29.8.10

Las flores del mal

Yo pensaba que no me gustaba la poesía (y, siendo estrictos, en realidad no me gusta...), así que cuando abrí Las flores del mal y vi que estaba en verso (aprox.), volví a cerrarlo en la página 14, cosa que hago pocas veces. [Nota: No sé por qué no sabía que eran poemas. De todas formas, considerando el estado actual de mi mente, que parece incapaz de recuperar la información en disco, tampoco me extraña lo más mínimo].

Y luego llegó Benjamin, que me ha acompañado todas las vacaciones, y sus 150 páginas en el Libro de los pasajes bajo el epígrafe "Baudelaire", y fui recogiendo citas de las cartas a su madre, y pensando en tunear relojes à la Baudelaire, y concluí que un señor que me caía tan tremendamente bien podía ser poeta y aun así gustarme.

Qué gran acierto. Una pequeña selección para que se animen. Que el chico lo vale, de verdad.


(De las Poesías diversas)


VII

[A Alexandre Bouchon (?)]

Yo no tengo por amante una "leona" ilustre:
La usurera, de mi alma, empeña todo su brillo;
Invisible a las miradas del universo burlón,
Su belleza no florece sino en mi triste corazón.

Para tener zapatos ha vendido su alma;
Pero el buen Dios reiría si, cerca de esta infame,
Yo posara de Tartufo y remedara su altura,
Yo que vendo mi pensamiento y quiero ser autor.

Vicio mucho más grave, ella lleva peluca.
Todos sus bellos cabellos negros han huido de su blanca nuca;
Lo cual no impide que los besos amorosos
Lluevan sobre su frente más pelada que un leproso.

Es bizca, y el efecto de esta mirada extraña
Que sombrean las pestañas negras más largas que las de un ángel,
Es tal que todos los ojos por los que uno se condena
No valen para mí lo que sus pupilas de judía, ojerosa.

No tiene más que veinte años; el pecho ya fláccido
Pende de cada lado como una calabaza,
Y sin embargo, arrastrándome cada noche sobre su cuerpo,
Cual un recién nacido, yo los succiono y los muerdo;

Y si bien ella con frecuencia no tiene ni un óbolo
Para frotarse la carne y para ungirse los hombros;
Yo la lamo en silencio con más fervor
Que Magdalena fogosa los dos pies del Salvador.

La pobre criatura, por el placer sofocada,
Tiene roncos hipos en su pecho hinchado,
Y yo adivino, por el ruido de su soplo brutal
Que ella con frecuencia ha mordido el pan del hospital.

Sus grandes ojos inquietos, durante la noche cruel,
Creen ver otros dos ojos en el fondo del callejón,
Porque, habiendo abierto mucho su corazón a cuantos llegan,
Tiene miedo a oscuras y cree en los aparecidos.

Esto hace que de sebo ella consuma más libras
Que un viejo sabio acostado día y noche sobre sus grimorios,
Y lamente mucho menos el hambre y sus tormentos
Que la aparición de sus difuntos amantes.

Si la encontráis, grotescamente ataviada,
Deslizándose en la esquina de una calle perdida,
Y la cabeza y la mirada baja como pichón herido.
Arrastrando en el arroyo su talón descalzo,

Señores, no escupáis ni juramentos ni injurias
Al rostro pintarrajeado de esta pobre impura
Que, la Diosa Hambre, en una noche invernal,
Ha obligado a recoger sus faldas al aire libre.

Esta bohemia es mi todo, mi riqueza,
Mi perla, mi joya, mi reina, mi duquesa,
Es la que me ha mecido sobre su regazo vencedor,
Y la que entre sus dos manos ha caldeado mi corazón.


(De Las flores del mal)

XX


LA MÁSCARA


Estatua alegórica según el gusto del Renacimiento
A Ernest Christophe, Estatuario.

Contemplemos este tesoro de gracias florentinas;
En la ondulación de este cuerpo musculoso
La Elegancia y la Fuerza abundan, hermanas Divinas.
Esta mujer, trozo verdaderamente milagroso,
Divinamente robusta, adorablemente delgada,
Está hecha para reinar sobre lechos suntuosos,
Y encantar los ocios de un pontífice o de un príncipe.

—Por eso, contemplo esa sonrisa, fina y voluptuosa
En que la fatuidad pasea su éxtasis;
Esa prolongada mirada taimada, lánguida y burlona;
Ese rostro delicado, realzado por la gasa,
Del que cada rasgo nos dice con aire vencedor:
"¡La Voluptuosidad me llama y el Amor me corona!"
A este ser dotado de tanta majestad
—¡Ved que encanto excitante la gentileza le otorga!
Aproximémonos, y giremos en torno a su belleza.

¡Oh, blasfemia del arte! ¡Oh, sorpresa fatal!
¡La mujer de cuerpo divino, prometiendo la ventura,
Por lo alto termina en un monstruo bicéfalo!

—¡Pero, no! Sólo es una máscara, un decorado engañoso,
Este rostro iluminado por una exquisita mueca,
Y, mira, aquí, crispada atrozmente,
La verdadera cabeza, y el sincero rostro
Vuelto al abrigo de la cara que miente.
¡Pobre gran belleza! ¡El magnífico río
De tus lágrimas vuélcase en mi corazón receloso;
Tu mentira me embriaga, y mi alma se abreva
En los raudales que el Dolor hace brotar de tus ojos!

—Pero, ¿por qué llora ella? Ella, beldad perfecta
Que pondría a sus plantas al género humano vencido,
¿Qué mal misterioso corroe su flanco de atleta?

