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8.5.10

Yéndose de las manos...

Bautizo mi semana como la del comienzo del imprisonment que debe marcar mi tónica general hasta al menos finales de mayo. Como siempre, lo hago petulantemente y olvidándome por completo de mi capacidad de autocontrol, que es entre nula y negativa. Me paso la mañana del lunes haciendo recados que, como siempre, no termino (un viaje más no significa un viaje menos, sino otro viaje más con el que antes no contabas), viendo al psicólogo después de un mes, poniendo las cosas en orden. Pero según llega la tarde y pongo un pie en la fuckultad, se acabó.

La Profesora que Parecía Perfecta decide tomar literalmente una palabra que yo puse en el guión por no encontrar la que quería usar, y nos obliga a mirar nuestro trabajo desde un paraguas barthesiano que no existía. Que Barthes mola, no seré yo quien diga lo contrario. Pero que igual si ya tengo nosécuánto trabajo acumulado en otra dirección, me da cien patadas. Salimos gruñones y pensando que igual necesitamos menos a nuestros profesores de lo que necesitamos los arranques de somosgoogleacademics que tienen los sociólogos de vez en cuando.

Y nos vamos de cervezas. La posibilidad de que El Rey del Laboratorio pueda empalmar Atocha con Moncloa suena mucho más apetecible que la de ensayar seiscientas veces la presentación de mañana. No ocurre, de acuerdo, pero ya me he planteado lo de la presentación, así que estoy tan histérica que después de hacer el amago de irme, llamo al Chico con Nombre de Poeta y le pido que me rescate. Nos marcamos un mano-a-mano de vuelta en el mismo bar, y llego a casa con los nervios ahogados en cerveza. Así son los lunes cuando uno se empeña en no salir el findesemana.

El caso es que la exposición va bien (a pesar de mi ataque de nervios y mi creencia de que pierdo la visión periférica cuando trozos de plástico se me ponen en el campo de visión y esas cosas), va tan bien que el Profesor Reporter-holic me pide el desarrollo por escrito porque "tiene ganas de leerlo", pero sobre todo va tan bien que he conseguido no tomar ni un solo ansiolítico, tomarme tres cafés, y acabar mi presentación sin desmayarme, a pesar de la reticencia de mis compañeros a no aparecer por clase. Y salgo en pleno subidón, y, claro que sí, nos vamos de cervezas. Y como estoy en pleno subidón, decido seguirle el ritmo al Chico de la Marmita de M, y le prometo una última copa que parece no llegar nunca. A las cinco y media de la mañana nos piden por favor que nos vayamos a casa, cosa que hacemos regular de obedientemente. Ataques de risa en el Hostal Nazareno, la Chica Casi Trilingüe recomponiendo el Triunvirato, purrusalda reconstituyente, y a dormir.

A dormir poco y mal. El miércoles, el Profesor que Quiero que me Adopte acaba la clase recomendándonos unas "lecturas pías" para que sustituyamos el botellón por la actividad académica, y la Chica Casi Trilingüe y yo nos miramos, descompuestas, preguntándonos por qué este señor viene precisamente los miércoles. Mi amor por el Rey del Laboratorio llega a su punto álgido cuando de su mochila no sólo sale mi carpeta, sino también mi botella de agua. Así no se puede. Estamos tan hechos polvo que alguien dice pizza y emprendemos la enésima salida que no deberíamos hacer, pasamos la tarde en Tribunal, e incluso alguna valiente se toma un par de mojitos.

Cuando llego a casa, hecha un pingajo, la Profesora que Parecía Perfecta ha suspendido su clase y el Chico con Nombre de Poeta convoca unas cañas en su casa para compensar. Y vaya si compensa. La hermana de la Chica Mariposa se marca un speech que habría tardado meses en localizar si hiciera una investigación seria. Se convierte en mi estudio de caso perfecto: hasta le pido que se venga el martes a mi presentación de Identidades en la red. Por enésima vez, el hecho de que aprenda más en las cañas que en clase parece ratificar mi irresponsabilidad, aunque la culpabilidad sigue rondándome en forma de nudo en el estómago.

Pero vuelvo a pensar en mi conflicto de prioridades, me voy a buscar a los Nazarenos a Lavapiés, tenemos otro par de conversaciones apasionantes, e incluso, tengo por fin La Conversación con el Rey del Laboratorio. Con fantásticos resultados, creo; aunque el hecho de no sentir que tengo una espada sobre mi cabeza no impide que, también, al día siguiente, vaya a buscarle y me cuele en una reunión Erasmus en la que no pinto nada; pero está él, y es suficiente.

