El viernes hice una entrevista de trabajo. Y lo importante no es la entrevista (que fue bien), ni la empresa (que me pilla a veinte minutos de casa) ni el trabajo (que sería como responsable de marketing omnipotente), el caso es que fui, e hice una entrevista de trabajo, y me prometí a mí misma que dejaría de ser un desastre con patas.
Luego, me llegó un mensaje de la Chica Ángel diciendo que tengo esto abandonado, y es cierto. Es cierto porque, como bien dice el Chico Escritor, los blogs lloricosos son repugnantes y odio estar lacónica y quejica y llevo una semana bastante neurasténica y no he estado muy por bloggear. Pero, como también dice bien el Chico Escritor, casi enamoramos una vez a Laura Cuello, o, lo que es lo mismo, que venga Dios y lo vea, o, por tirar de refranero y dar un poco más en las narices, podemos darnos con un canto en los dientes (y aquí va una disertación sobre el masoquismo en el refranero popular español que, como estoy generosa, os voy a ahorrar). Y si no me llaman, no importa. Y si no me suben el sueldo, no importa. Y si no pasa nada más, no importa.
Tengo 23 años, contrato fijo, un trabajo que me encanta, una carrera que me apasiona y que de pronto puedo pagar (que me van a pagar, quiero decir), un chico que es un puñetero regalo divino, una suegra que me mima más que mi propia madre, un apartamento precioso y un montón de pelos de mis enanos en la ropa. Soy querida a más no poder, y ya está.
Propósito de esta semana: levantarme de la cama. Propósito v.2.0, terminar la rehabilitación. Pasos pequeños. Buenas intenciones. En una ciénaga, sí, pero ciénaga en medio del camino correcto, que ya es un señor paso.
Pelear con la pereza. La Paradora de Montañas Rusas dice que quiere que me recuerde como una luchadora, que es como ella quiere recordarme. Y lucho, lucho contra la insatisfacción adolescente de mi hermana y contra la insatisfacción inherente a mi madre, y contra las pesadillas, y contra la realidad pesadillesca, y contra los sueños que se hacen humo y contra el humo que se hace sueño y contra el mono de las pastillas inducido por un pésimo sistema de Seguridad Social, y contra las ganasdenada, y contra lo que se me ponga enfrente.
Porque el viernes a las 4 y media decía que iba a ser un findesemana insulso y en realidad he hecho más cosas que cualquier otro. Familia, sí, sobre todo, pero de qué manera. Y más.
Y lo que se puede hacer un domingo a las nueve menos cuarto cuando uno se pelea contra los tópicos.