"Lleva mucho abandonado, así que ya no me da vergüenza", digo. Y lo digo justo después de haber empezado a sentir esa punzada de nostalgia que me hace abrir por enésima vez ese archivo de Word que creé en 2009 como si alguna vez fuera a acabarlo, y lo digo justo mientras recuerdo por qué pasaba por aquí.
A veces pasa. Hay gente que no es gente sino Delorean, y te hace saltar en el tiempo. Y que me pregunte por la Chica Calamar y me haga sonreír y "usted tiene ojos de mujer fatal", 2001; y que sea amigo de la Atómica Melancólica y situaciones bizarras y 2004; y que sea banda sonora de uno de los escasos encuentros con la Chica Truffaut, y ¿2009? ya empieza a formar parte de su naturaleza. Pero que me hiciera echar de menos ICQ, eso sí que es sorpresa.
El otro día recibí un e-mail de un especial por los 15 años de Napster. Y me acordé de la primera canción que descargué y de esa sensación alucinante al escuchar música digital. Al pensar que una calidad de sonido como esa había llegado a mi ordenador a través del teléfono. Que ahora nos parece muy normal todo, pero, ojo. Es de locos. Y pienso en Asimov describiendo la música desde el futuro, esa cosa rústica y falta de estructura que es un cuarteto de cuerda en comparación con el techno.
Y pienso en cómo me enamoré en el año 2000, con el teclado en la mano y una falta de sueño que no paraba de acumularse y horas y horas y horas de conversación con alguien que vivía a veinte minutos de casa y que estaba enamorado de la Chica Trotamundos (y quién no, es la pregunta, cómo es posible vivir sin enamorarse de ella al menos una vez en la vida).
Y pienso en 2004, y en el día en que su blog apareció naranja, y en que aún guardo la foto, igual que guardo el CD de su amiga; y pienso en lo absurdo que es que su amiga ahora sea la prima de mi amiga y, definitivamente, el mundo es un lugar diminuto.
Y pienso en cómo hablaba de ella con frases que nunca eran mías, y en cómo el Chico Escritor se enamoró de mi lengua-collage, y en cómo esas frases me hicieron llegar hasta Realove o hasta la chica que hoy, precisamente, comentaba sobre mi coneja-ewok en Facebook; esa chica que era un misterio y también la mejor amiga del dueño de la tienda frente a mi portal, siete años después.
Porque sí, el mundo es un lugar diminuto.