16.2.10

El tiempo atemporal

Sábado noche. Una especie de viaje de tripi. Uno no se acostumbra a la manía de según qué ciudades sin carácter de adoptar toda fiesta que nos parezca; y así, de pronto Madriz celebra Halloween, Carnavales, y el Año Nuevo Chino, como si fuese normal. Uno de esos melting-pot que vuelven loca a la Profesora Escopeta.

El Chico del Entusiasmo dice que salimos disfrazados de "estudiantes de máster que no tienen que entregar un trabajo el lunes", y a mí me parece bien; aunque al final, mi relación amor-odio con la cafeína me aporta un bajón considerable. Me voy a casa, aguanto un rato por no despertarme cuando Blue llegue de trabajar y desvelarme.

Amanezco a las tres de la tarde, y no sé ni cómo. Por un azar bastante adecuado, si consideramos que había quedado a comer. Empiezo mi Gran Trabajo del Lunes a las 6 y media de la tarde del domingo. Me quedo bloqueada en las siete páginas, me voy a dormir. Amanezco, esta vez, a las cuatro de la tarde. Y por arte de magia, soy capaz de entregar 23 páginas a las siete y media. Inconexas, incoherentes, inconsistentes, sí. Pero al fin y al cabo, qué otra cosa podemos decir de mí misma. El caso es que son 23 páginas, y que si he sido capaz de hacerlas así, entonces cuesta bastante entender por qué hay que cambiar las malas costumbres recién adquiridas.

Últimamente me ha dado por pasar demasiado tiempo en la cama. Estamos desarrollando toda una teoría sobre cómo en la cama, en realidad, no pasa el tiempo. Podemos irnos directamente a los clásicos: "fue el ruiseñor, y no la alondra, la que hirió el fondo temeroso de tu oído". Podemos fingir que no suenan las campanadas o que no hay voces al otro lado de la puerta. Recuerdos de Najwa Nimri, en una entrevista, hablando de que no había muchas cosas que no pudieran hacerse en la cama. Empezamos a estar bastante de acuerdo. Salvo por el pequeño inconveniente de la conexión temporal con el resto del planeta.

Claro, que, en general, no estamos especialmente conectados con la temporalidad ajena. Lunes que parecen viernes, indignación ante las autoescuelas que ponen clases prácticas los sábados por la mañana, porque son martes, y ante la gente de uniforme y/o traje y maletín que llena el metro de los sábados por la mañana, porque son martes.

Salgo a cenar con la Chica de las Sonrisas, y de un minuto al siguiente los tercios parecen haberse multiplicado en nuestro torrente sanguíneo, y quiero más y canciones de los Strokes, pero ella responde que mañana trabaja. Vuelvo a pensar en lo maravilloso que es confundir los lunes con viernes. En la falta que me hacía, en general, que los lunes pudieran ser viernes.

Y es que al final, todo se trata de eso. De evadirse de lo que era la vida tal y como la conocíamos, que a veces se pone puñetera y hace que la eche de menos. No quiero echar nada de menos. Estoy tan dispuesta a no echar nada de menos, que si no es Massachussets, ya serán Leeds o Lancaster o lo que haga falta.

"En septiembre ya te arrepentirás de todo esto. Es más: en septiembre ni siquiera estarás en España para poder entregar esos trabajos". Y me conmueve que alguien se lo crea, me conmueve pensar que para algunas personas, ese soñar en extranjero aún no son palabras gastadas. Es lo bueno que tiene conocer gente todo el rato. Que algunos todavía no han tenido tiempo de cansarse. Y que, seguramente, su fe sea precisamente la que permita que antes de que empiecen a notar el aburrimiento, yo haya desaparecido. A cualquier otra parte...

2 comentarios:

La_Esperada dijo...

Lo de la temporalidad de los demás es algo relativo. Hay mucha peña con los horarios cambiados. No tienes más que ver a qué hora actualiza la gente su blog. :D

Mirta Peces dijo...

ayyyyyy
regularidad, regularidad!!
;)

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