Recuerdo que hace justamente diez años, el otoño llegó de otra forma.
Antes, el otoño avisaba. Mandaba una leve lluvia en uno de los últimos días de piscina. Si estabas en el agua, la disfrutabas. Si no, te refugiabas en aquella estructura de chiringuito construida hace pocos años y usada una decena de veces al año, todo lo más, entre sus paellas y nuestras fiestas. Y jugabas a las cartas. Si era el 99, en concreto, incluso fantaseabas con escribir canciones que, por aquel momento, serían como las de All Saints (eran años difíciles para ser creativo, aquellos de los 40).
Recuerdo concretamente el 14 de septiembre, porque, por algún motivo cabalístico y absurdo, siempre estoy convencida de que las cosas importantes pasan los 14 de septiembre (y eso sólo me ha pasado dos veces; y estoy segura de que ambas veces lo provocó más bien un síndrome de Cassandra que otra cosa). Recuerdo la primera camiseta de manga larga; y recuerdo que, hace diez años, te la ponías sobre unos shorts vaqueros y te sentías incluso elegante, porque habías abandonado el bikini y las chanclas por primera vez en el año. Si hubiese sido ahora, digamos que me habría sentido un clon de Lindsay Lohan. Por contemporizar, vaya.
El caso es que ahora los otoños vienen traicioneros y hostiles, sin avisar; sólo un frío tremendo en la cama, y el salto de longitud de la lavadora llena de vestidos cortísimos y el cuerpo embutido en tres capas de ropa que no sirven para nada porque son todo algodón.
Y vale que quizá no haga más frío, pero así no hay manera de sentirse agradecido los catorce de septiembre. Porque en vez de parecer que estás empezando algo, tienes la sensación de llegar tarde a algún sitio.
Saturday night (lirirarará)
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En medio de la fiesta, inicio de un larguísimo atardecer, se me acerca una
chica a la que no conozco de nada y me dice: "Eres muy simpático, me caes
muy...
Hace 2 años
1 comentario:
cierto es.
hace años que el Otoño no nos avisa como antes..
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