7.1.08

Por qué nunca me casaré con Pacey Witter

Cuando uno se encuentra a su último ex, espera sentir algo. Desea que no sean cosquillas en el estómago ni rodillas de lacasitos, pero sí espera sentir algo, una cierta opresión precordial, o, al menos, alivio por no sentir nada de esto.
Pero no sentir nada...
Nada de nada.
Hay relaciones que sólo se entienden bien de lejos. Supongo que algún día entenderé 1º de ESO, o qué pasó exactamente durante mi primer año y medio en Madriz después de Sevilla (en varios sentidos).
Hoy he entendido que el Chico Hipermagnético no tenía nada de magnético, en realidad. Que era yo la que funcionaba como un campo de fuerzas enorme, empeñándome en hacer llegar las ondas a cuerpos completamente inmunes. Hoy, de pronto, era no-conductor, ni del calor, ni de la electricidad, ni de nada. De nada. Un golpe en la cadera, una leve caricia al despedirse. Pequeños intentos de sentir al menos un chispazo.
Nada de nada.
La decepción de conocer a un actor y descubrir que uno se había enamorado del personaje.

1 comentario:

elchicoquequeriaserbreteastonellis dijo...

Pero el Chico Hipermagnético era terriblemente necesario, porque hacía de pantalla perfecta. Porque era todo lo que querías tener: un no-novio. Si no fuera por el Chico Hipermagnético, ¿quién sabe? igual hubieras acabado de novia del Chico Escritor o del Chico Demente, lo cual hubiera resultado en un desastre mucho mayor, sin lugar a dudas...

Así que hay que aceptar al Chico Hipermagnético como hecho necesario y punto y está bien que te des cuenta de lo que era obvio. Está bien que recuerdes lo que era obvio, porque por entonces ya lo sabías...

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