26.9.08

No más myolastan

Cuando uno no forma parte de la inmensa mayoría de seres humanos que están mentalmente sanos o al menos no se medican para creerse que lo están, tiene una serie de consecuencias. La primera, como bien sabe el Chico Escritor, es que cuesta bastante aplaudir. Cuando te piden entusiasmo en los conciertos, en las puestas de sol... Esas cosas.

La segunda, es que cuando uno sobrevive a este septiembre puesto de speed hasta las cejas (el mes, digo, no el sujeto) sin pasarse todo el día con pastillas naranjas bajo la lengua, se siente como Alejandro Magno entrando en Babilonia (siglo arriba, siglo abajo).

Hemos llegado a un punto en el que mire donde mire sólo espero ver pasar ovejas y patos, tal que en film buñuelano, porque nada de lo que pasa últimamente es siquiera medio normal.

Pero lo llevo bien, ¿eh? Me río ante los cambios de última hora, más o menos consigo dormir, resuelvo los problemas en vez de mirarlos de hito en hito, y, sólo eso, es un pequeño logro.

Hala. Creo que me he curado.

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