Si nos ponemos con las leyes generales de la existencia, estamos en una racha performativa. Porque tenemos unos arranques muy serios de pretender que una campaña sin más contenidos que la protesta defina "esto", "nosotros", "arreglar" y "ellos". Porque decimos "te quiero" al tuntún, sin saber por qué. Porque después de años y años tenemos conversaciones sobre sexo con el Chico Escritor.
Quien me conozca, sabe que no soy ni de acción directa, ni de tequieros (no en un contexto de uno-a-uno, al menos), ni de hablar de sexo. Pero qué más da. Es la puta semana performativa, que siempre será mejor que la semana en que pensamos que todos estábamos al borde de la muerte, al menos como definición.
Estoy jodidamente triste y aparentemente es incomprensible. Digo aparentemente porque, si queremos, nos quedamos con aquello de "alma máster" o de "tú, la niña de las fiestas", o con el hecho de que al fin y al cabo tengo a quien me llama para decirme cómo van las cosas en el apartado preocupante, y a quien llamar para informar del apartado grave por el que no nos habíamos preocupado.
Todo eso, vale. Pero también es cierto que busco algo absolutamente indefinido por lo que abandoné algo definido-pero-insatisfactorio-de-forma-indefinida (y que sigue sin aparecer), que los bares me cierran cuando lo único que pido son bares, que todos los que parecían tirar del carro están ocupados en cosas más importantes que tirar de un carro.
Me siento ridículamente sola. Y digo ridículamente porque es probable que nunca haya estado menos sola que ahora. El Chico Escritor hace confidencias preciosas (aunque enmarcadas en un eje de imposibilidad), las ventanas de Skype se reproducen como por esporas, la gente aparentemente desaparecida cobra existencia tangible en forma de resúmenes de noticias o tags en fotos de Facebook que recuerdan tiempos mejores cuando las cosas eran "fáciles y bonitas, y ya", hay quien se quiere venir a dormir a casa un martes (e incluso por quien me veo capaz de cocinar una noche de martes), y hay planes de domingo sin testosterona, y hay paseos a por helado que valen lo que no vale una beca para Stanford, y todo lo que alguien puede pedir.
Pero las cosas no son tan fáciles como tener lo que uno puede pedir; fundamentalmente, porque no tenemos ni idea de cómo pedir las cosas que queremos. Es más: es probable que no tengamos ni idea de lo que queremos.
Yo quiero dejar de sentir que se me va el tiempo entre los dedos, quiero dejar de sentirme una farsante que no se merece el cariño y el entusiasmo que tiene alrededor, quiero una familia de la que me apetezca formar parte, quiero unas vacaciones mentales pero de las de verdad, de las de Santa Pola, cuando todo parecía fácil.
Eso, para empezar. Luego, si quieren, hablamos de mi súbitamente encontrada necesidad de que me necesiten, y de cómo puedo ser tan egoísta como para pretender segmentarla, y demás.
Pero de momento, las vacaciones, por favor.
Saturday night (lirirarará)
-
En medio de la fiesta, inicio de un larguísimo atardecer, se me acerca una
chica a la que no conozco de nada y me dice: "Eres muy simpático, me caes
muy...
Hace 2 años
3 comentarios:
no te imaginas cómo entiendo lo que hay aquí.
madre mía.
Yo sigo pensando que estoy al borde de la muerte... Y si yo caigo, vosotros caéis conmigo, eso te lo voy diciendo desde ya ;-)
Me apunto a las vacaciones también!
Ánimo.
Publicar un comentario
Habla tú también. No dejes que esto sea sólo un monólogo.