"Nunca des explicaciones. Tus amigos no las necesitan, y tus enemigos no se las creen".
Y, además, doy explicaciones al aire, al éter, al código binario. Pero qué más da. A veces apetece.
Llevo dos días hablando de blogs y creo que he hecho muchas cosas mal. En primer lugar, abrir un blog profesional, que no está tan muerto como este pero le ronda. En segundo lugar, pensar que hace años que he dejado de escribir sin darme cuenta de la energía perdida en este blog. Perdida entre comillas, claro. Del blog saco a la Atómica Melancólica, a Real Love. Esos son dos motivos más que suficientes para no darlo por perdido. Del blog saco, en parte, un trozo de 2006. Que, al final, fue El Último Gran Año. No, no es energía perdida.
Pero a veces pienso que vivirparacontarlo (el blog, Facebook, Twitter, me da lo mismo. Llámenlo X) es exactamente igual de malo que contarloquenovives.
Y una acaba preguntándose de qué sirve.
De qué sirve que la gente no te llame porque sabe de ti por Facebook, si en Facebook vuelcas sólo una parte, por verborreica que sea. De qué sirve que la gente piense que te conoce sólo porque te ha visto vomitar palabras durante años. De qué sirve que la gente tenga información, si no la usa. De qué sirve tener guardadas promesas que no valen nada.
Desde que este blog está medio muerto me han partido el corazón dos veces y he partido al menos un corazón ajeno. He dejado de fumar y vuelto a fumar. He pasado unos meses que se parecen mucho a cómo imagino el infierno y estoy pasando unos meses que se parecen mucho a un parque de atracciones. He tenido 30 años y 15. He querido ser empresaria y estrella del rock.
He perdido y recuperado al menos a tres personas. Que me acuerde.
He inventado expresiones tan necesarias como "bollera sin gato" y he aprendido qué es ser "abrangulable". He jugado con palabras de verdad. "You like pun, don't ya?"
He empezado a pensar en tres idiomas.
He deseado más de lo que he deseado nunca, he deseado no desear. He echado, echo, tantísimo de menos que a veces me parece que me voy a romper, y hay tanta gente que me quiere que me abruma pensarlo.
He cumplido 27 años y he perdido las ganas de morirme.
He descubierto que sí, nunca se olvida cómo montar en bicicleta.
He recordado que el mejor amor que nadie puede sentir jamás es hacia una lista de reproducción.
Todo eso no está aquí.
Y es jodidamente real.
Así que perdonen las molestias, pero a veces escribir no compensa.