25.11.09

Wendy asomada a la ventana

Hace unos cuantos días, cuando quería pedir una orden contra mi parte oscura, ya hablé de mi capacidad de sentir cosas feas. Es curioso que 25 años después (y con tanta terapia a cuesta) no deje de sorprenderme nunca.

Le grito a Wendy que se vaya de una vez, pero ella me amenaza con hacer una casita en mi agujero negro, y devolverlo de nuevo a mi cartografía emocional. Así que me callo, amedrentada, y la dejo hacer. Y hace. Y se preocupa, porque Wendy no sabe hacer muchas cosas más. Bueno, sí. Querer mucho. En esas andamos. Querer mucho y cuidar a la gente.

Y al mismo tiempo, sentirse culpable por todo en general. Temer que con una mano estés cogiendo una mano y con la otra estés poniendo pequeñas minas antipersonas contra las que un abrazo no tiene nada que hacer.

Esta mañana tuve un rato de pensar que nada de esto era inevitable. Leí un correo que hablaba de generosidad y pensé que no había sido nada generosa. Y volví al mismo punto de esta espiral de razones y sinrazones por la que voy, ascendente y descendente, estas semanas. Y tuve que mirarme a la cara y ser a la vez el ángel y el demonio de cada uno de mis hombros. Y no recuerdo quién ganó.

Duelen los papeles sobre la mesa. Duelen las ausencias y las presencias, las palabras y los silencios. Es inevitable, por más frenesí y entusiasmo y novedad con que uno quiera salpimentarse.

Es una mierda que pasen estas cosas.

2 comentarios:

Single Girl dijo...

Esos tiempos en que TODO duele son insoportables, pero también pasan. Paciencia supongo...

Mirta Peces dijo...

es una mierda. pero no llueve para siempre

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