Reunión de Erasmus de la que, por otra parte, saco otro puñado de ideas sobre legitimidad de las identidades en las redes sociales que se suma a la charla del chico del Chico Samba para cerrar en mi cabeza dos de mis trabajos finales. Así no hay manera de sentir que voy por el mal camino.

De hecho, cuando llego tardísimo a la reunión familiar, sigue faltando gente por venir, nadie me echa en cara mi aspecto lamentable de tendríaquehaberpasadoporcasa, y todo es agradable. De hecho, cuando llego a casa con buena voluntad, el Chico Samba no ha mandado el documento nuevo y no tengo sobre qué trabajar.

Y no obstante, paso los días en el calendario, veo mi planning, charlo con mi nudo estomacal, y decidimos que mañana no nos vamos a quitar el pijama ni nos vamos a despegar del ordenador, porque, aunque se nos olvide, tenemos un objetivo que cumplir al que no estamos haciendo ni pizca de caso. Y un agotamiento absoluto que no ayuda en nada. Parecemos nuevos.

1.2.10

Terror in the mind of the little orange man

Llevamos semanas jugando con el calendario. Los lunes son los nuevos jueves, los martes son los nuevos viernes... antes o después, los jueves tenían que ser los nuevos lunes, los viernes los nuevos domingos, y así.

El findesemana me ha sido vilmente arrebatado por mi antes defendida inconsciencia permanente. Ha sido un fenómeno la mar de curioso, este de preparar mi examen de mañana.

El viernes era un examen facilón. Ni siquiera un examen; como dice el profesor, "el experimento de venir todos a escribir un ensayo sobre el mismo tema a la vez". Desde mi exceso de autoconfianza, el mayor problema que tenía el experimento en cuestión era que había que escribir un ensayo A MANO. Mi letra manuscrita es una especie de expresión demoníaca de la parte de mi carácter que menos me gusta. Hoy Mi Media Infancia hablaba de grafología en su blog. A mí la grafología me parece una "ciencia" peligrosa porque, si la sigo, podemos concluir que soy una persona insegura, retorcida, complicada, encerrada en sí misma, obsesionada con el sexo, con serios problemas de relación materno-filial y una autoimagen a medio construir. Es decir: lo mismo que dicen tres años de terapia, pero en barato y sin recetas mágicas.

Con esto se pueden hacer una idea de lo que puede ser leer un examen mío. Una tortura que, afortunadamente, suele tener pocas páginas.

Leí el programa, y me quedé satisfecha con la frase de que se valoraría especialmente la capacidad de síntesis y argumentación. Voy bien de ambas cosas, así que a volar.

De pronto, me dio por caer en la cuenta de que el famoso ensayo síncrono y copresente tenía un problema adicional. El título nos lo da él. El título que él puso como ejemplo en clase era algo así como "La creación de la identidad en el contexto de la post-secularización".

Oh, mierda.

Como comentaba con Blue, hace años que no hago un examen. Terminé la carrera en febrero, pero he pasado tres años maravillosos en un centro de estudios que cree en la evaluación continua. Con lo que mi hábito de estudio se resume en: documentación-asimilación-creaciónorientadaalapráctica. Ya no sé estudiar para un examen. Ya no sé cómo reacciona uno cuando le hacen una pregunta y le pidan que demuestre lo que ha aprendido.

Y por eso, yo me había quedado tan ancha con mi estupenda asimilación de aquello de "Del individuo a la masa", que era la parte que me molaba. Pero creer que la importancia de los temas es proporcional al interés que sientes por ellos no tiene sentido en la única asignatura que no impone trabajos de "tema, formato y extensión libres pero razonables". Al intentar componer una visión global del programa, resulta que me había quedado en el 40% del temario. Ataque de pánico #1.

Esa noche, soñé que discutía con alguien sobre Sloterdijk. Nada nuevo, eso de discutir sobre autores en sueños. Un poco preocupante despertarse preguntándose quién será ese Sloterdijk. Un mucho preocupante descubrir que es uno de los autores de ese 40% que daba por asimilado. Ataque de pánico #2, con consiguiente cancelación del plan de peli, palomitas, y apoyo moral al convaleciente Chico Escritor. Afortunadamente, el Chico del Entusiasmo da grandes consejos. Entre otros, el de "lo primero que tienes que hacer ahora es tranquilizarte".

