30.4.08

Quien no arriesga, no gana

Ayer, tuve que preguntarle a un señor vestido de vaca si sería posible que comprase un helado para evitarme una cola mayestática, pero su respuesta fue que en el día del cono gratis no se venden helados (lo cual muestra una coherencia estrepitosa nowadays). A cambio, conocí el Palazzo de Sol, así que si bien me quedé sin dinosaurios de chocolate, pasé un rato agradable en la Plaza del Carmen, sentada al sol.
Luego fui al psicólogo, aterrada como las últimas sesiones, con un discurso preparado que no utilicé; gracias a lo cual he descubierto cosas tan freudianas que son un poco aterradoras.
El Chico Escritor vino a buscarme y aunque pensé que iba a odiarme por destrozar su corto le encantó la nueva propuesta de final, y, señores, tenemos un cortazo. Ahora sólo queda escribirlo, conseguir el sí definitivo de Raúl Arévalo y Nacho Vigalondo, y que una productora ponga pelas. Total, nada.
La cosa se convirtió en una supernochísima relativamente tranquila, en la que nos pasamos horas hablando de cómo salir de la friend zone. Quizá no debía haberme tomado la última copa, pero en vez de terminar triste, terminé alelada. Lo cual ayuda mucho a la hora de dormir y no tener ansiedad.
Esta mañana, reanudo con paciencia jobiana la labor de vaciar mi ordenador, y consigo abrir el Outlook y leer su contenido, para encontrar que un profesor encantador acepta mi descarada proposición de seguir la evaluación continua fuera de plazo. Lo cual implica que ahora tengo dos trabajos que hacer en vez de uno antes de las siete de la tarde, incluyendo hacer la maleta, comprar la comida de los enanos, y varias cosas más que no recuerdo pero que anoche apunté prudentemente en la agenda del móvil. Pero al menos no me obliga a ir a un examen en el que me pregunten si fue antes el SGML o el WYSIWYG, cosa que se agradece bastante.
Así que me siento toda una ganadora a pesar de mis pequeños fracasos. Ea.

29.4.08

Como en una peli de Tim Burton

Ando por una especie de zoco. Quiero comprar cosas, pero no tengo ni un duro en la cuenta y no quiero que me vuelvan a rechazar la tarjeta, qué bochorno. Así que vuelvo a casa, pero es una cabaña rodeada de selva. Selva en la que, además, hay un parque de atracciones. O había. Porque las malas hierbas están creciendo por minutos. Así que me voy a quejarme a un edificio enorme e institucional donde un clon de Babette la de Stars Hollow me coge y decide convertirme en su protegida. Me cuenta la verdad. El mundo entero debería estar recubierto por esas malas hierbas, porque son el origen de todas las cosas. El Estado, en realidad, lleva siglos peleando contra ellas, y, simultáneamente, desarrollando un tipo de abono que las convertirá en seres inteligentes. Quieren esperar a que estén suficientemente preparadas para dominarnos a todos. Su hermana gemela es la artífice de tan malvado plan. Saca una especie de Guía de Pokémon y me explica cómo eran las criaturas originales. Hay un complicado sistema de puntos. Sólo una de esas razas es la elegida para salvar la tierra del sistema de las malas-hierbas-ultrainteligentes, me explica. Me sugiere que me tiña el pelo color arcoiris para que parezca una de las féminas de dicha raza, con intención de que me persigan a mí y así, distraídos, ella pueda colarse y destruir la fábrica de abonos. A mí me parece bien. El pelo arcoiris seguro que me favorece. Además, este findesemana hay varios festivales poperos y voy a ser el no-va-más, me digo. Me doy una vuelta por el recinto del festival. Me peleo con unos de una de las discográficas de la organización porque uno de los grupos que llevan es una puta mierda plagiadora. Me voy a El Corte Inglés a buscar el álbum original al que copia su banda, pero me entretengo buscando libros en inglés para niñas de los 50.
Entonces me entero, no sé por qué, de que una de mis antiguas compis del instituto es la mayor coleccionista de ese tipo de libros. Su madre es majísima y nos invita a comer, justo antes de morir en circunstancias trágicas dejándome al mando de una familia llena de hijos. Intento telefonear a la clónica de Babette para decirle que hay que abortar el plan, pero lo único que consigo es que me llamen del banco para decirme que hay un problema con mi cuenta.
Voy al banco y pretenden obligarme a devolver los libros que he comprado, así que voy al Corte Inglés. Está cerrado. Me cuelo en el supermercado para comprar tomates y alcachofas, y, cuando me pillan, finjo ser una cajera. Subo a la librería pero tampoco hay nadie. Así que pienso en acercarme a la peluquería. Allí sí hay gente, y ponen mi pelo color arcoiris. Las mechas azules y moradas en torno a la cara, para que parezca más discreto, visto de frente.
Con mis libros, mis tomates, mis alcachofas, una bolsa de pan de molde que no sé de dónde ha salido y mi nuevo pelo, vuelvo al edificio de la administración, pero el golpe de Estado de las plantas malvadas ya ha tenido lugar, y ahora no sé si hablo con la pseudoBabette o con su gemela. El caso es que me meten en un ascensor con un vigilante de seguridad, y subimos y bajamos mil veces unos 50 pisos. Cuando me mareo de tanto meneo y vomito, el segurata saca un walkie-talkie y asegura que no soy una Mohuga, o como quiera que se llame la raza elegida. Me deja salir del ascensor.
Pero no salgo a la calle, sino a la fase cinco de un videojuego. Estoy en una gruta y tengo que matar al dragón. Dejo las bolsas del supermercado tras una roca y corro por túneles cual joven supermario colorida, hasta que me encuentro al dragón. Está durmiendo. Yo también tengo sueño, así que me tumbo al lado del dragón y nos dormimos los dos plácidamente. A tomar por culo la revolución.

