29.6.25

Autodestrucción

Yo ayer sentía que tenía que escribir algo pero no lo hice.

Es una habilidad que no me vendría mal practicar más a menudo, aunque ahora esté molesta porque ya no lo recuerdo.

También supe que no tenía que escribir algo, pero lo hice, porque "mamá, cuando alguien quiere algo mucho debe pelear por ello y Spider-Man no se rinde nunca". 

Ahora toca recolocar este corazón lleno de escombros ("jamás me vuelvas a llamar") y yo también sé por dónde está la salida (una de las salidas. La otra, la buena, la que iba por el lado del sol y se veían gamos a lo lejos y se te cruzaban mariposas por los ojos era la que teníamos que tomar juntos, pedazo de ingrato) pero algo dentro de mí está muy empeñado en no cogerla. 

Estoy aprendiendo a reconocer mi modus operandi: el instintivo, no el aprendido. Y sé que hay una cantidad muy grande de confusión en el hormigón que me mantiene ahogándome aquí. Sé (me obligaron a pensarlo, lo tuve que escribir; lo tengo reciente como las rozaduras de las sandalias el primer día de verano) la cantidad de gente que he perdido en mi vida sin entender qué estaba pasando.

Entonces no importaba tanto, porque eran "all the friends I do not like as much as you". 

Pero madre mía lo que me has gustado tú. 

Empiezo el último repaso a sabiendas de que va a llevarme semanas, así que lo extraigo todo: lo que necesitaré para la Paradora de Montañas Rusas del Niño Cascabeles; lo que hubiera ayudado con tu propia Paradora de Montañas Rusas, por si algún día cambias de opinión y vuelves; lo de mis patrones y mis puntos ciegos y mis agujeros negros, con la esperanza de no tener que pedirle a nadie que me pare la montaña rusa nunca más; y, en pleno bucle de incoherencia, todas las razones por las que no eras tú y todos los momentos en que pensé que lo eras.

No, no es incoherencia. Es ambivalencia. Esa es la diferencia.

Me muevo bien en la ambivalencia; mi trabajo me ha costado, pero la maternidad me enseñó a mimetizarme con ese gris que no es tal cosa sino un conjunto de manchas blancas y negras, como  habrían podido hacer Cactus y Vespa en un bosque destrozado por la revolución industrial.

Pero las incoherencias me parecen una tarea que se me encomienda expresamente, un nudo que debo desenredar. "Ordena esto y haz que entre luz". Es una cosa que lamentablemente se me da bien, y eso me ha llevado a pensar que es algo que siempre puedo hacer.

No me manejo bien en la impotencia; aunque eso no es exclusivo, creo que sí genera un nivel de sufrimiento diferente cuando tu esquema habitual es la autosuficiencia (ese mito al que algunas tenemos que agarrarnos porque la realidad fuera de la caverna es aún peor).

Estoy aquí hecha un ovillo, pensando "solo hacía falta pulsar este botón". 

Si no es capaz de enfrentarse a sus propias emociones, ¿qué te hizo pensar que iba a tener en cuenta las tuyas?

Vivir de poesía barata, falsa profundidad y psicología pop sugerida por el algoritmo de Instagram y repetirme continuamente eso de "creo que la vida contigo puede ser algo menos mundana".

Y seguir llenando la lista de cosas que ya no haremos.

Oh, mierda, eso era. Ese era el post.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Habla tú también. No dejes que esto sea sólo un monólogo.