Pues claro que sí. Poquito a poco, respirando hondo, con mis pimientos, mis cebollas, mis tomates, mis melocotones, mis plátanos, y las zanahorias y el apio de los bebés.
Mi madre, como es como es (ella hace buena la frase del Chico Escritor de "a la gente hay que quererla como es, o no quererla en absoluto": a ratos se la quiere como es, a ratos no se la quiere en absoluto), me pregunta por pescados y carnes. Yo indico simplemente que no me gusta la comida con aspecto de cadáver y sigo celebrando mi pequeño triunfo.
Para quien no entendiera una de las entradas anteriores: desde que el mundo es mundo, a mí me dan miedo los sitios donde se vende comida; pero, muy especialmente, los mercados. Un miedo absurdo pero muy poderoso, de los de llorar y ahogarse y pensar que el pinchazo en el pecho es la muerte, y de luces dando vueltas y volviéndose blancas.
Así que me da igual que no me gusten los puestos donde exhiben bebés (conejos, entiéndase) despellejados como cabecera del muestrario. El hecho de volver del mercado con una bolsa que pesa, y hacerlo sola, es un triunfo tan mayestático como cualquier otro reto que uno pueda tardar diez años en conseguir.
Y sigo regulera, y preocupada, y un poco asfixiada por el maldito pie y mi poca libertad de movimientos, y puede que siga llorando con Bruno (el del anuncio de Pedigree que no puedo enlazar porque la versión argentina me hace gracia y la española no está en YouTube), pero da igual: it's Friday, i'm in love (he aquí el objeto, y mi premio post-mercado).
Saturday night (lirirarará)
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En medio de la fiesta, inicio de un larguísimo atardecer, se me acerca una
chica a la que no conozco de nada y me dice: "Eres muy simpático, me caes
muy...
Hace 2 años
2 comentarios:
Enhorabuena! Por lo del mercado y por las pedazo de botas!!! :-)
Son preciosas tus botas.
Felicidades.
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