15.11.09

Orden de desahucio

Empecé este post la semana pasada, pero lo dejé en borradores y tengo que retomarlo ahora...

"Me gustaría saber cómo se puede controlar el lado oscuro de uno. La literatura está llena del tema del doble, el espejo, el malo maloso que se esconde tras el ciudadano modelo, así que supongo que no voy a encontrar yo, sólo con ponerme, la solución mágica a un problema que obviamente no es sólo mío.

Pero en mi caso, me enerva. Porque tengo dentro una capacidad de ilusionarme y disfrutar que podría competir mano a mano con el Chico Entusiasta, pero también tengo, si bien ya no el agujero negro, un torbellino de malas vibraciones que, empiezo a temerme, es incluso la causa de que todo ordenador que puedo llamar mío acabe haciendo cosas raras como apagarse solo.

Quiero una orden de desahucio contra mi mal humor, porque últimamente no me aguanto ni yo".

Supongo que podía haberlo publicado tal cual, el martes por la mañana, pero bueno. Ahora sigue viniendo a cuento (el ciclo de la ciclotimia).

Ayer me gradué. La gente no hacía más que darme la enhorabuena (en el mostrador de acreditación, en el stand de antiguos alumnos, en la mesa de autoridades, en el bar donde mis padres y sus amigos se reúnen cada semana desde hace treinta años), y yo me sentía completamente ajena. Yo terminé la carrera en febrero, y en julio le di la espalda a mi título y renegué de la Publicidad y las RRPP, siguiendo mi máxima de "afírmalo con vehemencia, abandónalo con ligereza", descubierta cuando dejé a medias la carrera de CAV.

Que vengan a estas alturas a darme la enhorabuena por haber acabado una carrera, cuando, además, llevo un mes y medio mosqueadísima por los trámites necesarios para conseguir acreditar "tamaño logro", me toca un pie, francamente.

Y el caso es que mientras estaba en el Auditorio y escuchaba el larguísimo pero interesante discurso de Campo Vidal, mientras oía a la representante de la promoción hablar de cómo los compañeros virtuales son un apoyo totalmente real, mientras la rectora decía que era el mejor día del curso, durante un breve momento, yo me lo creí. Seguía la letra del Gaudeamus Igitur y me emocionaba viendo subir a los titulados del Máster en Accesibilidad. Me sentí algo menos ridícula en mi minúscula chaqueta de pseudoarreglarme, incluso me sentí cerca de mis compañeros (muy especialmente de la Chica Makamo; pero es que ella es una persona tremendamente especial).

Y sin embargo, recibo mi título, y junto a él, un lote de seis posavasos diseñados por no sé qué artista catalán(a) y me enrabieto y recuerdo todo lo que he pagado por algo que no me sirve para nada, y al final ni disfruto ni leches, y cada vez que alguien sonríe, me besa, me felicita, y habla de lo importante que es ese día en mi vida, yo estoy pensando en el tiempo precioso que he perdido de empaparme de Bauman; y así, señores, no se puede ir por la vida.

1 comentario:

Mirta Peces dijo...

no hagas mucho caso a las graduaciones, son puro trámite..y ya se sabe q los trámites son un pa' ná.
De todas formas, yo prefiero pensar que nunca se pierde el tiempo..todo sirve para algo y recurriremos a ello en algún momento de la vida..no?

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