos con el guardia de parque más triste del mundo y con la pareja ardiente a la que le vamos cortando el rollo según avanzamos parque abajo y con la pareja Dosenlacarretera que se sientan en el banco para mirar cada uno en una dirección y cuando el guardiadeparquemástristedelmundo nos echa, bajamos hasta Ribeira.

Aprendizaje antropológico: a) mientras haya chicas a las que impresionar, los hombres seguirán haciendo estupideces hasta el fin de los tiempos; b) nada fascina tanto como la posibilidad de ver morir a un semejante víctima de su propia necedad. Los adolescentes se tiran desde el Puente de Don Luis I cada poco rato y siempre (esto lo sabremos cuando volvamos) hay un corro de curiosos haciéndoles fotos alrededor. Cuando volvemos al día siguiente el panorama es idéntico (aunque después de la hora de esperar a la comida en el restaurante donde afortunadamente dejaban fumar viendo un talk-show sobre delgadez y salud yo ando más interesada en por qué esta obsesión por estar delgado - campañas en las farmacias, portadas de revistas donde hablan de Letizia como "Magrezza em risco de gravidez", y ahora esto - en un sitio donde no he visto gordos (aunque no deja de llamarnos la atención el afán de los señores tripeiros más viejunos de subirse la camiseta y enseñar la tripa, que produce todo tipo de confusiones sobre el origen del segundo gentilicio portuense). Y como el tema va por ahí, cuando nos sentamos en la esquina con sombra en la orilla que ya es Vila Nova de Gaia y miramos los barcos y hacemos unas fotos tan típicas que las tenemos iguales tú, yo, y la Peor Guía del Mundo, pues toca sesión de confesiones, que parece que acaba bien gracias a tu "hace falta algo más que eso para asustarme" y al remate con helado, que es como tienen que terminar estas conversaciones.

Subimos hacia el hotel en el Funicular dos Guindais, porque tu miedo a las alturas viene a ser más o menos igual de raro que el mío, y como salimos a cenar en la dirección contraria a la de costumbre no encontramos nada, hasta que de pronto recuerdo ese sitio que comentaban en TripAdvisor que era la mejor terraza (esplanada) de Oporto y allá que nos metemos, aunque no seamos público de restaurantes de diseño y no sepamos pedir la comida adecuadamente, a pegarnos el capricho de cenar como señores (realmente la terraza lo valía) y hasta de tomar un mojito con el que no me acompañas y con el que empiezo a descubrir hasta qué punto ha bajado mi tolerancia al alcohol últimamente...

El sábado volvemos a intentar ir en la dirección norte en vez de en la sur (que en realidad es mejor porque así las peores cuestas son para ir en lugar de para volver), pero como nos dan las mil por enésima vez, incluso andando en llano no se puede respirar, hasta el punto de que podría haberme quedado a vivir en la Casa da Música (ya habríamos encontrado la forma de que esos Mac ultramodernos para iniciar a la población en el sonido digital se convirtieran en puntos de acceso libre a Internet). Vamos buscando los Jardines del Palacio de Cristal, pero como lo habíamos hecho todo tan bien hasta ahora, tenía que torcerse algo, y cuando por fin llegamos, sin que nos importe gran cosa haber dejado en el hotel los libros (vacaciones de pequeños pedantes), está tomado por una gymkana infantil que hace que yo reniegue de todo mi instinto maternal en esta esquizofrenia biológica que me traigo últimamente en torno a los niños. Jardines okupados, museos cerrados, y centros comerciales sin aire acondicionado (pero con zumos de naranja y mango estupendísimos), no queda otra que volver al centro y cenar en un sitio incomprensiblemente recomendado por La Peor Guía del Mundo (menos incomprensible ahora que directamente la llamo así, claro) y que también incomprensiblemente se llama café-bilhar cuando no hay ni sombra del bilhar (que igual aquí es tradición, porque antes de irnos veo otros dos en la misma situación).

Cuando al fin nos levantamos a una hora decente, como parece que hemos hecho a propósito lo de ir en contra del mundo, es domingo. Descubrimientos en plena muertepordomingo: a) un sitio puede llamarse Café Turista, abrir un domingo por la mañana en un barrio que parece posthecatombe nuclear, y ofrecer dos desayunos completos por menos de 5€ en total; b) los autobuses portuenses son una cosa maravillosa y aunque los conductores parezcan sacados de Los Autos Locos no se pasa miedo; c) los museos sí abren los domingos; d) merece la pena irse a un sitio dejado de la mano de dios que parece una urbanización playera sin playa para montarse una casa como la de la Fundación Serralves; e) el Museo de Serralves tiene el jardín más maravilloso del mundo; f) tendría que haber aprovechado mejor las oportunidades de saber algo de la vida natural si esperaba reconocer los árboles y los pájaros; g) el gafapastismo no se arregla ni a tiros y escoger entre toda una librería el tomo cuya primera review de contraportada está firmada por Björk es significativo; h) una puede enamorarse hasta las trancas de un libro y comprarlo para regalar en vez de para sí misma y disfrutarlo lo mismo; i) se puede llamar Parque a una especie de descampado con orden; j) la mejor empanada del mundo la ponen en el chiringuito del Parque da Cidade (o igual es que teníamos demasiada hambre y ya no contábamos con comer); k) si un Parque espantoso acaba en playa, el parque automáticamente mola.

