6.5.10

Por el cuarenta de mayo

Llega a casa el Chico Samba. Pregunta qué tal, y Blue contesta que estamos teniendo conversaciones divertidas. Yo pongo cara de vaaserqueno. Ella reconoce que ahora le divierte, pero que está segura de que le tocará sufrir las consecuencias. La reunión, muy poco productiva, acaba rápido, con el Chico Samba hablando de permisos de trabajo, Blue dejando post-its en el portátil sobre cosas que va a empezar a hacer, y yo echándome la siesta en mi afán de ser improductiva, pero una siesta que termina por convertirse en expresión subconsciente de dónde está mi cerebro ahora: lecciones inaugurales, tesis doctorales ajenas, y un paseo a la biblioteca que acaba regular de mal.

El Sociólogo Renegado comentaba el otro día que no existen las relaciones simétricas y tiene toda la razón. Pero la pregunta es si pueden existir las relaciones cartas-sobre-la-mesa. Si puedes coger a alguien, sentarle, y tener una conversación asquerosamente honesta, con todas las consecuencias. Del tipo de qué-sentimos-y-qué-vamos-a-hacer-ahora-que-lo-sabemos. Porque las frases del tipo "nos quedan dos telediarios" no ayudan nada en absoluto.

El psicólogo me habla de mi inseguridad ante una etapa en la que prima el sentimiento de pérdida. La Chica Mariposa dice que está cansada de abandonar gente y de salir huyendo. Yo creo que aprendo a no abandonar a la gente, pero, sí, cuando las cosas se ponen difíciles, huyo. O por lo menos lo intento. Afortunadamente, hay por ahí gente muy sabia que sabe perfectamente qué tiene que decir y cuándo.

Ayer por la noche hablaba con mi madre, por fin, de todo esto. De cómo organizar las prioridades para los próximos treinta y cuatro días, considerando los conflictos de intereses. Su respuesta, funcionalista 100%, me recuerda de dónde vengo igual que el Chico Samba hablando de maestros en casa de cómo vivir permanentemente en la dimensión real y en la analítica.

No sé si se puede ser funcionalista sin que la gente se cabree. Hasta ahora, no me ha ido muy bien. Pienso en los alrededores y cada vez siento menos miedo a la pérdida, veo soluciones, veo dinámicas diferentes. Me concentro en los abrazos y no en los espacios entre ellos. En las ganas más que en los hechos. Y es bonito, y eso también parece que podría funcionar. Pero no sé si es momento de elucubraciones. Quizá mi tendencia obsesiva y yo necesitemos marcos un poco más firmes a los que agarrarnos. Conceptos. Instituciones zombis, incluso. Reglas de protocolo. Declaraciones de intenciones. Porque no sólo de martes-de-vinos vive el hombre. O igual sí, pero no debería...

2 comentarios:

Mirta Peces dijo...

yo quiero huir. Quiero quedarme con los espacios del abrazo. Quiero ser improductiva. Y quiero dejar de sentir lo que siento. Ea.
Ahí la llevas.
;)

La abajo firmante dijo...

Déjate llevar, pequeña, que tampoco es tan malo. A veces, las cosas salen bien. Y el espacio de los abrazos mola mucho. Y ser improductivo, también.

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