Entonces, sucedió un milagro. Una cosa así de pequeña me transportó a una dimensión espaciotemporal con textura de algodón de azúcar y olor a piruleta de corazón con regaliz rojo. Después de eso, una maratón de siete horas de estudio se hace sin que la sonrisa desaparezca de la boca. Perdonen el momento patrocinado, pero, francamente, merece la pena.

Eso sí: los milagros no duran para siempre. Hoy, tercer día del monotemático "Identidades y Creencias", he hecho dos descubrimientos. El primero, que si hubiese leído desde el principio el artículo de mi profesor que tuvo a bien dejarnos en copistería, me habría ahorrado muchas de esas siete horas. Todas las de localizar documentación accesible sobre la postura de Habermas, para empezar. Ganas de gritar. Se me congela el grito con el segundo descubrimiento.

¿Siempre he tenido todas estas fotocopias de esta asignatura en casa?

Tengo unas ganas enormes de abofetearme. He leído toneladas de libros, artículos, páginas, este cuatrimestre. ¿Cómo narices es posible que no se me haya ocurrido leerme unas fotocopias para la única asignatura de la que tengo examen?

Así que aquí estamos. A 15 horas y media del comienzo del experimento, reafirmándonos en que estudiar la religión en España es traicionar la mirada cosmopolita en un ejercicio de nacionalismo metodológico, porque si lo decimos así en vez de "el último tema se lo va a mirar su puta madre", parece que hemos aprendido algo.

En realidad, creo que he aprendido algo sobre todos estos temas. Al menos, confío en ello. Lo que desde luego he aprendido, es cómo no preparar un examen.

Así que, con los deberes hechos, aunque sea de aquella manera, me voy a dormir con El restaurante del fin del mundo, que es lo único bueno que ha pasado este findesemana, a soñar despierta con que mañana los lunes vuelvan a ser los nuevos viernes y la vida se parezca más a algo que yo sepa controlar.

17.1.10

Aburrimiento existencial

Creo que tengo tolerancia cero al aburrimiento. Vuelvo del aperitivo del sábado con intención de encerrarme y ser productiva. Consigo poner una lavadora, barrer el salón, jugar con Vespa, y pasarme tres horas frente al ordenador que demuestran que he llegado a un nivel de inactividad mental que impide, incluso, copiarypegar.
Me enfado mucho conmigo misma, y no sé si tiene más que ver con ayer o con hoy. Creo que con ayer. Me molesta mucho cuando me empeño en comportarme como si no hubiera aprendido nada. Mucho más que cuando me empeño en no aprender nada, que creo que es mi modo dominante en este momento.
Al final, salgo a cenar con la Chica de las Sonrisas, o con lo que queda de ella, camuflado bajo el sueño y los restos resaquiles. Nos cruzamos con el Chico Cósmico, y todo bien. Jo, pues esto es más difícil. Me enfado otra vez. Es indignante que sea capaz de hablar con normalidad con el Chico Cósmico y luego existan personas-kriptonita. Sí, claramente, estoy más enfadada por ayer que por hoy.
La Chica de las Sonrisas tiene, como suele ocurrir, problemas más graves que mis trasiegos adolescentes identitarios-ebrios-culebronescos. Y además, sigue teniendo esa capacidad curiosa de transmitir calma aunque ella no la tenga. Así que salimos y me encuentro mejor. Creo que he conseguido ese propósito de encontrarme con mi versión buena.
Pero vuelvo a casa, y enciendo el portátil, y estamos en las mismas. En el nomeapetecenadaenabsoluto.
Me pregunto si he tenido disciplina alguna vez, y creo que sí. Al fin y al cabo, aprobé todas mientras trabajaba y salía (ambas cosas, con gran intensidad), así que algo de disciplina debía subyacer. Lo que no sabemos es cuándo la perdimos, ni cómo se recupera.
Ahora es cuando entiendo por qué mi padre se empeñaba en enseñarme a jugar al ajedrez. Pero sería trampa aprender ahora, creo.
Me repito a mí misma que esto no va a ser agradable ni divertido, pero que voy a hacerlo, porque es necesario. Tres minutos después, me encuentro pensando en irme a la cama.
Creo que debería darme un cachete y castigarme sin salir, o algo así. Lo de quitarme la paga ya lo tiene pensado el estado, y lo de alacamasincenar no parece que vaya a resolverse pronto...