Divagación aparte, mi nuevo trabajo es simplemente perfecto. Hoy hablaba con Megan (que no, no se llama Megan. Pero se parece. El nombre. Y ella. En versión chicadeallado, pero tiene un aire) de cuánto margen tiene todo para estropearse y seguir siendo un trabajo muy, muy, muy por encima de la media.
Si en la última entrada hablaba en abstracto, ahora puedo hablar en concreto. Han sido cuatro días tremendamente intensos pero maravillosos. Mi Jefe, que podría ser irlandés pero no, es tan ideal que en la cena que tuvimos el miércoles iba diciendo casi palabra por palabra lo que contesté yo cuando me preguntó la de RRHH qué esperaba de un jefe. Confianza. Básicamente, confianza. Haz lo que quieras pero no me engañes nunca. Tú eres responsable y eres válida: actúa como tal y todo irá bien. No sólo lo dice, claro está. Entré justo en lo que podía haber sido un fallo garrafal si hubiésemos querido convertirlo en un drama y se convirtió en un "no entiendo por qué no me llamáis y me decís las cosas. Ni que fuera a enfadarme. Estas cosas pasan. Ahora cambiamos el plan, y ya está".
Adoro a mi jefe. Hace MUCHOS jefes que no puedo decir eso. Y mira que yo soy de adorar a la gente. Pero me lo han puesto muy difícil. Y ahora, en cambio, adoro a mi jefe y a nuestros jefes. Un señor fundador, uno de los cuatro directores de la empresa, se disculpó conmigo personalmente por el fallo del martes. Por si me había causado algún trastorno. Joder, somos personas. Esto estaba empezando a parecerme inexistente en la vida real, tal como veo el panorama ahora.
El trabajo es lo mejor. Sencillamente, lo mejor. No es que los jefes molen y no te digan nada cuando vienen a hablar contigo y te encuentran jugando al Mahjong. Es que te dicen: "No, por favor, termina. Yo debería jugar más, también; no conozco lo suficiente esta plataforma". Me pagan por jugar. Y por hablar por Facebook. Lo cual no sólo es genial en sí mismo. También me deja mucho tiempo libre para otras cosas. Porque evidentemente ahora ya no me apetece gran cosa jugar cuando llego a casa. Así que igual hasta recupero la tesis. Bravo.
Las condiciones son excepcionales. En la oficina de París tenemos una nevera verde pistacho con cara de
Además de todo esto, parece que va todo bien. Las personas que pueden acceder a las estadísticas dicen que sí, vamos. Se me acercan sorprendidos preguntando qué si yo he hecho algo para que crezca de esa forma el número de instalaciones. Se ríen cuando les contesto que claro que sí, pero que no sé qué y que intentaré averiguarlo por si podemos repetirlo.
Me entienden cuando hablo en inglés, aunque hable fatal. Les entiendo cuando hablan en francés, si hablan despacio. Acabo mandándole mails a mi jefe en inglés porque ya no sé en qué idioma pienso. Megan asegura que mi inglés es excepcional. Probablemente miente o exagera o ambas cosas porque es la única persona que conozco que es capaz de utilizar "Brilliant" dicho con entusiasmo como una estrategia cínica de autoprotección y que encima no se le note. Pero da igual. Más de una vez he dicho que si alguien ha hecho Literatura Comparada es automáticamente interesante. Y además es mi compi, así que más me vale que crea que me entiende. Porque, la verdad, con la otra no me entiendo, y quiero pensar que es el inglés. No todo es perfecto. Sólo es CASI totalmente perfecto.
Pero si no es mucho más de lo que cabe desear, que venga Ra y lo vea.