Y luego, me despierto. Como cabe esperar, me despierto como si me hubieran dado una paliza. Me pregunto por qué no puedo descansar como las personas normales...

Autoamorodio

A ratos, me apetece apedrearme a mí misma (quién coño me dejaría leer la Biblia con lo asquerosamente influenciable que soy). Me veo con el pijama desde hace tres días, del sofá a a la cama y de la cama al sofá, y me entran ganas de sacudirme y decirme "así no te curas, joder". Pido hora para el médico, y coincide con el psicólogo. Cambio la hora, y creo que me va a pillar en un aeropuerto. No voy a volver a llamar. Me siento totalmente estúpida siendo incapaz de organizar mi agenda. Me voy a Roma el findesemana del baile de findecurso. Joder. Dos fechas que tengo en la cabeza, y soy incapaz de usarlas como referencia.
Al rato siguiente, me encuentro trabajando en dos ordenadores a la vez, intentando arreglar el desaguisado de mi portátil moribundo, quedando con el Chico que Presta para tomar helado antes de ir al psicólogo antes de quedar con el Chico Escritor para trabajar sobre el corto, y entonces me da la sensación de que no me pasa nada.
Buf.

27.4.08

My life as a loop

Tengo hambre. No puedo comer porque me duele mucho, mucho el estómago. Debería estar en Toledo, comiendo cocido, después de haber visto el partido de basket del Chico Cósmico, pero no pudo ser. Esta mañana tampoco me apetecía gran cosa, pero la verdad es que siento que me he perdido un capítulo de su vida que podía haber sido bonito y que, como todos los capítulos de todas las series que me tienen en ascuas, no está en eMule.
Ha sido una semana extraña. Y larga, muy larga. La médica (bonita discusión filológica sobre los géneros en las Comendadoras, el jueves) me da consejos que, en parte, he empezado a cumplir. Una hora y media de ejercicio todos los días. Y paseos. Ver exposiciones, ir al cine. Andar, sentir el sol en la cara. Llamar a amigos a los que hace mucho que no veo. Como a Fan #2, con quien sostengo una conversación increíblemente trascendente en una esquina del Pepe Botella, el martes. Su cumpleaños fue la semana pasada, pero él se empeña en hablar del mío. El mío quiere Contempopránea, aunque la Chica India quiera pluriempleo.
Vestirme de colores. A falta de pan, buenos son tintes. Llevo el pelo naranja, pero de verdad. Por fin. Así que ya no hace falta que me vista de colores, me vale con mirarme de nuca para arriba. Ella quiere que me maquille, yo le digo que nanay. Nunca me maquillo, no voy a empezar ahora.
Encuentro en Infojobs la vacante que he dejado. O sea, que es cierto. Esos dos meses de los que habla la doctora de la mutua, son ciertos. Mejor. Tiempo para pensar. Mi PC se cuelga cuando me pongo a buscar oposiciones. Mi PC se cuelga todo el rato, en realidad. Va tan tremendamente mal que estoy okupando el del Chico Cósmico. No sé qué le pasa, en realidad. Quiero devolverlo pero me gustaría poder sacar todo lo que hay dentro, y para eso tendría que aguantar abierto al menos un par de días, sin apagarse misteriosamente, sin mandar frenéticamente mensajes de error a Windows.
