Que igual es que estamos más tontos de la cuenta, que también. El Chico Escritor se pregunta qué hace mal, y yo me convenzo de que forma parte de la naturaleza humana y de esto que venimos a llamar postmodernidad el hecho de que la gente, siempre, se marcha.
En realidad sé que es mentira. Que la Chica de las Sonrisas y yo hemos instaurado cenas semanales, que Mi Media Infancia, precisamente, vuelve; que aunque haya cancelado lo de Granada, la Chica Trotamundos está ahí. Y que mucha gente, gracias a eso llamado 2.0, está más cerca de lo que estuvo, a veces; aunque estoy de acuerdo con el Chico Collage en que las caricias son irremplazables.
Y no sólo las caricias; aunque le niegue, tiene razón en lo demás. Las dinámicas son importantes. Los días, los bares, los conciertos y festivales, los huecos de la nevera y la forma de llenar un armario, las cosas que se ven en televisión y las conversaciones que se tienen cuando se comparte una rutina.
Y tengo la sensación de que no me cabe más nostalgia dentro, que no tengo hueco para toda la gente a la que voy a tener que empezar a echar de menos enseguida.
Así que condiciono mi Semana Santa a los abandonos (aunque insisto en que abandono es una palabra muy fea y no se ajusta), e incluso doy pasos de gigante diciendo cosas como "Quiero que te quedes aquí, conmigo". Yo, señoras y señores, he saltado por encima de mi cinismo y mis malas experiencias y he dicho sin ninguna legitimidad noquieroquetevayas.
Y es que, en realidad, vamos aprendiendo. Aunque sea a palos.
1 comentario:
El 2.0 no sustituye las caricias ni de lejos. Pero no sé qué sería de mí sin el 2.0...
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