Cuando empieza el verano y los edificios, en general, salpican, los primeros días siempre tengo la sensación de que los aires acondicionados lloran en masa por la vuelta al cole. Se me pasa pronto, pero me da una pena tremenda. Aunque, por otra parte, estos días parece que todo me da una pena tremenda.
Hoy, mi madre ha perdido la pulsera que le regalaron en su injusta despedida las compañeras de su último trabajo. Ella se encogía de hombros y alegaba que no le gustaba del todo, y que los recuerdos que le traía eran agridulces. Yo he recorrido tres veces el tramo de Gran Vía que habíamos pasado y al no encontrarla casi me echo a llorar. Dios, estoy tan tonta que me abofetearía si no lo considerase otro de esos impulsos que tengo que aprender a reprimir.
Hablo con mi madre del extraño sentimiento de, por primera vez en la vida, no tener ni puñetera idea de qué hacer. De cuál será el próximo paso. La falta de arrojo que me lleva a tumbarme en el sofá hasta dejar mi huella, cual Homer Simpson borracho, y que hace que, en el fondo, las horas que van pasando me dejen indiferente.
Por otro lado, quiero hacer. En general.
De momento, hoy me he pedido un día libre mental. Voy a limpiar todo lo que en algún momento estuvo en contacto con la alfombra de baño incandescente, a ver si con un poco de suerte mi casa deja de oler a goma quemada, a no pensar en nada, a jugar a la Nintendo como si me hubiera metamorfoseado en mi hermana. Hoy está prohibido leer, pensar, e, incluso, mantener conversaciones. De modo que rechazo la muy estimable ayuda de un mensaje con eñe, un padre dispuesto a dejar el trabajo para venir corriendo a casa, una madre dividida entre el instinto de alimentar a un polluelo y el de meter al otro bajo el ala, y un escritor abandonado vilmente a su suerte durante la tarde.
Nada de nada. Eso quiero hoy.
Saturday night (lirirarará)
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En medio de la fiesta, inicio de un larguísimo atardecer, se me acerca una
chica a la que no conozco de nada y me dice: "Eres muy simpático, me caes
muy...
Hace 3 años