El findesemana ha sido intenso. Bonito, curioso. El viernes por la mañana inauguraba mi tío la exposición en Conde Duque, por fin. Nos juntamos un grupo más que variopinto en el cóctel. Nos pegamos al Chico Divino y su Negro, que pretenden convencer al Chico Cósmico de que se case, para pedirle a Caprile un vestido de novia con corpiño para mí. Me río muchísimo. Mi madre me pide que no beba más. Yo sostengo que tengo permiso del psiquiatra. Me acerco a los camareros y les pido la enésima copa de champán para brindar por mi boda. La verdad es que el Chico Cósmico es un solete. Encima de lo que le toca soportar, está encantado, dice que lo pasa bomba, que tenemos que ir a la terraza supraolavideña del Chico Divino, que ha sido fantástico. El Chico Divino dice cosas como "No puedo soportar pensar que este pingajo que bailaba con él hace diez años se haya convertido en una persona tan maravillosa y yo me lo haya estado perdiendo", mientras me da su número de teléfono, y yo pienso que voy a llamarle. Lo dice la doctora. Y lo digo yo.
De la exposición, vamos a comer a un sitio curioso en la Plaza del Limón, del que me escapo para ponerme el pelo naranja y salir corriendo al segundo aniversario de Future Shorts (si estuviera pensando en hipertexto, como corresponde a alguien que tiene que entregar mañana un trabajo de Técnicas de Edición Electrónica, esto llevaría hipervínculo. Pero aún no me he leído los apuntes. Luego me quejaré, claro). El IED es un lugar maravilloso y como yo soy pobre, me empeño en que mi hermana estudie allí. Nos encontramos con la Chica de Úbeda #3, y al parecer, soy cínica con ella, pero yo sigo borracha y me siento muy encantadora y muy correcta. Nos comemos montones de vasos de palomitas, cantamos "we are your friends, you'll never be alone again", nos reímos de un videoclip de Chemical Brothers que quieren vendernos como cortometraje de ficción, me enamoro de un corto que Blue tiene que ver (se llama No bar, es brasileiro). Nos tomamos un cóctel, posamos de espaldas para las fotos. El Chico Escritor se mete conmigo pero a mí me gustan los Sex Pistols. No nos mola hacernos los modernos, así que nos vamos al Colo, a ver fugazmente a la Chica India y, algo más de rato, al Chico del Entusiasmo, aunque está muy poco entusiasmado. Llegamos a casa a las mil, con las piernas hechas polvo, y sólo es viernes.
El sábado vuelta a la exposición pero con mi bandada de primas chiquitajas. La sensación está bien, aunque da pena que se vayan, aunque me pierdo la exposición porque tengo que llamar a Blue pidiéndole atajos de teclado en Mac porque ser funcionario es un chollo y se puede ser técnico informático en un centro cultural sin haber tocado jamás un Mac. Shit happens. Comemos chino, vuelvo a casa, estoy hecha sólo media persona, y me encuentro muy mal.
Cactus ha decidido pasar el día en el piso de abajo y me preocupa que ya no quiera a Vespa.
Tengo que hacer el trabajo. Para eso, tengo que leerme los apuntes. Para eso, me gustaría limpiar el cuarto de los enanos, para poderme tumbar a leer con ellos. Es divertido que se coman mis manuales. Para eso, debería comer. Pero...

14.4.08

Hace un par de horas, en mi PC había una carpeta con más de 6.000 fotografías que ya no están, entre las que se incluyen al menos 3.000 irrecuperables. Zas. Toma patada al pasado.
Hace un par de horas, a mi madre no la habían despedido injustamente.
¿Dónde está el día de la marmota cuando se lo necesita?
Tengo ganas de gritar. Creo que me voy a pasar por la casa de al lado a ver si los obreros me dejan demoler tabiques un rato.