— ¡Ella llora, insensata, porque ella ha vivido!
¡Y porque vive! Pero, lo que ella deplora
Sobre todo, lo que la hace temblar hasta las rodillas,
Es que mañana, ¡ah! ¡tendrá que vivir todavía!
¡Mañana, pasado mañana y siempre! — ¡Como nosotros!

XLIV


REVERSIBILIDAD


Ángel lleno de alegría, ¿conoces la angustia,
La vergüenza, los remordimientos, los sollozos, las molestias,
Y los vagos terrores de esas horribles noches
Que oprimen el corazón como un papel estrujado?
Ángel lleno de alegría, ¿conoces la angustia?

Ángel lleno de bondad, ¿conoces el odio,
Los puños crispados, en la sombra y las lágrimas de hiel,
Cuando la venganza bate su infernal llamado,
Y de nuestras facultades se hace la capitana?
Ángel lleno de bondad, ¿conoces el odio?

Ángel lleno de salud, ¿conoces las fiebres,
Que a lo largo de los murallones pálidos del hospicio,
Como exiliados, se marchan arrastrando los pasos,
Buscando el raro sol y moviendo los labios?
Ángel pleno de salud, ¿conoces las fiebres?

Ángel lleno de belleza, ¿conoces las arrugas,
Y el miedo de envejecer, y este horrendo tormento
De leer el secreto horror de la abnegación
En los ojos donde largo tiempo bebieron nuestros ojos ávidos?
Ángel lleno de belleza, ¿conoces las arrugas?

Ángel lleno de ventura, de alegría y de luces,
David moribundo habría pedido la salvación
A las emanaciones de tu cuerpo encantado;
Pero, de ti yo no imploro, ángel, más que tus plegarias,
¡Ángel lleno de ventura, de alegría y de luces!

CXXV

EL SUEÑO DE UN CURIOSO

A F.N.

¿Conoces, como yo, el dolor sabroso?,
Y de ti haces decir: "¡Oh, que hombre singular!"
-Iba yo a morir. Era aquello en mi alma amorosa,
Deseo mezclado al horror, un mal particular;

Angustia y viva esperanza, sin humor ficticio.
Cuanto más se vaciaba la fatal ampolleta,
Más áspera y deliciosa era mi tortura;
Todo mi corazón se desprendía del mundo familiar.

Me sentía cual el niño ávido del espectáculo,
Aborreciendo el telón como se odia un obstáculo...
Finalmente la verdad fría se reveló:

Estaba yo muerto, inesperadamente, y la famosa aurora
Me envolvía.- Y, ¿qué? Entonces, ¿no es más que esto?
La cortina se había alzado y yo esperaba todavía.


 (De los agregados a la tercera edición de Las flores del mal)

VII

MADRIGAL TRISTE

I

¿Qué me importa que seas discreta?
¡Sé bella! ¡Y sé triste! Las lágrimas
Agregan un encanto al rostro,
Como el río al paisaje;
La tempestad rejuvenece las flores.

Yo te amo sobre todo cuando el júbilo
Desaparece de tu frente abatida;
Cuando tu corazón en el horror se ahoga;
Cuando sobre tu presente se despliega
La nube horrenda del pasado.

Yo te amo cuando tu intensa mirada vuelca
Un raudal ardiente como la sangre;
Cuando, malgrado mi mano que te mece,
Tu angustia, harto pesada, horada
Como un estertor de agonizante.

Yo aspiro, ¡voluptuosidad divina!
¡Himno profundo, delicioso!
Todos los sollozos de tu pecho,
Y creo que tu cuerpo se ilumina
Con las perlas que vierten tus ojos.


II

Yo sé que tu corazón, que rebalsa
Pasados amores desarraigados,
Llamea aún como una fragua,
Y que tú cobijas bajo tu garganta
Un poco del orgullo de los condenados;

Pero, querida mía, en tanto que tus sueños
No hayan reflejado el Infierno,
Y que en una pesadilla sin treguas,
Soñando con venenos y dagas,
Prendada de pólvora y de hierro,

No abriendo a cada uno sino con miedo,
Barruntando la desdicha por doquier,
Convulsionándote cuando la hora suene,
Tú no hayas sentido el abrazo
Del irresistible Tedio,

Tú no podrás, esclava reina
Que no me amas sino con espanto,
En el horror de la noche malsana
Decirme, el alma de gritos desbordante:
"Yo soy tu igual, ¡oh, mi Rey!"








Maravilloso. Tremendamente maravilloso. "¡Ah! ¡Señor! ¡Concédeme la fuerza y el coraje / De contemplar mi corazón y mi cuerpo sin repugnancia!". Y me lo quería perder...

3 comentarios:

Mirta Peces dijo...

;)
A mi la poesía tampoco me gusta.

Ana González dijo...

Yo le tengo un cariño especial a una edición bilingüe de cuando era bohemia, misteriosas y esas cosas que Facebook que se ha cargado. Baudelaire... ains... qué de suspiros leyendo las flores del mal. Me alegra infinito+1 que también haya conseguido seducirte.

En breve... Mono y posmono!

Ana González dijo...

Sabía que algo había nombrado en el blog sobre esto: "Agarré Las Flores del Mal, llevaba demasiado tiempo queriendo probar de su veneno. El momento justo era ahora que el tiempo no corre muy deprisa. Ni excesivamente feliz como para no detenerme siquiera a leer ni tan triste como para no poder soportar el tono lírico de la poesía, tampoco tan melancólico como para no atreverme con el fantasma de aquel Carlos que me enamoró dehojándolas con 16 años en edición bilingüe. Ahora es ese preciso momento. En un tiempo templado, pausado, sin prisas, sin agobios, sin estar desconsolada y sin que haga falta consuelo para remediar nada". 11-03-2006

Mi eterno Carlos... jajaja...

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