1.10.09

Síntomas

Pensaba que me había vuelto intolerante con las tonterías ajenas; pero no. Me he vuelto intolerante con las tonterías, en general. Tanto, que ayer me apetecía abofetear a mi psicólogo por darle vueltas y más vueltas a cosas que he hecho y que ahora parece imposible que vaya a volver a hacer.
¿Cómo puede importar algo el sufrimiento o la necesidad que se esconda detrás de una estupidez? Se trata, simplemente, de dejar de hacerla, de no perseguir a los vagos, de no solucionar los problemas de los torpes, de no preocuparse por los problemas que alguien se cree para sí con el fin de justificar una injustificable incapacidad de llevar una vida sencilla y disfrutar de ella.
Lo complicado es que todas nuestras tonterías resultan ser, con un poco de reflexión, síntomas de enfermedades. Enfermedades que hace cincuenta años no existían, por otra parte. Asquerosos frutos podridos de nuestro momento histórico.
Y así, es bastante probable que no haya una vía de escape; y el resultado final de la ecuación es una mala leche bastante espectacular que se convierte en mi sombra y a la que no le apetece gran cosa ver al resto de los seres humanos a los que a veces me permito llamar "queridas personitas".

1 comentario:

Mirta Peces dijo...

no sé..no creo q todas nuestras tonterías sean síntomas de enfermedades q ahora existen..al menos espero q, realmente,no sea así, porq sería una de las primeras en la lista!!!
a ver si hablamos pronto, guapa!
ánimo, no te dejes vencer por las tonterías, ni las propias, ni las ajenas, ni las tonterías en general!

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