28.1.10

Sobre los hombros

Miércoles por la mañana. No les recomiendo en absoluto una sesión de psicoterapia con cerocomatrés de horas de sueño, porque las frases parecen excesivamente largas, todo el rato, y una no tiene nada claro qué leches está diciendo. Probablemente, sandeces. E incluso mentiras.

Pero, eso sí, como dice mi madre, "tú educa, que algo queda". Y el caso es que de alguna manera, me entero de lo que el pobre señor que tengo enfrente me está contando. Porque llego a casa absolutamente incoherente, balbuceando definiciones larguísimas porque no sé decir "la Divina Comedia", y riéndome de prácticamente todo, vivo o muerto, sobre la faz de la tierra. Debo de estar muy divertida, porque Blue no quiere que me vaya a dormir, y yo me entretengo. Yo tampoco quiero irme a dormir. Y entonces, lo suelto, en pleno ataque de autoconocimiento: "Cuando me despierte, me voy a sentir tan culpable..."

Blue se asombra. A cuento de qué, sentirse culpable. Gran pregunta, esa. La de siempre. La de por qué narices en mi cabeza todas y cada una de las cosas que digo o hago deberían haber sido al revés.

Porque me despierto de la siesta, y no, no me siento culpable. Hasta me cruzo mails hablando de tildes y de sonrisas. Me pongo a trabajar, y aunque no termino, avanzo. Voy tachando cositas que hacer, lo cual está bien. Aunque sean sólo capítulos de algo sin terminar, está bien.

Pero debía de ser que había dormido poco. Muy poco. Porque cuando me levanto por la mañana para encontrarme con que la web del Servicio de Empleo de la Comunidad de Madrid sigue sin funcionar, pienso que irme al paro a perder esa mañana en la que tenía que terminar el cuarto trabajo es un justo castigo a mi maldita inconsciencia.

Luego resulta que en el paro casi no hay cola, que me da tiempo a pasar por casa y enlazar todas las partes que aparentemente no tenían coherencia interna, y me voy a comer (¡comer!) con la Rubia, y lo pasamos bien hablando de para qué sirven las grandes putadas que nos pasan y del agobio generalizado. Vamos a la biblioteca y saco otro montón de libros. Aplaudimos al Señor de las Curiosas Iniciales cuando acaba su clase, porque, sí, es genial haberle conocido, y sí, espero pasar muchas veces a que termine de contarnos todo eso interesante que no dio tiempo a ver. Nos toca en la sustitución de hoy una profesora que odiará a los publicistas, puede, pero que es absolutamente fantástica, y que hace que tenga sentido que nos manden el texto de Buck-Morss.

Pero llego a casa y sigo viendo señales y preguntándome cómo puedo tener tan claro que he hecho algo mal sin saber qué es.

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