Ciclotimia, c'est moi

Un gran fin de semana. Un viernes en pijama hasta las mil, con la Chica India mirando Mediocrity con los ojos fruncidos, en busca de fallos de los que yo no quiero saber nada, "habla con Blue". Una fiesta que empezaba a las 21.30 y en realidad empezó a las 23.30, así que dos horas de cañas, patatas fritas y aceitunas en un bar de viejos con un señor encantador que nos daba buenos augurios para el findesemana todo el rato y no quería que nos fuéramos aunque había echado el cierre. Finalmente, la fiesta, que quizá no fuera gran cosa, pero tenía The Killers y mucho planeteo, aunque nos rendimos antes de Cumpleaños Total porque ya teníamos demasiadas fotos para lo pequeño que era el local. Un intento de abordaje frustrado en El Naranja que nos lleva, tal y como yo quería, al Moloko. El redescubrimiento del Moloko, qué temazos. Mensajes a y de Medina del Campo. El Chico del Entusiasmo (a.k.a) del Callejero echado a perder de tanto decir que no era normal tanta foto con la Fábrica de Churros. Nosotras nos dejamos querer y tenemos conversaciones de féminas que le dejan ojiplático. Un paso previo por el Sprint, dos hamburguesas porque cuando estoy de baja es porque estoy ansiosa y cuando estoy ansiosa me salen tenias. Una obligada retirada por culpa de las dos hamburguesas del Sprint y un ardor de estómago lamentable. Un sms al Chico Cósmico haciendo control de daños: cero.
Un sábado de familia, comida china, y, por fin, mis estanterías. El Chico Cósmico se ríe cuando doy palmitas porque tengo "legos" nuevos. Convierto un hueco en un rincón cinéfilo y no puedo dejar de mirarlo mientras vemos una vez más la primera temporada de House.
Remolonear el domingo hasta horas indecentes, comer comidita de mi suegra (cómo adoro a esa mujer, por dios), más lego, más orden, tengo tantas ganas de hacer cosas que me levanto yo sola antes de haber empezado la siesta. Estoy tan contenta que me estoy leyendo la Biblia y aunque discrepo en eso del índice de simplicidad (no se entienden la mitad de las frases, por cortas que sean), hasta me está gustando.
Hoy madrugo, arreglo el ñaijdñaisjdajsd ordenador que no puedo cambiar porque, as usual, el ticket está flotando en el éter entre mi padre y yo (MEMO: dejar de ir de compras con mi padre. Siempre pasa igual. No nos acordamos de en qué trozo del aparcamiento está el coche, y somos incapaces de guardar un ticket). Me preparo para ir al psiquiatra, a la farmacia, a hacer cosas, porque sí, porque estoy de baja para estar mejor.
Progreso. Hasta el jueves, por lo menos. El Psicólogo nuevo es tan bueno que me deja llorando cada vez que voy. Eso hace que avance, claro, pero vaya tela lo que jode.
El próximo finde, intensivo de Cultura Pop, si todo va bien.
Sensación de orden externo e interno. Muy positiva.

11.4.08

Como el Getafe

Ayer, después de todo, fue un gran día. Uno no puede evitar que los alemanes no se rindan hasta el final, ni que los árbitros dejen de pitar cuando quedan tres minutos de prórroga, ni que durante tres días todo el mundo diga que merecieron pasar y luego sólo piensen en el próximo partido, en el que jugarán ellos, y no nosotros. Pero eso no resta mérito: fue un partidazo.
Y fue un partidazo levantarme a las mil, y confesar al psicólogo mi dieta nocillera, y echarle la culpa de estar de baja, y charlar con él una hora y salir convertida en una mejor persona, y contarle al Chico Cósmico por qué no plancho ni cuelgo el teléfono, y saber que hay más gente que confía en tus sueños, y aprender a oírtelos contar, y aprender a compartirlos, y otras muchas cosas.
Moralmente, hemos ganado.

Y hoy, será aún mejor. Con tarde de post-pro y noche planetera. Esto no hay quien lo pare!

9.4.08

Dormir...

