23.4.09

Waiting for the moon to rise

Últimamente, Destrozaflanes casi ronda la paranoia con el tema del cambio vital. Y cada vez estoy más segura de que necesitamos más tiempo juntas. Para que ella deje de pensar y yo empiece a pensar un poco.
Compré el temario de las oposiciones y la vida tomó otro color. El otro día la Chica Plurilingüe me dijo que había visto claramente cómo mejoraba desde que me habían dado más responsabilidad. Yo no estoy del todo segura de que tenga más responsabilidad (básicamente, tengo más marrones, pero eso es una consecuencia lógica de la pérdida de una persona en el departamento), pero sí estoy segura de que ha coincidido en el tiempo la desaparición de mi jefa y mi seguridad aplastante de que quedan menos de doce meses para que cambie de trabajo. Las malas lenguas achacarán mi cambio de actitud a que ella no esté. Pero las malas lenguas son incontrolables, ¿no?
En mi cabeza, la pieza suelta ha dejado de hacer cloc-cloc y se ha recolocado en su sitio. No sé qué golpe lo ha producido, pero el otro día le decía al psicólogo que por fin entendía la virtud de ser normal. Es tan fácil que parece absurdo. Dejar de acostarse con el mundo sobre los hombros y dejar de despertarse con una tonelada sobre el pecho. Y el resto, viene solo.
Ayer eché un CV para ser redactora. Sólo pido una oportunidad para escribir sobre algo que no sea este sector que ya me huele a rancio.
A ratos, pienso en escribir un blog de cool-hunting, en regalar un diseño de escaparatismo a una cadena de perfumerías, en terminar mi novela.
Pero no arranco.
Voy a buscar una fecha significativa y se van a acabar las tontunas. No puedo seguir siete series a la vez, trabajar doce horas al día, y esperar que mi vida cambie sola. Va a haber que cambiarla concienzudamente.
Destrozaflanes, tomemos una cerveza, y cambiemos el mundo empezando por nosotras. ¿Qué te parece?

15.4.09

Pánico 2.0

Hoy el Chico de la Vespa ha aprovechado los tres minutos que hemos compartido para hacerme pensar en un montón de cosas. Como en por qué no nos vemos nunca cuando compartimos planta en el edificio, y en por qué parece tan obvia la identidad irenmoto-serfeliz.
Pero también ha aprovechado para preguntarnos por qué cedemos alegremente nuestros datos a las aplicaciones de Facebook (venga a hacer tests, como locos, y pulsando "aceptar" por el camino). Le he dicho que, sinceramente y pese a la paranoia, mis datos personales me importan un bledo. Debe de ser generacional. El caso es que mi banco me escribe al móvil, y por tanto nadie puede cargar nada en mi cuenta o mi tarjeta sin que me entere. Que mi portero recoge semanalmente nuestras compras, porque, gracias a la falta de tiempo, no compramos salvo por Internet (con las siguientes sorpresas de tallaje cuando hacía tres años que no compraba unos vaqueros). Que cuando aparece una oportunidad laboral, me entero por RSS o por un contacto de mi padre en LinkedIn. Que, de hecho, la última muestra de desprecio (pueden llamarlo acoso laboral, también) de nuestro Gran Director ha sido decir en esa misma red que no me conoce (con dos...).
Probablemente vengan bandas organizadas a buscarme; considerando que hago exactamente el mismo camino por el mismo barrio a la misma hora cada día, no me preocupa que una foto en Internet vaya a favorecer mis posibilidades de ser secuestrada y torturada.
Es más:
- Encontré pareja gracias a Internet. Dos veces. El hecho de que fueran personas próximas a mi entorno favorece que fueran relaciones normales y con las sorpresas habituales. Pero eso es usar Internet de forma efectiva para encontrar pareja, no entrar en el meetic a lo tonto.
- Una de mis amigas más antiguas se preocupa por mis ausencias en Internet más que por la escasez de mis llamadas. En tiempos (ahora es más bien causa del estrés) era bastante buen indicador de mi estado de ánimo.
- Creo firmemente que si finalmente accedo al Máster en Comunicación de Moda del IED será, fundamentalmente, gracias a Internet.
- Las páginas de encuestas on-line me han regalado, en las últimas 48 horas, 4 euros y el videojuego de Raving Rabbits.
Así, en estas condiciones, no tengo el más mínimo remordimiento por publicar on-line todos mis datos de una forma u otra. Es más, tampoco me extraña en absoluto que los nuevos chantajes emocionales se hagan por Internet, en público, ante todo el que quiere oírte, en tu muro de Facebook. Total, es la evolución humana. Yo estoy leyendo Microsiervos, del gran Coupland, y me encanta. Renovarse o morir. Ser 2.0, o no ser 2.0. Esa es la cuestión.