22.6.25

Muera el perro

 Si no era ahora igual es que tampoco eras tú, porque indudablemente tú ahora no eres quien dices ser. Y no tenemos ninguna garantía de que vayas a llegar a serlo.

La Chica Más Sabia del Mundo me lo dejó claro al principio: "te estás enamorando de una versión de él que no existe". Tan generosa como siempre, tan exigente como siempre, remarcó que aquello no era justo para contigo.

En el pecado llevo la penitencia, desde luego.

He aguantado una decepción tras otra en todos los ámbitos durante tres años. Diseñé con celo este mensaje a partir de toda la experticia acumulada, convertí el amargor en llaves. Apunté cada "por ahí no" y construí una vía alternativa para cada calle cortada, para cada tramo de sentido único, para cada badén y cada vado.

Dejé con todo cuidado miguitas de pan en cada bifurcación; también soy toda una experta en migajas.

El circuito estaba perfectamente planificado, no hacía falta más que poner el coche en punto muerto y dejarlo caer por el camino fácil. Porque el camino esta vez de verdad que era fácil. 

Solo había una prueba. Dos, si quieres, tres, por ser honesta. Pero solo había una que descalificase, porque lo mínimo que uno tiene que demostrar antes de dejar un comentario es que es humano.

Fallaste.

Llevo toda la vida justificando a la gente a la que debería importarle más de lo que lo hago, pero bajo ningún concepto voy a permitir que mi hijo aprenda a hacer lo mismo. 

El Niño Cascabeles todavía a veces rompe a llorar preguntando por qué te fuiste y tú no has sido capaz de desearle lo mejor. O te has olvidado de que existe o no te atreves a saber de él. Ninguna de las dos opciones las puedo perdonar, bajo ningún ángulo.

Hoy has muerto. Te he llorado casi a regañadientes, parecía extemporáneo. He tintado las ventanas por si era lo segundo, he cerrado la puerta con llave porque sea esto o lo primero es fundamental que no vuelvas a entrar, ni después de muerto.

Te deseo un infierno a la medida del daño que hiciste.