Esto es una locura. Se supone que he vuelto a pedir la baja porque no podía más. Porque me comía las horas y los minutos se me comían a mí. Porque necesito descansar.
Pero tengo tantas cosas pendientes que no hay manera.
Hoy, al menos, he dormido. Pero luego he pasado la tarde poniendo en orden mi casa (dios, jubilación para las amas de casa YA), no he podido ir a baile porque coincidía con la hora del médico (ya es maldad), y mañana que tenía programada la tarde de orden mental y físico (psicólogo+fisio), me llaman del fisio para decirme que me cambian la hora, que a la una y media. Tengo que ir a Pontones a echar el rato para que mi señor psiquiatra se digne verme cinco minutitos en algún momento de este mes, y una bolsa de ropa que tengo que arreglar para dejar de verme cosiendo bajos en plan espídico los domingos por la noche. No tengo comida en casa.
Quiero una asistenta. O una mamá.
Y mañana tengo que entregar el trabajo para el que me he tenido que enfrentar a la mayor hoja de Excel jamás vista por el hombre, y en estos momentos, sinceramente, el sector de bebidas refrescantes me la trae total y absolutamente al pairo.

7.4.08

Y no pasa nada

Hace poco le decía al Chico Escritor que todo el mundo tiene derecho a darse cuenta, varias veces en la vida, de hasta qué punto es cretino, egocéntrico y no sé cuántas cosas más.
Pues es cierto.
Una no hace más que repetir losiento, y luego resulta que tal vez no haya nada que sentir, que, como dice la Chica Ángel, tan sabia, equivocarse es sano. Y que, como dice el Chico Escritor, tan dado a justificar lo que sea estéticamente justificable, tampoco pasa nada porque uno haga el imbécil. Sólo nos estábamos divirtiendo.
Lo de en medio, pues no lo recuerdo. Ni los lloros ni las angustias. Así que, fenomenal, en cierto modo.
Recuerdo unos ojos sucúbicos y recuerdo una copa de ron y whisky volcada en algún sitio, y recuerdo pintalabios en la cara, y el Chico Cósmico diciendo que estaba muy graciosa tan llena de besos, y ya está.
Somos jóvenes e inconscientes.
A mi hermana el pelo le queda fenomenal, acabo de recuperar una semana de huelga de brazos caídos, me he cosido el bajo de los pantalones, I'm ready to go.
Ya decidiré algo, en otro momento. Ahora no. Ahora dormir hecha un ovillo, que dicen que lo hago bien. ;)

6.4.08

La euforia parece una buena compañera de viaje, pero al final es como Paris en las Chicas Gilmore. Una influencia útil cuando lo que quieres es dejarte llevar, y una mosca cojonera cuando quieres realmente hacer algo de una forma diferente a lo que quiere ella.
La euforia es muy mala consejera.
Y tras la euforia viene la culpa, siempre.
Dormir en medio de una fiesta después de haber hecho por lo menos dos cosas mal.
Llegar a casa después de haber hecho otras dos cosas mal.
Llegar a majadalejos mil horas tarde por el sumatorio de las cosas que hiciste mal ayer y con la sensación de que si vuelves a ver un boquerón en vinagre vomitarás, el resto de tu vida.
La persona a la que más quiero en el mundo me llama y me pide cosas y no puedo responder como querría porque tengo una resaca que no puedo justificar.
Asúmelo, nena, la has cagado. Y no la has cagado como cuando la cagas en el curro y luego te duele la conciencia pero en realidad tienes un objetivo que sí, se te olvida, pero que existe y con el que estás siendo coherente.
La has cagado y esto no te ayuda así que deja de cagarla.
Dios, un domingo que empieza contigo misma echándote monsergas no puede terminar bien.

5.4.08

He hecho las paces con El Cuento

Pues ayer, al final y con todo, no fue un mal día. La Chica Sociable y yo tuvimos una conversación maravillosa sobre tabúes, prejuicios, y dificultades en las relaciones de pareja. La Mujer Víbora resulta no ser tan víbora cuando hablas con ella largo y tendido y descubres que, la pobre, se cree lo que dice al 100% y piensa en pajaritos. Y que, es más: es una filosofía de vida mucho mejor que la tuya, porque ella da palmas y le brillan los ojos y es feliz, al menos eso dice y eso parece. La Chica de Falsos Colores me hace volverme loca, querer ponerme el pelo naranja-alaska, agujerearme la nariz, e intentar ser escritora. El Becario Antiquísimo me recuerda que se acerca la temporada de festivales y que qué más se puede pedir. La Chica de las Sonrisas me ofrece su pienso para conejos, me abraza y dice que me quiere, y nos sinceramos y hablamos de vivir juntas y de dejar de vivir juntas y de muchos recuerdos acumulados, mi pequeña pareja de hecho. El Chico que Presta intenta convencerme de cosas de las que ya me he convencido y se siente aliviado al ver que, al menos, esta vez no creo que sea algo personal. El Chico Pequeño se descojona de la risa mientras aporta información confidencial que corrobora que no es nada personal. La Chica que Quiero ser de Mayor me devuelve el entusiasmo por el baile. Su novio y yo hablamos de Beck, y al final la Mujer Víbora y yo, de Los Planetas. Abrazos gigantes al Chico de la Guitarra. El enfado del Chico Cósmico, disuelto, y venga risas y cariño.
Y hoy ni siquiera tengo resaca.
Y voy a dejar el trabajo como muy tarde en junio. Es una promesa. Quiero vivir, y sé que si dejo esta empresa (o al menos este departamento) hacerlo será mucho más fácil.

