5.4.10

Niña de papá (interrupted)

Nos levantamos el domingo y, como vemos rayos de sol que parecen equivocarse al entrar por la ventana, decidimos salir a comer. Como si fuésemos una familia cualquiera. Como si fuese un domingo cualquiera. Nos sentamos en la plaza de la Iglesia y poquito a poco vamos desprendiéndonos de capas, el abrigo, el jersey. Nos arremangamos, el sol nos hace cosquillas y nos pone rojitos los antebrazos. Se está bien.

Mi hermana, como es adolescente y acaba de descubrir y de estrenar su independencia (o su dependencia de la persona elegida, al menos), se va, completamente ajena a las normas narrativas del día. Mis padres y yo nos quedamos hasta que el sol empieza a escapársenos, momento en que nos levantamos para ir a comprar tartaletas de frambuesa.


Entro en la pastelería y ya no veo tartaletas, ni monas de pascua, ni nada. Veo el regalo que más feliz me habría hecho en el mundo si lo llego a encontrar con seis años. No puedo dejar de mirarlo y se me abre la boca sin querer. Mientras, mi padre me mira a mí. "¿Lo quieres?" Yo balbuceo algo sobre los veintiséis años que cumpliré. Mi padre pregunta el precio. Coincide exactamente con lo que ya llevamos acumulado. Mi padre dice que es una señal. Yo miro sin parar la caja pero no dejo de decir que no. Interviene mi madre: "Vale ya, ¿no? Compráselo de una vez, porque si no tendremos que volver dentro de media hora a por ello. Y ahora tú abrazas a tu padre y lloras, él piensa en quién le va a regalar cosas a su niña a partir del lunes y llora también, y nos vamos". Dicho y hecho, con lloros incluidos, ante la mirada atónita de la dependienta de la pastelería. Llevo en la bolsa mi Hello Kitty rellena de caramelos Pez y doy palmas, desmintiendo todo rumor de que mi infancia haya podido acabarse en algún momento. Mi madre se ríe, y mi padre, efectivamente, me mira como si me estuviera viendo desamparada. Me parece sintomático que la película en la que se dice aquello de "If I could only have one food for the rest of my life? That's easy-Pez. Cherry-flavored Pez. No question about it" se llame nada menos que Stand by me.

Menos de 24 horas después, mi padre aterriza en su nueva ciudad. Nos manda un enlace a un álbum de Picasa donde se ve que, a pesar de todo, hay sol; que su ventana tiene unas vistas como de postal o de puzzle de 400 piezas; que la habitación es diminuta pero está pensada para que no esté solo; que tiene dos o tres sitios estupendos donde sentarse a escribir su tesis. A mí me da pena pensar que no tiene nada que hacer esta tarde salvo hacer fotos, subirlas, y enviárnoslas por mail. Ya está hecho: está solo.

Y yo, efectivamente, me siento desamparada; porque aunque no viva con él, aunque no recurra a él, lo cierto es que la única persona de la que me fío en este mundo ahora no está a tiro de teléfono, sino de avión; y que mi amor por las tecnologías 2.0 no puede hacer nada contra eso.

Dicen que nos acostumbraremos, pero que será difícil; porque no es sólo una ausencia, sino un cambio de dinámica que todos vemos venir y que se promete desagradable. Yo sólo espero que la costumbre llegue pronto, porque, de momento, todo lo que tengo es vértigo y una nostalgia que llega antes de tiempo.

1 comentario:

Destrozaflanes dijo...

El mejor regalo antes de la nostalgia, sin duda.

Una cosa te digo, te acostumbras. Te acostumbras, claro que sí. Pero la nostalgia no se va, también te lo digo...

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