En su génesis, este post ha tenido tres títulos diferentes, pero me quedo con este; porque era el que quería usar el Chico Escritor y yo a veces me pongo muy burra y muy mala persona, y porque creo que refleja más cosas que el concierto de hoy.
Conciertazo, asegura el Chico del Entusiasmo. Yo, más modesta, sigo pensando que si hacemos media con la Sala Heineken, 50 euros no acaban de merecerse lo que he visto. Al fin y al cabo, no ha habido
Ocho y medio (y esto en parte es bueno porque supongo que me habría dado la llorera), y no ha habido
Nuevos planes, idénticas estrategias (y esto es imperdonable). A cambio, han estado Isabel y
Blanca, esta última con una fugaz pero importante aparición.
El concierto, para los no-fans, era de Nacho Vegas y Christina Rosenvinge, acompañados de una entrañable banda que podíamos haber presentado como: "a la codeína... Menganito; al THC... Fulanito; al pegamento... Zutanito; y creemos que el micro también está puesto porque se cae y hace ruidos de manera súbita"; aparte de la enorme cantidad de nosesabemuybienqué ingerida, seguramente por los dos, mucho más visible en ella, que usaba al guitarra de espejo para recordar los acordes de sus propias canciones. Eso sí: tiene una voz increíble y, digan lo que digan, es una Señora Compositora.
Incluso, esta vez, han hecho una entrañable versión compartida via hertziana (o no; yo soy de letras) con París de
El hombre que casi conoció a Michi Panero, en lugar de destrozarla como la última vez que les vi.
En fin, que, al final, lo que menos me gusta de este chico es su afán por el bable y el diseño de sus camisetas. Lo demás, para ser ultrafan, como siempre.
Y eso que no quería ir.
Ayer superé mi maratón del finde pasado y me he chupado 20 horitas de sueño del tirón (con una breve conversación etílica a medianoche), y me seguían pareciendo pocas. El Chico Escritor me aconseja que vuelva a pedir la baja antes de que me despidan por la incompatibilidad horaria de mi trabajo y mis ataques catalépticos. Yo, en realidad, no sé qué hacer. Me gustaría pensar que la decisión no es mía pero cada día dudo más del gremio psiquiátrico, a los hechos me remito.
A todo esto, estamos de mudanza; y sospecho que mi hibernación tiene relación con el tema. Me hago listas de To-Do's en tarjetas de visita de muestra de imprentas que aparecen en mi buzón (¿les saldrá rentable algo tan masivo?) y confío en que mis nervios se porten como hasta ahora y no me fallen en el último momento. A cambio, les doy dosis masivas de sueño y de
Bones (esto último quizá peor idea; ahora voy por ahí pensando que me van a descuartizar). Creo que es un trato justo.
El Chico del Entusiasmo pregunta por mi vuelta a los ruedos y me dan ganas de contestar que a mí que me cuenta. Si a mí con medio volver me bastaría. Pero, en realidad, es precioso sentir que alguien te espera para gritar lleno de orgullo tu nombre en el andén.