4.4.08

Eutimia

Me toman prestadas frases como estoydescontenta, y en simultáneo cuelgo en el blog de mi empresa un artículo llamado "Sentir los colores" y hago un llamamiento al orgullo de pertenencia. Mi vida está tan llena de incoherencias como una noche en el Destino. Noches aquellas, las del Destino.
Intento frenéticamente pensar en supernochísimas, y luego me da miedo ir a las cañas con la gente del trabajo. Dejo de tomar las pastillas y me siento mejor, vuelvo a tomarlas y me siento peor. El Psicólogo pregunta por qué no dejar el trabajo. El Chico Escritor pregunta por mis ahorros, y ahora cualquiera puede despejar la incógnita y resolver la ecuación.
Estoy encarcelada. En una jaula de oro en la que no pasa nada si amanezco a la una y media, salvo el terrible dolor de conciencia y la obligación pesándome sobre los hombros, tendré que trabajar el fin de semana. La gente no contesta por el Messenger, pero por supuesto sí que escribe para dar órdenes sutiles que no quedan registradas en ninguna parte. Como el "La Jefa inabreviable me ha llamado y quiere que...". Como las cosas que surgen el viernes después de mediodía y deben estar resueltas el lunes antes de media mañana. Como tantas otras cosas.
Volver a la agenda, frenéticamente. Cancelar compromisos que son sustituidos por otros ladrones de tiempo. Echar de menos a la persona con la que vives, y luego pelearte con ella en cuanto que estáis juntos. El puto estrés. La puta rutina. Nos queremos a rabiar, no hay más que ver que luego nos llamemos tres veces para pedirnos disculpas mutuas y tiempo para nosotros. Pero el caso es que nunca estoy sola, siempre hay gente hablando en mi cabeza, y lo que dicen no me gusta.
Ayer, el Chico Escritor y yo estuvimos en un concierto terrible (quiero pensar que por el entorno) compartiendo penas. Es muy raro, eso. Quiero decir, para eso están los amigos, claro. Y esos ratos también se difrutan, por supuesto. Pero eso no quita para que sienta que si el Chico Escritor y yo estamos juntos es para ser cínicos, divertidos, interesantes, hiperactivos. Y no esta apatía y estas caras de pena que nos ponemos como si dijéramos sálvame pero sin ningún tipo de petición subyacente.
Ganas de algo indeterminado, como siempre. Proyectos creativos para el verano. Viajes en el calendario. Mil motivos para estar ahora en una terraza con un tinto de verano, y no en casa fumándome el enésimo cigarro y pensando en que debería echar el pijama a la lavadora.
Pero, señores, no se puede fingir que nada de esto ha pasado.
Casi me muero, ¿saben?
Y eso es jodidamente difícil de asumir.
Y cuando uno vuelve una y otra vez sobre el tema se da cuenta de que en cualquier momento las cosas pueden llevarle al mismo punto, y da mucho miedo saber que podría no tener la suerte de contarlo.
Y sólo quiero ser pequeña y tener una casa llena de estanterías con libros y jugar con los conejos que ahora están asilvestrados y no quieren saber nada de mí, y, joder, ser un poco feliz, un rato, sentirlo y no sólo saberlo. Estoy harta de decirme a mí misma soyfeliz y esperar a que me pase algo por dentro.