Dejo pendiente un baño playero en condiciones, que el Chico Samba me expliqué qué es algo llamado "Ãlea de liquidãmbares", porque si se puede traducir por "Sweetgum alley" tiene que molar a la fuerza, comprarme el libro maravilloso de Marina Abramovic cuando tenga dinero de verdad y no este precario equilibrio financiero veraniego, entender la diferencia entre Moleskine y teNeues (si la hay), y conseguir tumbarnos en un parque a leer (porque hoy sí traíamos lectura pero no nos molaba el parque y, además, siempre es mejor escuchar tus historias avícolas de Erasmus).


[Inciso: me parece gracioso que tú apuntes en tu libreta lo que comemos y yo, mentalmente, las conversaciones...]

Cenamos con vistas al reloj maravilloso, en una cena que es como un viaje en el tiempo, Melão com presunto y Frango ao forno, como si tuviera seis años y anduviera correteando por el Algarve, pero no le digo nada a mi madre porque ya me he pasado de mensajes moñas (pero qué bonito, por otra parte, tener ganas de mandarle mensajes moñas a mi madre. No sé si me había pasado antes alguna vez).

Como sólo nos queda un día, lo pasamos en Gaia haciendo cosas de turistas: montando en barcos y probando vinos, que luego la Chica casi Trilingüe se mosquea porque mi interés por el vino de Oporto es como máximo limitado (y al final se enfadará, porque de hecho no he traído), y descubro un tinto que sí me gusta, toda una hazaña, aunque se suba muchísimo a la cabeza y haga casi imposible subir las Escadas que no sé cómo se llaman pero que deberían llamarse dos Gatos, porque son bonitos y diminutos y me dan ganas de obviar la alergia y echármelos al bolsillo (Escadas donde, por cierto, una pasa cierto miedo al ver que hay una gatera para personas humanas que probablemente lleva a una especie de centro comercial, versión yonki; y se empieza a entender eso de no pasar por Sé de noche).

Aunque estamos convencidos de que no queda nada por ver, la última mañana nos metemos en el claustro de la Catedral (a pesar de que yo refunfuñe y mis restos de educación católica me hagan pensar todo el rato que vamos a ir todos al infierno porque no se puede pasar olímpicamente de una misa en una catedral....), y mientras paseamos por donde nos encontramos con Mi Media Infancia (Oporto es un pañuelo: nada más llegar, primer día, allí estaba. Raro rarísimo volver a ver a su familia diez años después... Últimamente los reencuentros son con gente a la que hace demasiado tiempo que no veo y me empiezo a sentir mayor), entendemos por qué lo llaman el Barrio dos Livros, hacemos fotos de escaparates de librerías de viejo y parloteo sobre mis vocaciones frustradas y las siete u ocho vidas que pienso vivir para cumplirlas, y salimos corriendo al aeropuerto aunque para qué si no sólo llegamos con tiempo sino que hay retraso, una hora para cincuenta minutos de vuelo, y el Rey del Laboratorio se pone de los nervios y yo me engancho como si fuese un culebrón a la conversación de las wannabes que tenemos delante a falta de un plan más entretenido, y al final, sí, embarcamos y se acabó y jo.

Mirar Madriz aún con ojos de turista, y pensar frente a la Glorieta de Bilbao que puede que no se viva muy bien, pero, jo, es muy bonito. Que me parezca que todo ha cambiado, mi barrio y el tuyo. Y, al final, ir a la estación a despedirte, y procurar que las despedidas molen un poco. Un buen epílogo.

3.8.10

"Que seas más lista no implica que tengas razón"

No sé si hay algo más peligroso que una persona que cree que es incapaz de equivocarse (Corolario personal al inmejorable comentario de Anatole France: "El estúpido es peor que el malo, porque el malo descansa de vez en cuando pero el estúpido jamás"). Y en su convicción inamovible, suelta sus visiones del mundo totalmente ajeno a los comentarios-bomba, a los etiquetajes perversos, a las consecuencias imprevistas de la acción, al daño gratuito. Gente que en lugar de hablar, sentencia, y de paso, condena.

[Edición. Párrafos recordados]

He hablado hasta la saciedad del "síndrome de Gran Hermano". De esos personajes detestables que se sientan frente a una cámara y, henchidos de orgullo, le comunican a "toda España" que ellos son como son y que nadie va a cambiarlos, en una malísima interpretación de la ética de la autenticidad que Taylor analiza sólo por encima pero que da mucho juego.

Empeñarse en ser auténtico cuando la sociedad se basa en limar asperezas debería ser motivo suficiente para condenar a alguien al ostracismo. Y cuando escucho frases como "a estas alturas yo no pienso cambiar" o "esto es lo que hay, y a quien no le guste que no mire / que se joda", me dan unos tremendos escalofríos pensando que tengo frente a mí a una persona que no se merece ni el más mínimo de mis esfuerzos cívicos.