28.8.10

Desconexión

Después de quince días, consigo volver a conectarme en un sitio tranquilo, donde puedo fumar, con un ordenador que me entiende. Que cuando le digo "r" me sugiere cosas que me apetece leer, cuando le digo "c" me hace un huequito para que escriba. Cuando no sé qué decirle, me recuerda que tengo cosas que hacer en el banco y me propone un par de series para ver.

Sin embargo, por bien que me conozca, es Saskia, y no Ginger. Y cuando le digo "e" no me lleva al congreso de septiembre, y no sabe quién me ha escrito recientemente, y no se ha enterado de que estuve en Oporto, y etc., etc.

Por otra parte, pulso "f" y me pierdo entre todo lo que la gente ha estado haciendo las últimas dos semanas; y el Reader me advierte de que tengo más de 1000 elementos sin leer, y en mi bandeja de entrada de Hotmail hay cientos de correos indeseables (y ni rastro, claro, del deseado).

Como este año me he vuelto una pedante, en vez de agobiarme a secas, me agobio con Gergen y con Giddens. Me da un poco de miedito pensar en cómo cambian las cosas en los tres meses que hace que cambié de portátil; incluso, en cómo han cambiado en tres semanas.

Porque han cambiado, y me importa bastante poco si la gente se da cuenta o no. Yo me doy cuenta.

Todos mis planes a corto plazo son en solitario, salvo, quizás, un par de cenas. Harta, hartísima, de histeria social y de procrastinación. Me siento centrada y no quiero que nada ni nadie interfiera en todo eso. Porque hay mucho camino por andar. En varias direcciones. Y mis energías, son para mí.

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