2.4.08

Ahora que todo va bien

Me meto un alprazolam en la boca, y me acuerdo del Chico Escritor. Por su "Quieres un ansiolítico?" post-llamada del Chico Ska y pre-comida con Nacho Vegas, y, por supuesto, por su "¿Era esto la vida? Bien, otra vez".
Qué asco de medicaciones.
Me he ido de la farmacia sin la píldora, porque me ha dado una súbita vergüenza pedirla sin receta, aunque ya sé que me la darían. Me he sentido tan politoxicómana que me he encontrado incluso mal, y he intentado escaparme sin pagar. Lo único bueno del cambio de hora es que aporta excusas para comportamientos que no son excusables.
Como la resistencia pasiva.
La semana pasada me pegué el mayor palo de mi vida laboral. El peor, con diferencia. Porque el primero no me lo esperaba pero era consciente de que en algún momento descubriría que el camino estaba minado. Pero este no sólo no me lo esperaba; tampoco me lo merecía.
No es el dinero, claro que no. Es la súbita conciencia de la arquía. Y no hablo de la caja de arquitectos. Hablo de cuando se vuelve meridianamente claro que existe un derecho consuetudinario a ser injusto. De cuando una descubre que no importa su biografía, que al final todo queda en lo mismo.

Naciste en 1984.
Naciste en 1984 y ya eres tan mayor que ni siquiera recuerdas cómo fue aquel concurso de Coca-Cola al que te llevó a participar el colegio. Naciste en 1984, y tu único recuerdo de la URSS es cuando tu padre quería obligarte a tirar aquel puzzle de gomaespuma que representaba un mapamundi de colores y era tan comestible como las estructuras arquitectónicas de los curris. Porque naciste en 1984 y querías ser un Fraggle, claro que sí, para vivir sin trabajar, dejar tus problemas, dar palmas, y vivir en un mundo frenopático.
[Inciso: a quien me diga qué significa en realidad frenopático le odiaré para siempre. Me encanta como palabra multiusos]
A lo que iba...
Naciste en 1984. El gran '92 de la economía española para ti fue el nacimiento de tu hermana, y ese olor fantástico impregnando las habitaciones de toda la casa y unos ojos enormes sobresaliendo del cuco. Naciste en 1984, y te reías del miedo al Efecto 2000 porque nunca creíste que fuera a pasar nada. Naciste en 1984, tuviste tu propio portátil con 8 años; con 6, hacías programas en Basic para narrar la vida de una especie de Barbapapá llamado Arturo.
Naciste en 1984 y has hecho un gran trabajo de campo en el ámbito sociológico del camarero madrileño; pero... naciste en 1984 y ellos siempre seguirán pensando que te engañaron.
Naciste en 1984 y a nadie le importa si has tirado o no tus zapatos por la ventana de un taxi. Naciste en 1984 y probablemente nunca vuelva a leer nadie la novela que escribiste en 1996. Naciste en 1984 y el mejor año de tu vida fue 1999. Naciste en 1984 y podías contar tus años con los chicos de los que estuviste enamorada.
Naciste en 1984, y has empezado tres carreras, pero no has acabado ninguna.
Naciste en 1984 y en 1997 te hiciste libre, y fue en inglés. Pero nunca te examinaste del Proficiency.
Naciste en 1984 y en 2002 encontraste tu propio hogar en un sexto piso en la calle Fuencarral.
Naciste en 1984. Fue el año que murió Cortázar. Y nadie nunca verá terminado Rayuela de cristal.
Naciste en 1984. En 2008, eres una madre de familia. La diferencia es que tus dos hijos tienen cuatro patas, orejas puntiagudas, e incisivos largos y únicos. Que en la mitad de tu casa hay que andar agachado. Que no tuviste tiempo de aprender a cocinar.
Naciste en 1984, y nada de lo que hagas en una oficina podrá cambiar ese hecho.

Y, miren por dónde. En realidad tampoco sé si me molesta.
Sólo me pone rara. No echo de menos las pastillas pero echo de menos tener una cabeza de turco. No las necesitaba, o eso creía, pero vuelvo a tomarlas.
No quiero trabajar diez horas al día, pero no puedo cerrar el ordenador.
Quiero una rueca y un montón de hilo y tejerme una túnica y llamarme Gandhi y tener la sensación de que simplemente diciendo "no" estoy haciendo algo.
No me la van a dar, no estoy cambiando el mundo. Así que me pongo la bata y me trago Los Serrano, y me voy a dormir con el firme convencimiento de que mañana todo será igual, y de que ni siquiera me atrevo a decir que estoy mal.
No estoy mal.
Estoy descontenta.
Y eso me da mucho más miedo.