Como la performatividad no es inevitable, dejamos de entenderla como Austin y empezamos a entenderla como Butler, y nos obligamos a cambiar de tema y a decir cosas amables y a obligarnos a hacer listas y a hacer las cosas bien, al principio como autómatas, llamando desesperadamente al orden a que se coloque en nuestras vidas como pauta y no como obligación.
Y así, desde la evitabilidad, nos dedicamos a hacer que los días callejeros se vuelvan productivos; a regalarnos horas de sueño a precio de noche de hotel, a abandonar nuestros planes de consumo ostentoso para abrazar a alguien que es probable que lo necesite, a dejarse abrazar cuando uno no tiene muy claro si lo necesita, a comer en Olavide y no mirar el reloj, a plantarse en Somosaguas sin pensar cuándo nos viene bien ir a Somosaguas, a perder autobuses para mirar libros, a bajarse del autobús para comprar libros, a hacer guías de lectura rápida de textos que hemos decidido que dominamos, a hacer una llamada oportuna y planificar cosas dándolas por hechas (aquí, sí, hemos decidido que Austin mola), a plantarnos en una terraza maravillosa que por adecuada rsulta casi onírica y a cambiar nuestro discurso. Porque podemos hablar de cosas desagradables y no hacerlo desde un punto de vista derrotista.
Mi horóscopo tuvo a bien decirme hace poco que "un pequeño grupo de personas inteligentes puede hacer una gran diferencia", o algo similar. No sé si somos inteligentes, ni si somos un grupo, ni en caso afirmativo, quién forma parte del grupo y quién está en la frontera, pero al menos podemos repetir como mantra "ética y estética", imprimirlo en camisetas, y procurar cerrar fuerte los ojos mientras las cosas se colocan en su sitio y empiezan a ir algo mejor.
Y, grupo o no, "Acumulamos besos / notando el calorcito / todos los días, / olvidando con prisas / niñerías y papeles, / incluso nos sentimos / ocurrentes y modernos / mordiendo esos labios / imposibles de comer / rompiéndose la boca / obedientemente" [Poema robado de un cartel en una exposición de alguien que creo que se llamaba Antonio, allá por el año 2000poco o 90ytantos].
Y a ratos las cosas parecen fáciles y bonitas, y así da gusto.
Saturday night (lirirarará)
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En medio de la fiesta, inicio de un larguísimo atardecer, se me acerca una
chica a la que no conozco de nada y me dice: "Eres muy simpático, me caes
muy...
Hace 2 años